jueves, 16 de agosto de 2018

TERCER DÍA: METROPOLITAN

No nos hemos entendido, me dijo. ¿Después de treinta y siete años de relación?¿No nos hemos entendido? Será más bien que nos hemos desentendido. Recuerdo al volver a la Universidad, a los cincuenta,  los nervios  que pasaba cada vez que tenía un  examen o  preparar  un trabajo. Un día, se trataba de la asignatura Leer a los clásicos españoles, que nos daba Jaume Peris, un profesor joven motivado con su materia. Quería un trabajo sobre las  máscaras  del autor. Sor Juana  Inés de la  Cruz y Cervantes.
Estaba tan nerviosa que  me bloqueé. Me dijo, vámonos a Calpe, déjalo todo y vámonos. Solo me quedaban dos días para entregar  un trabajo de veinte páginas y no tenía nada hecho.
Pasamos el día al lado del mar. Hablamos de todo, menos del trabajo. Me tranquilizó. Al día siguiente, me senté de buena mañana delante del  ordenador y el trabajo fluyó. A las doce de la noche tenía mis veinte páginas redactadas. Saqué un nueve y medio. 
Y no nos entendíamos el uno al otro.
Hoy he llegado al Metropolitan  desde la estación de Prospect Park. He bajado en la Quinta y he caminado atravesando Central Park. El Met lo abren a las diez, pero  como  sigo con el horario  cambiado, a  las siete  de la mañana yo  ya estaba en la calle. La entrada cuesta diecisiete  dólares para  los adultos, pero te sirve para  tres  días y para  entrar  en  los  otros  Met de la misma avenida.



Y me he llevado una gran alegría en la sala  de los franceses. Allí estaba la  Sainte-Victoire, la  montaña de Cézanne, la montaña d'Aix-en-Provence, mi querida  montaña.
He  pasado dos  horas con los  franceses. Se encontraban casi  todos: Pisarro, Gaugin, Bracque, Monet, Manet, Bonnard,, Matisse, incluidos  los adoptados Van Gogh y  Picasso.
Me he saturado  y he salido. Casi  me he dado de bruces con el australiano. Será grande Nueva York! Pues  me he  tenido  que encontrar  a mi  vecino de Landmark. Me ha  preguntado si ya me iba, tan pronto, pero yo tenía hambre. Él se ha quedado como  dudando, si  entrar o seguirme  por la Quinta avenida. No, hombre, quédate  que merece  la  pena. Lleva el  pelo  largo, de un castaño  muy claro, unos ojos también castaños y medirá el uno  noventa, seguro.
Me he ido a Chinatown a comer. Primero en autobús hasta el Lincoln Center  y allí he cogido el  metro hasta  Canal Street. He salido  al centro de Chinatown. He comido una sopa de  pescado y  fideos  al  curry, y unas judías verdes con soja y una  especie de carne  picada. Todo buenísimo.
He vuelto a coger el  metro hasta Flatbush Avenue y he bajado en Sterling Street, todo ello sin Google ni plano del subway. Carlos Chungata todavía no se lo puede creer: No me he perdido. Estoy hecha toda una mujer.
Salve y ahora a leer Noches sin dormir... Último invierno en Nueva York , de Elvira Lindo.







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