jueves, 28 de febrero de 2019

UNA COMIDA CON ALBERT BOADELLA


Cuenta la leyenda que se encontraron al borde de un lago la furia y  la tristeza. Hacía mucho calor y decidieron tomar un baño. Para ello se despojaron de sus ropas, la furia y la tristeza. Las aguas eran verdes, limpias, cristalinas y allí retozaron durante un buen tiempo la furia y la tristeza.
Llegó el atardecer y la furia decidió salir la primera. Sumida en su confusión y en sus prisas tomó la ropa de la tristeza. Un poco más tarde, salió del baño la tristeza y como no había otras ropas, se vistió con las de la furia. Por eso, dicen, que andan  desde hace demasiado tiempo, confundidas por el mundo, la furia y la tristeza.

                                                                              Y al final de la resaca, apareciste tú.

                                                                                                           Odiseo.

El arquitecto siempre tiene propuestas interesantes. Ven estas Navidades a recorrer Marruecos. No le respondo. Solamente le sonrío desde el fondo de mi furia y mi tristeza. Y me marcho con Carmen a Madrid a pasar la Nochevieja. Nunca me había comido las uvas en un teatro. El espectáculo se desborda desde el escenario y sube hasta el último palco. Detrás de nosotras, unos chicos de Paterna. ¡Vaya por Dios!
Cae enero del calendario. Y el arquitecto persiste. Vente conmigo a Berlin. Ya he estado en esa ciudad. Si, pero nunca la has visto a través de los ojos de un arquitecto. No respondo. Sonrío ya sin furia, ni tristeza.
Llega febrero. El mes que inventaron los romanos. Albert Boadella interpreta en el Talía. Y el arquitecto continúa Va a venir a mi casa. Te vienes? Yo no respondo. Solo sonrío sin furia ni tristeza
Y arrastro conmigo a mis amigos Xavier Marí y Joan Roig, que acaba de volver de La Habana por unos días.


Cuando llegamos, no está Albert Boadella, al que hemos visto actuar la víspera, en el Talía, el arquitecto y yo.
Cependant, nos da lo mismo. Ha venido la directora de la obra de El sermón del bufón, Martina Cabanes que nos cuenta tantas cosas sobre el bufón y Els Joglars  que nadie los echa de menos.
Cae la tarde, la noche. Cae el mes. Y el arquitecto proyecta. Vente conmigo a Marruecos, a Berlin, a Estambul...
Yo... Solamente sonrío.
























jueves, 21 de febrero de 2019

UN SÁBADO EN VILLA ANTONIETA



Decía el poeta  Rainer María Rilke que la única patria  que tenemos es la infancia y yo apostillo que para exiliarse no hay nada como la adolescencia. La mía fue de manual. Rebelde, inquieta, llena de líos del momento que vivíamos, la transición y la preautonomía. Por tener, tuvimos hasta un cineclub en el cine de Sedaví y  en el centro parroquial  llegamos a pasar películas porno. La que se armó. Los hermanos Tortosa, Paco y Vicent, eran los hermanos Taviani, mi primo Pepe el Chapi, Cristina, Ángels... El mismo año que abrimos La Matandeta, en el 91, ellos habían comprado una finca en Carcaixent, Villa Antonieta, donde empezaron a vivir no en comuna, pero sí en comunidad. A explotar la tierra de la finca, naranjos y otros cítricos, árboles frutales: albaricoques, nectarinas, melocotones, además de olivos para el aceite de consumo propio. Todo ello ecológico. Y también el cicloturismo, viajes seductores, románticos y sensuales. Y los libros, los audiovisuales, la fotografía... Paleta d'ocres.
Es increíble, a pesar del mucho tiempo transcurrido hay personas con las que jamás pierdes los códigos. Los encuentras hoy y es como si los acabaras de dejar  anoche.
Hace poco, recibí un watshap de Paco con un vídeo en el que aparecían él y mi primo el Chapi, hablaban de la problemática que esta temporada tienen planteada todos los productores de cítricos, incluidos ellos mismos. Le contesté a Paco que pronto iría a verlos.


