viernes, 30 de septiembre de 2022

ESA EXPAREJA FELIZ



                                 Nosotros los de antes, ya no somos los mismos.

                                         Veinte poemas de amor y una canción desesperada                                                                                                              Pablo Neruda   


                                   Nosotros los de entonces, ya no somos los mismos,                                                                                         aunque nos guste la  misma canción.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 Poemas                                                                                                                                                       Jaime Gil de Biedma                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             


Las relaciones humanas son complicadas. No digamos las de pareja. Nos enamoramos y sabemos, como diría Ortega y Gasset, que se trata de un estado de imbecilidad transitorio. Pensamos  que esa cuerda a la que nos asimos nos hará más llevadera la única certeza de la condición humana: un día acabará todo para nosotros.

Y también terminará esa relación. Donde hubo tanto ardor y tanto fuego, en el mejor de los casos, solo quedarán cenizas, si no las sacude un vendaval, un huracán mental que  se lo llevará todo.

El amor es una aventura, el apego un vínculo. Es mucho peor superar el segundo que el primero.


Cuando la pareja se rompa, aparecerán los aprendices de psiquiatra y terapeuta y con la mejor de  las intenciones te dirán: ¡pasa página! Como si esta acción se pudiera conjugar en el modo imperativo.
Pasar página es todo un proceso que lleva su tiempo. Y los procesos no exigen la misma duración en todas las personas. El duelo tiene cinco fases: la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación. Yo no me he saltado ni una y cada una  de ellas  ha durado el tiempo que ha necesitado.


Y después está el interés  por controlar el relato. Si, los  que antes compartieron intimidad  y confianza  se vuelven, en el  mejor de los  casos, en  auténticos  enemigos. Los  dos  quieren tener la  razón, conservar los  amigos comunes, quedarse con los afectos familiares, culpar al otro de  lo que  pudo haber sido y jamás llegará a  ser. Como escribió magistralmente Luis Aragón, Arde lo que será en el fuego de lo que fue.



De todas  las exparejas que  conozco, la  más  inteligente  es  la  formada  por José Vicente Carretero y Pepa Baixauli. Me maravilla  cómo han sabido reconducir  su relación tras separarse. Acabado el  enamoramiento, hay mucho afecto entre ellos. Finalizaron  los  reproches, los  trastos  a  la conciencia y queda  un nuevo  camino por  recorrer. 
Me produce envidia  sana  oírlos hablar y reír  del tiempo compartido, de la hija en común. Cómo han sabido  despalillar  los granos de  uva  de  una  convivencia  de veinte  años.
Nuestro  primer viaje juntos fue en  año nuevo  a  Turquía. Con Manuel. Mi nieto  adolescente me  repetía: Si se llevan tan bien, ¿por qué se  han separado? Y yo le contestaba invariablemente: Por eso se llevan tan bien, porque se han  separado.
En fin, admiro la  honestidad que hubo y hay entre ellos. Creo que ese ha  sido el  quid de la cuestión para reconducirse. Ser honestos. Si se acaba, se acaba, pero no tiremos por la  ventana  todo, porque  momentos buenos  haberlos, los hubo. Salvemos al menos los muebles.
En fin, nos vamos a Palermo, que aquí ya nos queda  poco.



DE MISIONES A BUENOS AIRES

 Hemos llegado al hotel Centuria de la calle Suipacha con un hambre canina y nos hemos abalanzado sobre el buffet del desayuno. A  cuatro de la madrugada nos habíamos levantado para llegar con tiempo al aeropuerto de Iguazú. Estamos de vuelta a la ciudad porteña y Lorena impaciente por seguir siendo nuestra cicerone. Nos espera en el café El Molino, un establecimiento histórico en el que se conocieron sus padres, al lado del parlamento. Pero el café está cerrado por reformas.


Hay mujeres manifestándose contra la  violencia  de  género. El movimiento se llama Las mariposas, vendedores de bocadillos, concurso de  pintura y una mañana radiante  de  plena  primavera.

