domingo, 14 de abril de 2024

TODO NO ESTÁ PERDIDO

 Son las ocho menos veinte del martes, 9. Han terminado las vacaciones. Después de quince días, cómo llegarán los alumnos? Tengo un grupo al que voy a repasar los números romanos. Me he dado cuenta de que no saben leerlos. Los números romanos? Si solo fuera eso. No saben leer un reloj analógico! Me espeta María José, la profesora de religión. Me quedo con la mosca tras la oreja y cuando faltan cinco minutos para terminar la clase, hago la prueba. Efectivamente, un ochenta por cien de la clase no sabe la hora que marca el reloj de aguja, que por cierto está parado en las seis menos siete. Bueno, tendrán otras habilidades. Sobre todo, en cuestión de nuevas tecnologías. Hago la prueba en dos cursos más con el mismo resultado. A la mañana siguiente, vuelvo a coincidir en la sala de profesores con María José. La pongo al día de mis pesquisas y ella me cuenta que ayer dio a los de primero un dibujo de una vidriera con La Sagrada Familia y un alumno le preguntó de qué color pintaba a la princesa. Nos reímos un rato por no echarnos a llorar. La cultura los persigue, pero ellos corren mucho más.


Pero siempre hay honrosas excepciones. Asier Cuesta Donás fue alumno mío el curso pasado en el IES d'Albal. Me cuenta en el patio, con una sonrisa de oreja a oreja, que ha publicado un libro en una pequeña editorial catalana.
Asier se confiesa un apasionado de la literatura desde muy pequeño y, sobre todo, de los relatos de crímenes y misterios. Escribió este libro mientras cursaba primero de la ESO.


Asier es el instructor y fundador del taller de escritura del instituto, Els nous Shakespeare, creado para fomentar la escritura como método de expresión y reivindicación.
Además de leer, hablar y enseñar, Asier disfruta cuando escribe, empezó a hacerlo con siete años, cuando le regalaron el primer portátil.
No todo está perdido, mientras sigan existiendo alumnos como Asier Cuesta.
Salve y ustedes lo pasen bien.






jueves, 4 de abril de 2024

LLEGÓ LA PASCUA, SE MARCHÓ EMILI

 

           Ho feia tot, ho emprenia tot amb una il.lusió adolescent. Amb un somriure en la  cara. Contagiós,               per cert. Sense un bri de mala sang. Tant com a capellà que com a ciutadà.                                                                                                                                                                                                                                                                                             Emili Marín o l'alegria de viure                                                                                                                               Vicent Soler ( LEVANTE, miércoles, 3 de abril 2024)                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          Todo el mundo esperando la Semana Santa para huir de las obligaciones  cotidianas y ésta aparece acompañada de una borrasca con nombre de almirante inglés. ¿Sólo es mal tiempo? Me pregunta desde Ushuaia, a mil kilómetros de la Antártida, Carlos Zampatti. En un país, el suyo, Argentina, en el que un candidato con motosierra consigue ser presidente y la lía desde  el principio, una borrasca que trae sólo viento y lluvias, debe parecer pecata minuta. En Sevilla lloran los nazarenos porque no pueden pasear al Cristo ni a la Virgen durante la madrugà y en Argentina transitan el via  cruxis al que les han llevado los políticos. Cada cual, a los suyo.


Entramos en domingo de Pascua y un cliente me hace una reserva teléfonica, pero quiere la mesa  en la terraza. No puede  ser, tenemos con nosotros a la borrasca Nelson. Ah, sí? ¿Hay una borrasca? Me contesta el caballero. Como le dijo El Gallo a Ortega y Gasset cuando éste le respondió que era filósofo: Hay gente pa tó. 
Y me entero, gracias a Pepe Cataluña, de que Emili Marín  ya no está entre nosotros. El capellán de esta familia  de agnósticos, ha pasado a la Casa del Padre.Y allí estamos, lunes de Pascua, despidéndolo en la Iglesia Parroquial de Quart de Poblet, muchos de los que cruzamos con él, un trozo del camino. Emili Marín, el cura más epicúreo, sibarita, irónico e irreverente que hemos conocido. El capellán que llevó su vocación a quienes más lo necesitaban porque  él quería una Iglesia cercana a la gente. El cura para el que cultura y libertad eran sinónimos.


Estoy segura de que van a publicarse muchos artículos hablando de sus cualidades humanas y apostólicas.De su labor como director de la revista Saó, como miembro del Consejo Valenciano de Cultura. Yo quiero hablar de  la persona  que conocí y aportó a mi vida. Fue en un viaje a Alicante, para asistir al homenaje del escritor Cerdán Tato.Yo había comenzado a trabajar en el gabinete  del conseller de Administración Pública, Emèrit Bono. Aquel cura no paró en todo el viaje de soltar chascarrillos  y hablar de la empresa en la que trabajaba. De regreso, el conseller le preguntó dónde cenábamos y el curita soltó podemos parar en El Girasol de Moraira, dos estrellas  Michelín, nos viene de paso. Emèrit no le contestó, pero espetó al chofer: Juan Carlos en el primer bar que veas, para y nos hacemos un bocadillo. Todavía me río cuando me acuerdo. 
Emili ya no saldría de mi vida, ni de la de mi familia. Nos ayudó en el inicio de La Matandeta. Las comidas de Saó. Bautizó a Manuel en La Matandeta un luminoso domingo, 27 de enero. Celebró la misa de exequias de mi padre. Casó a Rubén y Helena en la capilla del Santo Cáliz, un 16 de enero. Eso, sí. Tuvo que bautizar a la novia antes en Pedralba porque su padre, ateo y su  madre, agnóstica, no lo habíamos hecho. Y vosotros ¡A callar! nos mandó.
       Cuando nos separamos, fui a recogerlo a su casa de Pedralba, donde pasaba unos días de verano. Me hizo una confesión laica, en la que no encontró más que el desgaste de una larga relación y ante mi desolación me espetó: ¡Chica, peor sería que tuvieras un cáncer! Así era Emili. Ni su ceguera, ni los desgastes propios de la vejez le hicieron perder su sentido del humor.

Releo esta noche su autobiografía y no puedo más que sonreír ante sus anécdotas, ante tanto vivido. Es como si volviera a escuchar su voz.
Bon viatge, Emili. Ha estat un plaer compartir tants dies i tantes taules amb tu. Que la terra et siga lleu. I espere que no li hages fet a Sant Pere la pregunta que sempre tenies per a nosaltres: Tu f... o no f...?