Es un sábado de febrero luminoso, casi primaveral. Por la autovía llegamos hasta Alzira y allí tomamos la salida. Nos dirigimos a Carcaixent. Hay que atravesar el pueblo y coger dirección a L'Hort de Soriano y después al Camí de la Font. Por fin, cerca de las dos, encontramos Villa Antonieta. Solamente había estado una vez en la vida, un cumpleaños que celebró Paco con un montón de gente, pero era de noche y no pude apreciar el paisaje que te deja boquiabierta. Tengo la sensación que hemos llegado a las puertas del paraíso. Nos recibe Cristina  y en seguida aparecen mis queridos camaradas del cineclub. Me acompañan Manuel y Boro Borcha. Comemos en la terraza de la casa de Vicent y Angels. Han construido una especie de aldea, donde cada cual tiene su espacio privado, aunque compartan tantas horas de vida. 
Antes estaban preparando los pedidos que envían a toda España, en este momento de naranjas y otros cítricos. Comercializan casi toda su producción on line.


Y poco a poco, voy entrando en materia... En 2016, la Unión Europea firmó un acuerdo con  Sudáfrica con efectos a partir del 2018 y que ha sido uno de los factores determinantes para que este año la producción de cítricos valencianos se haya quedado en los campos. En su momento, el gobierno español del PP aceptó este acuerdo sin estudio ni valoración del impacto que la inclusión de la exportación africana tendría en nuestro país. Los grandes almacenes se han llenado de naranjas de Sudáfrica, mientras las nuestras se pudren en los campos y llevan al desastre a muchas economías familiares. 


Leo en el Levante Digital  que J. Stigles, Premio Nobel de Economía 1982, introdujo el concepto de captura del regulador para mostrar que los grupos de presión intentan canalizar la regulación en beneficio propio. En Bruselas y en Madrid hay grupos de presión económica fuertes y bien organizados para tratar de influir en las decisiones que afectan a sus intereses. En el acuerdo comercial con Sudáfrica, las grandes empresas europeas, incluyendo los importadores holandeses de fruta y grandes empresas españolas aspiraban a aumentar sus mercados, lo que trajo como consecuencia, la reducción del mercado de nuestros cítricos dentro de la Unión Europea.


Comienza a caer la tarde y levantamos la mesa. Mientras Vicent sigue preparando los pedidos y Paco se marcha al lado, a su casa, a seguir escribiendo su próximo libro, un grupo decidimos dar un paseo por la finca. El Chapi me enseña los árboles frutales, cuyas flores empiezan a emerger tímidamente y me explica lo laborioso que es conseguir la fruta ecológica, el papel de las bardisas para detener los vientos, de la fauna autóctona, de las labores, muchas de ellas manuales...



Ha oscurecido por completo y debemos emprender camino de regreso, no sin que Pepe entreviste al profesor Borcha y le demande su opinión sobre lo que ha visto y sentido hoy, en Villa Antonieta. Era su primera visita.
Si quieren ustedes contribuir al mantenimiento de este paraíso y de la forma de vida de las gentes que lo custodian, no duden en hacer sus pedidos de cítricos y fruta ecológica a través de:
Vicent: 637449384
www.villantonieta.com
info@villantonieta.com
Seguro que serán bien atendidos. Salve y ustedes lo disfruten bien.

