lunes, 29 de abril de 2019

DE KASBAH LEILA A MEKNÉS

Aunque parezca increíble, en el desierto diluvia. Así me lo confirman Mohamed y el arquitecto que recuerdan una Nochevieja aquí, con un grupo de cuarenta valencianos y las jaimas inundadas, un viento huracanado y agua y arena por todas partes. Pero esta noche todo está en calma y hay un cielo estrellado sin contaminación luminosa del que disfruta Manuel con un niño italiano de su misma edad, con el que entabla amistad y disfruta de su compañía durante dos días. Por la mañana, hemos ido con un chófer en 4x4 a visitar unas antiguas minas de cobre, la zona donde se encuentran los fósiles y hemos vuelto a la kasbah a comer tajine. Hemos compartido el jamón que traemos con Sergi y su mujer, que viven en Mallorca y también con sus compañeros de viaje que proceden de Donosita, con los chinos que viven en Vancouver, con los franceses de la Bretaña y con cuantos se han querido acercar a nosotros. Manuel da las gracias en francés y en árabe. Y se hace entender con todo el mundo.








El tercer día no se querrá marchar y lo tendremos de morros hasta que lleguemos al mercado de animales de Rassini, Hay ovejas, vacas, carneros, hombres que cierran con la mano una venta de animales, vendedores de hierba para el rebaño. 









Dejaremos atrás Rassini, para seguir nuestra ruta que nos llevará hasta la ciudad imperial de Meknés. Comeremos en el camino, en otro local que comparte carnicería con mesas para degustar la carne asada a la brasa, siempre con tomates y cebollas moradas a la parrilla y tajine. Esta vez probaremos carnero. Y seguiremos ruta, atravesaremos un bosque de cedros, seguiremos viendo acequias, rebaños, pastores que dormitan al sol y una sociedad que conjuga su pasado con la modernidad reciente, sin estridencias, sin virulencias. Los marroquíes dicen que la prisa mata. Debe ser cierto.







domingo, 28 de abril de 2019

EN LA KASBAH LEILA

Mohamed tiene cuarenta y nueve años y nació en el Sáhara. Fue un niño en acogida en Marruecos, donde vivía parte de su familia. A los veinte años ya andaba por Donostia trabajando como guía. Allí conoció a su primera mujer. Tres años más tarde se vino para Valencia y contrataba coches y hacía de guía en Marruecos para la agencia situada en la calle del Mar, Nouvelles Frontières. Cuando los franceses decidideron marcharse se la quedó y la rebautizó como Agencia de Viajes Nómada. Ahí conoció al arquitecto. 
Veinticinco años vivió en Valencia, antes había recalado en Siete Aguas y se había vuelto a casar con la hija del restaurante Ricardo. En aquella etapa se hizo amigo de Pablo Motos.
Ahora tiene un compejo turístico a los pies de las primeras dunas del desierto. Jaimas y una kasbah donde ha establecido los servicios comunitarios. Los terrenos se los compró a los nómadas que siguen practicando el derecho romano de la usucapión. Van de aquí para allá con sus ganados, pero siempre vuelven a los mismos lugares donde establecen sus derechos de padres a hijos.


Ahora tiene una mujer catalana, a quien conoció aquí, cuando ella llegó de vacaciones y que trabaja como médico en el hospital de L' Estarlich y un hijo catalán de dos años y medio que se llama Marc.
En la Kasbah Leyla, todos los empleados reconocen al arquitecto y lo saludan al grito de ¡Babalú!
Hay huéspedes de varias nacionalidades: canadienses, italianos, franceses, holandeses de Maastricht que además son clientes del restaurante La Barraca donde trabaja mi amigo Ferrán Marí...


  Al atardecer, hay overbooking para ver la puesta de sol. Hemos llegado en dromedario hasta la duna más grande y el sonido de las diferentes lenguas se cruza. Los niños corren arriba y abajo tirándose por la arena. Y para variar, hay perros que andan sueltos.








sábado, 27 de abril de 2019

DE BOUMAINE DES DADES A LA KASBAH LEILA

Marruecos es un país de pastores y agricultores. Hay rebaños de ovejas por todas partes y pastores que dormitan al son. El burro es el medio de transporte más utilizado en la mayor parte del país, fuera de las grandes ciudades, donde también se ven muchos.
Los perros andan sueltos por carreteras y sendas. Los árabes no mantienen buena relación con esta especie. No hemos visto marroquíes paseando perros.
En Boumaine des Dades, una vez dejamos atrás la cordillera del Atlas, nos hospedamos en un casa rural. Pertenece a una familia con tres niños pequeños. La madre es bereber y no entiende el francés, cosa que nos ocurrirá en otras partes del país. La casa es humilde y muy limpia, llena de alfombras, donde descansamos una noche y nos sirven un buen desayuno a la mañana siguiente con mermelada y aceite de oliva ecológicos que elaboran ellos mismos. Y el pan árabe, redondo, gustoso, siempre igual en todas partes.


