sábado, 25 de diciembre de 2021

EL PUCHERO DE NADAL

 


                                                     La suerte favorece a los  espíritus  preparados                                                                                                                                                                                                                                                                                                   Luis Pasteur                                                                                                                                                                                                                                                                                             

                          Creo que, excepto las primeras navidades, en los treinta años que tiene de existencia La Matandeta, tal día como hoy, veinticinco de diciembre, siempre se ha preparado el tradicional puchero de las casas valencianas. Lo hacía mi abuela, después mi madre y durante muchos años, lo preparé yo en La Matandeta. 

Recuerdo que, siendo Helena una niña, no tenía otra obsesión cuando llegaba este día, que preguntarme: mamá, cuando tú te mueras ¿quién preparará el puchero? Yo no sé hacerlo. Y yo, invariablemente, le contestataba: No te preocupes, la vida traerá la solución. Pero ella  no se  quedaba muy convencida y Navidad, tras Navidad  volvía  a repetir la pregunta. Y la vida trajo la  solución.



No había cumplido dieciocho  años cuando apareció  una señal en forma de  viaje. Pataleó, se enfadó, se reveló, pero yo, su madre, estaba de parte del Universo y me la  llevé a estirones.

Era un viaje por Aragón, acompañando a la Agencia Valenciana de Turismo en sus promociones. Comparti viaje  con mi amigo del alma Joan Roig. Yo llevé a Helena y él fue acompañado de Rubén. Lo demás  es una historia de  amor que con el tiempo  trajo  a la  vida a  Manuel  y la  solución al puchero de Navidad, sin  necesidad  de que yo me muriera  antes.


La primera  vez que oí hablar del concepto de sincronicidad fue  este pasado verano, gracias a Conrado, director de la oficina  de la Caixa Ontinyent donde tenemos cuenta abierta. Yo le estaba  hablando de los acontecimientos que estaban teniendo  lugar en mi vida. Aparentemente extraordinarios. Y él me regaló la  teoría del  psiquiatra Carl Jung.



En 1952, Carl Jung acuñó la  teoría  de la  sincronicidad para definir la simultaneidad de  dos sucesos  vinculados por el  sentido, pero de manera acausal. Es decir, la  coincidencia temporal de dos  o más  eventos, que guardan relación entre sí, pero no son causa uno del otro, sino que su relación es de contenido. En otras  palabras, Helena no  quería  ir a  aquel viaje. Le molestaba, no lo veía necesario. Sin  embargo, sí que  era necesario para que  se encontrara con Rubén, para que ocurrieran hechos necesarios e importantes  en la vida de mi  hija y en la mía. Para que un día naciera Manuel. 

 Y así, la vida trajo la solución al puchero. ¿No les parece divertido? Las  señales que constantemente  está  emitiendo el universo y que dan un vuelco a nuestras vidas, las ponen del revés. 

En la sincronicidad, tal como la entiende Jung, se da una coincidencia entre  la realidad interior (subjetiva) y una  realidad externa (objetiva), en la que los acontecimientos se vinculan a través del sentido que nosotros  les damos.


Carl Jung contó una de las sincronicidades  más extraordinarias que había conocido, relativa a una de sus pacientes. Una madre alemana, fotografió a su bebé en 1914 y llevó la placa a revelar a una tienda de fotografía de Estrasburgo. Al poco, estalló la Primera Guerra  Mundial, circunstancia por la que no pudo recoger la fotografía. Dos años después, la  mujer compró una placa de película en Munich, a kilómetros de distancia, en  este caso, para tomar una foto a su  hija recién nacida. Al revelarla, el técnico descubrió una doble exposición: la fotografía de la niña estaba superpuesta con la primera foto que  la mujer  había tomado a  su bebé  en 1914. Por alguna razón, la placa original, adquirida  en Estrasburgo, no había sido revelada y había  sido revendida  como si  fuera virgen. La misma  mujer, en dos ciudades distintas, había  comprado  la misma  película para fotografiar a sus dos hijos recién  nacidos.




La vida nos sorprende con estas señales, estas coincidencias mágicas, esos encuentros fortuitos, personas o circunstancias que surgen en el  momento preciso en que  las necesitamos, como si fueran  señales del camino que  debemos  emprender.

¿Lo han entendido? A Helena le llevó  años hacerlo. Yo estoy  en ello.

Salve y que  tengan una buena Navidad. Salud y paz a raudales.







LOS ABUELOS

     


                                                       La diferencia  entre los  padres y los  abuelos estriba  en que los                                                               segundos tienen las respuestas a  las preguntas que los  primeros                                                               todavía  se están formulando.

                                                                               Caperucita  en Manhattan                                                                                                                                        Carmen Martín Gaite        


       Vino  el primo Victor Blanch, del Clan de la Rifa, sección Chaparros, y me  trajo este retrato que se hicieron mis abuelos paternos el día de su boda.

