jueves, 23 de febrero de 2017

¡Diana Cerdá! ¡Mírame!

Conocí a Diana Cerdá con seis o siete años en la playa del Perellonet. Para entonces ya apuntaba maneras de una personalidad desbordante. Mi padre y mis tíos habían  construido un bloque de apartamentos, de los primeros, frente al mar. Un francés apareció por allí con ganas de invertir y les sugerió el nombre: Vistabella.
Los padres de Diana llegaron desde Vallada y los mios desde Sedaví. Diana no es que fuera más bonita que yo a los seis o siete años es que ya por entonces tenía una personalidad apabullante. 
Yo quería ser como Diana. No llamarme María Dolores. Y tener una madrina francesa. Y una hermana que se llamara Olimpia, como ella. Y que cada vez que mi abuela me llamara, me dijera mante. Pero yo para  entonces, no tenia ni abuela.
Diana y sus tres hermanos desayunaban galletas machacadas con ColaCao  y leche en un plato. Diana Cerdá era  para mí una estrella. Y yo era tan tímida...
Perdí a Diana Cerdá sobre los diez, once, doce años?
No lo recuerdo. Pero sí conservo en la memoria que su abuela, la abuela Fina, nos contaba ... En Estats Units, la televisió dura vintiquatre hores. La vida és tan diferent. Se marchó a Filadelfia donde su emprendedora familia abriría una fábrica de muebles de mimbre y ratán.
Mírame
Yo quería ser como Diana Cerdá. Vivir su vida. Llegó la adolescencia, la Universidad... Una noche de verano me encontré a Diana Cerdá en la plaza del Negrito. Había vuelto de los EE.UU. donde se graduó en Psicología y Sociología, trabajaba en la ciudad. Yo estaba tomando agua de Valencia con los hermanos Tortosa. Nos resumimos la vida en cinco minutos y cuando se marchó, los Taviani, que también son de Vallada, exclamaron... Maremeua! Hablar con Diana Cerdá!
 Le volví a perder la pista, hasta que me la encontré en el Facebook y las dos nos alegramos. Así que el día de Fallas vino a comer con parte de su familia: sus padres, su marido, sus hijas. Vivía en Ontinyent y... Acaba de publicar su segunda novela Mírame. También me enteré por Internet y continué siguiéndola . El día que la presentaba en Vallada, yo estaba en una conferencia en Ontiyent. Cuando lo hacía en la Casa del Libro, yo andaba por Fontanars. Pero seguía tras sus huellas.
Ya he leído su libro. Una novela negra que transcurre a tres niveles como toda buena diagénesis. Una denuncia social. Una novela muy buena. ¿Saben por qué sé que es buena? Porque la empecé a leer a las cuatro de la tarde y la terminé a las tres de la madrugada, toda de un tirón. Y eso para mí es importante. Porque está muy bien documentada. Porque las voces narrativas mantienen el ritmo y se entrelazan. Porque el personaje principal, el comisario Altarriba es humano, tiene problemas familiares y por muy buen policía que sea, no sabe cómo afrontarlos ni resolverlos. Porque las sorpresas abundan y porque efectivamente, cuando la verdad la tenemos delante, a veces no la queremos ver. En este caso, la verdad tiene varios estratos. Porque hay denuncia social. La denuncia social de un problema que nos atañe, que no transcurre a miles de kilómetros de nuestra existencia, que está ocurriendo en nuestra cuotidianeidad, al lado del colegio al que acuden nuestras niñas, cerca de los parques donde persiguen sus sueños. Escondidas en lugares lúgubres, sacadas a la fuerza de sus paises, sometidas a vejaciones, deshechas como personas, otras niñas están viviendo una vida que no es  la suya y no se merecen. Y nosotros no podemos mirar hacia otro lado.
Pero además hay un drama personal... Los inspectores de policia también pueden estar ciegos cuando analizan su propia vida. Y no les cuento más. Solo que Diana Cerdá y su novela estarán presentes en la Semana Negra de Ontinyent que se celebrará del 1 al 12 de  marzo.
Y si no van a poder asistir, salgan corriendo esta misma tarde en dirección a la Casa del Libro y comprenla. El fin de semana promete lluvia y con la autora de narradora, el tiempo  se acortará.