Los bereberes forman la mayor población de Marruecos. Dos de cada tres marroquíes lo son en términos culturales y lingüísticos. Son originarios de la mezcla a lo largo de los siglos de diferentes etnias y no conforman una raza homogénea. Hablan diversos dialectos y conservan tradiciones culturales propias.




Lo peor que llevamos Manuel y yo son los madrugones, y no porque no nos guste madrugar, sino porque la primera hora de la mañana es la que más nos gusta para escribir. Él su diario, yo mi blog. Pero si no nos damos prisa, no llegaremos a ver las Gargantas del Todra, nos anuncia el arquitecto. Y vive Dios y Alá que merece la pena el paseo que damos por ellas.



Las gargantas del Todra son espectaculares paredes de roca de 300 m de altura. Están considerados los barrancos más impresionantes del sur del país. Es fácil encontrar escaladores en estas paredes. El oued Toudra transcurre a través de esta falla geológica para después internarse en el palmeral Tinerhir.









Seguimos ruta y comemos en Tinejdad. Un lugar donde comen los marroq1uíes carne a la brasa de carnero con tomates y chalotas, tajine vegetal, ensalada marrocaine  a base de tomate, cebollas y pepino. Y harissa dulce y picante. Seguimos hasta llegar a la llanura de Marha, donde nos espera un 4x4 que nos llevará a conocer la obra del arquitecto alemán Hannsjörg Voth, reconocido internacionalmente por su estilo Land Art. 
El Land Art o Arte vinculado al Paisaje, es una corriente de arte contemporaneo que nace en el desierto estadounidense durante la década de los sesenta, en la que se unen obra y paisaje. La naturaleza es la materia prima para la elaboración de la obra que interviene en la naturaleza misma. Se trata de una mezcla de arquitectura paisajística y escultura en la que ambas llegan a mezclarse en un todo único.



Este arquitecto alemán desarrolló su estilo a lo largo de tres décadas en el desierto marroquí del Sahara donde reside seis meses al año estudiando los mitos locales y sus signos culturales. Y es allí, en la provincia de Er-Rachiidia donde crea tres construcciones: La Escalera Celeste, la Espiral Áurea y la Ciudad de Orion.




Y en estas que llegamos a Erfoud, donde nos espera Mohamed para llevarnos a la Kasbah Leyla, en el inicio de las dunas del desierto. Mohamed se merece él solo un relato, pero estoy tan cansada que los dejamos para otro día.
Besos y saludos desde Marruecos.

DE MARRAKECH A BOUMAINE LES DADES

Kenza se ha despedido de nosotros con otro opíparo desayuno. No se encuentra bien y se va a ir al dentista. Su padre nos propone la próxima vez ir a pasar un día a una granja que tiene fuera de la ciudad y preparar cous-cous. Todo se andará.
Cuando estamos buscando la salida hacia Uarzazate, me doy cuenta de que tengo dos perdidas de mi amiga. Me he dejado la bolsa de maquillaje y hay que volver.
Por fin enfilamos la salida de la ciudad. Vamos a atravesar la cordillera del Atlas. El paisaje cambiará por completo. Tenemos que alcanzar el Col de Tizi-N-Tichka, de 2670m, Las vistas son impresionantes. En frente de nosotros estará el pico del Toubkal cubierto de nieves. 


Atravesamos los pueblos berberes de Ait Ourir, de Ait Barka hasta llegar a Taddert. Después de comer en este lugar alcanzaremos el pico de Tizi-N-Tichka.


En Taddert, nos detenemos a contemplar las vistas y a comer. Son locales pequeños a ambos lados de la carretera, sin asfaltar. A la entrada, se encuentra la carnicería, con la carne colgada y que puedes elegir para que te preparen en las brasas que tienen instaladas al  lado, eso sí, después de haber negociado el precio del kilo de carne de cordero. De 150 dirhams que piden al principio, el precio queda por la mitad, el equivalente a siete euros y medio. Además comeremos tajine de vaca, tortilla bereber y tomates y chalotas a la brasa. Delicioso todo. La mejor comida del viaje. En el Atlas.









