viernes, 30 de diciembre de 2022

TIEMPO DE SATURNALES

 



Hace unos días, justo antes de Navidad, amaneció el cielo lleno de rojos, naranjas, amarillos. Parecía un amanecer de verano en tiempos de invierno.

Me detuve a fotografiar el paisaje de la Marjal  y la playa  de Pinedo. Me sobraba tiempo para llegar al IES Baleares. El momento y su calma merecían la pena.



Tenía clase con los de primero  de Bachillerato y mientras  leíamos un libro en francés y en voz alta sobre los hermanos Claudel, Camille y Paul, nos tropezamos con la fecha del quince de agosto día de la Virgen. Ferragosto en Italia y saqué el tema del sincretismo religioso. Cómo una religión se impone a otra utilizando sus fiestas y tradiciones, sincretismo que actualmente se puede observar en Cuba, Haití y Brasil.


Justo esa mañana, unas horas más tarde, mi amigo Boro Borcha me enviaba un artículo de prensa digital que hablaba del tiempo de las saturnales, una de las festividades más importantes del Imperio Romano.


Los trabajos en el campo habían terminado y todo se sumía en el descanso del invierno hasta que la circularidad que mueve el cosmos trajera de vuelta la primavera.

Los ciudadanos entonces se sumergían en las fiestas, se dejaban llevar por el ambiente y se relajaban las normas sociales. Se convocaban banquetes públicos y orgías privadas. Y se entregaban regalos.


Se tiene constancia por primera vez de esta celebración el 17 de diciembre del 497 aC  porque se  dedicó un templo en el Foro romano, consagrado a Saturno, dios de la agricultura y la cosecha.

El 25  de diciembre los romanos celebraban el solsticio de invierno. Se producía el renacimiento del sol y los días empezaban poco a poco a alargarse. El 25 era pues la festividad del Natalis Solis Invicti. ¿Les van sonando las coincidencias del sincretismo religioso?


Durante las fiestas saturnales se decoraban las viviendas y se hacían regalos: figuritas de barro, prendas de ropa. Quedaron como costumbre.



La oficialización de la religión cristiana, en torno al 330 dC se determinó que Jesucristo había nacido un 25 de diciembre, a pesar de no saberse con certeza la fecha, de manera que la nueva festividad por su natalicio coincidiera con la Saturnalia pagana. De este modo, las nuevas celebraciones cristianas eran más atracttivas para una sociedad que tenía unas costumbres ya muy arraigadas. Así no se exigía que renunciasen a sus  tradiciones, sino que adquirían un nuevo significado.


Recen al Dios de los cristianos, o Alá, o Buda. O practiquen la meditación o la santería. O a dos de ellos, como en el Caribe. O a todos a la vez  que eso no hace daño, siempre que no se caiga  en los  dogmatismos. Y que el cosmos nos envíe un 2023 con algo de paz. O mucha. Y que podamos seguir dirigiendo nuestras vidas hacia la salud y la serenidad. Amén.
Feliz año nuevo.

domingo, 18 de diciembre de 2022

UNA VIDA MAGISTRAL




                              La infancia es el patio donde jugamos el resto de nuestra vida 

                                                                             Anónimo                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        Define la palabra ABARCAR:

                                          - Aparcar la barca.                                                                                                                                       - Ir de vacaciones en barco.                                                                                                                                                                                                                                                                                                          Respuestas  de 2ESO en un examen de Lengua Castellana.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    Mientras estuvo doña Vicenta a cargo de las niñas de infantil, mi madre no puso objeción a la escuela nacional, como se llamaba entonces a la pública. Pasé de la casa de doña Otilia, una anciana que cuidaba de los niños de Sedaví, mientras las madres se dedicaban a sus ocupaciones, a la casa de Juan Alberto, que en la calle de Sant Roc, había sido alquilada para las niñas de infantil. Las primeras letras, el primer libro de lectura. Al principio no me gustaba la escuela y lloraba desconsoladamente. Hasta que descubrí el poder de la lectura. Aprendía deprisa porque el libro que más me gustaba era el de las mayores. Regalo de Dios, se llamaba y tenía las tapas duras y muchas historias. En el mío, solo se juntaban las letras y se leían frases cortas. Lo que me costó aprender las palabras con jota. De eso se ocupaba por las noches mi padre. Justo cuando ya me iban a dar ese libro tan deseado, doña Vicenta se jubiló y mi madre me cambió al Colegio Sedaví. Creo que fue la primera frustración de mi vida. No tener el libro de las tapas duras y bonitas historias.