miércoles, 20 de febrero de 2019

LECCIONES DE AMOR

Es jueves de San Valentín y tengo tutoría. Cuando llego a las nueve menos diez, el profesor de Física, que les acaba de dar clase, Roberto Peris, me dice que están imposibles. Les hubiera dado la clase desnudo y solo se sorprenderían tres. Quieren ir a hacer fotocopias, a hablar con la profesora de Geografía... Lo siento, de aquí en una hora, no sale nadie de esta clase. ¿Vamos a seguir viendo la película de la semana pasada? No, les espeto. Hoy es San Valentín. El mayor día de consumo del año, apostilla Rubén. Muy bien y quién se inventó ese día de consumo. ¡El Corte Inglés!  Contestan a coro. No, Galerías Preciados y pagaron una película en blanco y negro. Pero eso ya les suena a  prehistórico.
Para celebrar San Valentín, vamos a escribir una carta de amor... No me dejan acabar la frase. Las protestas suben de volumen. ¡Yo no tengo nadie a quien escribir! ¡A mí eso me parece una ñoñez! ¡Eso es amor romántico y es tóxico! 
Para celebrar San Valentín ¡vamos a escribir una carta de amor a nosotros mismos! Ahora se quedan descuadrados. ¿Y qué quieres que me cuente, si no me conozco, si me conozco demasiado, si no sé que decirme?
¡A escribir, yo también! Andrés ha decidido que eso es una gilipollez y lo pregona en voz alta. Pues si no te gustan algunas gilipolleces, te marchas fuera y te tranquilizas. Utilizar sus mismos códigos y lenguaje funciona. Enrojece y sale al pasillo. 
La clase trabaja. Al cabo de quince minutos me las van entregando.  Le pido a Chang que las baraje y me las vaya pasando para que yo las lea en voz alta. Algunos han entregado la hoja en blanco. Otros han escrito una frase en la que se definen físicamente. Otros reconocen que no se quieren. Les he dicho que las cartas pueden ser anónimas y sin embargo, hay varios que la firman. 
Joaquín se ha escrito un poema y rompemos en risas cuando lo leo. Bibiana es una chica problemática. Hace dos semanas vino a hablar su padre conmigo. No tiene relación con la madre y la muchacha se está aprovechando de las circunstancias. Suele ejercer una mala influencia en las compañeras que la siguen. Su carta dice así: Me caes mal, das asco, eres una guarra y agresiva, sé que solo tienes ganas de morirte. Te deberías de morir, pero claro vas a seguir una vida para joder la vida a los demás. Mi existencia no sirve para nada. Bailas como un pato mareado. Y firma su carta con nombre y apellidos. No le importa que sus compañeros sepan que se trata de ella. Si ya me dejó preocupada la conversación con su padre...
Entre estas, les cuelo la mía...
Hace rato que le dije a Andrés que entrara y parece que el pasillo le ha sentado bien. Ha terminado la clase. ¿No era tan duro escribirnos una carta de amor a nosotros mismos para conocernos mejor?
Me voy a dar clase de francés a los de tercero. Y para celebrar el día, les enseñó el vocabulario del amor. Le coup de foudre, s'embrasser, draguer, un dragueur, s'entendre, tomber amoureux ou amoureuse. Cuando terminamos la ficha, tienen que preparar un diálogo amoroso y salir a la pizarra a interpretarlo. Ils adorent faire ça!  Y para terminar, trabajamos la canción de Zaz La Saint-Valentin. Esta cantante les entusiasma y sus palabras en español suenan asi:

                                          Iré a un bar esta noche
                                          Hoy es San Valentín
                                          Iré sola, me regalaré una rosa.
                                          Me pelearé por tener sitio en la barra, hoy 
                                          es San Valentín.
                                          Iré sola, me regalaré una rosa
                                          Iré al cine, hoy
                                          es San Valentín
                                          Iré a ver una película de color rosa,
                                          Nada ocurre, nada se rompe
                                           Estoy siempre aquí
                                           Iré a la avenida,
                                           besaré las estatuas
                                           ¿A qué deben su salvación?
                                           ¿Es por su corazón de piedra
                                           o sus frías maneras?
                                            No ocurre nada, no se rompe nada.
                                           Estoy siempre aquí.
                                           Hay que amar sin parar,
                                           para que el mundo siga girando.
                                           Iré esta noche a un bar...

Antes de que suene la campana, me pregunta Nacho que con quién voy a celebrar San Valentín. A vosotros os lo voy a contar yo... Si tienes un nieto, es porque tienes a alguien, insiste. Y qué tendrá que ver el culo con las témporas. Ay, Dioses, cómo están.
Hemos cumplido nuestros objetivos. Han aprendido francés. Ha sido ameno. 
Por supuesto que todos los nombres de mis alumnos son ficticios y por supuesto que respeto su intimidad. Pero no por ello, voy a dejar de contar mis experiencias en la enseñanza, de lo mucho que llenan mi vida y de cómo la cargan de energía y vitalidad. 
Salve y ustedes lo pasen bien.


