miércoles, 15 de agosto de 2018

SEGUNDO DÍA: QUÉ SE TE HABRÁ PERDIDO EN BROOKLYN

Durante mi adolescencia, esa  fue  la frase  favorita  de  mi  madre. ¿Qué se  te habrá  perdido en  esa  manifestación?  ¿Qué se te habrá perdido  en  el cine-club con esos chicos?¿Qué se te habrá perdido en ese viaje?¿No podrías  ser como...?No podría ser como, porque entonces no  sería yo.
Anoche me acosté nada  más llegar. Sobre  las seis de la  tarde. Estaba lloviendo  a cántaros y yo me  había  despertado  a las tres de  la  madrugada, hora española. Hoy he  amacecido a las  cinco de la madrugada, hora neoyorkina. A las siete ya estaba  pateando  las calles de  Brooklyn. He ido  desde  Sterling hasta  el puente andando y  desde  alli a la  Zona  Cero. Apenas he  hablado  con nadie, salvo para  preguntar el camino hacia el puente y el de  regreso. Son  las tres  de la tarde aquí, pero  yo siento como si  viviera  en las nueve de  la  noche. Esto  sí que  van a ser  muchos días sola. Como no  hable con  la eterna adolescente  Quésetehabráperdido pocos  diálogos voy a  tener.


El punte de Brooklyn fue inaugurado en 1883, una obra  maestra  por aquel  entonces de  la  ingeniería humana.
Pero pienso en el  poema El puente de Hart Crane, que  constituye  el último gran  intento  en la  literatura norteamericana de construir el  mito de la tierra prometida. También  Maiakovski y Jack Kerouac han  cantado al puente. Lorca, que conoció a Crane durante su estancia en Nueva York, lo hizo con menor hipérbole, aunque no menor viveza en Ciudad sin sueño (Nocturno del Brooklyn Bridge de Poeta en Nueva York) Aquel muchacho que llora/porque no sabe la invención del puente/ 0 aquel muerto que ya no tiene/más que la cabeza de un zapato/ hay que llevarlos al muro/ donde iguanas y sierpes los esperan.
La noche del 26 de abril de 1932, Hart Crane recibe una  paliza a bordo del Orizaba, el vapor en el que volvía a los Estados Unidos, después de un año de estancia en México, por haber intentado aproximarse a uno de los marineros. Convencido de que la felicidad, que tan ansiosamente había  buscado en los urinarios públicos de Nueva York, le estaba vedada a los homosexuales, se despidió de los pasajeros, se quitó la chaqueta, la dejó cuidadosamente doblada en el suelo y se arrojó a las aguas del Golfo de México.
Su temprana muerte, según algunos críticos, privó a los Estados Unidos de su último poeta moderno.



Lo que me ha costado volver a la casa, en el 236, Sterling Street. Varios a los que he preguntado, me han enviado a Sterling Place, hasta que una mujer que entraba en su casa situada allí y que hablaba perfectamente español, me ha sacado del apuro.
He cruzado por la biblioteca de Brooklyn bajo un sol de justicia. Y por Empire Avenue enseguida lo he encontrado.
En la casa no había nadie, salvo el australiano que se preparaba unos huevos revueltos y me ha  invitado. Yo traía un aguacate de medio kilo y con él y una cebolla roja,  he improvisado una ensalada.
Le he dicho que mañana quiero ir al Metropolitan. Solo son las cinco, pero para mí como si fueran las once. A leer y a dormir. Mañana ya lo llevaré mejor.



1 comentario:

  1. Tú como Machado, dialogo con el hombre que siempre va conmigo, tienes tu propia música interna.
    Las distintas M. Dolores que te habitan responden y cuestionan al hilo de tu pensamiento, y alguna de ellas, estoy segura, te sigue sorprendiendo.
    Nada se te ha perdido en Brooklyn pero tú has ido a perderte en Brooklyn para encontrarte.

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