domingo, 5 de julio de 2020

UN PARAGUAS OLVIDADO

Vuelvo a Vinaròs a participar en la xarxa llibres. El Instituto está vacío. Apenas unos cuantos profesores para recoger los libros de todos los que han aprobado. A mi me  tocan los de 3A, con mis compañeras Sonia Sorlí i Dolors Gimeno. Los estudiantes  entran poco  a poco. No hay  contacto físico, ni besos ni abrazos de despedida. Tras las  mascarillas la  boca sonríe en un amago de  despedida, pero son  los ojos quienes dan el último ánimo. Hasta  pronto. Feliz verano.
Terminamos  en una hora y me voy con Manuel a  la  platja del Clot. A ver si me  despido de Miguelito. No he  podido hacerlo de Remei, mi primera  casera, que está en Tarragona con su hija, ni de la madre de  Saule, que está fuera hasta el miércoles, ni de  Anabel, que no puede venir hoy desde Benicarló, pero nos veremos otro  día.


Si que me  despido de mi alumno Joan Miralles, en El Mozart. Pero qué guapo se ha puesto este chico durante  estos tres  meses  que  no lo veía. Habrá madurado como todos. Y también me despido de mi compañera y jefa de Departamento María Teresa  Ulldemolins, con un comida en El Bergantín. Aunque nos prometemos  vernos  muy pronto en La  Matandeta.




Me voy con un sabor agridulce  de Vinaròs. Tengo la sensación de que me he dejado muchas cosas por hacer, muchos días por vivir. Muchas historias por contar.
El viernes, cogemos el tren a  las 13,30 y a las 14 estamos en Alcalà de Xivert. Nos espera Joan  Roig. Se supone que solo vamos a comer con él, pero nos quedamos hasta el lunes  en su casa.
Joan nos lleva  al Can Roig. Dani, su sobrino, abrió el Can un doce  de marzo y lo cerró el viernes 13. Amanda se acuerda del día que le dije en La Matandeta ¿tú te irías a trabajar a Alcossebre este verano? Y eso por dónde  para, contestó. Dani y Amanda se enamoraron  aquel verano  y desde  entonces  son pareja. Ahora están al frente del Can Roig. Y Joan suspira  por volver a  recuperar su vida en La Habana. Pasó aquí todo el confinamiento y hasta esta semana no han abierto La Habana.



En  la entrada de la casa  de Joan, me espera  mi paraguas olvidado un catorce de  octubre en  su coche. Es un paraguas muy bonito que no llegué  a estrenar. Íbamos a  la fiesta sorpresa  de Helena en la Sala Russafa y a la vuelta, lo olvidé en  su coche. El paraguas lleva desde octubre esperándome. No lo llegué  a  abrir  aquella noche de fiesta para Helena, de  alegría para  todos y de ... Si pudiéramos acertar los lunes la quiniela del domingo... Qué fácil sería la vida.
Nos vamos con Joan de calas, a la playa de  Las Fuentes, tan curiosa, alimentada con  fuentes, en  las que el  agua caliente está por debajo y la fría, dulce, con menos densidad flota sobre la segunda.


La conversación con Joan transcurre entre fotos y comentarios de  la actual Habana, del  mundo  en el que  se  mueve, de su fascinación, de la que dí fe en 2009, por esa ciudad que resurge de sus cenizas. El Serra d'Irta está a cargo de Modesto Fabregat, que tuvo L'arbequina en Castellón. Nos observamos  mutuamente  hasta que  yo me acuerdo de los cursos de cocina que hice con  él  en el CDT de Valencia (Centro de  Desarrollo Turístico) en una de mis  otras vidas, la  de cocinera de  La Matandeta. Cuánto ha  llovido desde entonces, me comenta. Más bien ha diluviado le  sugiero yo.


Es domingo . He recuperado la costumbre de comprar los periódicos a primera hora de  la  mañana. E invito a Manuel a desayunar en My Gelatto. El camarero que nos atiende es de Costa Rica. Joël conoció a su mujer alli porque esta  fue a hacer las prácticas. Es bióloga  marina y la  hija de los dueños de  la mejor heladería de Alcossebre. Ahora viven seis meses aqui y seis en Costa Rica. Entonces, siempre vivís  en verano, le comenta Manuel. Así es. La de cosas que se hacen  por amor...
El lunes por la mañana cogemos el tren en  Torreblanca. No sin antes decirle a Joan que iré a La Habana. No sé cuándo, pero le prometo que  estaré allí una temporada  para conocer su  nueva vida y escribir del mundo que lo rodea.
Salgo de la Calle  Aralar con la maleta, el bolso y el paraguas olvidado una noche de octubre.
Si los objetos hablaran como en  las novelas de Manuel Mújica Laínez ...
Lo bien cierto, es que el paraguas no seguirá en  mi vida, a pesar de haberlo recuperado.
Esta vez lo olvidé en  el tren  en  el que llegamos  a Valencia.
Cuando yo digo que tengo  el récord mundial de paraguas olvidados  sin estrenar, por algo será.
Salve y ustedes lo pasen bien.