                                        





miércoles, 13 de febrero de 2019

MAASTRICHT Y SAN VALENTÍN




                                                         

                                                                Lo mejor será que bailemos.
                                                              ¿Y que nos juzguen locos, señor conejo?
                                                              ¿Usted conoce cuerdos felices?
                                                              Tiene razón, bailemos.

                                                                           Alicia en el País de las Maravillas

                                                                                        Lewis Carroll

                                                           


                                                                       
                                                                                      A Ferran y Sara

Sucedió que el hotel que regentaba  mi padre, con los Lhemon Brothers, se vino abajo. No es que los susodichos fueran amigos de mis padres. Es sencillamente que cuando las cosas se ponen torcidas, siempre hay alguien que te empuja hacia  el precipicio. Sucedió que yo había estudiado en la Facultad de Comunicación Audiovisual y trabajado para un canal de televisión alternativo. Y también cerró.
A veces, lo que mejor te puede pasar en la vida es que todo se vaya a la mierda. Lo  dijo el maestro zen: Ya  se verá.
Me marché a la tierra de la reina de la  Gran Bretaña. Les conté a mis padres que, al menos, aprendería inglés, cosa útil donde las haya. Me tenían que ayudar económicamente. ¡Y funcionó! Soy el hijo mediano, según los psicólogos, el más listo, porque se tiene que abrir camino a codazos entre dos inconvenientes. El mayor siempre es bienvenido. ¡Ay, el primer hijo, el primer  nieto, el primer sobrino, el primer niño de los vecinos! Y después va y llega detrás de ti una  sorpresa y encima... Es niña! Vamos, que  te  quedas fuera  de plano. Así que espabila, muchacho.
Que me fuí a Londres, a ver qué hacía con mi vida. Las hormonas efervescentes, la cara muy dura y las ganas de trabajar muy fuertes.
Ni chapa. No había por dónde meterle mano a aquello. Así que siempre recalaba en el café de un inglés llamado George. No he visto ser más insociable en mi vida. ¡Y tenía un garito abierto al público! El café para mí se convertía en régimen de subsistencia. Para él, en un morro impresionable. Pero fuera  hacía tanto frío en aquel rincón de Londres. O en cualquier otro  de la tierra de la Señora de la Gran Bretaña.
Un día, George, y eso que no hacía sol, me sonrió. Tengo proyectos. Voy a  abrir un bar en Chichester. Con buen café italiano. ¿Te vendrías a trabajar conmigo?
Yo no creo en la Virgen de Lourdes, ni en la Andorra, pero juro por mis santos antepasados, que en ese momento, la virgen se me apareció.
¿Qué tenía que perder? Hernán Cortés mucho más que yo.
Pues claro. clarísimo que me voy contigo a Chichester. ¿Eso dónde está? ¿Hay que coger algún barco?
George, la antipatía  social personificada, había depositado toda su confianza asertiva en mí. Y eso no se puede traicionar nunca.
Abrimos el local. El inglés  debía  algo así como ciento cincuenta mil libras y, como no me podía pagar el sueldo, me hizo socio. Tú debes una mitad y yo la otra. Pues eso, como Hernán Cortés, las naves quemadas, tiremos hacia delante.
No teníamos dinero, no entraba nadie en el local. Y todo el alcohol del mundo para desayunar. Así que las fiestas nos las organizábamos nosotros mismos.
Se corrió la fama, entre lo más cosmopolita de Chichester, que éramos gente simpática, muy simpática. En aras a la verdad, hay que decir que nos pasábamos el día achispados. Y con arroz blanco hervido por todo condumio para subsistir.


Pero nuestra fama de gente simpática alcanzó a los más atrevidos. Venían  por  el café  a lo largo de la mañana y repetían a media tarde. Eso sí, como si de contrabando se tratase, a los más habituales los agasajábamos con una copa de vino que teníamos disimulada  en  la  parte  posterior de  la  barra. Cuando la gente se comportaba de una manera amable, nosotros lo éramos mucho más.
El negocio iba viento  en popa, hasta el punto que necesitamos ampliar la tripulación con un grumete y yo me acordé del coreano. No había nacido en Corea, sino en Torrent, como yo. Nos metieron juntos en la guardería y hasta el bachiller. Un coreano que hablaba y maldecía en valenciano. Se llamaba Thao, tenía un hermoso rostro asiático y nunca había estado en Corea. La inmigración. Se vino encantado. Pero los dos no cabíamos en el sofá de George, así que nos buscamos un acomodo muy cerca del bar. No había tiempo que perder.