El retrato siempre estuvo en una de  las paredes de la casa en la que nací, que era  la  suya, en la calle Colón, número dos de Sedaví. Tenía un marco un tanto historiado y cuando nos mudamos a la  casa   de enfrente que construyó mi padre. Mi madre, que nunca tiraba nada, le pidió al  pintor que le diera una pasada de purpurina  dorada y lo colgó. Mi madre no era de desprenderse  de  los objetos. Las cosas se  sucedían  en su vida  por estratos. Guardaba todo. Yo no puedo hablar mucho porque haber usado un jersey de lana durante treinta  y cuatro años, ya es haberlo más que usado, amortizado. Y encima devolverlo a su país  de  procedencia.

Supongo que ese afán de guardar las cosas, de transformarlas en otras, tiene  mucho que ver con haber nacido en  tiempos de  precariedad. Por ejemplo, mi madre se cosía  un vestido, al cabo de unos años de ponérselo, lo convertía en dos  faldas, una  para  mi hermana  y otra  para mí. Después, las faldas pasaban a ser una  bolsa de pan y ésta acababa de turbante para el pelo. Vamos, que no estamos inventando nada. No hacemos más que andar el camino desandado.




           Observo la foto de  mis abuelos, Doloretes y Paco. ¿Cuántos años tendrían? Mi padre nació en el 33, mi tío Paco, le precedió  ocho años. El primogénito  murió muy joven, Mi abuelo hizo tres  años de mili, la costumbre de entonces. ¿Debía ser pues, a  principio de los años veinte? Quizás. 

Contemplo su cara  de circunspectos, su seriedad, a diferencia de  la  alegría  que muestran los novios en   las  fotos actuales. Parecen  tan formales, tan puestos  en su lugar. ¿O es que atisban ya la tragedia  que algún día  llegará, que  pesará  sobre  varias  generaciones?

Mi abuelo Paco era el mayor de los nueve hermanos del Clan  de la  Rifa: Cuatro hombres y cinco  mujeres, si mal no recuerdo. Mi padre solía  contarme muchas anécdotas del abuelo  y  sus  hermanos. Con tanta  familia, que además siempre  ha  gozado de un gran  sentido  del humor, el  repertorio resultaba  inacabable.

Los  riferos, a  su  vez  tenían variantes. Están els  chaparro,  els Jeroni, els  Matanda...

Els chaparro viene por el tío Pepico, que fue  el  enterrador y campanero  de  Sedaví  durante  muchos  años. El domingo  de mi  bautizo, día de Santa  Bárbara, volteó  las  campanas como si  fuera  fiesta mayor. Era  bajito y muy dinámico. Sin embargo, su hijo Pepe, mi primo el  Chapi, es alto y bien plantado. Y cerca  de los  setenta sigue  conservando la dentadura más blanca  que he visto  en mi  vida.

Els Jeroni son alegres. Tienen una  habilidad innata para sacarle la parte divertida  a  la  vida. Con ellos, nunca te  aburres. Puedes estar en la  situación más tremenda que  sabrán sacarte unas risas. Ahí están  Pepa y su  hermano  Ferrán. Pero en general, ese sentido del humor, forma  parte de todo el clan. Todos  hemos  nacido con el don de la  ironía. Saber aplicarle humor a la  inteligencia para  exprimir  más partido a  las circuntancias. Si, ¿no somos nosotros y nuestras circunstancias?

Y también están els Matanda, a la que pertenezco. El apodo viene dado por  mi abuela Doloretes. Esa chica de  la  foto, cargada de  pecho y de  seriedad. En esta  rama siempre hay como un aire  infausto. Un argumento de  tragedia  griega. Doloretes  morirá  por una confusión. Una  tarde, mientras  cosía  a  la  fresca con  las vecinas,  se  sintió mal  del estómago.  Terminada la costura entró en casa y buscó el frasco de  la  medicina que el médico le había  recetado a  su hijo Manuel para  sus problemas de úlcera. Se lo tomó, pero el recipiente  no contenía  la  ansiada  medicina sino arsénico para  matarle los piojos, la miseria  a la mula.

Mi padre había  puesto el arsénico allí, sin  pensar  en las consecuencias que podía  tener su negligencia. Mi abuela  murió  al cabo de unas horas.

Desde pequeña, mi padre  me contó la muerte de  mi abuela, sin embargo, nunca nos  dijo que  se había  tratado de un error  suyo. Hasta  que, muchos  años  después, yo ya  era  madre y habíamos abierto  La Matandeta, una  mañana, la Linda, la  perra favorita de mi padre, la  que  lo había  acompañado desde que  abrió la  granja, tenía  mucha miseria. y mi padre  la embadurnó con  unos  polvos. Al  día  siguiente, la perra  apareció muerta. Los  gritos  y  los  lloros de  mi padre nos  partían  el corazón: En tanto que me creo que soy! Y no soy nada!  Así también  maté  a  mi madre!

