viernes, 29 de julio de 2022

PEQUEÑOS TESOROS EN LA CALLE DEL OBISPO

 


                             Mario Conde pensó que, en verdad, podía  considerarse un ser muy afortunado: le                                       faltaban miles de cosas, le habían robado cientos, lo habían engañado y manipulado,                                  el mundo entero se hacía mierda, pero todavía él poseía cuatro tesoros que, en su mag                                nífica conjunción, podía considerar los mejores premios de la vida. Porque tenía bue-                                  nos libros para leer; tenía un perro loco e hijo de puta del cual cuidar; tenía  unos                                    amigos a quienes joder, abrazar, con quienes se podía emborrachar y soltarse a recor                                  dar otros tiempos que, en la benéfica distancia parecían mejores; y tenía una mujer a la                              que amaba y, si no se equivocaba demasiado, lo amaba a  él. Gozaba de todo aquello                                  - y ahora hasta de dinero-, en un país donde mucha gente apenas  tenía nada o iba per                                diendo lo poco que le quedaba: porque demasiadas personas con las que cada día se                                  topaba en sus afanes callejeros y le vendían sus libros con la esperanza de salvar sus                                  estómagos, ya habían perdido hasta los mismísimos sueños.


                                                                                        Herejes                                                                                                                                                  Leonardo  Padura 


En la calle del Obispo hay tres librerías de viejo, que se alimentan de aquello que menciona Padura en la estrofa que les acabo de citar. Mario Conde ya no es policía y se dedica junto a un joven llamado Yoyi a localizar bibliotecas y ejemplares para venderlos por encargo.

Ayer andaba yo por esta calle, siempre llena de gente, de colas ante las tiendas, de vendedores ambulantes de fruta, cuando me crucé con Irela Rojas y su  hija de ocho años, Carla del Rosario. Yo, para variar, pensaba en las musarañas y dialogaba con la que siempre va conmigo. Fue ella quien me vio. 

Me  contó que su hijo, estudiante de ebanistería, se había herido con el clavo de una tabla y lo habían tenido que intervenir de urgencia. La caja de paracetamol que le regalé le había resultado proverbial. Me despedí de ella prometiéndole que hoy le llevaría al Museo de Arqueología donde trabaja, una caja de Nolotil para el joven.

Se ha emocionado cuando ha visto que junto a la medicación le aportaba un kilo de leche en polvo. El lunes tiene fiesta y me ha invitado a su casa.

He vuelto al edificio Sloppy Joe's por la calle del Obispo y me he detenido en la librería Victoria. He preguntado por el libro de Frei Betto Fidel y la religión. Si, lo tenían, me ha contestado un hombre de  pelo  liso y oscuro y tez muy blanca. También he conseguido el libro de Ignacio Ramonet, el mítico director de Le monde diplomatique, Cien horas con Fidel. Leer y observar para entender.

Mis ojos han recalado en la portada de Camilo, señor de la vanguardia de William Gálvez. Una interesante biografía de Camilo Cienfuegos. Sólo se hizo una edición, me ha comentado el hombre. Lo he comprado. También El siglo de las luces de Carpentier, que leí hace más de treinta años y varios de Padura.

Al llegar a casa, cuál ha sido mi sorpresa al contemplar la dedicatoria escrita de puño y letra por el autor y dirigida a querido amigo y hermano García Márquez. 



¡Madre mía! Un libro dedicado al premio Nobel por este autor. ¿De dónde habrá salido?¿Quién lo tenía antes de que llegara a manos del librero de Victoria?¿El propio García Márquez? ¿Quedó olvidado en la casa que habitó el querido autor de Cien años de soledad, aquí en La Habana? ¿Lo vendió algún mucamo desalmado a espaldas de su viuda, Mercedes?

Otra vez mi mente se ha ido a buscar las musarañas...  


                                             

EN EL ESTUDIO DE GRABACIÓN

 


Miguel Ángel Jiménez se está convirtiendo en una estrella mediática. El Chefarándula, como es conocido en Cuba cada día gana adeptos a su programa de televisión. Miguel Ángel se marchó a hacer las Américas, nunca mejor dicho.

La idea, que surgió durante la pandemia y el consiguiente confinamiento que en Cuba fue realmente largo, empezó como un entretenimiento para no aburrirse en su apartamento frente al Malecón. Había cerrado sus puertas el Hotel Parque Central y como a todos los empleados, lo enviaron a casa. No volvió a España porque no tenía los papeles para sacar a sus perritas Diva y Gala, así que empezó a grabar videos elaborando recetas hispano-cubanas y subiéndolas al Instagram. De ahí pasó a invitar a cocinar con él a sus amigos artistas y cantantes. El Instagram consiguió cada día más adeptos, enclaustrados y aburridos como el propio Miguel Ángel.

Cuando empezó la nueva normalidad, le propusieron llevarlo a la televisión. La primera temporada tuvo éxito y le acompañó un libro. Cuando vino a España me propuso escribirlo, pero las fronteras seguían cerradas para los turistas y no pude venir. Pero tuvo el detalle de sacar mi foto, la de mi padre, la de Rubén y de publicarme un artículo. Hay gente que me reconoce.


Miguel Ángel y un equipo de producción compuesto por treinta personas, llevan quince días encerrados en una antigua cristalería, convertida en set de grabación, preparando la segunda temporada de Chefarándula, que está vez se emitirá a partir del primer viernes de septiembre, en horario de máxima audiencia.


Hemos venido esta  tarde a ver cómo va. Ahora  le toca grabar con el dúo Iris, ganadores este  año del Festival de San Remo Award, que se celebró en La Habana en el mes de abril. La receta, torrijas mojadas en leche de maní con caramelo de toffe. Las recetas son creación de Miguel Ángel, que además de alma del programa se ha convertido también en productor ejecutivo.


Esta segunda temporada cuenta con importantes sponsors buscados por el chef. Las  televisiones de Chile y Perú están interesadas en la compra del programa.

Lo dicho, Miguel Ángel Jiménez se vino a hacer las Américas.




martes, 26 de julio de 2022

EL 26 DE JULIO EN LA HABANA

 


                                    Había encallado en una ciudad en la que, para colmo, cada noche, a las nueve en                                        punto, retumbaba un cañonazo sin que hubiese guerra declarada ni murallas para                                      cerrar y donde siempre, siempre, en épocas de bonanza y en momentos de aprieto,                                      alguien oía música y, además, la cantaba.