A Buenos Aires lo llaman el Paris de América Latina. Por tener, tiene hasta una  copia, sacada  del mismo molde original y  firma  de August Rodin, de El pensador, la celebre  estatua  que se encuentra en el Museo Rodin de Paris, que fue traída  por el  primer  director del Museo de Bellas Artes de esta ciudad.


Lorena nos  ha  preparado una visita  a un  barrio muy porteño: Boedo, el suyo. Hay que coger  el sub, el colectivo, pero nos  dejamos llevar, seguros de que habrá  elegido  bien.


Nos lleva a comer a  una cantina italiana, fundada  por sorrentinos. Ahora la  lleva la tercera generación. Comemos rabas, albóndigas, suquet de marisco y una enorme copa de tiramisú que  compartimos los cuatro.



Por la tarde, nuestra amiga nos conduce hasta la Esquina Homero Manzi, un local creado  por  este  periodista, director  de cine, político y  autor  de milongas  tan  conocidos como Malena (Malena canta  el tangocomo ninguna/ Y en cada  verso  pone su corazón/ A yuyo del suburbio su voz perfuma/ Malena tiene pena  de bandoneón). Un lugar cargado de historia tanguera  en el que pasamos la tarde escuchando tangos,

viéndolos bailar y deleitándonos con cafés  aromáticos. Podríamos hacer más, pero estamos reventados. Y nos vamos a dormir temprano.





jueves, 29 de septiembre de 2022

EN LAS CATARATAS DEL IGUAZÚ



Hace muchos, muchos años, en otra vida, llegó una noche a casa Rafa Gálvez  y me dijo: La primera semana de septiembre nos vamos a Brasil. ¿Y eso? Le he  comprado una  bañera de hidromasaje a  Paco Campos y me  ha  regalado un viaje para  dos personas a  Río de Janeiro.

Paco y Estrella se casaron antes de  cumplir  los  veinte  años. El tío de  la  novia tenía tiendas de venta de azulejos, accesorios de cuartos de  baño  y  cocinas, por  toda la  comarca del Horta Sud. Como regalo de  bodas, les dio la tienda  de  Alfafar. Y allí los conocimos cuando nosotros  andábamos reformando  el piso de  doscientos veinte metros cuadrados que  me habían  regalado mis padres  para casarme. En realidad eran dos  pisos unidos, toda una  planta, frente a  la  plaza  de Sedaví.

Con  el tiempo y  el trabajo, Paco adquirió terrenos  en el nuevo polígono industrial de  Sedaví y allí montó una  gran  exposición y  almacén. 


¿El viaje a Brasil? En realidad, se trataba de un incentivo que una de las marcas proveedores de Azulejos Campos le había regalado a Paco. Tenía seis billetes: dos para ellos, dos para uno de sus representantes y había  decidido que otros dos serían para  un buen cliente, cuando apareció Gálvez  por su exposición.


El grupo que formaba  el viaje estaba compuesto por gente del sector con sus parejas. Los únicos clientes del azulejo y de la bañera de burbujas, nosotros. Recuerdo la imagen desde el Corcovado de  la  bahía  de Río, llena de  pequeñas islas y el chiste que  nos contaron. Dicen los de Sao Paulo que el Cristo del Corcovado tiene los brazos abiertos porque está  esperando que los cariocas se pongan a  trabajar para  aplaudir.

Recuerdo el Pan de Azúcar, las playas de  Ipanema  iluminadas por la noche y llenas de jóvenes jugando al futbol. Pero también recuerdo los niños con pozalitos por las terrazas para  que los comensales  les  vertieran las sobras de  sus  platos.

Por aquel entonces, finales de  los ochenta, en Brasil existía, como ahora he podido comprobar en Cuba  y Argentina, un doble cambio. El oficial y el negro, que en este país se llama  blue. Pues bien, la  primera noche de  nuestra llegada al hotel Meridien  de Copacabana, preguntamos a  la entrada  si  podíamos cambiar  en negro, mucho más ventajoso para  nosotros, los  turistas. Un par de  hombres, trajeteados, nos metieron en un coche y Estrella  entró en pánico. ¡Nos van a secuestrar! ¡Nos van a matar! A la mujer


de Paco, y también a Paco, le  habían metido tantas historias  en  la  cabeza  sobre  la  inseguridad de  aquel país, que iban asustados por  la calle, sobre  todo al  anochecer.

