sábado, 20 de abril de 2013

MATERIA DE BRETAÑA

Es curioso cómo las palabras y las expresiones pueden anunciarse en nuestro camino, en nuestra vida, sin que tengamos en cuenta el cariz que tomarán en un futuro.
Me explico, la primera vez que escuché el enunciado Materia de Bretaña fue en la portada de un libro que mi hermana se acababa de comprar. Era el título de la novela con la que la escritora valenciana Carmelina Sánchez Cutillas ganó en 1975 el premino Andrómina. En la contraportada se mencionaba que la obra trataba de los recuerdos de infancia de la escritora transcurridos en Cap Negret y en Altea.
Recuerdo que a mis quince años yo me pregunté qué tendría que ver la infancia en Altea con la Bretaña, pero en aquel momento no leí la obra.
Tres años después, la materia de Bretaña, sin que yo supiera que se trataba de ella, volvió a cruzarse en mi camino a través de la lectura de John Steinbeck, El rey Arturo y los caballeros de la tabla redonda.
La materia de Bretaña alude a todos los relatos, cuentos y poemas que hacen referencia a la leyenda artúrica y a la historia de los bretones y fue enunciada como tal por Jean Bodel en el siglo XII, en su poema Chanson de Saisnes. El contrapunto lo pone la materia de Francia  compuesta por las canciones de gesta, crónica de la formación del imperio carolingio y en donde la figura del rey Carlo Magno es ensalzada. Seguro que les suena la Chanson de Roland, cuya muerte tuvo lugar, según la leyenda en el desfiladero de Roncesvalles, en una emboscada de los sarracenos de Zaragoza.
Viene todo esto a cuento de que las leyendas y las aventuras del rey Arturo y los caballeros de la Tabla Redonda han conformado todo un bagage histórico que ha perdurado hasta nuestros días.
Un mito, con más de mil años de antigüedad, de una sociedad en la que la vida se fraguaba a través de tres órdenes sociales: oratores, laboratores y bellatores: los que rezan, los que trabajan y los que guerrean; donde  los caballeros partían en pos de aventuras a través del bosque, escenario de lo desconocido, y a través de las cuales probaban su amor a las reinas y damas, y se hacían merecedores de sus encantos.
La literatura medieval francesa tiene una riqueza que ha perdurado hasta nuestros días. Descubierta y estudiada a partir del siglo XIX, es el mudo testimonio de una época, la medieval, que abarcó más de mil años y quedó en la oscuridad y ensombrecida a causa del Renacimiento, que así la enunció, edad media, para hacer referencia a lo que existió entre ellos y los clásicos de la antigüedad.
Estudiosos como Umberto Eco, han tratado de resituarla en las coordenadas que se merece. En El nombre de la rosa, el profesor italiano nos da una visión práctica de lo que fue aquella época y del significado de la cultura y del conocimiento como forma de dominar el mundo a través de la religión.
Este curso y aquí en Francia, me matriculé el primer semestre en la asignatura Littérature classique: le roi et le prophète, donde analizamos las obras Lancelot du lac y Merlin de Robert de Boron. La profesora, Elodie Burle-Errecade, a quien ustedes ven en una foto que no le hace para nada justicia, me sugirió que puesto que tan interesada estaba en la materia de Bretaña, me inscribiera el segundo semestre en una asignatura  que ella impartía: Lire le texte medieval, en donde me iniciaría en el francés medieval, entendiendo por tal el francés  utilizado  entre  el latín y el francés moderno.
Mme. Burle, que tiene un gran parecido a Ana María Minguet, la hermana de mi amiga del alma, nos llevó de la mano y sin estridencias a través de la foresta inexpugnable de una lengua, la francesa, y de una literatura que han llegado hasta nuestros días.
Un tiempo en el que lo real y lo maravilloso se mezclaban sin orden. Miraviglia, lo que se percibe y asombra a través del ojo. Caballeros errantes en busca de aventuras con que ser merecedores del amor de la dama. El amor cortés. Las hadas que viven en los lagos y se peinan en el borde las fuentes. El rey arturo y sus caballeros y doce años de paz durante los cuales todo fue posible.
En definitiva, unos mitos que perviven y se revisionan todavía hoy.
Pero... ¿El héroe es perfecto? No, si lo fuera, no existiría el relato  que se basa precisamente en sus fallos y defectos. Y si no, piensen en todos los héroes que conocen y analicen de qué va su historia.
 
Materia de Bretaña, Carmelina Sánchez Cutillas, quince años. Lancelot du Lac, Elodie Burle-Errecade, cincuenta y dos años. Sí, pienso que mi proyecto final de grado versará sobre la materia de Bretaña. Yo creo mucho en las intuiciones.

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