miércoles, 20 de diciembre de 2017

ESPEJOS




                                                    Llegir és un viatge inesgotable. Un viatge sedentari.

                                                                                    Viatge a Marrakech. Josep Piera

                                                                                           


Hay ciudades en las que una siempre se siente de paso. Podrás prolongar la estancia, inventarte que eres una más en ella. Pero la sensación de que estás de viaje no te abandonará en ningún momento.
Esas ciudades son para mí Marsella, Nápoles y Marrakech. En ellas no te sientes ciudadano del mundo, sino tan solo viajero. Además entre la primera y la última se establece una relación de espejos convexos. La misma sensación que tengo ahora, mientras contemplo la Marjal al atardecer. Como Alicia delante del espejo. Los campos están inundados y la luz vespertina se refleja en ellos, dejando trazos de luz azul, violácea, rosada.


Se acaba el año. Dentro de once días dejaremos atrás una parte de lo que fuimos, nos sumergiremos en otro espejo, inventaremos nuevas historias para seguir soportando la levedad del ser.
Me siento frente a este paisaje aparentemente sereno y pienso en otros días vividos, gastados.
Y por irme, me voy a Marrakech a través de Marsella. En esta última, el mes de mayo, yo leía a Josep Piera y su Viatge a Marrakech y enviaba a través del watshapp retazos del libro y fotos de Marsella y jugaba al juego de los espejos. Hacía creer que estaba en la ciudad de terracota y marjorelle  con las frases de Piera y las fotos de Marsella. El juego de los espejos.


L'espectacle eren les persones., més que no  el paisatge...



Aquests laberints perfumats d'humils sorpreses actúen en mi com un despertador de la memòria.


Els personatges de la història trobaven al desert la fascinació per l'absolut; una fascinació acaparadora i salvatge; la conseqüència, desprès del gaudi per la troballa existencial, era la mort, quan no la follia.




Al desert, com a molt, si va de pas. Hi van els solitaris, o els folls, o els místics, a meditar.



En el avión de regreso conocí a Elodie y Florence, odontóloga y directora de cine, respectivamente. Vienen a Valencia a celebrar el cumpleaños de la primera. Se pasan el viaje mirándose a los ojos. O mejor dicho queriéndose en el reflejo de la otra. Se acarician, se besan y hay tanta ternura en sus gestos que una se mira reflejada en ellos. No sorprende que su amor sea femenino. Sorprende las caricias derrochadas entre las dos, los susurros, la complicidad a borbotones. Algo que echo tanto de menos...
Vamos que como yo encuentre un hombre tierno, lo meto en una habitación y no salimos más que lo imprescindible para seguir fisiológicamente vivos.
Vanidad. Pura vanidad y muchos espejos por el camino.