Uno de los días anteriores  a  nuestra partida, había  una  excursión opcional a las cataratas de  Iguazú, situadas a tres  horas de  avión de donde nos encontrábamos. Gálvez y yo  preferimos quedarnos en Río y dedicar el día  a pasear y a  estar solos.

La noche antes a  Iguazú, nos llevaron a una sala  de fiestas llamada ¡Oba!¡Oba!  Esta es la expresión que utilizan los hombres cuando ven una muchacha hermosa, una garota.

Paco pensaba  que los sacarían  al escenario con las bailarinas, como solían hacer  en otros viajes y, como era  muy  tímido, antes  de  salir del hotel, ya  se  empezó a  entonar con un par  de caipirinhas.

El consumo de alcohol fue in crescendo y cuando llegamos al espectáculo a Campos ya  se le había pasado toda  la  timidez.


Las mujeres más exóticas que  he  visto en mi vida, subieron aquella noche al escenario: una negra azulona con las facciones de una japonesa, una cabocla, es decir mezcla de raza indígena con negra. Brasil es  el país del mestizaje.

Al final, a Paco no lo subieron al escenario, pero ya andaba muy tocado del ala. De  regreso al hotel, él y varios más, en  las mismas circunstancias, cogieron un taxi y se marcharon a  un club de  chicas, ante el cabreo de  las  respectivas, incluída Estrella. Nosotros y  algunos más, le habíamos dado dinero para  que  nos trajeran cosillas de  Iguazú: Rolex falsificados, polos, baratijas. No supimos  de  ellos hasta  la  noche siguiente a  la  hora  de  la cena  de  despedida.


Estrella llegó a la  mesa  en la  que estábamos sentados con un cabreo de  tres pares, la  seguía  Paco con cara de cordero  degollado. La  muchacha pasó a  relatarnos lo sucedido: Sobre las cuatro de la  mañana llamaron a la puerta  de  la  habitación. Yo  no había  pegado ojo en toda  la noche. Abrí y me encontré con dos guardias de seguridad que  a duras  penas sostenían a Paco. No recordaba ni su nombre. Conforme  pude, vestido y con zapatos, lo metí en la  bañera y abrí la ducha mientras le gritaba:"¿Tú eres un hombre?" ¡Tú, lo que eres, es una mierda!".

Al cabo de una hora empezó a  reaccionar, se cambió y nos  bajamos al hall donde ya  estaban casi todos para  irnos al aeropuerto. En el avión, yo me  dormí enseguida. Paco, a mi lado, según me han contado, empezó a  vomitar y a ahogarse. Le tuvieron que dar  oxígeno, mientras yo, agotada por  la noche  pasada y  los  nervios, roncaba a  su lado, sin  enterarme de nada.

A todo esto, volvió sin  un  escudo. No recuerda si lo atracaron o invitó a  champagne  a  todas las  mulatas que encontró a su  paso.

A su lado, Paco  asentía, modosito  y  callado, mientras el resto  de  comensales  nos partíamos de  la  risa. Paco, le  pregunté  en un momento dado, ¿cómo son las cataratas del Iguazú? Pues como van a  ser, me contestó, como en las postales. ¡Ja, ja, ja! Todavía me río de vez en cuando de la  respuesta que  me  dio y de  la  noche toledana  que  tuvo  en la  ciudad carioca. 

El tiempo  nos dispersó. Paco  y Estrella se separaron  hace muchos años. Gálvez y  yo  no hace  tanto. Pero, cuando quiero  recrearme en  los  buenos  momentos vividos, siempre viene a  mi memoria Paco Campos y su respuesta sobre las cataratas del Iguazú.




