lunes, 16 de diciembre de 2013

MELANCOLíA.

En días de gris plomizo como el de hoy, la lámina de agua de los campos de arroz no se distingue del cielo. Una y otro forman una continuidad que no podría separar ni el lápiz del más hábil de los dibujantes. Cerca de las zonas anegadas, llámense lago, río o marjal en este caso, se produce el fenómeno de la melancolía que tanto afectaba a los caballeros en el medioevo, la bilis negra, el duelo no resuelto. El locus amoenus deja de ser entonces ese topoi digno de ser testigo de la seducción para convertirse en otra cosa. Una tristeza que te acompaña como si no te dieras cuenta de que ya ha pasado bastante tiempo y es cuestión de vivir con ese vacío.
 
 
 
Es entonces cuando  piensas qué diferentes hubieran sido las cosas si hubieran sucedido de otra manera, si el tiempo no hubiera jugado a traición, como un tahúr con la última y mejor carta de la baraja escondida en la manga del abrigo. Te preguntas cómo pudiste ser tan ingenua como para pensar que lo tenías a raudales, tiempo y oportunidades de estar con él, de rectificar y enmendar allí donde te habías equivocado, y te reprochas las palabras que te ahorraste y no dijiste, tú tan dada a jugar con ellas, a espaciarlas, a pintarlas como te da la gana. Tú que te crees tan lista, te la jugó porque ella lo era mucho más que tú. Y de eso no te diste cuenta, o no quisiste.
 



 
Pero como él hubiera dicho, no es un problema porque ya no tiene solución. Y con él o sin él querías que hubiera fiesta, y que hubieran otra vez risas., porque llegar a este día  era su meta, sus ochenta. Recordar aquella de hace veinte años, cuando lo engañaste tan fácilmente y te lo trajiste hasta aquí de noche, con su nieta al lado. Había tanta gente esperándolo. Metistéis el regalo en el embalaje de una nevera y él pensó que era una bicicleta, aunque al final solo encontró un sobre con un viaje. Y aquella otra fiesta que esta vez era la tuya, pero tú la convertiste en su homenaje, sin embargo se levantó y te hizo callar pletórico de orgullo. Hacía ti.
 
 
 
Al final, hoy te fuiste a tus asuntos, después a comer con ellos sin nombrarle. Cada uno llora su silencio. Te preguntas, a solas, sin que te vean, por qué no habrán arrancado este día del calendario. 16 de diciembre. si ya no sirve más que para llenarlo de lamentos.  Hace tiempo que sabes que el vacío, como la verdad, no es que sean tristes, es que no tienen remedio.
Hoy el paisaje también se puso el traje adecuado. Feliz cumpleaños, papá. Hoy por desgracia vuelve a ser 16 de diciembre.

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