                                                                                  Herejes                                                                                                                                                    Leonardo Padura                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                               Ha estado lloviendo toda la tarde. El calor tropical propicia estas tormentas, cargadas de truenos. Pero hace tanto calor, que el asfalto mojado por la lluvia exhala más calor.   

Hoy es día feriado en Cuba, ayer y mañana. Los cubanos celebran el asalto al cuartel Moncada por un joven abogado llamado Fidel Castro y otros militantes del Partido Ortodoxo, en la ciudad de Santiago. Fue en 1953. Un año antes, el general Fulgencio Batista había dado  un golpe de estado y se había hecho con el poder.

  La orden del dictador fue eliminar a diez revolucionarios por cada soldado del régimen muerto en combate. La masacre se generalizó y fueron asesinados la mayoría de los asaltantes. Los sobrevivientes fueron detenidos tras feroz cacería, enjuiciados y condenados a prisión. En su histórico alegato en el juicio por los asaltos a los cuarteles Moncada, y Carlos Manuel de Céspedes, Fidel Castro señalaba como razones para una revolución en Cuba, la crisis de las instituciones políticas y los gravísimos problemas sociales existentes, agravados todos por el ilegal golpe de estado del 10 de marzo de 1952. El control, la amenaza y la represión policial se hicieron sentir ante la más mínima intolerancia de la oposición, aun las que propugnaban soluciones pacíficas. La crisis política apuntaba aceleradamente a un callejón sin salida. La situación del país era precaria en temas tan vitales como la salud, la educación y el trabajo. Las clases pobres no tenían acceso a los medios de vida indispensables y sufrían todo tipo de maltratos y vejaciones. Un triste panorama empañaba la vida del cubano común.

Fidel Castro asumió su propia defensa en el juicio que le llevó ante los militares.   Su alegato final terminaba con la frase La historia me absolverá. Fue condenado a diez años de prisión, de los que cumplió dos. Después fue liberado y partió a México desde donde volvería con el barco Granma, setentay ocho cubanos y cuatro extranjeros. Alcanzada Sierra Maestra, desde allí harían la guerra de guerrillas al ejército de Batista compuesto por diez mil soldados.

El Movimiento 26 de julio fue uno de los partidos que se alzó con la revolución cubana. Este año le ha correspondido a la ciudad de Cienfuegos organizar el acto político.

En La Habana las guaguas que llevan a la playa estaban repletas y los turistas celebraban su aperitivo en la terraza del Hotel de Inglaterra. 


                                                                                                                                                           


lunes, 25 de julio de 2022

ESTAMPAS HABANERAS

 


                                          El lánguido invierno tropical iba y venía, incluso en el plazo de un mismo día,                                              y era difícil saber en qué tiempo se vivía: Un invierno de mierda, se dijo, y                                                    observó toda  la  toda la calle Paseo, oscurecida por sus arboledas, barrida                                                 por un viento marino que arrastraba papeles y hojas muertas. Nadie se atre                                                 vía a ocupar los bancos del pasaje central de la avenida que al Conde le pare                                               cia la más hermosa de La Habana.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                Pasado perfecto                                                                                                                                                Leonardo Padura                                                                                                                                                                                 


A  las siete de la mañana me he ido a correr por el Malecón. Manuel se ha rajado. He enfilado por la avenid Paseo del Prado, como escribe Padura, una de las más hermosas de La Habana, custodiada por cuatro leones de bronce, en su inicio y al desembocar en la bahía.



Sentado en un banco, un hombre de mediana edad se masturbaba con todo el cipote al aire. Han pasado tres mujeres: Abuela, hija y nieta. Ésta llevaba una botella de Havana Club vacía, pero era la mayor la que más efectos colaterales presentaba. Para los cubanos, el ron es como el agua. Sin distinción de edad, ni género. 

Más adelante, unos jóvenes practicaban malabarismos, Dos eran auténticos maestros y enseñaban al más joven que achacaba sus fallos a la ingesta de la bebida nacional. Varias personas se dirigían a sus trabajos. Las guaguas pasaban prácticamente vacías. Cerca de la  bahía está el hotel Packard de la cadena Iberostar, en la que se alojaron los reyes de España durante su visita. A Miguel Ángel lo trasladaron para ocuparse de los ágapes. Tiene en el salón de su casa una foto con la reina Letizia, otra con el matrimonio Díaz-Canel y la tercera es con Frei Betto, que también me lo he perdido. Uno de  los teólogos de la liberación, autor de  sesenta libros, entre ellos Fidel y la religión, asesor del presidente Lula y actualmente asesor del gobierno cubano. Estuvo apenas veinte  minutos en el estudio de grabación de los programas de Miguel Ángel y no dio tiempo a  que fuéramos.



Junto al Malecón unos jóvenes pescan. Viro a la izquierda, a mi derecha la embajada de España, que parece un gran pastel de bodas, la estatua de Martí. Me cruzo con otras corredoras. Un pescador lleva jureles asidos a un alambre.



Le digo  a Miguel Angel que como caiga el sistema político va a tener que  salir por pies. Él me contesta que  en  primer lugar es empleado de  la cadena Iberostar  y en segundo lugar, quién va a querer  una isla que solo vive del turismo. Pero con una gran posición estratégica, le contesto. En Guantánamo siguen los americanos en su base militar.

Los cubanos están instruidos, quien no tiene una licenciatura, tiene dos. Sus médicos trabajan en todo el mundo. Han sacado cuatro vacunas contra el Covid y el 98% de la población está vacunada con tres dosis. A pesar de sus precariedades, veinticinco mil niños con secuelas del accidente nuclear de Chernobil fueron tratados en la isla. La intervención militar cubana de los años setenta y ochenta en Angola, no fue una ingerencia tradicional en pos de intereses mercenarios, pillaje y beneficios materiales, sino el único ejemplo conocido de una nación que envía más de trescientos mil hombres a combatir por la libertad de otro pueblo en otro continente. Derrotado el apartheid  sudafricano y así apuntalada la emancipación del Cono Sur de  África, los cubanos regresaron a su isla con las manos vacías. De Angola solo se llevaron los restos de sus más de dos mil compatriotas caídos en combate.