La cataratas de  Iguazú no se  parecen en nada  a  las postales, ni a la  mejor fotografía con  la  mejor cámara  reflex y el zoom más sofisticado. La emoción, el escalofrío  que te produce ver el océano  precipitarse en  el abismo son indescriptibles.

Iguazú  en guaraní significa agua  grande y se encuentran situadas  entre  la provincia argentina de  Misiones y el estado Brasileño de  Paraná. Dos días hemos  estado. Uno del lado argentino y otro  del  brasileño.  Si  tienen  que escoger, háganlo del lado brasileño, la  panorámica que  ofrece  es  impagable. 


Las cataratas  del Iguazú están  consideradas  una de  las  siete  maravillas naturales del mundo. Están formadas  por doscientos  setenta y cinco saltos, el ochenta  por ciento del lado argentino. La Garganta del Diablo es el más alto, ochenta metros, y el más espectacular. Están totalmente insertadas  en áreas  protegidas. Fueron descubiertas  por  Álvar Núñez Cabeza de Vaca en 1542, mientras  realizaba  una  travesía  desde el océano Atlántico hasta  Asunción en Paraguay.

Es indescriptible  la sensación, las emociones y la  carga  de  energía positiva que Paco se  perdió. Salimos  embobados, turbados, silenciosos, emocionados, al  fin y  al cabo.

Y para  aterrizar  otra  vez  en  el  suelo, nada  mejor que una  parrillada argentina, acompañada de  una  malbec de  Cafayate.

Salve y  ustedes lo disfruten desde  lejos.








miércoles, 28 de septiembre de 2022

EN LA MINA DE GEODAS

 

Cuando era pequeña mis padres me llevaron al Escorial. En una sala del Monasterio descubrí una mesa y una butaca de piedra de color verde. Era el regalo que el zar de Rusia había  mandado a Isabel II por su boda con Francisco de Asís. El guía nos explicó que se trataba de piedra de malaquita. Me impactó aquella piedra y su color y que artistas rusos hubieran podido con aquel material construir unos muebles tan hermosos.

Cada vez que he vuelto a aquel lugar, erigido por Felipe II, busco los muebles de malaquita y una piedra que me encanta y que me he llevado de Buenos Aires en forma de sortija y colgante.

Yo creo en  las propiedades de las piedras. La malaquita  limpia  las energías  negativas, aporta equilibrio y abre los chakras. La rodocrosita o rosa del inca es la  piedra  nacional de Argentina que se obtiene  en  la provincia de  Catamarca. También me la llevo de recuerdo de este hermoso país,



En la provincia argentina de  Misiones existe la mina de geodas llamada Wanda. Una geoda es una cavidad rocosa, normalmente cerrada, y totalmente tapizada con cristales y otras materias minerales. No es realmente un mineral sino una composición de formaciones magmáticas, cristalinas y sedimentarias Misiones.
He estado en las minas de  sal de  Cardona y Cracovia. Pero  nunca había entrado en una mina de geodas. Uf, me encantó. 
El nombre de la mina y del pueblo se debe a una princesa polaca famosa por su bondad. A principios del siglo XX, la zona fue epicentro  de  una importante inmigración polaca. Las tierras donde se  encuentran las minas, dos en explotación y otra a punto de ser puesta en marcha, pertenecían a Otto Bemberg que se convirtió en un magnate, gracias a las plantaciones de  hierba mate.
La casualidad jugó un papel en el descubrimiento del yacimiento  de  geodas. Amalia Bogado, esposa de Victor Enebelo, compraron estas tierras. Una día la  mujer se encontraba lavando ropa en el  riachuelo y se cortó. Al buscar el jabón en el fondo, dio con una amatista. El estado argentino no les dio licencia para explotar  la mina hasta veinte años después. Ahora son sus nietos quienes  dirigen  la mina, las visitas turísticas y la  tienda donde se  pueden adquirir desde geodas, hasta joyas con piedras semipreciosas. Las amatistas son las reinas de  estas minas.



