viernes, 29 de octubre de 2021

UNA ESCAPADA

     


                                                                      Enamorarse es  un  ejercicio  de  imaginación

                                                                                No me cuentes tu vida. Luis G. Montero



¿Seguro que se  encuentra  bien? Si, doctora. De lo contrario hace tiempo que usted no me hubiera  dado el  alta. ¿Pero con suficientes  fuerzas  como para volver  a  trabajar? Mire que  el invierno pasado estuvo bastante  mal. Doctora, estoy  feliz  como una  perdiz.

La doctora  Agudo ha interrumpido con su  llamada  la comida que Joan  Roig y yo compartimos en  el restaurante Vaiven de Alcossebre. Antes de atacar a medias una chuleta de vaca, contesto la llamada y  tranquilizo  a  mi doctora  sobre mi buen estado de  salud. Joan Roig y yo nos conocimos  hace veintitrés  años  en  San Sebastián, en el  Primer Congreso de Gastronomía Española. Cruzamos nuestros caminos y gracias  a  ello, lo hicieron Rubén y Helena hasta terminar casados y con un hijo que hoy está a punto  de cumplir catorce años.

 

Anoche volvimos de Tarragona, de visitar a  Elena Delgadova y Juanma Puig. He descubierto  la  ciudad romana de  Augusto  gracias a ellos. Y a  la  profesora universitaria  eslovaca gracias a Vicente Gimeno. Ya  lo  he contado  otras veces. Me fascina el espacio y el  tiempo  en  que  las  vidas  se cruzan. Elena y Joan  se encontraron en  La Habana cuando ejercí de  hada madrina. Me encanta  mezclar  a  la  gente. 


Primero llegó Elena a  La Matandeta  y después volvió con su hija. Tiempo más tarde con  Juanma Puig, catalán nacido en Camprodón. Se conocieron a través de Internet. Un treinta  de  junio se citaron  en Valencia y el  mes de septiembre, el caballero se marchó a vivir con ella a Trencin, Eslovaquia, sin conocer a  nadie, ni tener  nociones  sobre  el idioma. Como dice  Luis  García  Montero, enamorarse es un ejercicio de imaginación. Ocho años  después, se han  casado y reparten  su  tiempo entre  Tarragona  y Trencin. Antes  la gente se  conocía en una discoteca, una  manifestación o en  el trabajo. Ahora, las conversaciones de watshap  son capaces de  escribir  un romance.

Siempre  que  vienen a Valencia, se acercan  a La Matandeta para verme. La última  vez  en septiembre. Así que  estaba  bien que viniéramos  hasta  aquí. Joan Roig está  pendiente de su  regreso a La Habana y ellos viajarán a Trencin  a pasar el invierno. Tarragona está bonita. Una ciudad  patrimonio mundial  en donde  levantas  una piedra y te aparece una ruina romana. La ciudad  invita  a pasear en este  otoño tan  cálido, a  callejear y perderse  entre sus terrazas.


Al día siguiente  descubriremos  Montferri y el  gulash de Elena. El santuario de Montserrat es obra del arquitecto Josep María Jujol. El templo empezó a construirse en 1925 y tras un largo  parón iniciado durante la Guerra Civil, fue terminado en 1999.






Montferri pertenece a la comarca del Alto Campo, a orillas  del río Gayà. Su economía se basa  en el viñedo y la ganadería. Elaboran, sobre todo, blancos y cava. Y de ello damos cuenta en la bodega Vives y Ambrós. Compramos y volvemos a  Tarragona. A pasear por  El Serrallo, el barrio marítimo. Sembrado  de callejuelas, como una  Barceloneta y de grafitis. 



Luce un sol  espléndido a la hora  del  aperitivo. Antes de  que degustemos  el gulash de Elena, antes de que regresemos a Alcossebre. Antes de  que Juanma me preste No me  cuentes tu  vida, que es la mejor  manera de establecer  una cita  en el  futuro: pedirle  un libro a un amigo.


No quisiera  que nos volviera  a dar un susto. No doctora, no lo daré. ¿Sabe por qué? Estoy como  una campana en día  de fiesta  mayor. Tranquilícese.

sábado, 23 de octubre de 2021

¡QUE TREINTA AÑOS NO ES NADA!

 


                                                                 Me parapeté  con fortaleza, pero  los  escudos  que  elegí  no                                                                         eran  lo  suficientemente  fuertes  contra la  nostalgia.