El Colegio Sedaví estaba muy cerca del anterior, en el Carrer del Mig. La señorita Consuelo, hermana del director, nos hizo la matrícula. ¡Y en qué curso la ponemos? Pues no lo sé, contestó mi madre. ¿Cuántos años tiene? Ocho. Pues entonces, la pondré en primero. 

¡Pero si acabo de terminar primero! Como en aquella época los niños no hablaban delante de los mayores, no dije nada. Y quizás es lo mejor que pude hacer, porque empezó a funcionar la Baraka en mi vida. 

En la puerta del Colegio Sedaví conocí a mi amiga del alma, Carmen Minguet. Aunque no todo fueron rosas. Las espinas acompañaron el primer curso, las demás niñas no me aceptaban. Yo era una advenediza, el espacio, les correspondía a ellas. Me empujaban, se burlaban de mí, me separaban en el patio del recreo. Nunca dije una palabra ni a mis padres, ni a la maestra, la señorita Amparo Suay. ¿Cómo lo solucioné? Sacando las mejores notas de la clase y ganándome su respeto. La vida era otra y los sábados por la mañana también íbamos  al colegio.

Don José apareció en mi vida, un día en la clase de tercero. Se asomó por la puerta y preguntó: ¿quién es María Dolores Baixauli Marí? Me temblaban las piernas, me levanté y levanté la mano. Me ha dicho el señor cura que usted es la segunda del catecismo. Una alumna de este colegio no puede ser la segunda, tiene que ser la primera. Y se marchó. ¡Jolín! Con lo que yo estudiaba el catecismo. Cuando lo conté en mi casa mi tía añadió: Pues tiene razón.


El Colegio Sedaví no era solo un colegio. Se convirtió en nuestra segunda casa. Siempre estábamos por allí. Y los maestros, nuestros referentes junto a los padres. Como destacaras un poco, te elegían para copiar los listados de los alumnos, para ayudar a limpiar y decorar las clases ante la visita del arzobispo a Sedaví, aunque también ocurrió como en Bienvenido Mr. Marshall, el arzobispo pasó de largo.

Crecimos en aquel colegio repartido en plantas bajas de la calle en la que vivía mi amiga del alma, hasta que en séptimo nos cambiaron a uno físicamente como Dios manda en la calle Isaac Peral, frente al polideportivo. El albañil que alicató los pasillos, era daltónico, así que cambiaba los colores de los azulejos de vez en cuando porque los confundía. Un toque personal.

Hablo de un tiempo en el que el papel de los maestros era fundamental en el crecimiento de los niños y no habían padres que lo pusieran en tela de juicio, ni justificaran el mal comportamiento de sus hijos o su falta de esfuerzo. Si el maestro te había castigado es porque algo mal habrías hecho.

Don José inventó la enseñanza por ámbitos, avant la lettre, porque en sus clases mezclaba la enseñanza de la poesía de Antonio Machado con la geografía. Los Pirineos, por donde tuvo que cruzar el poeta en su huída de las hordas franquistas. Con la historia, hablándonos de la Guerra  Civil.


Don José Molina García fue un maestro que dedicó toda su vida a la enseñanza y a crear un colegio, el Sedaví, que primero se llamó Miguel de Cervantes, pero que por aclamación de todos los habitantes de mi pueblo, acabó con este nombre. Un espacio hecho de trabajo y esfuerzo al que recuerdo con mucho cariño. 

El jueves me desperté con un audio de Carmen Minguet: Ha fallecido don José. Y los recuerdos me acompañaron todo la mañana hasta el tanatorio.

