jueves, 9 de agosto de 2018

LA MALETA

He empezado a meter cosas en  la maleta. Vestidos ligeros. Calzado  cómodo  y mucho espacio para traerme... ¿Cosas? Sócrates entró en una tienda y sonrió. Cuántas cosas había  que no necesitaba para  nada.
He escrito a Calorine Knight, mi casera. Solo tengo miedo a  una situación: Perderme desde  el Kennedy al landmark donde residiré durante diecisiete días.  Tengo que llegar en metro. 
Si no viene Rubén Ruiz a trabajar con nosotros, yo estaría  muerta o en el manicomio. Me despertaba  por las mañanas y  me decía  a mí misma... Si todo lo que me espera  en la vida es una cocina, por mi podemos acabar ya. ¿Es eso una depresión?
Que no se me olviden los libros.
A los cincuenta volví a la  universidad. Se había terminado  la cocina. No tenía un lugar de trabajo al que acudir. Así que me  reinventé.
No ha habido ni una  sola  de mis amistades masculinas que no me lo haya recriminado: Claro, tú te fuiste a Francia. He llegado a escuchar hasta barbaridades: Te fuiste tres años.
Me fuí un curso de Erasmus. Cuando se  estudia una  lengua  extranjera, es lo mínimo que se debe hacer.
Me fui a estudiar  y hacer amigos. Phillippe y Ghylaine Fortyn, Alfredo y Olimpia, Constance Thierry, Sonia Lefrève  y mi queridísima Rose Prenderville. Amigos que todavía  conservo.
Volví con cuatro matrículas de honor, cuatro sobresalientes y dos notables. Los profesores de la  Facultad de Filología alucinaban conmigo. ¡La mejor alumna Erasmus tenía cincuentra y tres años! ¿Cómo se hace  todo eso? ¿Saliendo de fiesta  todas las noches? Hasta el cura me lo preguntö: Dime la verdad, ¿le  fuiste infiel a Rafa en Francia? Yo le fui infiel a Rafa con veintisiete años y cuando tuve que elegir, opté por él y nuestro proyecto de familia.
Que no se me olvide el cepillo de dientes  eléctrico. Ni las cremas. Ni el sombrero.

1 comentario:

  1. Muy buen articulo y la maleta, sobretodo, mucho estilo para viajar sin duda.

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