Y de las geodas al cultivo de  la yerba mate, la hierba  medicinal  más tomada en todo el país. También conocida  como té de los jesuitas, puesto  que fueron los primeros que la cultivaron a nivel industrial o té del  Paraguay. Todo un ritual  en  torno a su elaboración y  forma de tomar. Hemos aprendido un montón. Me llevo un mate, una bombilla y un kilo de yerba suave. Puesto que se bebe y se comparte entre amigos, les espero en La Matandeta para hacerlo. Eso sí, cuando vuelva, que aún queda  tema  argentino. Salve y a disfrutar de  la  vida.













lunes, 26 de septiembre de 2022

DE TIERRA DEL FUEGO A MISIONES

 


Ayer nos cruzamos Argentina de Sur a Norte. Entre vuelos y espera en aeropuertos fueron doce horas. Casi tantas tenemos para regresar a España. Argentina es, por extensión el octavo país del mundo. Aquí las distancias tampoco fueron creadas  para la zancada humana.

Nuestro hotel está en Puerto Iguazú, pero metido en la selva. El amanecer, a ritmo del canto de  las urracas, nos ha  revelado el verde profundo. 

Un autobús  nos ha  llevado hasta las ruinas de la misión jesuítica guaraní de San Ignacio Miní, que data del  siglo XVII y es una de  las  reducciones mejor conservadas  de  América del Sur.

Una joven guaraní me ha  ofrecido una  planta de  orquídea a la entrada. Era muy  tímida, quizá no tenía más  de dieciséis años y acarreaba su bebé. Hemos visto comunidades de guaraníes  a lo largo  de  la  carretera. Sus casas de madera metidas  en la  selva. Los niños jugaban al lado de  la  carretera.


Un misionero jesuita nos acompaña a lo largo del recorrido  y nos va indicando las estancias de lo que  fue  una  gran reducción, pues así eran llamadas las misiones.

Los guaraníes se ubican geográficamente en Paraguay, donde además del español, la lengua oficial es el guaraní; noreste y noroeste de Argentina, sur y suroeste de  Brasil y sureste  de Bolivia; también en algunas zonas de Uruguay.

Los jesuitas fundaron las misiones guaraníes a partir del siglo XVII. Estas reducciones, que eran como pueblos con cabildo, tenían varios objetivos. El primero sería el de convertir a los nativos al cristianismo, también  contribuían a pacificar las áreas con fines coloniales. Mezclaban religión, política y economía. Además, delimitaban fronteras. 





Los guaraníes eran agricultores y aceptaron vivir en las reducciones como una forma de huir de la esclavitud, puesto que eran perseguidos por los bandeirantes portugueses, bandas de mestizos armados que se  dedicaban a cazar esclavos.


Los jesuítas practicaron el sincretismo religioso, es decir, les dejaron continuar celebrando ceremonias religiosas de su culto, al mismo tiempo que introducían las católicas, esto fue muy criticado por otras comunidades católicas, que envidiaron el poder que adquirieron los jesuitas  en el Nuevo Mundo, del que fueron  expulsados por la corona española en 1767 y las reducciones abandonadas.


Hoy ha sido un día culturalmente  importante para nosotros. Luis, el misionero jesuíta nos despide con el padre nuestro en lengua  guaraní. Nos volvemos a dormir a la  selva. Que tengan una feliz semana.


domingo, 25 de septiembre de 2022

UN DESCUBRIMIENTO LITERARIO

 


        Los dos hombres se conocían. Por eso, esa noche de calor inusual se recelaban y se desconfiaban              mutuamente. Habían trabajado muchos años juntos en la fuerza y cada  uno de ellos sabía  mucho              del otro. Demasiado. El sitio donde se producía el encuentro era, para definirlo de alguna manera,            neutral: un lugar de tragos, hombres solos y putas. Pero por sobre todas las cosas  había poca luz,            disminuida aún más por el espeso humo de tabaco. Allí cerca, en el escenario, Exuberancia se li-                beraba del innecesario ropaje al ritmo de una música demasiado trillada como para prestarle                    atención. Un par de mujeres se sentaron junto a los hombres ofreciendo su mercancía sin disimulo              con desenfado y mentida algarabía. El exceso de maquillaje, sin embargo, ponía cierta distancia                con sus potenciales clientes. Ambos hombres las rechazaron con un gesto. Ellas, con un fingido                  mohín de desencanto, se levantaron y volvieron a la barra a la espera de clientes más receptivos.