Cuánto tenía  que  haber  aguantado aquel hombre ese dolor contenido, escondido dentro  de  su alma, sin encontrarle solución. Llevar una  vida normal, cuando la tragedia  te corroe  por dentro. Entonces  comprendí. Su aire desvaído  muchas  veces. Sus ganas  de  evasión. Sus silencios. Su capacidad de comprender a los  demás y de  no juzgarlos. Su generosidad y su  bondad sempiternas. Ese vacío  de  su corazón, esos monstruos  escondidos no hay terapia  ni  medicina  que  lo arregle. Simplemente, hay  que acostumbrarse a  vivir con  ello. Y mi padre  así  lo hizo, hasta  la mañana en que  encontramos  a  la Linda muerta. Entonces, todos  sus  monstruos salieron a  pasear...

  La muerte  de mi primo Paquito, su único sobrino, el hijo que le hubiera  gustado  tener, fue otra  tragedia que lo marcó. A los quince años, Paquito se cayó del quinto piso de la  finca que estaban construyendo mi padre, su cuñado y mi  tío Paco. Estuvo  ingresado durante mucho tiempo. No  puedo  recordar el número de operaciones a que lo sometieron. Y con  veintisiete años, sin haber conseguido superar  un cáncer que  lo consumió, lo enterraron  el mismo día  que  Silvia, su hija, cumplía tres. La víspera  de  su  muerte, mi padre volvió del IVO donde estaba  ingresado y  donde  había  pasado la  noche a  su  lado. Rompió en  lágrimas y sollozos. ¿Por qué se tiene  que ir, si no le ha hecho daño a nadie? ¿Por qué no me voy yo, que sí lo he hecho? Mi madre estaba allí y consiguió calmarlo. La mañana  de la Linda, esas frases regresaron a  mi  cabeza. Entonces, comprendí.

Con  cuarenta  y  seis  años muríó mi madre, su sostén, su faro, el norte  al que recalar cuando  la  conciencia  no lo dejaba  tranquilo.

Por eso digo, que  en els Matanda, hay una línea trágica que  exorcizamos conforme podemos. Yo, utilizo mi capacidad de relatar. ¡Pero cuántas narrativas  hay en ti! me suele decir mi terapeuta.

Sí, exorcizar la tragedia  a  base de historias, de ironía  y, si es preciso, de sarcasmo. La ironía es inteligente, el sarcasmo suele tirar a  matar. 

Y si no, también están las rosas amarillas, para alejar los malos augurios. Lo aconsejaba García Márquez.

Salve y ustedes lo pasen bien. Dentro de nada, si los virus lo permiten y  el fuego de los dioses nos acompaña, nos vamos de  viaje.

Les escribiré.

                                                                                            

                                                                        

                                                                                        

                                                     

sábado, 18 de diciembre de 2021

UN RITUAL NECESARIO

 


  

Al día siguiente volvió el principito.

 - Hubiese sido mejor venir a la misma hora - dijo el zorro-. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto: ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón ... Los ritos son necesarios.

 - ¿Qué es un rito? - dijo el principito. - Es también algo demasiado olvidado -dijo el zorro-. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora de las otras horas

                                                 El Principito Antoine de Saint-Exupéry



 

Quedaban pocas horas para que despegase  nuestro  avión rumbo  a  Valencia. A nuestra morada,  a nuestro espacio habitual donde la rutina es la señora de todas las bondades. Quedaban pocas horas en Cracovia y todavía algunos ritos por celebrar.


Primero, fuimos   al mercado, muy cerca  de la  Barbacana y de la puerta de San Florián. Queríamos  comprar  quesos. El típico queso ahumado que hay que pasar por el fuego antes de comer y que  habíamos degustado  en los montes Tatra. Unos cien zlotys en nuestro fondo  común y no queríamos  cambiar. Una anciana los vendía, elaborados por ella misma, junto a  gorros que también había  tejido. Nos faltaban  diez zlotys, que son dos euros y medio, para cubrir la compra  que le habíamos hecho. Le  ofrecimos euros. No quiso. Le  di mi bufanda y mi gorro de color lila, comprados en Francia. Se puso muy contenta. Se los quedó, pero  no aceptó. No nos  llevamos el queso que nos faltaba.







Volvimos a cruzar la puerta de San Florián y por la calle Florianska llegamos a una iglesia de ladrillo rojo. No recuerdo su  nombre, pero la imagen de un joven con  rastas orando en actitud ferviente y recogida, acaparó mi atención. No es que visite yo muchas iglesias en España, pero nunca había contemplado una escena como  esa. Los polacos son un pueblo muy católico.


