martes, 31 de diciembre de 2013

DE LO FANTÁSTICO Y MARAVILLOSO.

   Lo maravilloso es siempre bello,
todo lo maravilloso, sea lo que fuere, es bello,
e incluso debemos decir que solamente lo maravilloso es bello.
André Bretón, Manifiesto del surrealismo.


Si nos paseamos a la salida de la jornada escolar por cualquier parque público de cualquier ciudad del mundo occidental, no nos será difícil contemplar y escuchar a los niños inventando la vida y aprendiendo a vivirla a través de sus juegos. Es fácil que junto al Capitán América, Superman o Spiderman, héroes del siglo XX, los pequeños puedan identificar a nuestros requerimientos que Excalibur fue la espada del rey Arturo, el de la Tabla Redonda y los nobles caballeros, que los trolls, hadas y duendes poblaron la Tierra Media donde vivían los hobbits y los elfos. Sin ningún apuro afirmarán que hay manzanas, sobre todo las muy rojas, que en su interior encierran veneno, que hay lobos que tragan abuelas y nietas, a ser posible las que llevan caperuchas y que hay princesas que con un beso de amor, son capaces de despertar de un sueño de cien años. Pero si seguimos con nuestra inquisitoria, no mostrarán ningún reparo en informarnos que ese caballero andante del que les hablamos se llama D. Quijote y  Sancho Panza, su fiel escudero. Todo ello sin dejar de columpiarse, deslizarse por el tobagán y lo más sorprendente, sin siquiera, a su corta edad, haber aprendido a leer un libro y mucho menos conocer los nombres de Todorov y Le Golf que tanto han teorizado sobre lo fantástico y lo maravilloso de los relatos.
¿Por qué hay personajes literarios que son capaces de trascender los libros que los contuvieron, los siglos que los albergaron y llegar hasta nuestros días? ¿De qué pasta los crearon sus autores, muchas veces anónimos, para que estos pequeños lectores, a siglos de historia y de vida, los reciban y los alberguen en su imaginación?¿De qué clase es el cedazo que los hizo colar en la historia de la literatura para llegar tan frescos hasta nuestros días? Quizás todos ellos tengan algo en común: lo fantástico y lo maravilloso que encierran.
Para Marcel Scheider lo fantástico explora el espacio de lo interior, tiene mucho que ver con la imaginación, la angustia de vivir y la esperanza de la salvación. A lo que podríamos añadir con Einstein que la imaginación es más importante que el conocimiento. Y de ella nos valemos para seguir adelante. Quizás por ello seguimos soñando y comprando billetes de lotería, paseamos con un cántaro de leche en la cabeza y hay mucha noches que nos parecen Nochebuena.
Tal vez esos relatos con elementos sobrenaturales siguen ahí porque los niños no llegan a interrogarse nunca sobre su naturaleza, porque no se los toman en realidad al pie de la letra y sí como una orientación para la vida, juegos de carácter iniciático que los preparan para el camino real con sus propias leyes que dan poco pie a creer en lo sobrenatural.
En fin, se acaba este año que era trece y en el que a todos nos ocurrieron muchas cosas. El catorce se nos presenta como un camino aún por descubrir. Quizás llenarlo de fantasía e imaginación podría ser el mejor regalo que nos hiciéramos a nosotros mismos, tal como hacen los niños.
Feliz año 2014 para todos y gracias por haberme seguido y haber leído mis historias.
 Con mucho afecto, María Dolores.
 
 
 

miércoles, 25 de diciembre de 2013

VEINTICINCO Y NAVIDAD.

La cocina desde la noche anterior oliendo a recuerdos viejos y a los que mañana lo serán. Aromas de tiempo vivido y mucho por crear. El fondo madre, después del primer hervor, con el fuego muy lentamente para que las carnes, los huesos suelten todo el jugo y perfumen las verduras y den color naranja y satinado las zanahorias.
El ir y venir desde la primera luz del día, que es Navidad y las familias se reúnen y celebran. Es tiempo de compartir y saborear.
Y en La Matandeta, ese día desde siempre, solo preparamos el puchero.
A las pruebas me remito.
Gracias, Nieves Alonso por compartir conmigo tus palabras y emociones en esa improvisada sobremesa. Mucha suerte con tus sueños.
Felices fiestas a todos.




















 

lunes, 23 de diciembre de 2013

BALADA DEL LEÑADOR.

Y ahora, sudoroso y fatigado, con la respiración entrecortada por el esfuerzo realizado para llenarle de piedras y coserle el vientre a la fiera, se quedó mirándola, más encarnada y hermosa que nunca y comprendió.
La había seguido sin atreverse a decirle nada, desde la casa de su madre, rotunda, escarlata, esplendorosa en su recién estrenada adolescencia. Pensó que por mucho que se empeñara no podría hacer nada por apartarla del peligro, por evitarle el desengaño, la decepción. Que amarla consistía precisamente en dejarla vivir sus propias experiencias, que no se puede crecer a través del espejo del otro.
Así que se limitó a ser testigo mudo de sus andanzas. No la apartó de la bestia cuando supo de su engaño, ni intentó convencerla de lo contrario. Agazapado, solo, presencia huidiza entre los árboles por los que se cuela la luz de lo desconocido y emergen los cantos de sirena de la prohibición.
Llegó con tiempo a casa de la abuela sin querer evitar lo inevitable. Se conformó con ser estatua petrificada, sin capacidad, ni voluntad de acción. Ni siquiera cuando oyó los gritos de la pobre anciana pudo levantar las manos para taponarse los oídos.
La vio llegar feliz, confiada, resuelta a cumplir con su destino, después de atravesar el bosque, que también es la aventura, sin más espada que un tarro de miel, una hogaza de pan, unas onzas de manteca, una botella de vino... Escudada en su efímera belleza, quiso conservar la imagen y el momento, por si algún tiempo después, se atrevía a amarla desde las palabras y no desde el silencio. Pero no confiaba en él y quiso estar seguro de que cada día, sucediera lo que sucediese, tendría que ganarla con el sudor de su frente y sin desesperación ante lo inevitable.
Por eso cuando ella se metió en la boca del lobo, él todavía esperó y esperó... El momento propicio a que la bestia, gris, peluda y maloliente confiara en que todo había terminado y el cuento no tuviera un final feliz para las víctimas.
La pilló de improviso, la fiera feroche descansando junto al río. Un locus amoenus propicio para el amor y la seducción, sin embargo, por eso mismo tuvo fuerzas para embestirlo , destriparlo de arriba abajo sin encontrarle las entrañas, ni el corazón. Allí estaba ella, sin asustarse, convencida de la voluntad de su acción, más roja que antes de atravesar el bosque, pero también, más humana, más mayor.
Y ahora, sentada frente a él, aturdida por lo vivido, más encarnada que nunca, ella también comprendió.
 