                                                       Nuestro hombre en Ushuaia                                                                                                                                Carlos Zampatti                                                                                                         



Soy la reina del despiste. Mis amigos y seguidores ya lo saben. Una vez convocaron en Sedaví, mi pueblo, un concurso de despistados y a mi me concedieron el premio extraordinario. País que visito, gafas que pierdo. Aquí ya lo he hecho. Cuando Sales, de la óptica de la avenida Albufera, me ve entrar por la puerta, saca la alfombra roja y aplaude. Debo ser su mejor clienta.

Pues bien, perdí en Ushuaia la bolsita donde llevo las medicinas que debo tomar por mi arritmia cardíaca. Si no lo hago, la arritmia se me dispara y puede entrarme una crisis. Es el  precio que tengo que pagar por tanto tiempo vivido y tanta experiencia vital.

Pues bien, no encontraba por ninguna parte las medicinas. Removí la habitación del hotel de Ushuaia  arriba y abajo. Cuando estaba agachada debajo de la cama, Pepa salió del cuarto de baño, asombrada por mi postura. Las medicinas, no encuentro el estuche con las medicinas.

Teníamos que tomar el ferry para ir hasta el faro del Fin del Mundo a las nueve y media. De camino al puerto, caí en la cuenta de que, quizás el estuche hubiera quedado olvidado en el restaurante-concesionario de motos donde habíamos comido el día anterior. 

No estaba  todavía  abierto y una  joven limpiaba la sala. Le expliqué mi  desasosiego y .... Voilà! Allí estaba esperándome. Debía tomarlas cuanto  antes, así que  mis  compañeros  siguieron y yo decidí buscar un  bar.

Usuhaia, a  esas  horas, estaba  todavía cerrada. Al final, me topé con el BRIXBAR.



Un cliente tomaba un café y un trozo de tarta. Dos camareros tras la barra y varios libros del mismo autor, expuestos en ella. Pensé: Esos libros los debe de haber escrito un empleado o un cliente habitual, de otra forma, no estarían aquí.

La temática de los libros hacía referencia  a Ushuaia y Tierra del Fuego. A una fuga en el presidio, a una  especulación en la  península  Mitre. Ojeé el primero. Y vi en  la  solapa que entre las obras  del autor, Carlos Zampatti, se  encontraba Nuestro  hombre en Ushuaia.

Me acordé de mi estancia en La Habana este mismo verano, gracias a la hospitalidad de  mi amigo Miguel  Ángel  Jiménez. El primer libro que leí a mi llegada fue Nuestro hombre en La Habana, de Graham Greene. El segundo Nuestro Graham Greene en La Habana, de Pedro Juan Gutiérrez. Y ahora en el fin del mundo y el principio de todas las cosas, me encontraba con otra novela que parafraseaba también los títulos anteriores.

Eso era una señal que me mandaba el universo y yo estaba atenta a su llamada.

Le pregunté a un camarero. Si, el señor Zampatti, el autor, desayunaba todos los días en el Brixbar con un grupo de amigos, sobre las nueve y media. ¡Vaya, la hora en que salía el ferry! Ni corta ni perezosa saqué mil quinientos pesos de mi cartera y se los di al empleado, que yo creo que todavía no salía de su asombro. Le pago este libro, pero dígale al señor Zampatti que quiero que me lo dedique y también quiero llevarme "Nuestro hombre en Ushuaia", volveré a la tarde.

Llegué al puerto, cuando el ferry estaba a punto de salir.