Volvimos  a la plaza del Mercado. Entramos en el café Europeiska y desayunamos un contundente  plato de  salchichas, huevos fritos y tocino. Brindamos con café con leche. Volvimos a  entrar  en la basílica de Santa María, pero las luces estaban  apagadas. En la  oscuridad  del templo, no pudimos  apreciar  por  última vez el retablo más grande  de Europa. Nos quedaba llegar  hasta  el castillo Wawel y su catedral.


Entramos  en la  catedral de Wawel, la  que  compite  con la  Basílica de Santa  María en  majestuosidad y  lujo. La que se  construyó para  coronar  a los  reyes de Polonia  y servirles  de sepultura. Apenas nos  tropezamos con gente. Un  par  de curas, jóvenes y guapos, hablaban  en  español a  unas  chicas  desorientadas. Recorrimos  las  diecisiete capillas de la  catedral que  sirven de tumba  a personajes  ilustres y también la  cripta  real. Nos detuvimos en la dinastía  de  los Vasa. Entonces decidí que era el mejor lugar  para  cumplir con el rito al  que  había  venido a Cracovia. Un rito  necesario  el del  viaje  de regreso a  Polonia. Una acción simbólica para dar forma a mi suelta de lastre, mi despedida de parte de mi pasado. Lo dije al principio de estas  crónicas y lo mantengo. No hay presente sin pasado. Este constantemente presiona, ejerce  su capacidad  de  influencia. Es, a veces, tirano. Pero sin él, no seríamos lo que somos: nuevas versiones mejoradas de nosotros mismos que el tiempo y  las circunstancias moldean. Mi jersey polaco de lana. Mi viejo jersey polaco de lana formaba parte de mi historia. Le podía haber  dedicado una novela, a modo de las de Manuel Mújica  Laínez, en la que  fuera protagonista indiscutible de todos los acontecimientos que había compartido junto a mí.

Sin embargo, nada de eso le había dado. Así que, al menos, un ritual de  despedida. Un rito digno de una prenda  de su categoría. Desde 1988 en mis armarios, escuchando las banales conversaciones de mis gabardinas, siempre discutiendo entre ellas. Esperando pacientemente que me dignara llevarlo a ver la nieve, a recordar, aunque de lejos, el paisaje en el que se criaron las ovejas de  las  que salió la lana  con la  que una ancianita allá en Katowice lo tejió y  me lo vendió en  una  calle. 

Y por fin, podía hacer algo por él, digno de su categoría de prenda usada por mí a través de varias décadas, muchos inviernos e imprevisibles acontecimientos. Un viejo jersey polaco de lana que también necesitaba un lugar para su descanso eterno.


En la  capilla de  los Vasa, dinastía de origen sueco,  reinante en Polonia de 1587 a 1668, ante  la tumba de Segismundo III, dejé mi viejo jersey polaco. Reposando después de tantas batallas libradas como el rey. Atravesando países, personas, aventuras y tiempo.

Me dio pena, pero era un ritual necesario el que había venido a cumplir este  principio de diciembre del año  en curso, 21, del siglo XXI. Un rito de crecimiento: desprenderme de una vieja piel. Dar paso a una nueva versión de mí misma. Quién sabe. Quizás alguno de  aquellos jóvenes y guapos sacerdotes de piel blanca, ojos azules y pelo rubio, se habrá percatado  de él y lo habrá hecho llegar a alguna persona  necesitada de calor y de  afecto. Quién sabe  si una nueva historia, esta vez sí, en su país, le estará esperando.

Ya lo dijeron  El Principito y el filósofo surcoreano Byung-Chul-Han, un rito es una acción simbólica. Los rituales, al fin y al cabo, son necesarios.

Salve y ustedes lo pasen  bien.





martes, 14 de diciembre de 2021

JUSTO ENTRE LAS NACIONES

 


                                               Quien salva una vida, salva al mundo entero

                                                                    Mishná 4:5


Si piensan viajar a  Cracovia, si les han  entrado ganas de  conocer estar ciudad polaca, después  de leer  mis  crónicas, tal  y como me han hecho llegar muchos de ustedes, les  recomiendo  que vean  o revisen la  película  de Steven Spielberg La lista  de Schindler. 


Esta foto en la  que ustedes  me ven  sentada  en una  escalera con mi viejo  jersey polaco  de  lana, forma  parte  de  los  escenarios  naturales en  los que  rodó  el director  norteamericano de origen  judío. Un pequeño guardia judío está  comprobando  que el barrio se ha  vaciado. Los nazis han ido a buscar a  los  residentes para  confinarlos  en  el gueto. El pequeño  descubre  a  la hermana  y a  la  madre  de un amigo y les indica  que  se  escondan  debajo de  las  escaleras. Cuando llegan las  SS  les cuenta que allí no queda nadie.