Mientras limpiábamos y pintábamos el cuchitril que habíamos alquilado al módico precio de... libras mensuales, al inicio del que sería un seco y caluroso verano de cambio climático en Chichester, nos vino George con una historia. La hija de su proveedor de café italiano quería mejorar su inglés y había recurrido a George para que la hospedara y le diera trabajo durante el verano. En casa del flemático inglés se había instalado su novia, tan rancia como él, y no quedaba espacio. Así que nos tocaba a nosotros apechugar con la Monica Belucci. ¿Y dónde la metemos? Le pregunté, sin esperar respuesta, al coreano de Torrent. Pues en el sótano, en un colchón. Sin muebles y sin ventilación.
La chica llegó un miércoles de primeros de julio. Hablaba inglés, pero también español. No se puso a llorar, ni echó a correr cuando vio la estancia. Ni gritó mamma, mamma, vado via a l'Italia!
Parecía simpática y sobre todo llena de sensatez, cosa de la que nosotros dos andábamos muy escasos. Solo tenía dieciocho años. Doce menos que yo.



En el trabajo era eficiente y los clientes habituales empezaban a reconocerla y a mantener conversaciones sobre Italia, con ella. Por las mañanas, en nuestro cuchitril, era la primera en utilizar el cuarto de baño y dejaba un perfume a hierba fresca, recién cortada. Desde la cocina, nos despertaba el olor a café y la música italiana... Una notte a Napoli, con la luna ed  il mare ho incontrato un angelo che non poteva   piú volare. El coreano y yo nos acercábamos en silencio a la cocina y de espaldas la veíamos mover las caderas y la cabeza al son de la música, mientras preparaba el desayuno.
A Thao y a mí se nos caía la baba y se nos subían otras cosas. Tienes que venir a Valencia, por tu forma de ser te encantará y mis padres no dirán nada. Y en calidad de qué voy, me preguntó. Pues como será Navidad, puedes venir en calidad de pavo. La hacía reír constantemente y sabía que así la tenía cada vez más cerca. 
Cuando llegó la Navidad y nos fuimos para Valencia, no hubo necesidad, en la aduana,  de certificar ya ningún pavo.
Llegó enero y la italiana se marchó de Erasmus a Lisboa. Qué hermosa es la Ciudad Blanca y qué bien se ama en algunos sofás. La seguí hasta Madeira, hasta Cabo Verde. Y volví con ella a Trieste, a que terminara sus estudios. Me despedí de George que se pasó el último día llorando y abrazándome. Al coreano lo ascendimos de grumete a contramaestre en una happy hour a la que acudió lo más granado de Chichester.



En Trieste, la ciudad de Claudio Magris, el autor que más ha teorizado sobre Mitteleuropa, yo trabajaba en un restaurante vegetariano mientras ella se graduaba. Mis padres vinieron a conocer a los suyos. Por fin, parecía que el mediano había sentado la cabeza con aquella chica de mirada sensata y atractiva. Pero...
Ahora vivimos en Holanda, en Maastricht, donde se supone que se pactó Europa. La nueva, la de los ciudadanos que se mueven por ella con soltura y convicción. Hemos encontrado trabajo en un restaurante español que se llama La Barraca y mi jefe no responde por  George, sino por  Hans, pero es igual de plano socialmente hablando. Eso sí, no me ha hecho partícipe de la mitad de su deuda.
Mis padres, como siempre, andan preocupados con mi futuro. A mis treinta cinco años, he cotizado poco a la Seguridad Social, sea española o extranjera. Qué será de mi en el futuro se preguntan. Pues igual gano el Premio Planeta con una obra que cuente mis experiencias  de  la  mano de la italiana. O me muero a los cincuenta y no necesito ninguna pensión.
Mientras tanto, ella  camina conmigo codo con codo por el mundo. Y la calma y la serenidad que se reflejan en sus ojos italianos, me empujan a cruzar tormentas.
¿Bailamos? ¡Bailemos!