En La Habana, amanece por  la derecha del malecón y se pone el sol  a la izquierda. Así que el malecón tiene espectáculo a primera hora y a la útima, justo antes de que  a las nueve suene el cañonazo desde la fortaleza.

No hace calor y sopla una suave brisa, me he cruzado con algún jinetero que me ofrece un taxi, tabacos, cambiar euros. Una chica practica yoga. Una pareja de españoles. Las barquitas de pesca. Y al cruzar la plaza Vieja, una tremenda cola con cartillas de racionamiento.






                                                 


domingo, 24 de julio de 2022

LOS SOROLLA DE LA HABANA

 


Desde la balconada del café Baco se divisa una hermosa vista del Parque Central. Enfrente el Centro Gallego, convertido en Teatro Nacional de Cuba. A su izquierda, el Capitolio. Una estatua de José Martí preside la rivalidad entre los dos centros que crearon los indianos españoles.

El café Baco está ubicado en el antiguo Centro Asturiano, la comunidad de españoles más numerosa antes de la Revolución. Ahora, sede del Museo de Bellas Artes. 



A parte de cuadros de la escuela holandesa del  XVII, un Brueguel, mosaicos y  piezas romanas, griegas, egipcias y grabados, también  holandeses, la planta tercera está dedicada a la pintura española del XIX, con Madrazo, Zuluaga, y sobre todo, treinta y una obras de Sorolla, que ya visité la vez anterior. ¿Por qué hay  tantos Sorolla en La Habana, muchos más que en Valencia? No lo sé, no sé cuál es el  origen de  estas adquisiciones, pero  recuerdo perfectamente  cuándo esta muestra llegó a  Valencia, en 1985 siendo su comisario Tomàs Llorens y estando ubicada en la  sede del Centro Cultural Bancaixa. La muestra estuvo expuesta primero en  Madrid, después nuestra ciudad y de allí  recorrió varias capitales del  Estado español. 


Por aquel entonces, yo andaba por los veinticinco, trabajaba en Presidencia de la Generalitat y Consuelo  Torres, en aquellos días casada con Facundo Tomás, Decano de  la  Facultad de  Bellas Artes, era mi compañera. Desde allí hablaba con su marido que  andaba  por La Habana gestionando el traslado de las obras. Y ahora, yo ando por aquí enseñándole  a mi nieto  las obras del insigne pintor valenciano.

Salve y ustedes lo pasen bien. Hoy toca arte cubano.

sábado, 23 de julio de 2022

EN LA PLAYA

 Aparece Miguel Ángel a las ocho de  la tarde, todo sulfuroso y nos dice: ¿Dónde estábais? Llevo desde las seis al teléfono y no hay manera de que contestéis. Lis Cuesta, la mujer del presidente de la República Cubana, Miguel Diaz-Canel, nos invitaba a cenar en la residencia oficial y yo sin hacerme con vosotros.

¡Dioses del Olimpo!, ¡Madre del Amor Hermoso! El destino llama a mi puerta y yo en la playa. Hubiéramos conocido la casa en la que Fidel Castro vivió tantos años.

En fin, que nos fuimos a Playa Trebol en la guagua 40. Con el nasoboca, como sardinillas en lata, no como un palé de latas de sardinillas en aceite cántabras. Que el trayecto duró una hora y pudimos contemplar los alrededores de La Habana, verdes, muy verdes. Llenos de  palmeras reales, de crotos, de jacarandas cuya flor aquí es de color naranja y no morada como las de Valencia, como las dos que tengo en La  Matandeta.

En la playa, abarrotada, las palmeras llegaban hasta el mar y el agua del Caribe era azul turquesa, tal como si de un anuncio publicitario se tratara. La playa, como digo, estaba abarrotada. Tomamos sombrilla y hamaca, que nadie nos cobró, aunque su precio era de 100 pesos, es decir, un euro y nos sentamos justo al lado de dos señoras cubanas con tres niños. Dos de ellos de la edad de Manuel. La morena vive en Pamplona desde hace veintitres años y sabe hablar vasco, su hijo se llama Joseba. Lleva tres años sin salir de Cuba porque durante la pandemia, que pasó aquí, le detectaron un cáncer de mama y se lo  está tratando.

Manuel ha disfrutado del día y ya tiene amigos en La Habana para quedar con ellos. Viven también en Habana Vieja enfrente del Capitolio.


Y yo sin responder a las llamadas de Miguel Ángel y dejando al destino que pase por mi lado sin rozarme.

Salve y ustedes los pasen bien.


viernes, 22 de julio de 2022

PASEO POR EL VEDADO

 Mi amiga María Asunción Mateo, viuda del poeta Rafael Alberti, me envía un audio y me corrige. Dulce María Loinaz sí que viajó a España a recoger el Premio Cervantes. Ella misma la acompañó junto con su sobrina. Estuvieron juntas en el hotel en el que se hospedaba y después en la ceremonia de entrega. El discurso de agradecimiento lo leyó el escritor cubano Lisandro Otero. Gracias, Marisu.



Miguel Ángel enerva las cejas cuando entra en nuestra habitación ¿Todas esas medicinas?  Para regalarlas, le contesto. ¡Pero tú te has creído que eres la madre Teresa de Calcuta? Si las regalas, las venderán. Pues las llevaré a un hospital. Entonces las venderán los médicos.


 Apenas hay farmacias en La Habana. Hemos visto tres y en todas, normalmente vacías, junto al farmacéutico hay un guardia.

Después de la visita a la Fundación Dulce María Loinaz, nos dirigimos al Museo de Artes Decorativas. Un jardinero nos avisa que hasta las diez no abren. Así que seguimos paseando por Vedado. Una señora, de unos cuarenta y cinco años, mulata y muy guapa, nos sugiere que visitemos la Fundación Fidel Castro Ruz. 

El lider revolucionario dejó escrito que no quería ni avenidas, ni calles a su nombre, ni estatuas que lo homenajearan. Eusebio Leal, historiador de La Habana sugirió la ubicación de la fundación dedicada al hijo del


gallego Ángel Castro, en esta casa construida por Enrique Conill, héroe de la guerra de la Independencia cubana.

Margarita, la guía, nos ubica junto a un grupo de ancianos militantes del Partido Comunista Cubano. Allí conocemos a Daisy una funcionaria del ministerio de Asuntos Exteriores, jubilada hace  veinticinco años, que tiene una hija casada en Lérida y a la que visita cada dos años. 