Hace mucho frío cuando llegamos al barrio judío de Cracovia. Ha comenzado a nevar, seguramente como lo hizo durante el rodaje de la película en 1993.

Durante 72 días, Spielberg filmó en  blanco y negro. Así consiguió un tono documental que otorga mayor realismo al relato. Considerada como una de las mejores películas del cine, fue también un éxito de taquilla que  recaudó 330 millones de dólares en todo el mundo.

Oscar Schindler era de etnia alemana y se había afiliado al partido nazi. Llegó a Cracovia para hacer fortuna. Mujeriego, vividor y oportunista, sobornó a oficiales de  las fuerzas armadas y de las SS para  adquirir una fábrica donde producir menaje. Contrató a un contable judío, Itzhak Stern, con relaciones en el mercado  negro  y en  la comunidad  local de  empresarios hebreos.

Amon Göth, oficial de las SS es destinado a  Cracovia para supervisar  el campo de concentración de Plaszow y que  una vez terminado sirve  para liquidar  el gueto.


El desalojo fue brutal. En la Plaza de las Sillas, homenaje actual a aquella masacre, los judíos desalojados, pasaban horas esperando a ser evacuados o ejecutados. Algunos se salvaron como Roman Polanski que tan solo contaba nueve  años de edad. Schindler fue testigo de esta brutalidad.



Cuando los alemanes  empiezan a perder la guerra, Amon Göth recibe la orden de enviar a los judíos de  Plaszow a Auschwitz para ser exterminados. Schindler decide sobornarlo para llevarse a sus trabajadores a una nueva fábrica de  municiones en su ciudad  natal, Brunnitz, en los Sudetes austríacos. Contable y empresario elaboran la lista de Schindler en la que figuraban sus 850 empleados. Así conseguiría salvarlos de Auschwitz. Por error, el tren que transportaba a mujeres y niños acaba en Auschwitz-Birkenau. Nuevamente Schindler acude al soborno, esta vez al comandante del campo, Rudolf Hoss.


En la nueva fábrica, el  empresario prohibió entrar a las SS y animó a sus judíos a celebrar el Sabbath. Gastó la mayor parte de su fortuna en sobornar a  militares alemanes y comprar munición ya terminada de otras empresas. De las máquinas de  su fábrica no salió nada.  


En 1945 se queda sin dinero y, ante el avance  del ejército  rojo, debe huir, no sin convencer a los soldados de las  SS, de que no maten a ningún judío de su fábrica.

Se trasladó a Alemania tras la guerra y fue apoyado económicamente por organizaciones judías. Se trasladó a Argentina con su mujer y se dedicó a la cría de animales. Divorciado, volvió a Alemania, donde puso en marcha varios negocios, sin resultado y sobrevivió gracias  a los judíos de su lista, a los que había salvado del holocausto o Soah.

Fue nombrado Justo entre las Naciones por el gobierno de Israel en 1963. Murió en 1974. Está enterrado en el Monte Sión en  Jerusalén.



 
No podemos visitar  la fábrica Schindler aquí en Cracovia. Es tal la avalancha de turistas estos días que no quedan entradas. Así que nos  vamos  a uno de los bares de leche creados durante la época comunista. Allí a un módico precio, se puede degustar un contundente menú regado con agua de arándanos. 
Y meditamos sobre  la sutil línea entre el bien y el mal.



domingo, 12 de diciembre de 2021

LOS MONTES TATRA

 Hay muchos días de sol durante el invierno  en Polonia, nos comenta el taxista que nos llevará al aeropuerto cuando le señalamos la cantidad  de  fotovoltaicas  que hemos visto durante nuestra  estancia. Habrá muchos días soleados, pero nosotras solo hemos disfrutado  de una mañana, durante nuestra visita a Zakopane para contemplar los montes Tatra.


Los montes Tatra son a Eslovaquia y Polonia, lo que los Pirineos a España y Francia: Una frontera natural. Además son la parte más alta de los Cárpatos.

Las maravillas de esta cordillera se las reparten entre los dos países: Los picos más altos están situados en Eslovaquia y los mayores lagos en Polonia.



El pico más alto, con 2499 metros es el Rysy que además es el más alto de Polonia. Ambos Tatra, el eslovaco y el polaco son parque natural y entraron en la lista de Reservas de la Biosfera de la Unesco en 1993.


En esta zona probaremos el vino caliente, bebida típica de la zona en esta estación del año y el queso de vaca y oveja ahumado, que se toma, pasado por el fuego, con mermelada de frutos del bosque o con tocino.



Zakopane es la capital de invierno de Polonia. Cuenta con 28.000 habitantes y es la típica ciudad desde la  que se accede a las pistas para practicar deportes de nieve. 