                                                                                                   Polvo en el viento. Leonardo Padura

                            

                                                                   Nosotros estamos  hechos  de la  misma materia  que  los                                                                           sueños.

                                                                                              La tempestad. W. Shakespeare

                                                                                                  

¡Ya está! Contra viento  y marea. Incluídas pandemias, separaciones y  deserciones, hemos llegado hasta aquí. Un tres  de  octubre, treinta  años  después. Durante  mucho  tiempo, mi frase favorita  fue si a los dieciocho años me hubieran  vaticinado que  tendría un restaurante en plena Marjal de la  Albufera y que  durante  doce años  trabajaría en la cocina, hubiera  echado a correr  y  todavía me estarían buscando.

Pero  la vida  no es  la  que proyectamos, sino la  que  nos  encontramos. La que  tejemos mientras  caminamos, mientras  sorteamos  obstáculos  y  aprendemos  a  resolver  conflictos.




 

La vida  solo trae instrucciones de uso en la ficción. Ya sentó cátedra sobre ello el escritor francés George Perec. Los lugares  se construyen con  relatos. Para que tengan vida  y sean creíbles. Así, Ferran Marí dice  que  La Matandeta es un castillo encantado. Pero hay  que  atreverse  a cruzar el foso. 


Hasta  aqui todo fue bien. Escribí. De pronto apareció Maury que siempre aparece de pronto i me quitó del vicio de escribir. Y me llevó hacia la  fiesta  sorpresa.


La Matandeta  no fue  nunca  mi idea, ni  mi proyecto. A los diecisiete  años y  en  bicicleta, yo  pasaba  de largo por la puerta. Nunca me  atrajo  este lugar. Un fantasioso  y  un mariaventuras cruzaron sus caminos, gracias a  mí. Y yo me  quedé  en  medio.

El técnico  de la  Sociedad  de  Garantías  Recíprocas nos preguntó  hace  treinta dos  años  cuánto dinero teníamos  para  emprender y en  cuánto  cifrábamos  la  inversión. Por debajo de  la  mesa, le  pegué  una  patada  a Rafa Gálvez  y  contesté: Un millón de pesetas. En treinta  y  seis. Pues con esas cifras  es imposible sacar esto adelante,

Ni teníamos  un millón de pesetas,  ni costó treinta  y  seis.


Acabo de  firmar  una operación financiera  para  poder  introducir  la  energía  solar en La Matandeta. El crédito está  avalado por la  Sociedad de  Garantías Recíprocas. Todo lo que sube, baja.



    Siempre  hubo que trabajar mucho en  esta casa. De  ello  pueden  dar  fe todos los  que  pasaron por  aquí. A todo  el mundo le  costó mucho esfuerzo. A mí, además, la relación con mi  hermana. Dos pisos  en  Sedaví que  me  embargó el banco. Así como varias  veces  la nómina, el coche, algunas  ramistades y al final, también  mi matrimonio. 
A veces me  pregunto si  tanto  empeño, si  tanto  trajín mereció la  pena. Por  pedirle prestado  a  la  naturaleza  unos  miles  de  metros cuadrados. Como decía  mi padre, aquí los intrusos somos nosotros.

El  pasado 3 de octubre, Helena  y  Rubén me  dieron una  fiesta  sorpresa reuniendo  a  parte  del  personal  que  pasó  por  este lugar. Los que  no  pudieron  asistir enviaron vídeo. Sé que  lo hicieron  con la  mejor  intención del  mundo. Pero  yo no estaba  para  celebraciones. Ninguno de  los  dos  autores  de  este sueño andan ya por estos lares. A uno se  lo llevó  la  muerte, al  otro lo hizo la  vida. Solo queda la  maestra  de  obra. Y al  finalizarla, hubiera preferido  contemplarla  de  lejos. Así que  en un  momento dado, fundí  los plomos y  me marché  por la  azotea



 


                             



Hoy es domingo, veinticuatro  de  octubre. Y habrá  Buida la  cambra. Y seguiremos  celebrando. Sin que  se  vaya  la  luz. Agradeciendo a  todos  los  que  una  vez se detuvieron en esta fortaleza.

Y tuvieron la valentía  de  cruzar  el foso.

Gracias, papá. Y ustedes  salve y  sigan pasándolo bien.