Daisy me cuenta que trabajó a las órdenes del ministro Raúl Roa García, emblemático dirigente de la revolución, diplomático ante la OEA, conocido como el canciller de la dignidad por su defensa  de Cuba y de su revolución ante los organismos internacionales.

La guía nos introduce en una sala  en la que se encuentran todas distinciones y medallas concedidas a F  Fidel Castro durante su largo mandato y hace recalar nuestra atención sobre una figura de Don Quijote. Margarita nos cuenta que tras la revolución, el  primer libro impreso en Cuba fue la obra maestra de la literatura hispánica, cien mil ejemplares que fueron repartidos  por todo el país. Fidel Castro veneraba la figura de Don Quijote.

Ángel Castro, padre de Raúl y Fidel, y de cinco hijos más nacidos de su matrimonio con Lina Ruz, a quien doblaba  la edad fue cabo del ejército español en la guerra de la independencia cubana, luego regresó a Láncara natal, en la provincia de Lugo. Debió pensar que allí no saldría nunca de pobre y en Cuba estaba todo por hacer. Regresó a la Antilla Grande con una mano delante y otra detrás y se estableció en la zona oriental de Mayarí, donde las compañías norteamericanas se hacían de oro a costa de los braceros cubanos. 

Ángel Castro trabajó en la construcción del ferrocarril, regentó una taberna llamada El progreso y coordinó grupos de trabajadores que cortaban la leña utilizada en los ingenios de los norteamericanos. Ganó dinero como contratista y empezó a comprar lotes de tierra en Birán. Se convirtió en un adinerado terrateniente con diez mil hectáreas de tierra y varios cientos de trabajadores a sueldo.

Cuando triunfa la revolución, su padre ya ha fallecido y Fidel Castro nacionalizará la Finca  Manacas en la que creció.

Hemos pasado dos horas contemplando los logros de la revolución: La ley de Reforma Agraria, la ley de Educación, la ley de Vivienda...



Contemplamos el jardín botánico de la casa donde crece el croto, la palma real y el caiguarán. Nos despedimos de Daisy y del resto de ancianos y nos vamos a coger la guagua. En ella hay que usar  el nasoboca, que es como llaman aquí a la mascarilla, aunque algunos no lo hacen y nadie dice nada.

En la guagua vamos como sardinillas en lata, no, lo siguiente. Hay un chico barbudo a mi lado y le pregunto si es español. De Valencia, me responde. Vaja! Y empezamos a  hablar en valenciano. Ha venido a  la  isla por dos meses. ¿Eres profesor, verdad? ¿Cómo lo sabes? ¡Hombre, por las vacaciones que tienes! ¿Sedaví es el pueblo de Ferran Torrent? Claro, por eso muchos de sus personajes se apellidan Baixauli. Nos despedimos, Sergi y sus amigos, holandés y francés, van a  empalmar con la guagua que  les llevará a las playas.

Llegamos al apartamento 203 del edificio Sloppy Joe's completamente empapados en sudor. 



miércoles, 20 de julio de 2022

DULCE MARÍA LOINAZ

 Al taxista que nos lleva hasta Vedado le  pregunto si es verdad que los trabajadores de las cooperativas de tabaco pueden vender un día al mes. Es un joven mulato que tartamudea mucho al hablar. Nos dice que no es así, que lo dicen para engañar a los turistas. Luego me timaron. Bueno, que todo quede ahí. Ayer, cuando pasábamos por el Floridita, me di la vuelta  y un joven me había abierto la mochila y estaba a punto de birlarme la cartera. Claro que también me hicieron lo mismo en el centro de Roma. Mi ángel de la guarda  andaba muy despierto.



Vamos al Vedado a visitar la casa de la poeta y  escritora Dulce María Loinaz, nacida en 1900 y fallecida  en 1997. Todavía recuerdo el informativo español de 1992 en el que anunciaron que esta intelectual cubana había ganado el premio Cervantes. Una viejecita, escasa de pelo completamente blanco, vestida también de blanco  y con unas gafas de gruesos cristales sonreía desde su casa  en La Habana. No sé por qué  aquella imagen  se me quedó grabada para siempre. Dulce  María Loinaz, ya muy mayor, no viajó a España, fueron los reyes quienes en su visita de Estado a  la isla, se acercaron hasta su casa para entregárselo.



Dulce María Loinaz y sus tres hermanos: Flor, Carlos y Manuel Enrique formaban parte de una  familia  ilustrada de la clase alta de Cuba. Esta casa, que esta mañana, a primera hora, son las ocho, visitamos Manuel y yo, la compró  la  poeta por el águila de  la entrada, según nos cuenta Alina nuestra guía, con un gran parecido a Alina Castro, la hija de Fidel.

En ella permaneció cincuenta años, cuando llegó  la revolución, se autoexilió y no volvió a salir de aquí. Antes, la mejor tertulia de la ciudad  se reunía aquí y en 1930 los hermanos Loinaz fueron los anfitriones  del poeta  Federico  García Lorca  que permaneció  tres meses en la  isla. La casa encantada la llamó Lorca y en ella, además de acudir todas las tardes a compartir conversación y música con la sociedad ilustrada habanera, corrigió la última versión de La zapatera prodigiosa. 



Lorca, que había llegado procedente de Nueva  York, fue invitado por la  Sociedad Hispanocubana de Cultura a dar unas conferencias. Llega el 7 de marzo y se queda hasta el 12 de junio. Tres meses en el Hotel La Unión. En La Habana escribirá su pieza teatral El público. A Flor le mandará el manuscrito de Yerma y a Carlos Manuel le regalará El Público. La relación de Lorca con los Loinaz se centró sobre todo en Flor y Enrique, no tanto en la escritora Dulce María, puesto que no coincidían en gustos poéticos.

Dulce María, solo escribió una novela, Jardín. Y nunca volvió a salir de su casa, después de la revolución. Hay silencio y paz en ella esta mañana habanera que nos sugiere seguir los pasos lorquianos por La Habana. Pero lo dejaremos para otro día.


martes, 19 de julio de 2022

¡ASÚCAR!

 


Le pregunto a Marisol, la mucama de Miguel Ángel, si hay guagua para ir a la playa. No hay petróleo,  me responde. ¡Qué bien una playa caribeña toda azul turquesa sin residuos de petróleo! ¡No, que no hay petróleo para las guaguas!

