viernes, 3 de diciembre de 2021

EL JERSEY POLACO DE LANA

 


                                                                                             


                                               Solamente se  cansa  uno de los  nuevo, pero  no de  las cosas antiguas.

                                                                            Kierkegaard

                                                                                               




        Se acercaba el Buida la cambra del  último domingo de  octubre. Es un rito que  celebramos  desde que yo  volví de mi año Erasmus en Francia, Allí se  llama  Vide grenier y acuden masivamente cada vez  que  se  convoca, ya  sea  por los  Ayuntamientos  o  por  alguna  asociación sin  ánimo de  lucro. Los franceses  son los reyes del  reciclaje avant la lettre. He escrito tanto sobre ello  que mejor no les  canso.

Pues como les  decía, yo andaba  rebuscando en mis armarios prendas de las  que  deshacerme. Me cuesta  mucho. Yo uso la  ropa. La conservo durante años. De pronto, apareció  el  jersey de lana  que compré en Polonia en 1987. Todavía no había  caído el  muro  de  Berlín ni yo había cruzado  la  frontera  de  los  treinta  años. Fue un viaje en coche atravesando media  Europa. Rafa Gálvez  quería  dedicarse a  la  importación de productos  polacos.

Él no importó nada, pero  yo me  traje unas  botas  rojas  y un jersey de lana que todavía conservo. Esta  prenda  vivió en el piso de  Sedaví, en La Matandeta, en la casa de  Fontanars, el año que  pasé allí. Y un tiempo  después  del divorcio, el sr. Gálvez me  lo hizo llegar cuando él  desocupó la casa.  Así que  el jersey  polaco de  lana tiene mucha  historia  tras  de  sí. Se  lo compré en la  calle  a  una  viejecita  en  Katowice que  lo  había  tejido con sus  propias  manos. Se le nota la buena lana. Sigue intacto, sin hacer  bolas. Lo he metido en  lavadoras, no  lo he cuidado y como si  nada. Una prenda  hecha  para durar, no para consumir.

 Como a  cada momento de mi vida lo  acompaña un libro, esta vez lo hará La desaparición de los rituales de Byang-yul Han. Dice así el autor coreano: 

Son las formas rituales  las que, como la  cortesía, posibilitan no solo un bello trato entre  las  personas, sino también un  pulcro y  respetuoso  manejo de  las cosas. En  el  marco  ritual las  cosas no se consumen ni se  gastan, sino que  se usan. . Por eso pueden llegar  a hacerse antiguas. Por  el contrario, bajo la presión para  producir nosotros  nos comportamos  con  las  cosas, es más con  el  mundo, consumiendo  en lugar de  usando. En contrapartida, ellas nos  desgastan. Un consumo sin  escrúpulos hace  que  estemos  rodeados  de  un desvanecimiento  que desestabiliza la vida . Las prácticas rituales  se  encargan de  que  tengamos  un trato  pulcro y sintonicemos bien  no solo con las otras  personas, sino también con las cosas. 

Yo no  sigo  la moda. Creo mi propio  estilo de vestir. Como una Annie Hall de la  Marjal, ciudadana  del mundo. Compro  en outlets, rebusco en mercadillos, en tiendas de  segunda  mano. Tengo buen ojo para pescar  piezas únicas. 

Bueno, pues me desprendería  de  él en el Buida la cambra de La  Matandeta. Pero  ocurrió una  señal. Lo siento. Pero  yo creo en  las  señales del destino. Ya  sé que  no  tienen  ninguna  base científica ni siquiera  una  explicación lógica. Sin embargo, a medida  que  pasa el  tiempo y  me hago mayor, me aferro más a ellas.


Sucedió que el mismo día que encontré el viejo jersey polaco en el armario, tuve que acercarme hasta  el despacho de mi prima Pepa Baixauli, nuestra asesora fiscal. Me contó que en diciembre viajaría  a  Cracovia ella sola. Y yo supe  que era una señal. Tenía que volver a Polonia, treinta y cuatro años después  de  aquel viaje.

Me voy contigo. Me voy contigo y con el  jersey polaco, olvidé decirle. Y en esas  estamos.

   

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