Y de aquí a Bukowina, un lugar ideal para los que amamos los balnearios, las termas, las piscinas de aguas naturales. Aquí pasamos dos horas bañándonos en aguas sulfurosas calientes, mientras alargamos la mano y tocamos la nieve. Pero no tengo fotos. Lo siento. Será mejor que lo comprueben personalmente.

LA CATEDRAL DE LA SAL

 


La mina de sal activa más antigua del mundo está en Bochnia, Polonia, a 20 Km. de la de Wieliczka, la que visitamos nosotras en este viaje a Cracovia. Las dos fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Las dos han sido explotadas sin interrupción desde el siglo XIII y aún hoy siguen produciendo sal de mesa.


La mina de sal de Wieliczka, también conocida como la catedral subterránea de  la sal, tiene una profundidad de 327m. y su longitud supera los 300 km, de los que se  recorren 2,5km. durante la visita.

Las salas están decoradas con estatuas de sal  de los personajes que visitaron a lo largo de su existencia esta mina. Entre ellos Copérnico, Goethe, Humboldt, Karol Wojtyla y Bill Clinton.


El rey  Casimiro III el Grande contribuyó al desarrollo de las minas de sal, dando múltiples privilegios y ocupándose él mismo de su cuidado. En 1363 fundó un hospital cerca de las minas. Su estatua de sal, esculpida por los mineros, preside una de las salas.



La mina fue utilizada por las fuerzas de ocupación alemanas como almacén de guerra y fábrica subterráneas. Los nazis llevaron a miles de judíos desde los campos de concentración de Plaszow y Mielec hasta esta mina para trabajar en la fábrica de armamento subterránea entre marzo y abril de 1944. El campo de concentración de la mina se estableció en el parque de Santa Kinga, patrona de  los mineros polacos, y albergó unos 1700 prisioneros. A pesar de ello, la producción nunca se llevó a cabo debido al avance soviético. 

Los nazis y la Segunda Guerra Mundial están presentes en todo momento. Al fin y al cabo, ella se inició con la invasión alemana de este país el 1 de  septiembre de 1939.




Una mina de sal es un lugar digno de admiración y de ser visitado. En esta siguen trabajando unos cincuenta mineros.

Pero si no quieren viajar tan lejos, no se pierdan la mina de sal de Cardona. Señores de Cardona, reyes sin corona.

Las minas de sal nos hablan de un pasado opulento, en que este mineral era tan necesario, que los trabajadores eran pagados con él. De ahí la palabra salario.




Cuando salimos de la mina, después de una visita de dos horas y media, ha anochecido en esta población, en el área metropolitana de Cracovia. Apenas  son las cinco de la tarde y hace un frío que espabila.

Solo me queda decirles Pozdrawiam i zyczemilei zabawy o lo que es lo mismo:

Salve y ustedes lo pasen bien.



viernes, 10 de diciembre de 2021

¡EL HORROR, EL HORROR!

 

                                     Consideren  su naturaleza  humana, no nacieron  para vivir como bestias, sino                                             para seguir virtud y conocimiento.

                                                                          La  Odisea                                                                                                                                                             Homero                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   Auschwitz está fuera de nosotros, pero  está a nuestro alrededor, en el aire.                                               La plaga ha  desaparecido, pero la infección aún persiste en el rechazo de la                                           solidaridad humana; indiferencia  obtusa y cínica hacia el sufrimiento  de                                                 los  demás.

                                                                       Primo Levi 


    La ciudad polaca de Oswiecim, a cincuenta kilómetros al sur de Cracovia, es conocida mundialmente por  su nombre en  alemán, Auswichtz. Alli en 1942 se  juntaron  la barbarie, el  horror, el sufrimiento y la indignidad  de los que  son  capaces  el ser  humano. En un  antiguo acuartelamiento del ejército polaco, los nazis confinaron y ejecutaron a  judíos, presos políticos, gitanos y homosexuales.


Auswichtz fue el mayor centro de exterminio del nazismo. Allí fueron enviadas un millón trescientas mil personas. Murieron un millón cien mil. El complejo estuvo formado por diversos campos de concentración y exterminio. Comprendía Auschwitz, el complejo principal. Auschwitz II-Birkenau, que era campo de concentración y exterminio, Auschwitz III-Monowitz, campo de trabajo para la IG Farben, un complejo alemán de compañías químicas que  durante  la  Alemania nazi comenzaron  a producir gas Zyklon B, que en principio servía  para expulgar y donde trabajaban esclavos.


Este cartel que aparece en la fotografía cuelga de la entrada ARBEIT MACH FREI (el trabajo libera). Con él las SS recibían a los deportados desde su apertura en 1940 hasta que fue liberado por el ejército soviético en 1945. 

En 1947 fue fundado el museo estatal Auschwitz-Birkenau, un monumento de crímenes de guerra  alemanes en la Polonia ocupada. La Unesco lo declaró Patrimonio de la Humanidad en 1979, como uno de los  lugares de  mayor simbolismo del Holocausto.