Cuba recibe petróleo de Venezuela a cambio de sus profesionales: médicos, ingenieros, arquitectos, que pasan largas temporadas trabajando en el país amigo. Pero ese petróleo está sin refinar y va a parar a las fábricas. Hay serios problemas de abastecimiento para los carros y guaguas.

La economía cubana se sostiene gracias al turismo y a las remesas de dinero que envían los tres millones de cubanos repartidos por el exterior. Con ello, la élite política cubana se mantiene. Otra cosa es el pueblo.



Durante el mandato de Barak Obama se relajó el bloqueo y norteamericanos millonarios llenaron plantas enteras de hoteles en Varadero y los Cayos. ¿Recuerdan el cumpleaños de Madonna en la terraza de La Guarida?

Con el mandato de Trump las cosas volvieron a su lugar y el bloqueo a presionar Cuba.

Cuba en estos momentos importa azúcar para consumo interior. Ha pasado de ser una potencia mundial en la producción de caña a tener que recurrir a las importaciones. El azúcar cubano es, al contrario que el tabaco, un extranjero en la isla. Fue Cristóbal Colón el primero en plantar raíces de caña de azúcar en el Caribe. Así lo cuenta César G. Calero en su libro Cuba a cámara lenta, de donde extraigo los datos que a continuación les relato.  Desde aquella época, finales del XV, el clima húmedo y caliente favoreció el desarrollo de los cañaverales. Del resto se ocupó la gran demanda de azúcar en Europa. Sin embargo, esta planta, que dirigirá la vida en Cuba, el Caribe y otras zonas de Latinoamérica como el nordeste brasileño, aportó fortuna y dicha a unos pocos y miseria y desgracias a muchos.



El azúcar fue el órdago para el enorme comercio de esclavos negros procedentes de África. Y allá donde crece la caña la tierra se desgasta, pierde humus el subsuelo. El cañaveral gana terreno y destruye el bosque tropical cubano. Los ingenios azucareros necesitan cuanta más tierra, mejor. La sacarosa engrosará las cuentas corrientes de la burguesía del XIX, también conocida como sacarocracia. En España, volverán los indianos ricos a construir casas como en Asturias. El ferrocarril cubano, el primero que se construye en Latinoamérica, dibuja su trazado respetando las centrales azucareras.

Por otra parte, el vecino Haití protagoniza revueltas e insurrecciones negras lideradas por Toussaint, mientras que Cuba se convierte en el primer productor mundial. En los primeros años del siglo XX Cuba duplica su actividad azucarera, a la vez que van desapareciendo los bosques de palmas y caobas y otras actividades económicas. En 1920 la isla registró el mayor ingreso per capita de América Latina. Sin embargo en diciembre de ese mismo año, el precio del azúcar se desploma y estalla la crisis. Oportunidad que no desperdicia Estados Unidos y compra centrales a precio de saldo.

La recuperación solo alcanzó hasta la crisis del 29. Después las cosas irán de mal en peor para la industria azucarera. El negocio no remonta hasta 1948 cuando Cuba recupera una cuota significativa del mercado norteamericano, la tercera parte. El golpe de estado de Fulgencio Batista en 1952 aparece acompañado de la de la mejor zafra, que es así como llaman a la cosecha: siete millones de toneladas. Sin embargo, fue pasajero, al año siguiente cayó a cuatro millones.

Cuando triunfó la revolución, Cuba contaba con trece ingenios en manos norteamericanas que sumaban el 47% de cañaverales de la isla y se embolsaban cerca de doscientos millones de dólares por cada zafra. Los americanos controlaban también la industria del níquel y el manganeso y la mafia era la dueña de la economía del ocio.

Fidel Castro acabó con la red de corrupción gubernamental y dependencia económica de EE.UU   . La revolución se volcó en una reforma agraria y el apoyo popular fue masivo.

Por desgracia, el nuevo gobierno revolucionario continuó dando prioridad al cultivo de la caña de azúcar hasta convertirlo en una cuestión de Estado. No se hizo caso a las palabras de José Martí: “El pueblo que confía su subsistencia a un solo producto, se suicida”. Castro movilizó a toda la población cubana para la zafra de 1970. Machete en mano, obreros e intelectuales, campesinos y estudiantes trabajaron en el llamado “esfuerzo decisivo” con el fin de conseguir una cosecha histórica de diez millones de toneladas. La proclama fue “los diez millones van, de que van, van”, la población anímicamente revolucionaria se dedicó a cortar caña. Se consiguieron ocho millones y medio de toneladas y a  pesar del carisma del  líder y de la cantidad récord lograda, quedó entre los cubanos un regusto amargo por las energías y la ilusión derrochadas.

Cuba pagaba una mínima parte de los artículos provenientes de la Unión Soviética con el azúcar y éste sigue en los planes económicos hasta 2002, cuando el desplome internacional de su precio lleva a Fidel Castro a cerrar la mitad de los 156 ingenios cubanos. En una intervención televisada en 2005, Fidel Castro llega a decir que “el azúcar es la ruina del país”. A pesar de ello, un año después, repunta el precio del azúcar y reinicia la apertura de los ingenios paulatinamente.

A partir de 2007, las zafras rondan el millón de toneladas, cantidad que apenas llega a cubrir la demanda interior. Los compromisos adquiridos anteriormente para la exportación, obligan a Cuba a comprar una parte de su consumo interno en el mercado exterior.

Mientras tanto, los cantantes cubanos establecidos en Miami, siguen proclamando el grito de guerra de Celia Cruz: ¡Asúcar Siempre hay gente en las calles habaneras, a cualquier hora del día. Y la salsa, nacida neoyorquina, suena por todas partes.



 













































lunes, 18 de julio de 2022

IRELA ROJAS

 


                                                         Entonces miró extrañado la boquilla maltratada de su Davidoff. Hab                                                             Había lastimado el tabaco, los tabacos son celosos, solía decir, y segu                                                           ramente su sabor ya no era el mismo. Fumar y lucir más joven eran                                                               sus dos aficiones confesas y a las dos se dedicaba con esmero de arte                                                           sano.