Seguimos ruta hacia Aguel Mouse, Agouim, Amerzgane, hasta llegar a Ait Ben Hadou, un pueblo bereber, que ha servido de escenario  para películas como Lawrence de Arabia, Gladiator, El hombre que pudo reinar, Sodoma y Gomorra, y muchas otras. Assim, un joven bereber de veintidos años, que habita en esta kashba junto con otras diez familias, nos acompaña. Se defiende perfectamente en español, francés, italiano, inglés y algo en japonés. Cuando le pregunto dónde ha aprendido tantas lenguas me responde que allí, con los turistas. Y nosotros calentándonos la cabeza con las nuevas metodologías de aprendizaje de lenguas extranjeras. Hace calor y hay muchos turistas. Hay que atravesar el oued para llegar hasta la kashba. Ait, significa familia. Y merece la pena el esfuerzo de subir porque el paisaje es un regalo que  nos ofrece la tarde.







Y después de muchos kilómetros y de atravesar el Hollywood marroquí con los estudios Atlas, llegaremos a Boumaine des Dades, donde nos hospedaremos en casa de una familia con tres niños pequeños. La madre, una hermosa chica bereber que no habla francés, solo su lengua materna. Pero esa historia la dejamos para mañana. Hoy estoy demasiado cansada. Salve y ustedes sigan bien.







viernes, 26 de abril de 2019

EN MARRAKECH

Hemos estado varios días sin wifi. La cobertura no es buena en Marruecos. Incluso en casa de Kenza fallaba, no te digo ya en el desierto. Así que el tiempo real ya no se corresponde con el de la narración. Kenza nos despertó al día siguente de nuestra llegada con un contundente desayuno y nos preparamos para dirigirnos a la medina. Le dimos la vuelta a las murallas que la protegen y mientras nosotros nos dirigíamos al barrio de los curtidores, el arquitecto se marchó a Yamâ Fna, a dibujar escenas de la plaza desde  la terraza del Café de France.



Manuel quedó impresionado con la dureza del trabajo de estos hombres, con los olores. con los excrementos de paloma y la sosa cáustica para ablandar las pieles, con el ambiente.


Después nos dirigimos en taxi hasta dónde están los bouquinistes. Encuentro libros de segunda mano de Amin Maalouf, de Jasmine Khadrà, de Tahar Ben Jelloun que he trabajado este curso con mis alumnos, de Fatima Mernesi, y otros autores árabes, francófonos, que me va descubriendo Kenza. También compramos cuentos y un ejemplar en tres tomos de Les mil et une nuit.



Después nos reuniremos con el arquitecto en la plaza y nos iremos a casa de Kenza a comer tajine de pescado, a descansar y a prepararnos para el final de la tarde que pasaremos en los jardines de Menara, donde las familias pasan la tarde del domingo entre olivos, cánticos y meriendas. Hay grupos musicales que actúan espontáneamente, mujeres y niños tumbados sobre mantas debajo de los árboles y el atardecer sobre el estanque.
Esta noche cenaremos en el restaurante Al Fassia, que significa la de Fez, cordero Mechua y tajine de pollo. Y comprobaremos que el local se ha convertido en un poducto totalmente turístico, pues no hay ni un solo cliente marroquí. Y decidiremos que no era el sitio que buscábamos, que ese restaurante de hace veinte años donde se podían encontrar familiar marroquíes de celebración, hace tiempo que desapareció. Y nos conjuraremos para comer solo en lugares donde lo hagan los marroquíes. Mañana emprendemos viaje hacia la cordillera del Atlas.