 


jueves, 19 de diciembre de 2013

VIEJOS AMIGOS.

 Esto nos trajo la segunda mitad de diciembre: algo de lluvia, la ilusión de que pronto tendremos sorteo de lotería de Navidad, a pesar del terror que nos produce el anuncio televisivo, olvidarnos por unos días del fatalismo que nos embarga y algunas buenas y agradables comidas con viejos amigos, de los que no vemos mucho, pero cuando estamos con ellos tenemos la sensación de que la primera frase será como decíamos ayer.
Habíamos proyectado Rafa Gálvez y yo subir con Emili Marín hasta Pedralba, localidad de Los Serranos en la que él fue párroco y donde conserva una casa. Para los que no lo conozcan contarles que Emili Marín fue durante muchos años director de la revista Saó y antes, en la transición, secretario del cardenal Tarancón. En Pedralba pensábamos comer en La Pitanza, restaurante de nuestros comunes amigos Silvia y Pepe Sánchez. Pero el hombre propone y la mujer decide. Se me cruzó la llamada de mi entrañable y querido amigo Emérit Bono, que nos visitaba con Ramón Lapiedra, ¿se acuerdan? Rector de la Universidad General de Valencia en mejores momentos para la educación y los estudios.
Así que nos quedamos en La Matandeta, día luminoso antes de las pertinaces lluvias, y ante unos entrantes a base de mullador de caballa y alcachofas confitadas en aceite de oliva y rellenas de brandada de bacalao, hicimos los honores a un arroz meloso de cordero, pollo y setas.
Ya sabemos, los que amamos el arte de la conversación, que una comida solo es un pretexto para la convivialidad. En este caso, además los contertulios pertenecen al círculo de los hombres sabios. Aquellos que vivieron de forma apasionada el momento histórico que les tocó.  A su lado, una tiene mucho que aprender de lo que cuentan y comparten. Como compartimos este arroz meloso, uno de mis preferidos, la carme muy sofrita en una cazuela de hierro, con las setas, las zanahorias, los nabos y las chirivías, todo a fuego lento, como las palabras que van siendo desgranadas a lo largo de la conversación. La clandestinidad en tiempos de Franco, los tiempos de aquel Paris, lugar de peregrinaje y acogida, la primera democracia, Manuel Vázquez Montalbán,  pero también los últimos libros leidos. Emili hace tiempo que perdió la vista, pero jamás el buen humor.
Hay que tener paciencia para hacer un buen arroz, como la tienen el teólogo y el físico para no enfrentar sus opiniones sobre Dios y la creación. Al servirlo a la mesa, mejor escanciar una pequeña ración y que termine de entrar en sazón en la propia cazuela, así el final, la última cucharada será la mejor. Eso sí, este arroz, como todas las grandes cosas de la vida encierra un secreto.
¿Se lo cuento? Mejor vengan estos días a comprobarlo. El tiempo y las sensaciones acompañan.
Buen provecho.


 
 

lunes, 16 de diciembre de 2013

MELANCOLíA.

En días de gris plomizo como el de hoy, la lámina de agua de los campos de arroz no se distingue del cielo. Una y otro forman una continuidad que no podría separar ni el lápiz del más hábil de los dibujantes. Cerca de las zonas anegadas, llámense lago, río o marjal en este caso, se produce el fenómeno de la melancolía que tanto afectaba a los caballeros en el medioevo, la bilis negra, el duelo no resuelto. El locus amoenus deja de ser entonces ese topoi digno de ser testigo de la seducción para convertirse en otra cosa. Una tristeza que te acompaña como si no te dieras cuenta de que ya ha pasado bastante tiempo y es cuestión de vivir con ese vacío.
 
 
 
Es entonces cuando  piensas qué diferentes hubieran sido las cosas si hubieran sucedido de otra manera, si el tiempo no hubiera jugado a traición, como un tahúr con la última y mejor carta de la baraja escondida en la manga del abrigo. Te preguntas cómo pudiste ser tan ingenua como para pensar que lo tenías a raudales, tiempo y oportunidades de estar con él, de rectificar y enmendar allí donde te habías equivocado, y te reprochas las palabras que te ahorraste y no dijiste, tú tan dada a jugar con ellas, a espaciarlas, a pintarlas como te da la gana. Tú que te crees tan lista, te la jugó porque ella lo era mucho más que tú. Y de eso no te diste cuenta, o no quisiste.
 



 
Pero como él hubiera dicho, no es un problema porque ya no tiene solución. Y con él o sin él querías que hubiera fiesta, y que hubieran otra vez risas., porque llegar a este día  era su meta, sus ochenta. Recordar aquella de hace veinte años, cuando lo engañaste tan fácilmente y te lo trajiste hasta aquí de noche, con su nieta al lado. Había tanta gente esperándolo. Metistéis el regalo en el embalaje de una nevera y él pensó que era una bicicleta, aunque al final solo encontró un sobre con un viaje. Y aquella otra fiesta que esta vez era la tuya, pero tú la convertiste en su homenaje, sin embargo se levantó y te hizo callar pletórico de orgullo. Hacía ti.
 