                                                                                    Pasado perfecto                                                                                                                                                Leonardo Padura 



 ¡Dioses, qué manera de dormir! ¡Y sin pastillas!Me pregunta Miguel Angel si he venido a La Habana para estar acostada. La verdad es que a las  ocho de  la tarde, me meto en la habitación a leer y al cabo de una hora estoy durmiendo. Eso sí, me despierto a las cuatro y media de la madrugada. La otra vez fue peor. Hace trece años viene por primera vez a La Habana con Joan Roig y me dormí hasta en El Tropicana. Supongo que es debido al calor que me aletarga.

Le he prometido a Rubén Ruiz que escribiré un libro sobre el origen de las recetas de La Matandeta y en ello ando. El escritor lo utiliza todo, hasta sus limitaciones.



Ayer, mientras los tres chicos andaban trasladando trastos al estudio de grabación del programa Chefarándula, yo me fui a recorrer Habana Vieja,

En la entrada de la catedral conocí a Lazarillo, un cubano de sesenta y tres años que, sentado al lado de una mesa, custodiaba las formas de la eucaristía. Lázaro tiene sesenta y tres años y es una especie de sacristán. Me contó que en esta vida ha tenido muchos trabajos y que este le gusta más porque  aquí la gente va a lo que va y no monta bulla. Es un trabajo tranquilo. Me enseña cuatro euros y me pide que se los cambie por un billete. Le explico que, por menos de  cinco euros, no hay billetes en España. Se los cambio por cuatrocientos pesos. Está contento, ha salido ganando. Quedamos  en que otro día volveré y me enseñará la  sacristía.



El domingo, las iglesias de La Habana están llenas. Tantos años de revolución no han podido acabar con el opio del pueblo.

Una parte de la calle Mercaderes está en plena restauración. No puedo contemplar el mural de personajes ilustres de La Habana, tapado con un toldo.

Sigo hasta la bahía y me encuentro con una hermosa casa de balconadas azules y estilo colonial. Me invita a entrar una atractiva mujer negra, pero no azulona. Fuma su tabaquito, es decir un puro habano. Irela Rojas es la guía del Museo de Arqueología, que antes fue primera sede del Colegio de Arquitectos de La Habana. Irela me pregunta mi signo zodíacal y me acierta la edad. Irela tiene un hijo de veintidós años y una niña de ocho con la que vive. El padre se marchó. Irela es técnico en derecho laboral y social. Está contenta con su trabajo. Gana dos mil quinientos pesos al mes, que en el mercado negro son doscientos cincuenta euros, en el oficial, bastante menos. Me cuenta que un kilo de menudillos de pollo comprados por la izquierda, es decir, clandestinamente, en el mercado negro, cuesta mil quinientos pesos. Así que hay que esperar la cartilla de racionamiento. Su hijo estuvo un lunes desde  las  ocho de la mañana hasta las seis de la tarde en la cola para que se lo dieran, el kilo de menudillos de pollo,

Irela me mira fijamente a los ojos y me cuenta cosas de mi vida que yo no le he dicho.

Es una muier serena, tranquila, que ha vivido mucho. No se queja del gobierno, sino de las proezas que hay que realizar en Cuba para seguir subsistiendo. La resolvedera.

La otra noche, Miguel Ángel me presentó al director cubano del hotel. Hay un director español y otro del país, normalmente alguien del partido, que aunque no sepa  nada de gestión es un seguidor del dogma y ha destacado por la revolución.

También me ha dicho Miguel Ángel que como se me ocurra decir delante de los gerifaltes que Cuba es una dictadura, me envía de regreso a España a nado.

Eso y si me dejo la puerta abierta del piso y se escapan sus dos perritas: Gala y Diva.

Habrá que escribir pues, en clave de humor. Hoy, domingo diecisiete de julio ha sido el cumpleaños de Joan Roig. ¡Dioses del Olimpo, Madre del Amor Hermoso, cómo lo echo de menos! La Habana sin él me sabe a poco. También era el Día de los Niños en Cuba. Las escuelas primarias estaban abiertas y realizaban actividades. Me paro en una a hablar con dos maestros. Me relatan el horario de las clases. Primero llegan los maestros y hay adoctrinamiento, Han sido lo han dicho. A las ocho menos veinte los alumnos que forman en el patio para  entrar a las aulas. Lo primero que se hace es hablar de política y de los logros de  la  revolución, después ...

Salve y ustedes lo pasen bien.





                                                

domingo, 17 de julio de 2022

EN EL AULA DE COCINA

 


El agro es donde los campesinos cubanos venden sus excedentes. Encuentras yuca, malanga, muchos boniatos, aguacates como melones, mangos como sandías. Hay carne de cerdo, también. Cebollas tiernas apenas salido el bulbo, aquí las llaman cebollino.s Calabazas y cabezas de ajo minúsculas. Las papas te las ofrecen por la izquierda, es decir, clandestinamente, a cincuenta pesos la libra. Si cambias tus euros en  el banco, los pesos cubanos son unos. Si lo haces en el mercado negro, su valor es mucho, muchísimo mayor. En el agro no hay que hacer cola para comprar, sí en las tiendas de ultramarinos. Sí, con la cartilla de racionamiento. Hacer cola forma parte de las obligaciones de cualquier cubano.

Ayer sábado acompañamos a Miguel Ángel al Vedado, el barrio selecto de La Habana, a la sede de la Asociación de Cocineros de La Habana. 

Impartió una clase entre los niños de diez años que durante el  verano acuden a  esta asociación. Les enseñó a hacer donuts, que ellos pronuncian donats. ¿Estos son españoles buenos o malos? Preguntó uno de los jimaguas, que es como aquí llaman a los mellizos. Pero de dónde has sacado que hay españoles malos? le pregunta la presidenta de la Asociación. Me lo han dicho en el colegio. Que los españoles querías hacernos daño a los cubanos. La presidenta no sabe dónde meterse. Bueno, eso fue hace muchos años. Ahora son nuestros amigos. Tumbados por un niño de diez años.

Volví caminando por el malecón y pasé por delante del  restaurante que Joan Roig y su socio cubano Ernesto Blanco están construyendo. Por las mañanas, el malecón está vacío. A partir de  la puesta de sol, se llena de parejas que se besan, de familias que se refrescan, de gente que pase al frescor de la  noche y de la brisa.

Hoy es domingo, Manuel se ha marchado con Miguel Ángel y Oscar al  estudio de  televisión donde Chefarándula comenzará a grabar la nueva temporada de su programa de cocina, a partir de mañana y durante quince días.