lunes, 20 de febrero de 2017

LA CENA SOROLLA Y IV

La Asociación Gastronómica Foc i Cassola, de la Vall d'Albaida es una asociación multidisciplinar en la que cabe todo menos la tristeza. Aunque La Matandeta no se encuentra en esa comarca, formamos parte de ella desde hace casi veinte años. Nos introdujo Rafa Calabuig, de El tinell de Calabuig. Fueron grandes y buenos tiempos.
Cuando nosotros nos incorporamos, ya habían celebrado la cena Rossini. El compositor italiano fue un gran gastrónomo y bon vivant. Cuenta Néstor Luján en Carnet de Ruta. Las recetas de Pickwick,  que Rossini fue un enorme devorador de macarrones y los popularizó en Francia, donde dejó su nombre a muchas cosas de la cocina francesa. ¿Conocen los macarrones "a la Rossini"? En su libro, el gran erudito que fue Néstor Luján cuenta una anécdota relacionada con ellos y el compositor. Rossini era tan fácil músico como perezoso. En 1816, el empresario del Teatro San Carlo de Nápoles, le encargó la ópera "Otello" y, para componerla, le ofreció el Palazzo Berio, que este empresario poseía. El vividor Rossini estuvo seis meses como huésped bebiendo y comiendo con sus amigos. La música no avanzaba, pero el ínclito compositor vivía en el Palazzo como pez en el agua. Al final el empresario se hartó y una noche, los criados secuestraron a Rossini, lo encerraron en una habitación y allí quedó el maestro a ración de macarrones hervidos hasta que acabara su ópera, que todavía no había comenzado. A las veinticuatro horas, Rossini lanzó por el torno la obertura de la futura ópera. Luego, en pocos días, salieron los tres actos y fue liberado. Sin embargo, el empresario, que no conocía la notación, se enteró luego que estos tres actos solo tenían de original los números 1, 2 y 3 que los encabezaban. Rossini había repetido infatigablemente  toda la obertura, adaptándola a la buena de Dios a los diálogos para recobrar su libertad y comer sus timbales de macarrones trufados, que eran su delicia. 
¡Qué menos que dedicarle un homenaje gastronómico a tan singular personaje! 
Rafa Gálvez asistió a la cena acompañando a Emili Marín, también buen gourmet y por aquel entonces, director de la Revista Saó. La cena fue todo un éxito y dio pie a otros proyectos gastronómicos de Foc i Cassola.
Cuando nosotros nos incorporamos, el proyecto que se iniciaba era una cena dedicada a la pintura de Sorolla. Si la cocina mediterránea es por antonomasia la cocina del color, qué mejor que inspirarse en el pintor que tan bien supo reflejar en sus cuadros el Mediterráneo, natural y luminoso.
Recuerdo que aquella primera noche, en la que conocimos a gente nueva y divertida, nos repartieron a cada uno una postal con un cuadro de Sorolla. A nosotros nos tocó el retrato de la actriz Raquel Meller. Tuvimos más suerte que Raimon Tortosa al que se le adjudicó el del escritor Ramón Pérez de Ayala.

Resultado de imagen de sorolla raquel meller

El reto consistía en crear un plato inspirado en cada una de las imágenes y que las evocara. Quedamos emplazados para el mes siguiente en el que Raimon no pudo acudir pero sí su mujer, Xefa que apareció con la invención: Un capellanet metido en un vol-au-vent, a modo de sarcófago. Y la verdad que el capellanet tenía la cara del escritor, que era enjuto y demacrado. Alguien le metió al capellanet un cigarrillo en la boca. En la vida me he reído tanto.
Así que solamente nos tiramos dos años haciendo pruebas de la dichosa cena Sorolla. Viaje a la Vall, vuelta de la Vall, y con la niña siempre en las cenas de adultos porque no teníamos con quién dejarla. Al regreso le decíamos Tú empieza a dormir que mañana hay cole.
Y ahora hay que hacer una prueba para cinco comensales. Y ahora para diez. Y ahora para veinte.
¿Pero celebraremos alguna vez la cena?, ¿Existirá una cena Sorolla? Dos años señores, dos años para preparar una cena. Al final hubo ultimátum. La cena Sorolla se celebraría el quince de noviembre en el restaurante El Riberet de Bocairent y el veintidós en La Matandeta.Resultado de imagen de Sorolla Francisco Pérez de Ayala



