sábado, 22 de junio de 2019

GENTE QUE PASA POR AQUÍ

¿Han oído ustedes hablar del síndrome del empleado quemado? No se lo comenten a un trabajador de la hostelería o les dará un máster sobre el síndrome del empleado carbonizado.
Aunque, como dijo Woody Allen, la comedia es tragedia más tiempo.
Llegó por sorpresa Anka Koleva desde Bulgaria, nuestra Anie. Yo salía del instituto de Requena, caminaba por la Avenida Alfonso X, bajo los plataneros como si estuviera en Aix-en-Provence, cuando me dió esa noticia. Así que ni corta ni perezosa convoqué a varios históricos en La Matandeta.
Recogí a Anie en el Horno del Don, como lo hizo tantos años antes mi padre, como después Rubén. Y nos fundimos entre lloros y abrazos. Nunca se pide bastante perdón cuando se ha sido injusto con alguien. Nunca nadie fue tan indulgente, cuando se hace cargo de las circunstancias. Mi amiga María Escorihuela dio testimonio de ello.
Pero las sorpresas no acabaron ahí. La Matandeta, según Ferrán Marí, es un castillo encantado. En el que los buenos no son tan buenos y los malos pecan de inocentones. En el que puedes entrar a la una del mediodía y salir a las cuatro de la madrugada sin necesidad de que asista un cura a tu confesión más íntima. Un lugar, donde enfrente sigue creciendo el arroz y dentro las historias, los personajes, los encuentros y desencuentros. No vendemos arroces, sino una forma de entender la vida.
El Bolo ahora practica  el boxeo y ha perdido un montón de kilos. Le costó varios años repetir veinticinco kilómetros y ha visto que la próxima vez la distancia será mucho más corta.
Miguel Paris estuvo muchos años sin dirigirme la palabra. Y eso que como despedida le regalé un anillo que me costó trescientos euros. Ahora, doce años años después, veinte kilos más de peso y mucho más entendimiento, se casa el próximo 22 de febrero en nuestra casa, que es la suya.
Ah! Por cierto, ¿de qué ibamos a hablar hoy?
De la gente que pasa por aquí. Salve y ustedes lo pasen bien. Ya está aquí el verano.