jueves, 15 de septiembre de 2022

UN BUIDA LA CAMBRA BESTIAL

 

Los franceses  son los  reyes  del  reciclaje. No  hay fiesta que no cuente  entre  uno de sus actos, con un Vide Grenier. Las familias se inscriben en el Ayuntamiento y una mañana de domingo salen a  vender a la plaza y las calles adyecentes los objetos  que  tienen por casa  en desuso. Me aficioné tanto  a  esta  actividad, que cuando  volví de mi año Erasmus empezamos a celebrar en La  Matandeta el Buida la  Cambra. Por cierto que  hay amigos y clientes  que  me  preguntan cuándo será  el  de este  año. Pues anótenlo: Domingo, 16 de octubre, a  partir de las 9 de  la  mañana.

Como les  iba diciendo, un Vide Grenier, un Buida la  Cambra es una  manera divertida  de  deshacerse de  lo  que  ya  no nos  sirve. Pero  también  una forma  de revitalizar  una plaza, una fiesta y hasta  la  terraza  de  un  restaurante  cuando  llega el  otoño.


EL barrio de  San Telmo estaba ocupado por la alta sociedad porteña hasta que a principios del siglo XIX llegó la peste amarilla. Los ricos bonaerenses se mudaron hacia el norte y pusieron sus casas en alquiler, que fueron ocupadas por las olas de emigrantes que llegaban de todo el mundo. Las convirtieron en conventillos, así se llaman aquí las casas compartidas por varias familias. 


Con el tiempo, el barrio se fue deteriorando. Aquellos que habían  llegado al país con una mano delante y otra detrás. fueron mejorando su posición económka y social y  abandonaron los conventillos para adquirir casa  propia. 
 



 En 1970, el arquitecto José María Peña, entonces director del Museo de la Ciudad, pensó una feria que pudiera revitalizar San Telmo. Convenció a treinta vecinos para que vendieran “cosas viejas” que tenían en sus casas y un año después la feria era un éxito, con más de 200 puestos de anticuarios. Años más tarde, el distrito de la calle Defensa es uno de los centros de anticuarios más prestigiosos de América. Un Buida La Cambra bestial que se  convierte en  una  fiesta  todos  los  domingos, alrededor de  la  plaza Dorrego, bohemia y  sentimental, y las calles  adyacentes  cuyos  antiguos caserones  muestran auténticos tesoros de anticuarios. 


Ropa Vintage, orinales, botes de cerveza Quilmes, joyas, sombreros, maceteros, todo  se mezcla en este cambalache sin fin.


Además en  las  calles Defensa, Ledesma los magos hacen malabarismo, las parejas bailan tango, los turistas regatean  y todo  es un  maremágnum de colores, lenguas y olores que abren  el apetito. Qué mejor opción que el Mercado de San Telmo.



El Mercado fue inaugurado en febrero de 1897 con el objetivo de abastecer de los víveres necesarios a la nueva ola de inmigrantes que llegaba a la ciudad desde el Viejo Continente. El edificio conserva su estructura interna original, formada por vigas, arcos y columnas de metal con techos de chapa y vidrio. En el centro se alza una gran cúpula.

El proyecto es de Juan Antonio Buschiazzo (1845-1917), el segundo arquitecto en obtener su título en Buenos Aires. Buschiazzo llegó de Italia a los cuatro años y durante la intendencia de Torcuato de Alvear se desempeñó como Director de Obras Públicas de la Ciudad. Él diseñó bancos, hospitales, residencias y edificios gubernamentales, y fue uno de los principales responsables del proyecto de Avenida de Mayo. En el año 2000, el Mercado fue declarado Monumento Histórico Nacional por la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.





 
Asados, tiras, bife de chorizo, ojo de bife, pizzas, proboletas y todo  lo que usted desee de la cocina argentina para calmar su hambre. Ah! Y la Quilmes para calmar su sed. Disfrute está en el país de las buenas carnes.







Y para  terminar  el paseo y el  día de San Telmo, una foto con Mafalda y sus amigos, los entrañables  personajes  que creó Quino.
Salve y ustedes lo pasen  bien que  nosotros estamos  estupendamente en Buenos Aires.























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