 
 
Al final, hoy te fuiste a tus asuntos, después a comer con ellos sin nombrarle. Cada uno llora su silencio. Te preguntas, a solas, sin que te vean, por qué no habrán arrancado este día del calendario. 16 de diciembre. si ya no sirve más que para llenarlo de lamentos.  Hace tiempo que sabes que el vacío, como la verdad, no es que sean tristes, es que no tienen remedio.
Hoy el paisaje también se puso el traje adecuado. Feliz cumpleaños, papá. Hoy por desgracia vuelve a ser 16 de diciembre.

sábado, 14 de diciembre de 2013

ERASMUS A LOS 20.


El inicio de las clases en septiembre en la Facultad de Filología de Valencia me trajo agradables sorpresas, como cruzarme en la puerta de la biblioteca de Humanidades a Noémie Girousse, compañera en Aix-en-Provence en las clases de Literatura Comparada de Mme. Rinner, o a Hélène e Hylham con las que coincidí en Traducción y con las que ahora asisto a  Sintaxis española.  El primer día de clase, lunes a las diez y también Literatura comparada, me encontré sentada en un banco a Gaia de Filippo, rubia y napolitana, me cayó bien y en seguida me la traje a casa. Mi hija y ella  se llaman hermanas.
 El mundo al revés, ahora ellas estaban aquí, donde antes yo estuve allí. Una que aprendió durante un año en país extranjero más instrucciones de uso respecto a manejarse por la vida, sabe lo sola y extraña que puedes llegar a sentirte  en un nuevo espacio y una nueva cultura, así que me salió la vena "madraza" y La Matandeta se está llenando los fines de semana de compañeros y compañeras Erasmus.  María, este sábado voy contigo, puedo preparar auténtica pizza napolitana en el horno moruno que tenéis en la terraza. María, ¿puedo llevar a Kristine, mi compañera de piso alemana? María te importa recogernos a Ruggero y a mí a las doce.
Pero de todo esto, mejor que no se entere el ministro Wert. De esto y de las frases del querido profesor José Luis Sampedro en aquella entrevista ante la inminente entrada de España en la Unión Europea. Si se trata de incorporarnos a la Europa de los mercaderes y banqueros que solo piensan en su interés y en sus prebendas, no me interesa para nada. Si se trata de la Europa que intercambia conocimientos, lenguas y cultura, cuyos ciudadanos y estudiantes viajan y se conocen, cuenten conmigo, señaló Sampedro.
Quizás el ministro Wert no quiere reconocer que el modelo económico que pregonaban algunos como objetivo de una Europa unida ha fracasado y que Europa no es eso y quizás el ministro se haya creído la leyenda urbana de que el año Erasmus es un año contínuo de francachelas y turismo estudiantil a costa del erario público. Nada más alejado de la realidad y puedo dar fe de ello.
George Steiner trató de definir Europa a través de un puñado de instituciones. La plasmó siguiendo la ruta del aroma y el poso de los cafés europeos. Desde Lisboa a Odessa, desde París a Roma, desde Viena a Madrid, los cafés literarios, políticos, polémicos, definen Europa porque en ellos durante siglos se debatió, se escribió y se hizo política, nacional y europea. Como la definen las plazas, calles y monumentos donde está escrita nuestra historia. Nada que ver con el modelo anglosajón de números, frutas y árboles para bautizar las avenidas. Como la fundamentan nuestra tradición griega y judeo-cristiana. Como la certifican nuestra tendencia al fatalismo y al holocausto.
Paul Valery recurrió a la metáfora de un imaginario Hamlet europeo para hablarnos de esos dos peligros que entonces y ahora amenazan a nuestro mundo europeo: el orden y el desorden.
Pero quizás nada de esto conozca el ministro Wert, a quien no parece preocuparle  la reflexión sobre nuestro futuro como europeos. Solo las cifras, los números del presupuesto.
El programa Erasmus acaba de cumplir veinticinco años y como señaló Umberto Eco, ha creado la primera generación de jóvenes europeos con conciencia de pertenecer a una comunidad real, no quimérica. Más allá de las palabras y las teorizaciones de los escritores y filósofos, ellos, los jóvenes estudiantes europeos y erasmus son un realidad evidente.
Antonio Ariño, catedrático de Sociología señalaba en su artículo Polinización Erasmus, publicado en El País del pasado 21 de noviembre: Hablamos de estudiantes que tienen la oportunidad de ampliar su comprensión del mundo y de aprender  a sentirse miembro de una comunidad más amplia y abierta; que aprenderán a la fuerza a arriesgar, a trabajar y asumir su compromiso cívico en espacios y entornos multiculturales, en los que la tolerancia y la capacidad de trabajar en grupo serán imprescindibles; que al mezclarse y convivir, crear amistades y familias, llevarán pegado a su cuerpo, convertido en su forma de vida, el polen de la movilidad, de la europeidad, de una sociedad democrática. Nada de ello será un óbice sino todo lo contrario, para que también sean brillantes en sus estudios y buenos profesionales en su trabajo. Tal vez ellos puedan romper estos perversos estereotipos del norte y del sur, del este y del oeste.
Pues eso, con permiso del ministro o sin él, en La Matandeta seguiremos acogiéndolos durante todo el curso, con sus risas, su español incipiente, su alegría y sus ganas de viajar y conocernos, mezclando la paella, con los risottos, la coca de morcilla con la quiche lorraine, el estofado de codillo con la choucrout.
Larga vida a los Erasmus.







 

domingo, 8 de diciembre de 2013

LAS MANOS DE PAPÁ.


                                                

                                                                                          A Rubén, feliz cumpleaños.