En Auschwitz, Josef Mengele, conocido  como El Ángel de la muerte, realizó experimentos  mortales con los prisioneros y fue miembro  del grupo de médicos que seleccionaba víctimas  para ser ejecutados  en  las cámaras  de gas. Mengele  estaba especialmente interesado en los gemelos idénticos, los  enanos y sujetos con anomalías físicas. Las investigaciones de  Mengele sobre los gemelos  estaban pensadas  para demostrar la supremacía de la herencia  genética sobre el entorno  y reforzar de esta  manera la  premisa  del nazismo que defendía  la  superioridad  de  la raza  aria.


En vagones en  los  que se trasladaban hasta diez reses, eran conducidos los prisioneros  desde  toda Europa. Los  españoles fueron llevados  Mathausen y  Dachau. 

Ellos  pensaban que estarían dos  o  tres meses haciendo trabajos  forzados  y  después  serían  liberados. Por ello, sus  maletas  llevan sus  nombres y muchos  de sus  utensilios  domésticos marcharon con ellos.







La familia de Ana Frank fue ejecutada en Auswichtz. Ella murió en  el  campo de Bergen-Bielsen una  semana antes de  que  llegaran  los aliados. El escritor italiano  de origen judío sefadí, Primo Levy  fue prisionero en Auswichtz del que consiguió  salir  vivo para  dejarnos su  testimonio de lo que  vió y vivió  en  sus dos obras  Si esto es un hombre y La tregua.

Constantemente nos dicen que hay que olvidar el pasado y  vivir solo el presente. Que no sabemos qué ocurrirá  mañana y  no debemos  obsesionarnos  con el  futuro. No estoy  de  acuerdo. El presente se  fragua sobre  el pasado. Somos  lo  que  somos como consecuencia  de lo  que hemos vivido. ¿Olvidar el pasado? ¿Para qué? ¿Repetir los mismos errores? Enseñemos  a  las nuevas generaciones  de qué es capaz la humanidad. Cómo unos pocos pueden dominar con  sus ideas al resto, si estos no tienen pensamiento crítico. Si no son capaces de discernir entre el bien y el mal. Enseñémosle la lección de Hanna Arendt, la lección de la terrible banalidad del  mal, ante la que las palabras y el pensamiento se sienten impotentes.

Salve  y así  sea.



 

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       


martes, 7 de diciembre de 2021

LA OCTAVA MARAVILLA

 


Haizea Arpide está afónica. Son las  cuatro de la  tarde  y se  le nota en  la cara  el cansancio. A esta hora, la  ciudad  de Cracovia  ya está anochecida. Haizea es vasca, de Baracaldo. Trabaja como guía local y estos  días de  largo  puente en nuestro  país, los españoles hemos invadido  la ciudad polaca. 


Hemos  llegado a  primera  hora  de  la  mañana. El avión de Ryanair, a rebosar  de españoles que  seguramente hacen  su primera  escapada  al extranjero  desde  que  empezó la pandemia y vienen  con la excusa de celebrar el inicio de diciembre y las festividades. O escudada tras un viejo jersey polaco de  lana, como es mi caso.

En la calle Grodzka tenemos  nuestro hotel, a dos  pasos  de  la emblemática plaza del Mercado, en pleno  corazón del barrio medieval de  Cracovia. Hace frío. Hemos  visto nieve desde las  alturas  y durante  el trayecto en  coche desde el aeropuerto. Un chófer polaco, un joven rubio de ojos azules  nos  ha  recogido. Habla  inglés, pero apenas  pronuncia  palabra. Al llegar al centro, nos sorprende  el primer árbol de Navidad. La  ciudad  está completamente decorada para  las próximas  fiestas. Un desfile nos recibe. Que  no. A nosotras  no.


Hay turistas  por todas partes. Españoles sobre todo. Sacamos slotys en un cajero y nos  echamos a los  puestos navideños. Aunque otro  imponente árbol  aparece  en la plaza, la  verdadera  tradición de  Cracovia son sus belenes  declarados patrimonio inmaterial de  la  humanidad  por  la  Unesco  en 2018. Una tradición que se  remonta a mitad del siglo XIX cuando los albañiles, con menos trabajo en otoño e e invierno y con 


restos  de  materiales reproducían edificios de  la ciudad e instalaban las figuras típicas  de  ellas como el dragón, porque  en Cracovia se narra  una leyenda de  dragón.

Cada primer jueves de  diciembre tiene lugar el concurso de  belenes. Este año se presentaron 150. Después  los seleccionados  aparecen  en vitrinas por toda la ciudad.