Allí estaban sus hermanos. la señorita Consuelo, que me matriculó otra vez en primero y nunca sabrá el favor que me hizo, D. Alejandro que nos enseñó a conjugar los verbos y a dividir por cuatro cifras, la señorita Amparo que  enseñó a leer a generaciones de sedavineros. Y cómo no, doña Isabel, su mujer, la maestra que nos habló por  primera vez de los números primos.

A sus hijos, sus nietos, mi más sincera condolencia. Pero una vida de ochenta y nueve años es una larga vida, dedicada a la enseñanza, a la formación, A inculcar que el esfuerzo, el trabajo y la disciplina son elementos infalibles para conseguir nuestros objetivos.

En el colegio Sedaví estudié toda la EGB. También estudió mi hija y entró mi nieto  con nueve meses. Carmen Minguet, profesora en el mismo desde que acabó ssus estudios universitarios,  lo apuntó cuando su madre todavía estaba embarazada de seis meses.

Gracias a don José Molina García por formar parte del patio de recreo de mi vida adulta. Estoy segura de que yo no sería la misma sin aquella vida magistral que cruzó la mía y la de tantos niños.

¡ Buen viaje, maestro!

















































sábado, 3 de diciembre de 2022

JOAN ROIG SE HA MARCHADO Y YO NO PUEDO LLORAR

 


                                          A las aladas almas de las rosas,                                                                                                                        del almendro de nata te requiero,                                                                                                                      que tenemos que hablar de muchas cosas,                                                                                                        compañero del alma, compañero.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      Miguel Hernández 




                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    Hay circunstancias que, cuando suceden, no sabemos cómo van a marcar nuestra vida, escribía esta semana mi amiga María Jesús Carrillo en su Instagram. Las asumo y añado. Hay un tiempo y un espacio en el que alguien se cruza en nuestra vida. No suenan trompetas, ni revolotean ángeles traviesos, ni un haz de luz marca su aparición, por tanto no tenemos ningún signo especial que nos avise de cuán importante será esa persona en nuestra trayectoria. Y sin embargo, ya está allí. Y cuántos sucesos importantes han ido encadenados a ese hecho, añade María Jesús. Así es, cuántos acontecimientos se desencadenaron después de que Joan Roig y yo nos conociéramos aquel viernes víspera de un nueve de octubre, en la Feria de Muestras de Valencia. .

Rafa Calabuig, amigo cocinero de Ontinyent, fue quien nos presentó. Andábamos los dos repartiendo tarjetas de nuestros restaurantes por las mesas en donde íbamos a celebrar el ágape. Aquel chico de ojos muy verdes y pelo castaño ensortijado cogió la mía y me preguntó si el siguiente fin de semana tendría sitio para veinte personas. Por supuesto que sí, le contesté  y pensé otro que no volveré a ver en la vida.

Y tanto que lo vi y que vino. Y nos volvimos a encontrar en el Congreso de Gastronomía de San Sebastián, él con sus amigos hosteleros, yo con los míos. 

Y el primer cigarrillo que Helena mi hija, con todo  el descaro, se fumó aquel verano sentados a la mesa de su Can Roig y que su padre, por supuesto, no vio.

Y siguieron ocho años de viajes a San Sebastián. Y muchas risas y noches locas en el Dickens o en el Museo del Whisky, el bar de las malcasadas o en el Kontra, el de ambiente gay. Y confidencias de madrugada. Y la Agencia Valenciana de Turismo que nos contrata para dar cenas por toda España. Y Helena que no quiere venir al viaje y allí precisamente allí, en ese viaje, conoce a Rubén, que acompaña a Joan. Y después llega Manuel.

Joan Roig hizo mucho más soportables los años en que trabajé de cocinera sin serlo. De su generosidad, de su bonhomía tengo muestras más que suficientes. Joan Roig era una persona que, cuando sus amigos estaban bizcos, los miraba de perfil. Alguien que no juzgaba, que te hacía reír en cualquier lugar y parte del mundo en la que te encontraras con él. 

Como todas las  personas, también tenía su lado oscuro y una vieja amiga: la depresión.

Me enseñó su fascinación por La Habana, la ciudad bombardeada en la que no cayeron bombas. Recuerdo aquellos mojitos en la terraza del Habana Libre, mientras, como él decía, veíamos pasar la vida.