La historia de cómo el valenciano se ha  convertido en una estrella de la televisión cubana es muy peculiar. Durante  el confinamiento cubano, que fue bastante más largo que el nuestro, desde  la  cocina de  su apartamento se dedicó a grabar vídeos con artistas amigos suyos. La gente empezó a seguirlo y fueron otros artistas los que se brindaron a acompañarlo. Después, la televisión le pidió el programa. El programa trajo la publicación de un libro en el que publiqué un artículo y aparecen dos fotos. En una estoy yo con Chefarándula. La otra fue tomada en la cocina de La Matandeta hace más de  veinte años. Un adolescente Miguel Ángel y mi padre andan entre pucheros. Ahora, mientras escribo en el Parque Central hay personal del hotel que se me acerca y me  reconoce.

En fin, que me está salpicando la fama de Miguel Ángel.

Mientras andaban ellos la mañana moviendo bultos hasta el estudio, yo me  di un paseo de tres horas por Habana Vieja. Visité la catedral, la calle Mercaderes y llegué hasta el museo de Arqueología donde conocí a Irela Rojas. Pero mejor lo dejamos para otro día.

Salve y ustedes lo pasen bien.





sábado, 16 de julio de 2022

EN EL AGRO

 

Lo primero que te sorprende al salir del aeropuerto es el bofetón tropical que te da en el rostro el calor y la humedad de Cuba. Ríete tu del clima de la Marjal. Y eso que ya son cerca de las siete de la tarde. Un cura de larga sotana y ojos verdes que rondará los cuarenta y cinco se apercibe de que no podemos llamar por teléfono y nos ofrece el  suyo. Ya estamos en La Habana. Lo demás será coser y cantar.

 


A las siete de  la mañana toda la ciudad se  ha echado a la calle aprovechando el fresco. Más tarde, a partir de las once, el calor te aplatana, te impide avanzar el día, así que desde pronto hay que aprovechar.

Después de desayunar en el buffet del Parque Central, con la compañía de  Miguel Ángel Jiménez, nos vamos por el paseo de Prado hacia el malecón. A esas horas no hay nadie. Un hombre pesca sin llevarse nada. Dice que  demasiado petróleo  en las aguas. Otro nos saluda y nos cuenta que su padre era de Bilbao y emigró a Cuba en los cincuenta. Se casó con una cubana y aquí está él que ya tiene nietos. Les damos bocadillos españoles. Nos dice el medio gallego que  para sus nietos a la salida del colegio. Porque  aquí este curso, las clases no terminan hasta el veintidós de julio. Hay que  recuperar la pandemia.

Nos aconseja  que vayamos a las familias de las cooperativas de  tabaco. Durante veinticuatro horas al mes tienen derecho a vender puros, cajas a mitad de  precio para comprar  materiales conque reparar  sus casas.

Nos despide en la esquina del Hotel Prado  y sigue  su camino. Por esa calle, tres esquinas  y a la derecha. Nos encontramos con un tal Freddy que lleva  una camiseta  del Barça. Dice que nos vió ayer en el Hotel, que somos familia del Chef Farándula. Nos  acompaña. Compramos una caja de Montecristo por ochenta y cinco euros. No sé para qué, nadie de mi alrededor fuma puros, al menos podrán comprar materiales. Les damos bocadillos. A Freddy también que se despide de  nosotros, ciruela en mano  y se va a ver a su madre.

Salimos al malecón. Están cambiando las farolas y yo meto el pie en un socavón. Creo que me he  roto la rodilla. Me sangra. El dolor es terrible. Pero consigo seguir andando. Lo peor vendrá por la tarde.

Estamos en Habana Vieja. Me pasaré  la tarde  con mucho dolor y durmiendo por los calmantes. ¡A quién se  le ocurre fiarse de desconocidos!, ¡Te han timado!No hay ningún Freddy que trabaje en el hotel a no ser que sea negro azulón. Te voy a quitar todo el dinero que llevas y te lo guardo yo. ¡Ingenua! Ya verás cómo en España  los puros no te huelen a chocolate y miel, me espeta Miguel Angel.

Al día siguiente, volvemos a desayunar en el buffet del Parque Central. Los camareros llevan mascarilla, pero yo juraría que ese  de la  entrada es Freddy, me ha saludado de una forma familiar. Pero Miguel Ángel insiste en que no …

 


Tres horas y media intentando abrir mi watshap en el ordenador. Óscar Aguilar, licenciado en Relaciones Internacionales y a punto de hacerlo en Derecho es  un crack. Ha conseguido abrirlo, pero  apenas tengo contactos así. Le envío un audio a Helena y milagrosamente  el audio revota a noventa y dos personas que empiezan  a contestarme y  a  incorporarse  al watshap del ordenador. De poner en marcha mi nuevo iPhone ni hablar. El bloqueo americano.

Si quieren recibir mi blog, por favor, envíen mensajes a mi watshap. Poco a poco lo conseguiremos.

Son cerca de las once y media cuando nos dirigimos a la calle del Obispo, una de  las más concurridas de Habana Vieja, llena de locales comerciales. Hay colas, pacientes colas que resisten  a la  escasez y al calor. Nada que  ver con las postpandémicas que podían alcanzar las mil personas.



Damos una vuelta por la plaza de Armas, la plaza Vieja. Nos fotografiamos junto a  la escultura de  Antonio Gades, sentada  en un banco, cuyas cenizas reposan junto a las de Fidel Castro.

Recuerdo mi primera visita. Con Joan Roig, mi amigo del alma. Lo echo de menos. Debería estar aquí, pero  cuida de  su salud en su casa de  Alcossebre.

Vamos al agro, el mercado de frutas  y verduras. Los vendedores parecen adormilados por el calor, salvo dos jóvenes que cantan y bailan al son de  la música. Nunca  había visto unas papayas tan  grandes, ni unos aguacates como melones. Compramos. Olvido mi móvil en una parada. Pero mi ángel de la guarda  anda muy despierto, afortunadamente.

