martes, 10 de abril de 2018

DESPUÉS DEL AMOR

 
Ya no está en mi vida. El posesivo nuestro, el  tiempo verbal conjugado en la  primera  persona del plural, ha desaparecido de mi vocabulario. El dolor  no es solo psicológico, también físico. Es un dolor peor que el que produce el duelo, la ausencia por la  muerte. Porque sigue vivo y seguramente su traición y deslealtad la está viviendo con satisfacción, como un logro que lo acerca a  la felicidad. Lo bello y lo siniestro, según te toque una  orilla  u otra.
No era una desconocida, esa es la tragedia, que no era una desconocida, sino alguien cercano. Una chica que conocíamos hace más de veinte años. Una  chica de altos valores, a quien creía incapaz de hacerme daño. Pero  todos tenemos un lado oscuro, incluso aunque no lo sepamos. Y yo a  ella se lo había  visto un par de  veces, pero me confié y la  llamé. Le dí  trabajo. A pesar de  la incomodidad de tener que  hacer veinte kilómetros para traerla y llevarla a  La Matandeta. Uno de sus  miedos  es el carnet de conducir. Otro volar. Robar maridos, no se encuentra entre ellos. Pero  eso lo averigüé demasiado tarde. 
Nos reíamos juntas, le contaba muchas cosas. La  quería. Por eso tardé tanto en ver la  evidencia. Por eso viví aquí y allí engañada, traicionada por los dos. 
Ahora, están juntos. Quién sabe qué nos traerá  a  todos el tiempo. Cuando ya nada importe.
Un señor  a punto de cumplir los setenta. Invadido por sus miedos y sus frustraciones. Con una enfermedad crónica amenazante. 
Una  mujer, ya de mediana edad, con cuarenta y cinco años, que nunca antes había  sido amada. Que no conocía la  plenitud  ni del sexo ni del amor. Alguien que  huye y alguien que teme perder el último tren para conocer algo  de la vida. La verdad de  la  vida.
Qué hay después del amor? Quizás, más  amor.