Y allí fue donde me habló por primera vez de su sueño: irse a vivir a Cuba. Y años después lo cumplió.

En junio pasado, lo llamamos una noche y nos dijo el diagnóstico de su enfermedad. Con ella, sabíamos que no le quedaría mucho tiempo. 

Antes de viajar a Cuba, lo visitamos este verano. Parecía contento. Se había instalado la cama de enfermo en el salón. Lo acompañaba Julio César. Vino José Zaragozá, como Joan solía decir, su hermana. 

Vinieron sus tíos, su sobrino, Amanda. Joan no estuvo solo. Daba tanto, que esto meses recibió con creces.

El sábado pasado, tuve un presentimiento. Le dije a Helena que me marchaba a Castellón, al Hospital Provincial, que necesitaba verlo. El anterior también estuve, pero tenía tanto dolor que le habían puesto un chute y no se despertó. Ni se enteró de que estuve allí. El anterior al anterior, él mismo me aconsejó que no fuera, que diluviaba, que en cuanto saliera pasaríamos el fin de semana en su casa. Cabezota como soy fui en el  tren y volví. Efectivamente, caía agua a pozales y ni un taxi.

El sábado pasado Zaragozá y yo aún le sacamos alguna sonrisa porque no paramos de hablar de viajes, de los aborígenes de Australia, de las últimas bodas en la familia. Y nos reímos. 

Le di dos besos en la frente y le dije que  volvería. Sonrió. Cuando llega  el final lo que menos  queda es tiempo. Y no queremos verlo.

Decimos que la vida es injusta, que primero se van los que no deben. Pero no es cierto, el adjetivo injusto no puede acompañar a la vida porque no la califica. La vida es diversa, creativa, sorprendente, fascinante, es pura vida. Pero dejemos la justicia o la injusticia para los jueces y tribunales.

Siempre pienso que soy una mujer que tiene baraka. Sí, la suerte de los árabes. Y una de esas suertes o loterías fue que Joan Roig me contara entre sus amigas.

Se ha marchado mi amigo del alma, en silencio, sin hacer ruido, sin molestar, como se marchan los grandes.

Y es tan enorme  la alegría de que se cruzaran nuestros tiempos y nuestros espacios, que no puedo más que darle gracias a la vida por haber compartido la amistad de Joan durante veintidós años, el tiempo que hacía que nos conocíamos. Y no puedo llorar, no reacciono. Me puede más la felicidad de haberlo conocido, que la pena por su pérdida.

A Joan, como a mí, nos encanta viajar. Espero que en este viaje encuentre compañías que lo enriquezcan. Aunque ellas tendrán mucha suerte por conocerlo. 

Compañero del alma, tan temprano.













 









domingo, 13 de noviembre de 2022

UN VIAJE DE IDA Y VUELTA

 


El viernes  termino mis clases a las once y cuarto. Amaneció lloviendo y llegué al IES Baleares completamente mojada. A muchos alumnos se les pegaron las sábanas y prefirieron acabar la semana sin salir de casa.

Llovía cuando tomé el autobús hasta la estación del Norte. Llovía cuando entré en la librería Paris-Valencia a comprarle a Yolanda, tía de una alumna mía, el libro Sapiens, de Yuval Noah Hariri. Y llovía cuando llegué a Caixa Ontinyent de Guillem de Castro y no encontré a su director, Conrado García Ribera. Seguía lloviendo cuando hablé con mi amigo Joan Roig, a quien estaba dispuesta a ver y pasar en su casa el fin de semana. Pero Joan estaba ingresado en el Hospital Provincial de Castellón. Y yo llevaba mi maleta de findesemanacercadecasa. 

Da igual, le contesté, voy a verte al hospital y me vuelvo a casa. Aplazamos el fin de semana para el siguiente.

Llovía y no salían  trenes por la huelga hasta mucho más tarde. Da igual. Un helado en Los italianos hará más corta la espera. A mi me gustan los helados llueva, haga sol, caigan chozos de punta o nieve.

Vuelvo a la estación y me entretengo en leer los carteles de cerámica que dicen en muchos idiomas Buen viaje. Anuncian mi tren. Me subo. Está lleno, pero encuentro sitio.