Decir que mi infancia fue un paraíso sonará a tópico literario, pero así es, el único paraíso que he conocido y que también perdí, sin remisión, como lo hacemos todos.
Además de mental, fue un paraíso físico, una casa grande situada en mitad del verde del arroz en verano, el amarillo de la siega en otoño, la lámina de agua grís y melancólica del invierno y la ristra de aves detrás de la rueda del tractor labrando y tirando guano, preparando la tierra en Primavera para la siembra de mayo. Un lugar único, la Marjal de la Albufera donde mi infancia fue birbada, como lo son los campos de arroz.
Una casa a la que llegué con un día de vida y en la que éramos cinco miembros, más Babo,  más cinco cabras,  un gato llamado Ponce, una tortuga de nombre Cuchita, más el resto del mundo que pasó por allí y entró.
En el colegio se empeñaban en enseñarme que mi familia tenía tres miembros y yo respondía que cinco. Cuatro columnas en las que sostenerme para dar mis primeros pasos, mis primeras miradas a la vida.
Siempre había gente, que entraba y salía con la misma frecuencia con que se sucedían los días y las estaciones. Siempre había cosas nuevas por descubrir y mucho espacio para que mi infancia trasteara en plena libertad y en plena naturaleza. Las cabras que se escapaban, los ciclistas que entraban a almorzar, los extranjeros con los delantales de colores y sus  extrañas lenguas, el olor a ahumado de las paellas. El olor de hogar.  Mamá y aia discutiendo por cualquier tontería y, al minuto, echándose de menos. Mi abuelo y sus increibles ideas. Los recortadores de toros y sus movimientos, los eventos de mi madre, los relatos  de mi aia ...
Y en mitad de aquel caótico paraíso, el mejor y más nítido recuerdo, las manos de mi padre sobre la tabla cortando con el cuchillo. Unas manos grandes, poderosas, seguras como raíces de roble asidas a la tierra, el hilo conductor de nuestra existencia. Las manos de mi padre hablaban y contaban aquello que no salía por su boca. Sus ganas de trabajar y triunfar, su nerviosismo y su enojo. La ilusión y alegría con que se enfrentaba al día a día.  Su manera de amar. Las manos de mi padre,  la columna vertebral a la que estaba sujeta aquella forma de vida. Tan diferente y tan única.
Aunque yo no lo recuerdo así, me han contado que fueron años muy duros y difíciles para todos. La   sociedad en que me tocó nacer había roto aguas. En el parto, todo el mundo trató de reinventarse y  de cambiar el sistema por funesto y obsoleto. No lo sé, me lo han contado y yo lo he leído en los libros y lo he visto en reportajes, en hemerotecas virtuales. Aunque no sé si debo creérmelo porque en aquel paraíso nada me faltó, ni eché de menos. Risas y cariño, tardes de lluvia y mañanas de sol, primaveras pletóricas, conversaciones y buen humor. Amigos, viajes y fiestas.
Y por encima de todo, la fuerza, la seguridad que le dio a mi vida contemplar aquellas manos  en silencio trabajando. Su movimiento rítmico y acompasado,  como las ruedas de un engranaje que regulaba la existencia, como la banda sonora de nuestra historia familiar y particular. 
Pasara lo que pasara fuera de aquella casa, e incluso en su interior, nada me haría daño, ningún caos rompería la perfecta tela de araña que era mi espacio vital.
Pasara lo que pasara nada me haría daño,  porque allí estaban las manos de mi padre  para espantar los maleficios y los duendes perversos.
 Manos grandes, fuertes, poderosas, como raíces de roble que sujetan el árbol a la tierra. No había inundación, ni torrente que pudieran con ellas.
Las manos de mi padre  sobre la tabla cortando el quehacer de cada día, abriendo el camino de mi vida.




domingo, 24 de noviembre de 2013

METAMORFOSIS




                                                                                         A Mafalda, por lo de siempre.


Se despertó a las tres de la madrugada porque una mano no le respondía. Mejor dicho, la despertó el hormigueo de esa mano, tiesa y descolocada. Puso un pie en el suelo, ¿el derecho o el izquierdo? Y al tacto no le pareció una losa, sino madera. ¿Tal vez parquet? Tuvo ganas de ir al lavabo, pero como este no tenía espejo, se ahorró la posibilidad de verse convertida en escarabajo. Encendió una luz y no reconoció para nada el espacio. ¿Dónde estaban su padre, su madre? ¿Qué ocurría con su cuerpo? ¿Tanto tiempo había pasado?
Le dio la sensación de haber dormido durante años. Días y semanas llenas de cosas que habían sucedido fuera de su voluntad. 
Sonó el teléfono del dormitorio, corrió a descolgarlo y resbaló, se dio de bruces con el suelo y se partió un diente. Con el auricular en una oreja y jadeando escuchó una banda de música y una voz conocida.
¿Cómo estás amiga del alma? Un año más, ¿Lo celebramos? Acertó a formular un día y una hora. No entendía nada porque era incapaz de reconocer el espacio.
Otra vez al lavabo sin ver reflejado el escarabajo.
Caminó un poco más hacia la luz de la ventana y del amanecer. Vio un hombre, arremolinado en el sofá, durmiendo con la boca abierta y los brazos cruzados.
¿Tanto había vivido, tantos años?
 Otra vez era día veintidós del once... Pero, ¿De qué año? ¿Cuánto tiempo había transcurrido? ¿Cuánto quedaba por vivir?
¿Seguro que esa era ella, la misma que se había acostado unas horas antes? ¿No era una broma del destino?
Se despertó a las tres de la madrugada porque una mano no le respondía.
Y supo que morir, dormir, tal vez soñar....