Compartí el mes en  La Habana con las novelas de Leonardo Padura. Me levantaba a las siete, trotaba por el Malecón y volvía a mi residencia. Me llevaba a Manuel, a regañadientes, a realizar alguna visita por la ciudad. Ya saben ustedes que a los adolescentes la cultura los persigue, pero ellos  corren mucho más. Y ya cerca del mediodía cuando el calor era insoportable, nos refugiábamos en el piso del  edificio Sloppy Joe's, junto al bar del mismo nombre. 

Yo me tiraba a leer en el sofá, mientras Manuel le daba al TikTok. 

De la mano de Padura recorría los escenarios con los que antes o después me acababa tropezando al salir a la calle. Este es otro de los placeres de los que disfruto. Recorrer una ciudad, un paisaje de la mano de los escritores. Y además es gratis, solo tienes que comprarte el libro. 

Y eso hice. Les dije a Pepa y a José Vicente que tenía una cita con un escritor. Se  miraron extrañados y me preguntaron cuándo lo había conocido. Mientras me tomaba las  medicinas, les respondí.

    Allí estaban esperándome los dos libros firmados por su autor. He recorrido Ushuaia de la mano de     Zampatti. Y Pepa se leyó en un día La fuga según León.


Carlos Zampatti, de profesión agrimensor, nació en Mar del Plata, pero reside en Ushuaia desde hace muchos años. En sus novelas se refleja el paisaje y el carácter de las personas que habitan esta región argentina, tan alejada de todo. Nuestro encuentro nunca llegó a producirse, pero hablamos por el watshap y, tras leer el currículum que me mandó, puedo adelantar que está dotado de una fina ironía.

Otro motivo más para volver a estas tierras, conocer al autor de Nuestro hombre en Ushuaia.

Si quieren contactar con él, háganlo a través del correo zetadeushuaia@gmail.com

Salve y que disfruten de la tarde o de la noche, según el hemisferio en el que se encuentren.





                                                                

EL FARO DEL FIN DEL MUNDO

 


                               Es duro vivir acá, lejos de todo, con este clima de mierda. Porque una acá tiene un                                       amor a primera vista con el paisaje y piensa que, porque el entorno es tan bello, la                                     vida resultará más fácil. Y sin embargo, con el tiempo te das cuenta de que no es cosa                                 sencilla vivir en una postal: por más que la foto sea maravillosa, vivir acá todos los                                     años, todo el año, es otra cosa.

                                                                    Nuestro hombre en Ushuaia                                                                                                                                         Carlos Zampatti


Julio Verne escribió una novela titulada El faro del fin del mundo en la que unos piratas asaltan un faro ubicado en una isla rocosa y liquidan a todos los que se encontraban allí, con la sola excepción de Will Denton quien escapa de la masacre. Los piratas planean apagar la luz del faro con la finalidad de que los barcos, a su paso por esta zona, se estrellen y así obtener su botín. La historia se desarrolla en la isla de los Estados, en la Patagonia. En ella se encuentra el faro de San Juan de Salvamento. Es el faro más antiguo de Argentina y el primero en ser edificado en aguas australes.

Nosotros, hoy vamos a visitar el faro Les eclaireurs, al que todo el mundo lo llama el faro del Fin del Mundo, aunque no lo es. Desde Ushuaia tomamos el ferry y atravesamos el canal del Beagle, llamado así en homenaje al barco HMS Beagle, desde el que se realizó un estudio de las costas entre 1826 y 1830. En 1833 se realizó un segundo viaje en el que participó Charles Darwin. 

Atravesaremos la isla de los Pájaros y la isla de los Lobos Marinos, donde el olor a pescado es muy intenso y los ejemplares no hacen más que llamar la atención con sus gritos. Un paraje lleno de belleza que, por muy buenas que sean las fotos, nunca podrán transmitir la emoción de haber estado en estos parajes.

El día nos acompaña y los Andes Fueguinos se reflejan en la lámina de agua del canal como si fuera su espejo. Hace frío, pero no hay viento y  apenas gente en el Ferry. Aunque yo sea agnóstica, debe haber un Dios, una mano creadora que proyectara tanta belleza natural como tiene este país, con el que fue muy generoso.

Salve y ustedes lo pasen bien.