martes, 23 de abril de 2019

MARRAKECH Y KENZA LAMOUASNI

La primera  vez que vine a Marrakech fue hace doce años, con Joan Roig y sus amigos. Apenas salimos de la medina. Nos dedicamos, los cinco días que estuvimos a dar  vueltas por las callejuelas del zoco y a sentarnos en la terraza  del Café de France, a tomar té a la hierbabuena y a  ver pasar  la vida. Porque la plaza Jamâ Fnaa es todo un espectáculo en sí misma. Igual aparecían aguadores con su traje típico en búsqueda del turista, que los cuentacuentos, que cruzaba  un pastor con sus cabras.
Hace dos años volví  a Marrackech invitada por Kenza Lamouasni y me hospedé en su casa.
Kenza tiene veintiséis años y estudia  sexto de Medicina. En Marruecos estos estudios duran ocho años, más cuatro de especialización.
Aunque la historia de cómo conocí a Kenza la  publiqué en mi  entrada SORPRESAS la voy a repetir aquí. Hace seis años yo estudiaba en la  Universidad Marseille-Aix-en- Pfrovence, vivía en Puyricard, a ocho kilómetros de la ciudad, en casa de un inglés jubilado que se  llama Derek Moxon. Aquel año Erasmus empecé a escribir mi blog y a contar mis experiencias en Francia y con el flemático ingeniero inglés. 
Acabé el curso y volví a mi casa. Terminé mis estudios en julio y el septiembre siguiente  me  entraron unas ganas inmensas de volver a  la Provenza. No le avisé a mi casero de  mi llegada y me hospedé en casa de unos amigos, muy cerca  de la  suya.
Cuando aquella tarde llamé a su puerta  y le dije que era María, la sorpresa fue mayúscula. Él pensó que nunca nos  volveríamos a ver.
Al cabo  de un rato, bajó del piso de  arriba una chica árabe, preciosa que  hablaba  perfectamente español  y que  me saludó diciéndome tú eres María  de La Matandeta y yo estoy aquí gracias a tí.
Por supuesto que no entendí nada, hasta que me lo aclaró. Kenza estudiaba Medicina en la Universidad de Marrakech y estaba atravesando un crisis. Así que decidió cambiar de aires y de ambientes. Su economía familiar lo permite. Se marchó a Francia y se matriculó en Aix, para cursar los estudios de  inglés y chino. A la hora de encontrar un lugar donde vivir, recurrió igual que yo al enlace appartager.com, donde puedes encontrar sitios en  los que hospedarte en casa de familias que alquilan habitaciones. Dio con el enlace de Derek Moxon y empezó a escribirse con él. Cuando el inefable inglés le dijo que él no cobraba por la habitación, sus padres no vieron la cuestión clara y a pesar de que, a través de  los mensajes que habían cruzado se había establecido una corriente  de simpatía entre los dos, los padres de Kenza desconfiaban.
Kenza lo comentó  a un amigo y éste escribió en Google el nombre de Derek Moxon y automáticamente apareció mi blog, en donde yo contaba mis andanzas por la Provenza y mi vida rutinaria de estudiante Erasmus  en casa de Derek. Anécdotas, situaciones divertidas que  me sucedían con el viejo inglés y sobre todo, su bonhomía, su sentido del humor y su respetuosidad para conmigo. Fue suficiente para convencer a los padres de Kenza de que podía residir en casa del  abuelito inglés.
Se había producido una hermosa sincronía. Kenza es una especie  de nieta adoptiva para  Derek. A pesar de que  al terminar aquel curso, Kenza volvió a Marrakech y siguió estudiando Medicina, no ha perdido el contacto  con Derek. Hace un mes fue a visitarlo.
Un año después de  nuestro encuentro en casa de  Derek  por primera vez, Kenza me avisó de que Derek se había caído en el jardín y se había roto una pierna. Tuvieron que operarlo y pasó tres meses en una residencia para seguir la rehabilitación. Fuí a visitarlo y como necesitaba ayuda, decidí quedarme mes y medio con él. Era mi forma de devolverle  lo mucho que hizo por mí aquel año Erasmus. Durante esa estancia, llegó también Kenza, agotada después de  los exámenes en la Facultad de Medicina. Además coincidió con el Ramadán. Recuerdo  que se pasaba el día durmiendo y al caer la tarde bajaba y tenía  largas conversaciones con Derek en inglés mientras  preparaba y tomaba su harira.
Dos años después fuí a visitarla a Marrackech, me quedé en su casa y puedo dar fe de la  hospitalidad árabe que ella y su familia practican en grado sumo. Esta vez tuve una  buena cicerone para conocer la ciudad.
Ahora la avisé de  nuestro periplo marroquí y nos volvió a ofrecer su casa. Hemos disfrutado dos días de su compañía. Kenza habla perfectamente en español, inglés, francés, por supuesto árabe, tiene nociones de chino y ahora  ha empezado a estudiar alemán porque  le gustaría  hacer la especialidad en Alemania. Kenza Lamouasni es guapa por fuera y por dentro. Ha heredado las maneras afables y tranquilas de la gente de  su país, pero se asoma a la cultura occidental y aunque visita la Mezquita regularmente,  no tanto como ella quisiera, se viste a la occidental. Como si quisiera absorber de aquí y de allá, lo mejor de las dos culturas. Kenza viaja por el mundo sola. Hizo prácticas un verano  en Bello Horizonte. Tiene amigas  de su edad  en  Madrid, que conoció en la Facultad de Marrackech. Se mueve por el mundo como lo que  es, una chica árabe actual, que me pidió que le trajera unos zapatos para  bailar bachata porque los domingos por  la tarde practica esta afición. Gracias, Kenza  a tí y a  tu familia. Sois entrañables. Os llevo  en el corazón.