martes, 29 de octubre de 2013

LOS AMIGOS CORSOS

Dice mi amiga viajera, Pilar Ortí, que el único problema que le encuentra a viajar conmigo es que solo me implico emocionalmente. Es decir, mientras ella conduce el pequeño vehículo que solemos alquilar en cualquier parte del mundo, cuando decidimos largarnos a bambar a lo tonto, es que soy incapaz de interpretar un mapa. Ella me pregunta, ahora qué es hacia la derecha o la izquierda. Y yo le respondo invariablemente, ¿y qué más da? Por eso nos complementamos tanto. Y mi familia está segura de que algún día, no saben cuándo,  regresaré a casa. Porque viajo con Pilar. Que es psicóloga y sabe siempre interpretar los estados de ánimo que tenemos los demás.
Pues esto era que estábamos en Córcega, que ni a ella ni a mí nos venía bien económicamente largarnos hasta tan extraña isla. Pero como ya les expliqué en otras ocasiones, uno de los adjetivos de las viajeras para ser consideradas como tales, es el de ser intrépidas. Así que nos fuimos, desde Marsella y aprovechando los pingües resíduos de la beca Erasmus, que para algo una no se fue de fiesta, ni botellón.
Que por mayo, era por mayo, cuando nace la calor. A Derek Moxon, mi casero inglés en Francia, le encantaba que viniera Pilar a verme. La última vez le dijo a la puerta de la casa, que era una buena embajadora de nuestro país. Yo nunca le pregunté qué pensaba de mí. No fuera cosa que aflorara la sensatez inglesa y me pusiera las maletas en la puerta. 
Lo bien cierto, es que Pilar y yo nos presentamos a finales de mayo, después de pasar todos mis exámenes, en el aeropuerto Napoleón Bonaparte, de la ciudad de Ajaccio.
Cuando yo era pequeña, y muy empollona por cierto, en aquel libro de historia universal, en octavo de EGB, estudié que Napoleón Bonaparte nació en 1769, en la isla de Córcega que acababa de ser comprada a Italia por los franceses.
Y a bien cierto que después de haber estado allí, una puede entender el sentido de clan que tenía la familia Bonaparte.
En el mes de marzo pasado, Leroy Merlin, que estaba construyendo su primer establecimiento en la Corsica, sufrió un atentado, les metieron un par de bombas y se cargaron el centro comercial aún sin abrir. Fue un aviso. Leroy Merlin hubiera creado ciento cincuenta puestos de trabajo, ¿pero cuántos se hubieran perdido en la economía local si llega a abrir? Carrefour tiene varios centros abiertos en la isla, pero en ninguno de ellos se le ha permitido abrir gasolinera, porque hay muchas familias que viven de ello.  McDonald's no existe en la isla. ¿Es injusto proteger lo que es de uno y le sirve de sustento?
Pero ya estamos con las digresiones, como le ocurrió a Diderot en Jacques le fataliste et son maître. Lo bien cierto es estábamos Pilar y yo recorriendo la isla el primer día. Hicimos tantos kilómetros que empezamos en Propriano y acabamos en el norte. Ya saben ustedes, el componente emocional y los mapas. Así que cuando cayó la tarde, después de deslumbrarnos con el mar, las paredes graníticas y la poca urbanización que tiene la isla, se nos ocurrió pararnos en un acantilado y preguntar por el camino de vuelta. Imposible, señoras, ¿Saben ustedes que hicieron más de quinientos kilómetros? Mejor sigan hasta Calvi y quédense a dormir en algún sitio.
Ala! Y Pilar sin mirarme mal, ni echarme maldiciones, que para eso es psicóloga y entiende de lo divino y lo humano.
El primer sitio en el que paramos no nos convenció. El segundo Bed and Breakfast, lo vió Pilar por casualidad. CASA ALOHA. Jean Pierre abrió los brazos y nos acogió. No llevábamos ni cepillo de dientes, ni bragas de repuesto. Nunca me he sentido tan bien en casa de extraños. Isabelle, su mujer habla perfectamente español, según él, domina cada uno de los idiomas de los novios que ha tenido.
Esta semana vinieron a propósito a Valencia para estar en nuestra casa. No somos turistas. No tenemos clientes turistas. Todos somos viajeros, nos encanta la aventura y la gente que sabe disfrutar como nosotros.




 

miércoles, 9 de octubre de 2013

PENÉLOPE

Se lo llevaron a las tres de la madrugada. Los niños estaban durmiendo abrazados en una camita. Los despertó la sirena. Como a mí, que ya estaba sobre avisada de que cualquier día podría ocurrir.
 
Lo esposaron ante los vecinos jubilados, esos que siempre miran por la ventana de la planta baja, sin correr la cortina. La mujer salió en camisón y con una mañanita sobre los hombros, que quizás le tejió su madre cuando iba para recién casada. Se lo llevaron sin lamentaciones y sin conmisceración.
El día del juicio le cayeron diez años. No lloró. Ni tampoco lo hice yo. Ahora vienen sus amigos una vez al mes y me traen un sobre con dinero. Los niños crecen, van bien en el colegio. Mis padres me miran con compasión, y no me dicen palabra. Pero yo estoy bien. No necesito nada económicamente. No me hace falta su ilusión. Me he apuntado a un curso de la escuela de adultos. Estoy aprendiendo informática. Hay también excursiones de senderismo. Voy a verlo al vis-à-vis. No es amor, no es sexo. Pero tengo que cumplir. Él está allí, tiene su vida organizada en la cárcel, entre hombres, Yo los martes y jueves voy al Aquagim. Y diez años se pasan tan deprisa... No, no lo echo de menos. Él tiene su vida y yo vivo sin esperanza. Porque si le espero me paralizo y eso ya no sería vivir.
Mis padres me miran y no dicen nada. Es un espacio, un tiempo, solo para mí. Y él sigue allí...
 
 

LA DEDICATORIA

Qué casualidad. Fue organizar el mercadillo de segunda mano, ya que estamos todos tan paupérrimos y nos vendría bien empezar a reciclar,  y encontrártela toda desvergonzada,  como en aquel entonces, con las telas finas y de marca cara pegadas a la piel. Aunque sea en las páginas finales de un semanario dedicado a lo que no tenemos la gente corriente: Lujo y tonterías.  Le da igual, que el segundo se haya largado con una negra cuarentona y de culo reluciente, que la leche y la papilla de los niños sobrevivientes de aquel desastre encuentren algún día el beneficio a su duda entre el diseño de un Moschino mal ajustado a sus caderas de setentona sin derrotas, aparentemente.
No me gusta esta mujer, nunca me gustó. Demasiado ajustada a sus temores y a su furor. Y ahora que ya no le queda nada por hacer y que tiene demasiado acumulado entre aguas vivas... ¿Por qué no deja en paz a la próxima generación?