La costumbre  de montar  belenes nos  viene de  San Francisco de Asís, uno de  mis santos preferidos. Este  santo, animalista, reproducía cada año en parajes naturales y con animales vivos, la  escena del nacimiento  de Jesús. Desde  entonces ha llegado hasta nuestros días.


Cracovia  es una ciudad muy  bonita. Fue  capital de Polonia hasta  el siglo  XIV. Conserva  su señorío y la  personalidad característica de las  ciudades  atravesadas por un  río, en este  caso el  Vístula.

El frío y el  viaje  nos  ha abierto  el  apetito. En  los  puestos navideños  hay varios  de  comida típica polaca. Dos de  ellos dedicados  a  las  sopas  tradicionales  que  hacen las delicias  del  más pintado, en  este  caso las  nuestras.


Hay paradas donde adquirir salchichas, codillo, chucrut y el típico zapiekanka, rebanada  de pan con condumio. Se come bien, contundente y barato.


En  la calle Florianska, una  de  las  más  concurridas del  centro, los  jóvenes turistas se  agolpan ante el puesto de un pastelero que  vende unos  bollos  dulces con  diferente  contenido: nutella, dulce de  leche, nata. Nosotras  pasamos del dulce por el bien de nuestras curvas.

Esta  calle  se llama  así por  San Florián, cuya figura preside  la  puerta de  la ciudad. 


Es domingo y la  basílica de  Santa María está  a  rebosar a la  hora  de  misa mayor cantada. Los  polacos  son muy  católicos. Me  cuenta  mi  prima que los hombres  suecos  llegan  a  Polonia  en busca  de  esposa  porque tienen fama  de  ser  muy familiares  y tradicionales. 

Como llegamos  antes  de  que empiece  la  celebración nos  acercamos  hasta  el altar  mayor  para  contemplar el retablo de  Veir Stoss, El altar de la dormición. La octava maravilla según Picasso.



¿Cómo lo sé? ¿Lo que dijo Picasso? Por mi amiga Diana Cerdá que me envió el siguiente texto de la novela Catedrales de Claudia Piñeiro: Si Picasso  dijo que el retablo de madera de Santa María de Cracovia es la  octava maravilla, mirá si no merece ser la  primera catedral de nuestro recorrido. No  hay nada como tener amigas cultas.



La  basílica  fue  comenzada a construir en 1355 durante el reinado  de Casimiro  III el  Grande, un rey muy importante  para  Polonia. De  estilo gótico, está  ubicada  en  uno de los  laterales  de  la  plaza  del  Mercado, La  fachada termina  en  dos  torres  desiguales: una  que  sirvió siempre de  atalaya y otra  de  campanario. Desde la torre vigía, cada  hora  un trompetista  toca el Hejnal mariacki, una melodía tradicional polaca que se transmite a mediodía por radio a todo el país. Vamos, como el Angelus. Cuenta  la  tradición  que  en el  siglo XIII un trompetista  fue asesinado por una flecha  en la  garganta  mientras hacía  sonar la  alarma  ante una invasión mongola. En honor a  su  sacrificio, cada hora, un  bombero en  turno  de  ocho horas  hace  sonar la melodía. Casi  nada.


En el siglo  XVIII, el interior  de la  basílica fue remozado  en  estilo barroco. Santa María  siempre ha  competido  con la catedral  de Wawel. Para conocerla, así  como el castillo  nos  acompaña  Haizea Arpide, esta joven  bilbaína llegó  a la  ciudad   con una beca de seis meses  del gobierno  vasco  para realizar  las  prácticas  de sus  estudios de  Turismo.

La estancia  se ha convertido  en  seis  años, gracias  a un paisano que  conoció aquí. Su pareja, ingeniero industrial. Ella  escribe un blog  sobre  la ciudad TuguiaHaizea, donde  podéis  encontrar  buenos  consejos  si  pensáis  venir y  donde  la  podéis  contactar a  ella.

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Haizea  nos cuenta la historia de Wawel, residencia  durante  siglos de  los reyes  polacos, la  estancia  de  los  nazis al frente de su  gobernador Hans Frank y la  polémica  que  suscitó el entierro del  presidente polaco  Lech Kaczynski y su mujer, fallecidos en un accidente  de  aviación en 2010, mientras  se  dirigían  a Katín, en  Bielorrusia  a  un homenaje  a  los oficiales ejecutados  por los  soviéticos durante  la  Segunda  Guerra  Mundial. A Lech le sucedió  su  hermano gemelo  Jaroslaw, actual presidente  de la República Polaca.



Nuestra  guía  no  ha  aprendido  polaco. Dice que  se mueve  entre  españoles. Si hubiera tenido  una  suegra polaca, no  me  hubiera  quedado  más remedio. Pero mi  suegra es vasca, me comenta.

Yo  ya sé  decir Dzien dobry, que  significa buenos  días.

Pero todavía  no  he aprendido: Salve y ustedes lo  pasen  bien.