Sale el tren y cruzamos la Fuente de San Luis, Puzol, Sagunto, Almenara. Sigue lloviendo, están los cristales empañados y se adivina un cielo muy gris, a veces, los campos completamente embarrados. Nadie habla en este tren. Una joven, frente a mi, repasa su próximo examen. La que está sentada a mi lado, busca un tutorial sobre maquillaje. Yo debería empezar Sapiens, pero prefiero observar a mi alrededor. Mucha gente se refugia en el móvil. Una manera como otra de no tener que entablar una con versación con el vecino. 

Baja mucha gente en Burriana, en Vilarreal, en Almassora y por fin, Castellón. Final de parada. Pregunto a una empleada de chaleco verde fosfo a  qué hora tengo tren de vuelta. A las diez y media de la noche. Salgo de la estación, diluvia. No hay taxis y hay mucha gente esperándolos. Solo faltan diez minutos para que salga el último tren hasta Valencia a falta del de las diez y media.

Me dejo llevar por mi intuición. Me monto en este tren cuyo regreso es seguro. Ya se lo explicaré a Joan. No va tan lleno. Suben unos jóvenes en Almenara. Una chica habla de sus estudios en la Facultad de Medicina, otro comenta del rap, y una chica muy morena, la más joven estudia cocina. Pongo la oreja  en la conversación. Los profesores son duros. No les pasan ni una. Está encantada con ser cocinera. 

Llegamos a Valencia, saco varias tarjetas de La Matandeta. Me acerco a la chica morena, le digo que me he tomado la libertad de escucharla, que tengo un restaurante y que necesitamos personal de sala y de cocina. Le doy tarjetas. Sonríe, se pone contenta.

Nunca el tiempo es perdido. Hoy es domingo y por fin ha salido el sol. Han venido muchos amigos a comer  a La Matandeta. Nunca el tiempo es perdido.

Salve y ustedes lo pasen bien.









domingo, 6 de noviembre de 2022

¡VIVAN LOS NOVIOS! ¡QUE VIVAN!

 

                                                         Bendita sea la gente que hace de nuestro otoño, primavera                                                                                                                                                                                                                                                                           J. Sabina



El día  amaneció como delantal de carnicera: Limpio y claro. Más que noviembre, parecía una  mañana de  primavera, ideal para disfrutar al aire libre y hasta  para casarse.

Sábado, cinco de noviembre se celebra en La Matandeta la boda de  Fer Boix, productor musical y amigo  de esta casa y de su  prometida Carla Sánchez Quintero directora de marketing y de varias  marcas de ropa.

 
Son jóvenes y están muy enamorados. Toda  una vida por estrenar. Cuanto más jóvenes son los novios, más bonita  es la boda. Eso no significa que  los ya mayorcitos no tengamos derecho a casarnos, pero es otra cosa...  A veces, más que una boda, parece la firma de un convenio.

Pero  volvamos a  lo  nuestro. Hay  mucho que hacer esta mañana en La Matandeta. Helena solo ha dormido dos horas. Los nervios le pueden. Rubén anda con gripe y aguanta  como un campeón. Yo, como  he  alcanzado  la categoría de  Reina madre me dedico a  observar  el trajín mientras planto  los bulbos  neerlandeses  con Love que  se escribe así y se pronuncia  Lau. Vamos, que mi ayudante indio se  llama Amor.

 Años y años de ansiedad están superados. Los nervios ya son para  otros. Más jóvenes y con más ímpetu.


Sobre las once, aparecen  los decoradores, José y Ada, que  han realizado  una  puesta en  escena  magnífica. José es idéntico  a  nuestro amigo Rafa  Calabuig, tiene hasta  el mismo timbre de  voz, aunque  está  un poco más  delgado. Vienen  a  dar los  toques  finales al escenario.






En una boda de novios jóvenes tengo comprobado que nadie llora. No hay espacio para la nostalgia y los remordimientos y muchas  ganas de fiesta. Las invitadas  son hermosas, elegantes y fuman habanos. Bueno, hacen  como yo en Viñales. Más bien simulan.