A la cena de El Riberet se apuntaron dos personas. Menos mal que Dios existe y siempre cuenta chistes. Un día antes de celebrarse cayó tal nevada que tuvieron que cortar la carretera de acceso a Bocairent y claro, por fuerza mayor, hubo que suspender el ágape.
Recuerdo que llamó esa noche Rafa Calabuig para contármelo y me preguntó  que cuántas reservas teníamos para la semana siguiente. Catorce, le contesté. Helena que estaba a mi lado me dio un codazo.¡ Serás mentirosa! Pero si no se ha llamado nadie. Además, esa noche, la del veintidós, jugaba el Valencia.
 Yo había enviado a todo el fichero de nuestros clientes el menú y el folleto de Foc i Cassola. Unos seiscientos sobres que me escribí a mano. El que algo quiere, algo le cuesta. No existía internet.
Pero a los no creyentes, a veces, también se nos aparece la Virgen de Lourdes. La gente empezó a hacer reservas justo tres días antes. Y cuando íbamos por ochenta y seis comensales, Toni López  me decía: ¡ No cojas más gente! ¿Cómo vamos a dar una cena de quince platos por comensal a tantos ? Y por el otro auricular, Rafa Calabuig, muerto de risa me animaba: Tú sigue cogiendo gente. Al final fueron ciento tres, según consta en el Libro de Reservas de aquel día.
La fiesta estuvo en la sala, pero la fiesta mayor era en la cocina. Casimir Romero, emocionado, hizo la presentación de la cena. Xefa y Raimon, como buen matrimonio que son, se pasaron la noche discutiendo, a Vicent, el de Menjars Clareta, no le quería ayudar nadie a pelar los lenguados  y yo a mis tres ayudantes les había hecho limpiar, de buen mañana, la campana, que es un faenón, porque Joan Micó me había contado que no tenía otra obsesión, cuando entraba en la cocina de un restaurante que fijarse en la limpieza de la campana. Hacía tiempo que habíamos comprado una partida de cervezas extranjeras que no había cliente que se las bebiera y esa noche cayó entera.
¡Qué noche la de aquel dia! Y el público lo que colaboró.
Ya saben ustedes que La Matandeta ha cumplido veinticinco años y la familia pensó, puesto que la clientela es tan diversa, no en una sola celebración, sino en todo un año. La cena Sorolla ha cumplido quince años y se nos ocurrió repetirla, eso sí versionada.
Será el próximo miércoles, 22 de febrero. Rubén Ruiz y su equipo junto a Raimon Tortosa y Rafa Calabuig llevan tiempo trabajando en actualizar aquel menú porque nosotros ya no somos los mismos, aunque nos guste el mismo mogollón. Esta vez el partido es Valencia-Real Madrid. Yo no envié  mis proyectos  a luchar contra los elementos y mucho menos contra los partidos de fútbol, pero la vida es así.
Y además,  creo que la Virgen de Lourdes ha tomado vacaciones.
Salve y bona nit. Si les apetece, aquí estaremos, celebrando que seguimos vivos.Mostrando IMG-20170202-WA0008.jpg











sábado, 18 de febrero de 2017

LA CENA SOROLLA III

La señal llegó en forma de sueño. Volvíamos a  vivir en nuestro piso de Sedaví y yo estaba asomada a la ventana de mi estudio cuando veía cruzar la plaza a mi amiga  del alma, Carmen Minguet. Bajaba las siete plantas del edificio, saltando los escalones de tres en tres, sin  esperar al ascensor. Le preguntaba ¿Es verdad que tenemos que volver a estudiar el bachiller? Sí, lo que hicimos no sirve para nada. Pero si estudiamos el BUP y el COU. No importa, yo trabajo de profesora y lo tengo que repetir también. Entonces empezaba a ahogarme, me faltaba el aire, me asfixiaba y me despertaba.
El sueño era constante, repetitivo. Pero, no sé por  qué me acordé del diálogo entre Alicia y el gato de Chershire:
Qué camino tomaré. Eso depende de adonde quieras ir, le contestó el gato. A cualquier parte con tal de salir de aquí. Pues entonces es fácil. Se trata de que camines lo suficiente.
Caminando, no. Pero en coche llegué a la Escuela Oficial de Idiomas de Valencia y me matriculé en francés, inglés, italiano y portugués. En árabe no, porque no quedaban plazas.
Tres años después, hice la preinscripción en la Facultad de Filología. Era el primer año que se aplicaba el Plan Bolonia. Me fuí de Erasmus a la Facultad de Letras Aix-Marseille. Volví, acabé la carrera. El año pasado cursé el máster del profesorado de la UV. Menos mal que estaba cansada porque si no me hago también el doctorado.
Es curioso, pero el sueño ha vuelto a aparecer, aunque ahora con otro disfraz.
Cuento estas cosas tan íntimas  porque, aunque sé que las experiencias son intransferibles, puede que le sirvan a otras personas. Los problemas no son tan apabullantes cuando los compartes. Creemos que todo se  acaba y todo vuelve a comenzar. Hay muchas vidas dentro de una sola.
Pero estas entradas, tres, se llaman La cena Sorolla y yo todavía no les he contado una palabra sobre esa cena. Mejor lo dejamos para mañana, ¿no les parece?
Salve y feliz fin de semana.