Le gustaba levantarse temprano los sábados. Ese era el día más importante en su semana. No trabajaba, pero tampoco tenía ningún compromiso. Entre semana, era demasiado prosaica su vida. Horario de funcionario por las mañanas, El cigarrito de vez en cuando, en la calle Colón, viéndo pasar a las mujeres desocupadas que pretenden ocupar el espacio de todas las vidas. Por las tardes, reportajes en la 2. No hay nada como los animales en plena naturaleza. A veces se despertaba, justo a la hora de cenar. Una sopita, un poco de jamón. Mi madre que me llama y yo con cincuenta y dos. Si, mamá. No te preocupes, ya me limpian la casa. Ya me coses algún botón.
Pero los sábados por la mañana, le encantaba visitar mercadillos de segunda mano. No rastros, hábito de profesionales sin oficio. Mercadillos, donde la gente lanzaba a la intemperie parte de la historia vivida, sin necesidad de palabras. Y el objeto preferido de su búsqueda, los libros con dedicatoria.
En París, encontró una vez la autobiografía de una prostituta con la dedicatoria de un feliz cumpleaños. Vaya usted a saber, cómo terminó aquella relación.
En Madrid, unas navidades, en la Plaza Mayor, un misal con una ferviente dedicatoria de una monja: A ti, padre espiritual donde lo haya, porque sin ti no sería posible este dolor.
Pero un mes de octubre, y pasando en bicicleta por la puerta de un lugar en el que jamás antes se había detenido, descubrió una dedicatoria: A Tala, sujetador y bragas de encaje, pan integral, habitación 207, Odiseo. Los libros los vendía una mujer de mediana edad, vestida de negro, cincuentona, que veía mal y sonreía peor. Había un almuerzo típico a cinco euros. Se sentó, pidió y la observó. Difícilmente podía tratarse del objeto de aquella dedicatoria. No podía imaginársela así. Enfundada en una talla treinta y ocho y a la  luz de penumbras de un hotel barato. Compró el libro y se marchó.
Justo un mes después, la misma carretera, la misma bicicleta y la misma mujer vendiendo libros. Solo que había menguado de talla y condición.
Encontró otro libro y otra dedicatoria: Tala, hay años en la vida en los que no ocurre nada, y de pronto, como contigo, todo se resume en una aparición, Odiseo.Era una novela de Joseph Conrad. Se acordó de La isla del tesoro, y de lo jóven que era cuando la leyó. La mujer apenas le sonrió mientras metía el libro en una bolsa de Mercadona.
Cogió la bici y siguió. Esta vez el bocadillo era de pisto con longanizas.
El mes siguiente, volvió a pasar a la misma hora. La mujer vestida de negro vendía una vez más libros. Y el hojeó hasta dar con la dedicatoria. Siempre nos quedará Paris. Odiseo.
La miró a los ojos y no observó cambio ni perturbación.
El invierno estaba agotado. Así que volver por la misma carretera en plena primavera le pareció un regalo y una atenuación. Pronto llegaría el verano, se acabaría la bici y empezarían los domingos al sol. Así que volvió a coger la bicicleta y se detuvo una vez más en el mismo sitio ante la mujer vestida de negro. Revolvió entre los libros hasta que encontró uno con dedicatoria. Adiós, Odiseo.
Y eso fue todo.





domingo, 29 de septiembre de 2013

ARRÁEZ Y PALOMAR: DOS PÁJAROS DE UN TIRO

La tarde de otoño se anunciaba repleta de buenas intenciones: en el Umbracle, Proava invitaba a buena parte de nuestros clientes y amigos a deleitarse con música y vinos. En algún lugar  de la ciudad celebraban el cincuenta aniversario de Rayuela. A ver si las nuevas generaciones se atreven con el sambori parisino de Oliveira y la Maga, aunque nunca volverá a ser lo mismo porque andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos.

Y para nosotros, en La Matandeta, de la mano de nuestro amigo, el periodista Salvador Soria, se iniciaba una nueva etapa. Los viernes de Lletres entre vins.
Los artistas invitados: Toni Arráez,  de la bodega Arráez, de La Font de la Figuera; y Ramón Palomar, que acaba de publicar su primera obra de ficción Sesenta Kilos.
Les diré la verdad, aunque ya saben ustedes que la verdad siempre tiene varias versiones. A Toni Arráez lo conocimos gracias a Helena, nuestra hija. Salió hace unos tres años a cenar un domingo por la noche con su marido y amigos. Ella, que no bebe vino tinto, descubrió un caldo que la deslumbró, Mala Vida. Al día siguiente, le faltó tiempo para empeñarse en que su padre buscara el origen de aquel vino. La única pista: Era de Fuente la Higuera. Si es de la Font de la Figuera, tiene que ser de la Bodega Arráez, dijo Rafa. Elemental, querido Watson, debieron responder los Dioses en el Olimpo Enológico.
Lo bien cierto, es que de pronto nos encontramos con el principio de una gran amistad enológica. Toni ha pasado a formar parte de nuestro referente habitual en materia de vinos. Hay quien nace de pie y hay quien nace estrellado. Mala Vida es el vino propicio, para el momento adecuado.
Pero ese caldo ya anda y se mueve solo por la vida. El viernes, Toni vino a presentar Vivir sin dormir.
Yo nunca había visto, personalmente, a Ramón Palomar. Me parecía un poco frickie, ¿Qué hace un chico como tú, en un periódico como Las Provincias? Fue la apuesta de Salvador Soria para este inicio de curso de Lletres entre vins. Les puedo asegurar que no se equivocó en nada.
Ramón Palomar es un tipo curtido por la vida, que no ha perdido su capacidad de asombrarse y vislumbrar. Alguien muy cercano que domina el arte de la comunicación. Su novela Sesenta Kilos, me la tomé como una obligación. ¡Va! Ya que se ha tomado la molestia de venir, por lo menos, yo me tomaré la molestia de comprarla y leerla. Nada más alejado de la realidad. Y desde aquí quiero entonar un mea culpa. La novela, no solo es buena, sino que te engancha hasta el punto de querer leerla de un tirón. No hay policías, ni comisarios, ni jueces. Sesenta kilos de cocaína sustraida y los malos no son malas personas, sino que tienen comportamientos no adecuados, ni políticamente correctos. Mucho ritmo y un lenguaje muy metafórico, muy alejado del utilizado normalmente en la novela negra.
Ramón Palomar es una persona entrañable, culta y divertida, que supo hacernos pasar una velada muy agradable, sin que nadie en ningún momento se sintiera mal por no haber leido su obra, pero eso sí es verdad, con una necesidad imperiosa de salir corriendo a comprarla.
Sesenta Kilos. Vivir sin dormir. No se los pierdan, darán mucho que hablar. Y nosotros, los de La Matandeta, también. 
Nos vemos en el BUIDA LA CAMBRA. 