Rubén y Helena forman un buen equipo. Es muy difícil y complicado trabajar con tu pareja, sin embargo ellos lo han conseguido y disfrutan de compartir. Rubén es un crack en la cocina, alguien con vocación para su  trabajo. A su madre le debieron de decir cuando nació: Señora, ha tenido usted un cocinero. Es muy tímido y le cuesta expresarse con las palabras. Ya lo hace  con sus platos. Todo lo contrario que Helena, extrovertida, sin pizca de timidez, cuando se enfila  a soltar alguna parrafada hay que recordarle lo que siempre le decía mi padre: ¡Helena respira que  te ahogas! Así que se  complementan. A mi, antes y ahora, siempre me tocó bailar con la más fea. Hacer de policía malo es un papel que interpreto a  la perfección. 


Además de reina  madre, a mí me corresponde la  parcela de  la  gestión con los bancos, el ayuntamiento, los abogados, los trámites y plantarles cara a los sinvergüenzas de la instalación fotovoltaica. No es moco de pavo. A cambio, ya no estoy en la primera línea de combate y eso me permite de vez en cuando desaparecer y dedicarme a una de  mis tres pasiones ¿adivinan a qué  me refiero?




Como el novio se mueve en el mundo de la música, habrá un mini-concierto. Pero primero, un aperitivo largo en la pinada que ahora se llama el bosque  encantando. El conductor del programa Los cuarenta principales, Oscar Martínez, se encuentra entre los invitados, también Vicente, el cantante del grupo Bombay, Jonhatan del grupo Meler, el cantante Miki Núñez, entre otros.
Por parte de la novia hay modelos, chicas guapas, estilizadas, con vestidos de colores. Un público que baila, ríe y canta. ¡Que se besen los novios!


La hostelería no es solamente un trabajo, sino una forma  de  vida, a  la  que sueles arrastrar a  tu descendencia. Cambian tus costumbres, tu ocio y hasta tus amigos porque, como ya  es sabido, cuanta más fiesta, más trabajo. Si tienes la  suerte  de tener una  abuela como yo, te llevará a  todas partes y podrás salir  de ese entorno mientras trabajan tus padres. Pero si no es así, si los abuelos  no colaboran, te  ocurrirá como a Helena, te lo tendrás que tomar como un juego porque ese es el medio en el que crecerás.

El momento culminante en un banquete de boda es la tarta. Suena una canción de Ed Sheeran, Perfect que han elegido los novios y que me encanta. Una boda es un rito y los ritos son necesarios.
Hace muchos años íbamos a celebrar el banquete  de una pareja encantadora. Quince días antes de  la celebración vinieron a decirnos que los padres se habían metido por  medio y preferían un local mucho más clásico. Justo un año después, entró un camarero en la cocina para decirme: María Dolores ha venido un hombre vestido de  novio que pregunta por tí. Salí y me encontré al que se debía de haber  casado en La Matandeta hacía un año. Venía vestido de frac y con la abogada que  le llevaba  el  divorcio. Comieron y me contaron la historia. Ni un año duró la pareja de recién casados.

Muchas veces no son los novios los que deciden, sino que padres, padrinos, familiares, meten baza, seguro que con la  mejor de las intenciones, pero entonces el rito de casarse se convierte en algo ajeno a ti. Parece ser que lo que mal empieza, mal acaba.
No ha sido el caso de Fer y Carla. Su fiesta iba a ser en una masía, un familiar ya había dado la señal. Sin embargo, tenían cada vez más la sensación de que  aquello se estaba convirtiendo en todo, menos en  su boda. Una noche se  cogieron de la mano y se  dijeron que con los ojos cerrados dirían dónde les gustaría celebrar la  boda. ¡¡¡Hache!!! Soltaron al unísono, el nombre de guerra  de mi hija, la única letra que no se pronuncia.





En fin, una boda muy bonita en la que hubo resopón. La gente disfrutó y nosotros mucho  más viéndoles  felices.
¡Qué bonito es el amor, sobre todo en primavera! Depende, ¿de qué depende? De según como se mire, todo depende.
Y hoy, a otra cosa.
Salve y ustedes lo pasen bien.