lunes, 22 de abril de 2019

DE EL JADIDA A MARRACKECH

A Manuel le sorprende todo. A sus once años, no es la primera vez que viaja. A partir de los cinco, lo hizo varias veces a Francia con su abuelo y conmigo. Pero esta es otra historia. Se emociona cuando ve tantos corderos, tantas vacas, tantas gallinas, tantos burros y tantos perros sueltos a lo largo de la carretera. Sin embargo, nos hace la observación de que la gente los quiere y los respeta porque no hemos visto ningún animal aplastado, muerto en mitad de la calzada. Y llevamos ya muchos kilómetros.
Ayer sucedió algo que le llamó mucho la atención y le abrió los ojos a una realidad que desconocía. De camino a El Jadida, dos niños hacían autostop. Los subimos. Tenían once y trece años e iban  a la escuela por sus propios medios. Los dejamos en la puerta y les regalamos una camiseta a cada uno.



La carretera que nos lleva por la costa, es todo un espectáculo. Se suceden los rebaños de ovejas, los pastores acodados al mar, la vacas cerca de la orilla y los campos de cultivo  en la  arena. Playas y playas vírgenes, y cañas de pescar junto a la carretera., para indicar que tienen pescado fresco para vender.



El Jadida significa la nueva. En la costa, a cien kilómetros de Casablanca, en un contrafuerte rocoso que avanza por la la playa hasta el mar llamado por los bereberes como Mazighan, que significa agua caída, es decir pozo de agua dulce, dos arquitectos portugueses construyeron en 1514 un fuerte para defensa de la zona.
Los reyes de Marruecos y de Fez poseían por aquel entonces artillería relativamente moderna, así como técnicos turcos y renegados portugueses dispuestos a intervenir e iniciaron la guerra en la zona, de dominio portugués. Donde no se había hecho nada durante décadas de abandono y autoconfianza portuguesa, se hizo en dos meses lo que no se había hecho en veinte años.
Recurrieron a un ingeniero militar italiano, Benedetto de Rávena, que se encontraba trabajando en España, quien ordenó abandonar todas las fortificaciones medievales, con excepción de Ceuta y Tánger y concentrar las fuerzas portuguesas en una villa-fortaleza alzada en el sitio más estratégico y construida siguiendo los principios del sistema abaluartado a la italiana, desarrollado por genios como Leonardo da Vinci y Miguel Ángel. Una nueva concepción defensiva que tenía por núcleo el baluarte.
El enclave escogido fue Mazagan, que se convirtió en un prodigio de la arquitectura militar europea. construida fuera de Europa, pero que al final fue abandonada después de un prolongado sitio de la armada marroquí.
Los portugueses abandonaron el lugar y marcharon a Brasil, donde fundaron una nueva Mazagan.
Hoy en día se puede visitar la cité portuguesa y la cisterna en donde se recogía el agua del que se alimentaba la ciudad. Cisterna que ha sido declarada por la Unesco, Patrimonio de la Humanidad y en donde Orson Welles rodó Otelo.








En Oualidia comemos ostras y erizos junto al mar y seguimos camino hasta Safi, una ciudad dedicada a la cerámica, con su barrio de artesanos, sus hornos... Conocemos a Bahía, una joven ceramista que lleva atada a la espalda una manta en donde duerme su hija de seis meses, llamada Tesnim.
Bahía en árabe significa Maravillosa y Tesnim es el río del paraíso donde van a beber los santos que están junto a Alá. Manuel le compra piezas pequeñas, muy bonitas para su tía y sus primas. Y se fotografía junto a ella. La niña sigue durmiendo tan tranquila sobre la espalda de su madre. Cuando regresamos junto al arquitecto, éste dibuja en su cuaderno una escena del mercado. Hay cerámica por todas partes.
Tres horas más tarde llegaremos a Marrackech.