sábado, 14 de diciembre de 2013

ERASMUS A LOS 20.


El inicio de las clases en septiembre en la Facultad de Filología de Valencia me trajo agradables sorpresas, como cruzarme en la puerta de la biblioteca de Humanidades a Noémie Girousse, compañera en Aix-en-Provence en las clases de Literatura Comparada de Mme. Rinner, o a Hélène e Hylham con las que coincidí en Traducción y con las que ahora asisto a  Sintaxis española.  El primer día de clase, lunes a las diez y también Literatura comparada, me encontré sentada en un banco a Gaia de Filippo, rubia y napolitana, me cayó bien y en seguida me la traje a casa. Mi hija y ella  se llaman hermanas.
 El mundo al revés, ahora ellas estaban aquí, donde antes yo estuve allí. Una que aprendió durante un año en país extranjero más instrucciones de uso respecto a manejarse por la vida, sabe lo sola y extraña que puedes llegar a sentirte  en un nuevo espacio y una nueva cultura, así que me salió la vena "madraza" y La Matandeta se está llenando los fines de semana de compañeros y compañeras Erasmus.  María, este sábado voy contigo, puedo preparar auténtica pizza napolitana en el horno moruno que tenéis en la terraza. María, ¿puedo llevar a Kristine, mi compañera de piso alemana? María te importa recogernos a Ruggero y a mí a las doce.
Pero de todo esto, mejor que no se entere el ministro Wert. De esto y de las frases del querido profesor José Luis Sampedro en aquella entrevista ante la inminente entrada de España en la Unión Europea. Si se trata de incorporarnos a la Europa de los mercaderes y banqueros que solo piensan en su interés y en sus prebendas, no me interesa para nada. Si se trata de la Europa que intercambia conocimientos, lenguas y cultura, cuyos ciudadanos y estudiantes viajan y se conocen, cuenten conmigo, señaló Sampedro.
Quizás el ministro Wert no quiere reconocer que el modelo económico que pregonaban algunos como objetivo de una Europa unida ha fracasado y que Europa no es eso y quizás el ministro se haya creído la leyenda urbana de que el año Erasmus es un año contínuo de francachelas y turismo estudiantil a costa del erario público. Nada más alejado de la realidad y puedo dar fe de ello.
George Steiner trató de definir Europa a través de un puñado de instituciones. La plasmó siguiendo la ruta del aroma y el poso de los cafés europeos. Desde Lisboa a Odessa, desde París a Roma, desde Viena a Madrid, los cafés literarios, políticos, polémicos, definen Europa porque en ellos durante siglos se debatió, se escribió y se hizo política, nacional y europea. Como la definen las plazas, calles y monumentos donde está escrita nuestra historia. Nada que ver con el modelo anglosajón de números, frutas y árboles para bautizar las avenidas. Como la fundamentan nuestra tradición griega y judeo-cristiana. Como la certifican nuestra tendencia al fatalismo y al holocausto.
Paul Valery recurrió a la metáfora de un imaginario Hamlet europeo para hablarnos de esos dos peligros que entonces y ahora amenazan a nuestro mundo europeo: el orden y el desorden.
Pero quizás nada de esto conozca el ministro Wert, a quien no parece preocuparle  la reflexión sobre nuestro futuro como europeos. Solo las cifras, los números del presupuesto.
El programa Erasmus acaba de cumplir veinticinco años y como señaló Umberto Eco, ha creado la primera generación de jóvenes europeos con conciencia de pertenecer a una comunidad real, no quimérica. Más allá de las palabras y las teorizaciones de los escritores y filósofos, ellos, los jóvenes estudiantes europeos y erasmus son un realidad evidente.
Antonio Ariño, catedrático de Sociología señalaba en su artículo Polinización Erasmus, publicado en El País del pasado 21 de noviembre: Hablamos de estudiantes que tienen la oportunidad de ampliar su comprensión del mundo y de aprender  a sentirse miembro de una comunidad más amplia y abierta; que aprenderán a la fuerza a arriesgar, a trabajar y asumir su compromiso cívico en espacios y entornos multiculturales, en los que la tolerancia y la capacidad de trabajar en grupo serán imprescindibles; que al mezclarse y convivir, crear amistades y familias, llevarán pegado a su cuerpo, convertido en su forma de vida, el polen de la movilidad, de la europeidad, de una sociedad democrática. Nada de ello será un óbice sino todo lo contrario, para que también sean brillantes en sus estudios y buenos profesionales en su trabajo. Tal vez ellos puedan romper estos perversos estereotipos del norte y del sur, del este y del oeste.
Pues eso, con permiso del ministro o sin él, en La Matandeta seguiremos acogiéndolos durante todo el curso, con sus risas, su español incipiente, su alegría y sus ganas de viajar y conocernos, mezclando la paella, con los risottos, la coca de morcilla con la quiche lorraine, el estofado de codillo con la choucrout.
Larga vida a los Erasmus.







 

4 comentarios:

  1. Brillante redacción, brillante pensamiento, brillante desarrollo, brillante conclusión. En suma, brillante como el sol que cruza de este a oeste todos los países, sin conocer fronteras...

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  2. María, muy felices fiestas para tí también! Me había olvidado completamente de tu blog y me gustó mucho descubrirlo y leer algunos de tus textos sobre Aix-en-Provence. Después de haber partido, tengo ganas de volver. Cuándo estaré alguna vez en Valencia, visitaré sin ninguna duda la Matandeta! Por las fotos, los platos me parecen muy ricos!

    Un cordial saludo, Ineke

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    1. Hola Ineke, yo también me acuerdo mucho de Aix-en-Provence, de ti, de mis compañeras y de Elodie
      Burle-Errecade con la que me escribo. Mi trabajo final de grado versa sobre Lancelot du Lac, ya ves, le cogí afición a lo maravilloso. Si vienes por Valencia, no dudes en visitarme en La Matandeta. Un abrazo muy fuerte y que se cumplan todos tus proyectos para el 2014.

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  3. Larga vida a los Erasmus y larga vida a la Matandeta que tantos placeres nos ha proporcionado a lo largo de estos años.

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