jueves, 16 de febrero de 2017

LA CENA SOROLLA II

¿Por dónde íbamos? Me pasé  años haciendo cursos de cocina. Los lunes, que era el día que cerrábamos el restaurante, yo me iba al CDT, a los días de Cocina de autor. He estado en cursos de cocina de Ferrán Adriá, de Carmen Ruscadella, de Koldo Rodero, de Toñi Vicente, de  Joan Roca... Y sigo sin saber picar cebolla. Pero no se trata de eso, sino de darle forma a  una cocina que tiene mucho que ver con tu manera de ser. Francis Montesinos no sabe cortar telas, ni Donatella Versace sabe coser. Sin embargo, han sido capaces de  revolucionar el mundo de la moda. De eso se  trata. ¿Lo entienden?
Resultado de imagen de museo sorolla de madridLlegaron los Divendres dels tastavins y Rafa Gálvez se trajo a todas las bodegas valencianas. Las cenas de Sant Joan y montamos cada una...
Bueno, pues había que casar a los novios que necesitaban una boda civil. Pepe Cataluña, el alcalde de Gilet ofició la primera. Pero para la segunda, convocaron los del PSOE un congreso extraordinario en Alicante y ya no pudo ser.
Hazlo tú. Le dije a Rafa Gálvez. No, tú te has metido en este lío y tú saldrás de él. Me  contestó.
Preparamos  el aperitivo, la cena y los casé. A varios. A  muchos.
Llega un momento en la vida en el que tienes que parar porque si no te machacas tanto que acabas por no reconocerte. 
Si no llega a aparecer Rubén Ruiz en nuestra vida, yo ahora estaría muerta o en el manicomio. ¿Cómo no voy a querer a mi yerno si le debo la vida?
Recuerdo que no hablaba con nadie. Que habían clientes de La Matandeta que nunca me  habían visto. Y yo siempre estaba allí.
Debió de ser una especie de depresión.  Por las mañanas me despertaba y me decía... Si todo  lo que me espera en  la vida es una  cocina, por mí, acabemos ya. No había futuro, ni esperanza. 
Entonces es cuando apareció el sueño, fue una señal. Y qué señal.








miércoles, 15 de febrero de 2017

LA CENA SOROLLA

Creo que ya  les he contado en otra ocasión que me hice cocinera a la fuerza. Yo tenía un trabajo que me entusiasmaba. Conocía a gente  interesante, tenía reuniones con gente importante y viajaba un par de veces al año al extranjero por cuestiones de trabajo.
Me bajé de los  tacones de aguja, colgué el traje chaqueta en el fondo del armario y pasé de relacionarme con lo más in a hablar con el gitano que me traía los caracoles. Así, sin transición.
Los primeros años fueron a tope. Necesitaba toda mi  energía  para aprender a cocinar en plan profesional. Pero antes de dar el salto, yo ya me fui preparando el terreno. Un día le pregunté a mi colega Lore Vega, jefa de comunicación de la consellería de Industria, Comercio y Turismo, dónde podría apuntarme a cursos de cocina y ella me remitió a Javier González que con el tiempo y una caña se convertiría en el director del Centro de Desarrollo Turístico.
Mis primeros cursos de cocina fueron en el Hotel Astoria. Allí Txemi Baviera (Venta  de l`home) y Javier de Andrés (entonces La Sucursal, ahora Veles i Vents) nos enseñaban las cosas más básicas y más interesantes de la gastronomía. Tan aplicada debí de ser, que cuando Txemi y Javier se hicieron cargo de la Asociación  de Restaurantes de Valencia, me pidieron que formara parte de la directiva. Entonces debí conocer a Rafa Calabuig. ¿O no? No.
Fue en aquellas jornadas gastronómicas en el Hotel Astoria. Me llamaron del CDT para que participara y no se me ocurrió otra cosa que decirles que no.
Javier González, ínclito director, se me puso al teléfono para decirme... María Dolores, habrá restaurantes en Valencia que pagarían por participar en estas jornadas y tú dices que no.
No de acojono. No de sentido del ridículo. No de miedo escénico.
Bueno, pues vamos para allá. ¿Quién dijo miedo habiendo hospitales?
No se me ocurrió otra cosa que freir ancas de rana.. La marjal, xica. Si. Les granotes
Paco Baixauli Mena que no es familia mía, pero entonces era alcalde de Silla, me había hablado de la Escuela de Oficios de Silla y de cómo estaban recuperando la cría de ranas. Pero resulta que solo habían recuperado dos.
En el aula que nos habilitaron en el Hotel Astoria no había freidora y le pregunté a Sebastián Romero (La Sequieta, en Alaquàs) cómo podría freir las ancas de rana. Con una parisienne, me contestó. Ah! si. Que sabía yo lo que era una parisienne.
Creo que aquel día conocí a Rafa  Calabuig, que ha sido tan importante en mi vida. Porque me introdujo en el circulo de la asociación gastronómica Foc i cassola y porque me presentó al que con el tiempo se convertiría en mi amigo del alma, Joan Roig.
CONTINUARÁ...