domingo, 22 de septiembre de 2013

LLETRES ENTRE VINS

Abrir un restaurante no supuso solamente abrir un negocio de hostelería. El próximo 5 de octubre celebraremos veintidós años en esta aventura.
Abrir un restaurante en un lugar tan emblemático como la Marjal del Parque Natural de la Albufera, fue algo muy distinto. Nosotros, tan acostumbrados a salir de casa para conocer otros mundos, siempre que finalizaran alrederor de una buena mesa.
Pero de pronto, por arte de magia, aquello desapareció. Y mira que nos lo habían advertido. No os metáis en ese mundo. Es muy esclavo y demasiado hostil.
¿Por qué lo hicimos? Daría para varias novelas, y por supuesto que ustedes no me van a chafar los argumentos, en el buen sentido de la palabra.
Le metimos de todo a lo que llevábamos entre manos: Mucha ilusión y muchas horas. A la niña con once años la pusimos a limpiar platos, porque estar cara a los clientes le producía miedo escénico. Pero en ningún caso, le hicimos olvidar que escogiera el camino que escogiera, se había criado en un lugar privilegiado.
La niña creció y sigue aquí. Es más construyó su propio nido, sin partir del árbol donde la habían criado.
Es muy difícil llevarte bien en la misma casa de tus padres una vez has crecido. Todavía peor si trabajas con ellos, mucho más, si no cambias de lugar entre tu vida personal y tu lugar de trabajo.
Es de admirar la labor de los funambulistas sobre el hilo metálico. Y la labor de las familias que trabajan juntas. 
Llega el otoño y hay que llevar a cabo nuevas propuestas y nuevas ilusiones.
Se nos ha ocurrido LLETRES ENTRE VINS.
Al principio de abrir La Matandeta, comenzamos con ELS DIVENDRES DELS TASTAVINS. Entonces era una heroicidad pretender tener una carta con vinos valencianos. La gente que pedía vino, solo conocía el Rioja.  Un viernes de cada mes sirvió para dar a conocer las bodegas valencianas de toda la vida, donde los cachorros jóvenes se habían metido a estudiar enología y empujaban a los padres hacia otro modo de entender el vino.
Aquello fue un éxito, pero hubo que meter una pica en el Flandes de la restauración valenciana:
Atrévete a tener en la carta vinos valencianos.
Hemos organizado de todo durante veintidós años de existencia: catas, noches de San Juan, tertulias gastronómicas, aciertos de conciertos con desconcierto. Todo... En realidad somos unos sobrevivientes de la vida y de la gastronomía.
Ahora que comienza pronto el otoño, volvemos con nuevos bríos, sugerentes ideas y las alforjas siempre llenas de ilusiones.
Junto al periodista Salvador Soria Sánchis se nos ocurrió mezclar la literatura con los buenos caldos.
El próximo viernes 27 de septiembre será el estreno. La novela de Ramón Palomar, "Sesenta Kilos" y la nueva propuesta de Toni Arráez, "Vivir sin Dormir". Tiempo para la tertulia y el disfrute delante de una mesa. Recuperemos el arte de la buena conversación y de la sobremesa.
Pero hay muchas más cosas, el próximo domingo 6 de octubre, hemos montado un VUIDA LA CAMBRA, es decir un VIDE GRENIER. A partir de las 9'30 horas de la mañana podéis venir a disfrutar de nuestro mercadillo de segunda mano. Se puede venir a observar y pasear o a

vender y cambiar. Para lo segundo, es necesario inscribirse. Habrá además un menú provenzal, que ha ideado Rubén Ruiz, para que no eche tanto de menos la Provenza.
Eso, nuevas ideas, nuevos tiempos que se avecinan....
Y sobre todo, que lo paséis bien.


sábado, 14 de septiembre de 2013

SÁBADO Y TALLER DE PAELLAS

Entre semana, siempre había un día en casa en el que comíamos paella. Sin embargo, no tenía nada que ver con la de los domingos. La de los miércoles era cocinada a gas por mi madre. La de los domingos, a leña, por mi padre. Cocinar una paella no es solo cocinar una paella. Es un rito, una fiesta. Requiere su tiempo y una predisposición festiva. Hay que tomarse el aperitivo mientras se prepara y hay que saber sentarse a la mesa con ganas de comer.
Cuando quieras, quedamos y nos tomamos una paella. A ver si venís a ver la casa nueva y preparamos una paella. Esto hay que celebrarlo con una buena paella.
En el extranjero se creen que todos los españoles sabemos hacer paellas. Como nosotros pensamos que todos los argentinos saben bailar el tango.
No sé. Empezaron a pedirnos talleres de paellas y en ello estamos. A las pruebas gráficas me remito.
El próximo, viernes 20 de septiembre. De momento se han apuntado cuarenta holandeses.
 
 
 
 
 
 

 
 