Salimos del agro. Cruzamos por Obispo, siguen las colas, el calor. Dicen que se está preparando otra vez una buena …







viernes, 15 de julio de 2022

UNA TEMPORADA EN LA HABANA

 

 

                                                       Uno de los aspectos más apasionantes del caos es su espíritu                                                                        aventurero. Ignoramos con quién toparemos y a dónde nos llevará                                                                la corriente. Los cruces donde se trastoca el rumbo aparecen cuando                                                            menos se esperan y nos ofrecen senderos intransitados. Lo desconocido                                                        atrae y amilana. La típica antítesis del caos.

                                                                                    Caos, virus, calma                                                                                                                                            Núria Perpinyà


En la novela de Graham Greene  Nuestro hombre en La Habana, el protagonista James Wormold, británico de cuarenta y cinco años, vendedor de aspiradoras, abandonado por su mujer que se marcha con un norteamericano, padre de una adolescente, acaba siendo reclutado por el servicio secreto británico. En un momento de la obra, Wormold para  evitar al alemán doctor Hasselbacher, entra en el Sloppy Joe’s,un lugar de reunión de turistas.

El Sloppy Joe’s es un lugar mítico de La Habana reabierto desde el 2013, después de  permanecer cerrado durante cuarenta  y ocho años, en las esquina entra la  calle de Las Ánimas y Zulueta, en Habana Vieja, por él pasaron Frank Sinatra, Hemingway, Ava Gardner, Nat King Cole, John Wayne y tantos otros… Pero como  todos los lugares míticos tiene su propio inicio, en este caso, en la segunda década del siglo XX, un gallego nacido en Ares, Coruña, llamado José Abeal, llegó a Cuba previo paso por Florida. Allí aprendió el mundo de la coctelería y la importancia y la figura  de los barmans en la época. Una vez instalado en La Habana, decide  invertir  sus ahorros en un lugar que, aunque bastante destruido, tenía  una excelente ubicación. Corrían los años de la Ley Seca, en EE.UU,, que duraría hasta 1933 y el turismo de alcohol y juego se incrementaba  en Cuba.

Llegó a tener la barra más larga que hasta  hoy se conoce en Cuba. Pura caoba negra; una excelente y codiciada  madera cubana convertida en dieciocho metros de mostrador.

Sloppy significa desordenado, desaliñado y también hay una leyenda en torno al  nombre de este bar que inventó, entre otros, el sándwich que lleva su nombre. Pero esa leyenda la dejaremos  para  otro  día. Porque al principio se llamó La Victoria y era una mezcla  de ultramarinos, bar y restaurante.

Pues bien, justo  al lado del Sloppy se encuentra la residencia de la embajada griega y el piso de Miguel Ángel Jiménez, en cuyo enorme salón, a las a las cinco de la madrugada, hora local, les escribo. El resto de  componentes de esta residencia duerme, incluido Manuel, mi nieto, que en eso ha salido a su madre. Primero no quiere ir a nuevos lugares y después no quiere volver  de ellos.

La relación entre Miguel Ángel y yo es muy peculiar. Llegó a La Matandeta con dieciséis años, estudiaba  cocina en San Vicente Ferrer. Yo había estado unos días antes pegando carteles por  los  pasillos de la  escuela solicitando un pinche de cocina que me ayudara en el  restaurante. Por si no  lo saben, pasé doce años de mi vida dirigiendo la  cocina de mi restaurante, sin ser  cocinera. En esta  vida, las hay de atrevidas para todo.

Tan como yo pegaba los carteles, Miguel Ángel los fue quitando para  que nadie  le  birlara  el puesto. Apareció con su recién estrenada motocicleta y lo  recibieron  mi padre y su perro  Willie. Él cuenta que tuvo la sensación de que aquel lugar lo estaba esperando

Fueron cinco años. Después siguió  su camino, no sin  antes echar  pestes de  mí y  prometerse que no  me volvería a  ver en la vida. Nos reencontramos cinco o seis años después, él flamante  propietario de  un local cerca de  la avenida  Aragón, llamado xxxxxxx, compartimos una semana de congreso de Gastronomía  en Donostia, junto  a mi amigo Joan Roig, le vendí una termomix que no me pagó, supongo que en venganza  a todos los sufrimientos que yo le  había inflingido y le  perdí la  pista nuevamente  durante quince años hasta que ….

Era una madrugada, durante la cuarentena que nos mantuvo encerrados algo más de tres meses, en  la que yo no podía  dormir. Repasando las entradas de mi blog, me dí de  bruces con una carta suya escrita desde  La Habana. Me contaba lo sucedido en su vida  durante todo ese lapsus de  tiempo en que no supimos nada el uno del otro. Y me  hablaba de lo  que  había supuesto en su vida La Matandeta, mi familia y yo misma. Me contaba que llevaba diez años trabajando en Cuba, confinada  también en aquellos momentos y que, en cuento pudiera visitaría a sus  padres y después a  mí.

Lo demás quedó estampado en una entrada  de  mi blog titulada Cartas de La Habana. La vida es extraña, muy estraña. Los momentos no llegan cuando uno desea sino cuando ellos deciden. Y aquí me tienen, sentada  en el salón de la residencia de Miguel Angel Jiménez, flamante  chef ejecutivo del hotel  cinco estrellas de La Habana Parque Central, para muchos, el mejor hotel de la ciudad, con ochenta y seis personas a su cargo. Sentada, con un ventilador, y un ordenador, sin internet, total  porque un día, hace muchos años, se me ocurrió pegar carteles en la escuela  profesional de La Torre y un chaval avispado de dieciséis años los fue arrancando para que  nadie le quitara su destino.

Es extraña la vida. Justo la noche anterior de  emprender este viaje se me murió  el iPhone y se me rompió en mil añicos un vaso por la mañana.

Me compré uno nuevo en el aeropuerto madrileño, sin saber  que como es americano en Cuba es imposible configurarlo. Todavía no sé cómo podré enviar mis crónicas a mis seguidores, pero  algún modo habrá de que compartan  conmigo este viaje.

Es extraña la vida. Suceden causas que no tienen nada  que ver con los  hechos que vendrán después, pero son necesarias para  que  aquellos acontezcan. Cada vez más creo en  la teoría  de las sincronicidades de Carl Jung. Es cierto que una mariposa mueve  las alas en Tokio y baja la  bolsa de  Nueva York.

Que tengan un feliz  día. Ustedes que están a punto  de alcanzar el mediodía. Aquí vamos por  las seis de  la mañana y todavía no amanece.

Salve y ustedes lo pasen  bien.