viernes, 13 de septiembre de 2013

EVA EN SU ESPLENDOR

Hay trabajos que te los tomas como una rutina, trabajos gratificantes y trabajos en los que vuelcas emociones. Tener un restaurante supone tener un hatillo de todo esto. Sobre todo, es en esto último en lo que suele decir la gente que nos distinguimos con el resto de restauradores. Bueno, yo no diría tanto, ni pretendería tan poco. Hay mucha gente como nosotros en el gremio de la restauración. No se hacen solo las cosas por su vertiente económica. Es mucho más importante la emoción. Y así nos va. Hay quien  es capaz de recorrer 10.000 km. desde Seúl, Corea, como  Soon Yu para venir a participar en un taller de paellas  y, sin embargo,  los de mi pueblo, Sedaví,  son incapaces de recorrer 4 km.  Aunque siempre hay salvedades, muy gratificantes. Como la de Eva y Fernando, que vinieron, nada más comprometer su relación ante fe pública, a celebrarlo en La Matandeta.
Eva es la hermana pequeña de mis amigos y compañeros de colegio, María y José Escorihuela. Pero la diferencia con estos dos hermanos, que entre ellos se llevaron muy poco, es tan grande que Eva dice que ella fue de otra camada.
A Eva Escorihuela, yo le dí clases particulares un verano, cuando ella se parecía más a Pippi Calzaslargas, que a Rita Hayworth, como lo hace hoy, en su espléndida madurez de cuarenta años y su hermosa melena pelirroja. 
Eva está espléndida a los cuarenta, una fruta que maduró bien y con tiempo, hubiera sol o tormentas tardías. La ceremonia civil la ha oficiado, en Sedaví, mi primo Ferran Baixauli, así que todo queda en casa. Me cuentan que ha sido muy emotiva. Eva y Fernando han venido a comer con sus respectivos padres. A Fernando no le van los jolgorios y menos si es el protagonista. Bromeo con el novio. Hombre, nos podrías haber arreglado un viernes con una fiestecita aunque fuera para cuarenta invitados. Pero lo entiendo. Si me hubieran dejado, yo no hubiera asistido ni a mi propia boda. No está bien que yo diga esas cosas, que me empeño junto con el resto del equipo en que los demás pasen un día muy especial cuando vienen a celebrarlo a nuestra casa, La Matandeta. Pero ya saben, en casa del herrero, cuchillo de palo..
Eva en su esplendor. Mucha suerte, querida niña. Te la mereces.
 
 

miércoles, 11 de septiembre de 2013

UNA COMIDA DE CINE

Otra de las cosas que descubrí a mi regreso.... Ustedes pensarán  esta mujer se marchó un año a Francia o a otro sistema planetario. De la misma manera que yo he cambiado lo han hecho los demás en mi ausencia. Porque solo existe una verdad en la vida y la dijo Heráclito: Todo fluye, nadie se baña dos veces en el mismo río. Pues eso, que aquellos que yo dejé, en mi ausencia, también cambiaron.
Como empecé diciéndoles me encontré a mi vuelta que mi hija andaba metida en tareas de producción.
¿Y eso? He conocido a un joven realizador de cine y le ayudo a organizar sus eventos.
El joven realizador, de veintiséis años, se llama Miguel Angel Font Bisier, y se llama así, según me cuenta su madre, Gloria, este domingo, por Buonarroti, aunque ella dudó con el nombre de Leonardo.
A fe mía que acertó con el nombre del niño que le ha salido, serio, renacentista y multifacético. No sólo dirige cortos, sino que compone música, escribe guiones y se ocupa del montaje y postproducción de sus cintas
Han venido hoy domingo a celebrar en La Matandeta el cumpleaños de la madre con los yayos. Mi hija lleva todo el año que no he estado aquí hablándome de él. En la conversación aparecen Orson Welles y sobre todo Luis Buñuel. Y hoy, después de muchos años de haber visto por primera vez la película Un perro andaluz, descubro que lo que utilizó el genial aragonés para filmar la escena de la hoja de afeitar sobre el ojo, fue una cabeza de cordero. Para este joven artista en Welles hay mucho de Buñuel y para ello me analiza el travelling del inicio de Ciudadano Kane.
Miguel Angel acaba de saber que su cortometraje Sinnside rodado este pasado mes de marzo íntegramente en nuestro restaurante, La Matandeta, ha sido invitado a participar en  la próxima edición del Sitges Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya , incluyéndolo en la sección competitiva. En la cinta aparece también mi nieto Manuel.
Hoy jueves 12 de septiembre,  a las 20 horas en el Ático del Ateneo Mercantil de Valencia tendrá lugar una gala a beneficio de FUVANE, en la que será presentada la trilogía de Fashion Film  Eiènesis, dirigida por este joven realizador.  Salve y que ellos lo pasen bien.



sábado, 7 de septiembre de 2013

DE BODAS Y DEMÁS

En esto de las ceremonias del amor, se lleva mucho la primavera y el verano, el buen tiempo y la luz mediterránea nos motivan a comprometernos con nuestra pareja públicamente. De la misma manera que está comprobado estadísticamente que para finalizar una relación, separarse o pedir el divorcio, la gente espera a la llegada del otoño. Curso nuevo, vida nueva.
Pero no nos pongamos demasiado serios. Que la vuelta a casa, al trabajo, al colegio y a nuestras rutinas no nos haga perder las ganas de imaginar otros mundos, aunque no estén en este.
Para imaginativa y original, la boda de Laura Núñez y Luigi Orlando, este pasado agosto.
La novia, además de bióloga marina y buceadora profesional, se dedica a la investigación de especies marinas y su aplicación en el campo de la medicina. Y lo hace en cualquier parte del mundo. Llámese la Antártida, Italia o Hawai a donde partirá el próximo octubre con una beca Ramón Areces y en donde permanecerá dos años. Pero antes, ella y Luigi, decidieron comprometerse ante el juez y celebrarlo con su familia y amigos. Los novios se conocieron en Nápoles, donde compartieron piso de estudiantes. Luigi, periodista especializado en gastronomía y habanos, llegará la víspera de la boda con su futura y su padre a Valencia, cargados de cajas de habanos y sin acordarse de comprar los anillos, así que dos vitolas servirán para sellar el compromiso.
Laura quiere celebrar la alegría que siente no sólo por este amor, sino por su próxima partida hacia Hawai para seguir con su trabajo. A la gente que disfruta con lo que hace se le nota en la cara.
Los invitados se ataviarán con collares de flores al estilo hawaiano y la novia llevará por velo una red marina. Habrá discursos y mucha alegría. E invitados que llegaron desde Brasil, Italia y EE.UU. A la hora del baile sonará Ray Charles. Georgia también trae recuerdos vividos a la familia.
Una semana después del ágape, quedamos a comer con Amparo Pons Romaní, madre de la novia, que nos cuenta anécdotas muy divertidas sobre su hija y su carácter alegre y jovial. También nos contará su propia historia, digna de un buen relato, pero eso lo dejamos para otra ocasión....