viernes, 3 de diciembre de 2021

POÉTICA DEL JARDÍN

      

                                                      El trabajo de jardinería ha sido para mí una meditación silenciosa,                                                          un demorarme en el  silencio ...                                                                                                                     En el jardín descanso de las fatigas de la vida.

                                                                               Loa a la tierra. Un viaje al jardin                                                                                                                     Byung-Chul Han 


                                                     - ¿Cuál es el mejor  momento para plantar un árbol?                                                                                 - Hace veinte años.                                                                                                                                       - ¿Y el segundo mejor momento?                                                                                                                 - Ahora...                                                                                                                                                                                     Proverbio chino

                                                                            


Esta pasada primavera recuperé  mi inveterada afición a la jardinería  y a  las  plantas. Durante mucho  tiempo la  tuve  abandonada, abstraída como estaba en otros  menesteres. Decía Saramago que los momentos no llegan nunca tarde o pronto, llegan  a su hora, no a la  nuestra, no tenemos  que  agradecerles  las coincidencias, cuando ocurran, entre  lo que ellos  proponían  y lo que nosotros necesitábamos. La jardinería regresó a mi vida, justo  en el momento en que necesitaba despejar mi  mente, vaciarla de telarañas y malos  rollos. Ciertas actividades ejercen en mi el mismo efecto  que la meditación. Caminar, trabajar en el jardín. Nadar. Habrá deporte más  aburrido  que hacer largos  en una  piscina. Pues a mí me  relaja, es  donde mejor  medito.

   Después de un invierno plagado de  cierres hosteleros y  pesadillas víricas, ir al  vivero, estar  al  aire  libre, cavar  la  tierra, levantarme al  amanecer  para  regar, abonar y llenar  los rincones  de La  Matandeta  con dimorfotecas, portulacas, murcianas, marialuisas, margaritas, rosales  y ruda, mucha  ruda. Planta la ruda como si  te la  regalaran, me advirtió Isabel Castaño, que lleva muchos años  trabajando en  viveros. 


La  ruda  es conocida por su  capacidad de limpiar  la energía, para ahuyentar maleficios, envidias, celos y una clase variada  de  brujerías. Yo no me lo creo. Pero por si acaso, llené las jardineras  de ruda. Y las rudas se llenaron de orugas.


El biólogo Ramón Dolç me explicó que se trataba de orugas  de Papilio  machaon. La macaón es una de  las especies  de mariposas  diurnas de  Europa más  vistosas. Sus alas son de  color negro y amarillo. Así que después las orugas se convirtieron en unas llamativas mariposas  que revolotearon durante el verano por  el jardín.


Rubén y Helena  limpiaron una  parte  del zócalo  de la terraza porchada. Y de  pronto rebrotó  el  Don Diego, cuyas semillas  han  permanecido varias  primaveras enterradas. Tal  fuerza  tenían que una de las  plantas  atravesó  el tubo  de madera y allí se ha  quedado  todo  el  verano. Al Don  Diego, mi  amiga  Rosa  Vila  lo  llama Don  Pedro y Helena, Don Julián. Vamos  que  con  el  don se ha  quedado.


El rincón de la  buganvilla del parking estaba completamente perdido y  abandonado. Ahmed quitó toda  la  mala hierba  y yo podé la  planta, semimuerta y planté dimorfotecas. Las  bolsas  de plástico  y los cantos  rodados hicieron el  resto  hasta dejar este rincón que aquí les muestro.



 Me apliqué con ganas a plantar cóleos. Sus hojas luminosas se apoderaron del recipiente en que las  metí. Recuperé vasijas  rotas, perejileras y les  di una segunda oportunidad. De ellas surgieron  murcianas multicolores. Colgué macetas y la terraza de la pérgola pareció emular un patio andaluz en mitad de la  Marjal. Un antiguo lavadero que nos regalaron Inma y Dani, de El Raconet de Cheste, se convirtió en  señorial jardinera. Dos moreras con los nombres de mis padres crecen en la terraza de la pérgola, compitiendo con las bignonias y las diplodemias.











Mientras  me sumergía en  estas tareas, leí las obras del  autor coreano de formación alemana Byung-Chul Han: La sociedad del cansancio, La  agonía  del  eros, La  desaparición de  los  rituales. Pero fue sobre  todo Loa a la tierra. Un viaje  al  jardín, la que me acompañó aquellos días  de  primavera. En esta pequeña  pieza, como la  mayor  parte de  los libros  del autor, este  nos  habla  de  la  añoranza  y la  necesidad de  estar cerca  de  la  tierra que  sintió  un  día. Y  de  su  resolución de  practicar a  diario la  jardinería durante  tres  años  en un jardín  al  que bautizó  con  el  nombre  de  Bi-Won, que en coreano significa  "Jardín secreto".


A medida que  transcurría la  primavera y nos adentrábamos  en  los  primeros  calores  del  estío, aumentaba el quehacer que me daba el jardín. Amanecía antes y yo me  levantaba  con la primera  luz y  me abocaba  a la tierra. Regaba a  diario, quitaba incipientes  malas hierbas y  me  daba cuenta  de lo agradecidas  que son las plantas. Yo las  cuidaba y ellas me regalaban sus  flores, sus hojas relucientes, sus  extensiones. Eso mejoraba mi ánimo, verlas  crecer a razón de  mis  cuidados. Pero también lo hacía el  ánimo de  mi  familia. Rubén y Helena se animaban a echar una mano. No  sé cuántos  viajes hicimos  Helena y yo  al vivero. Cada  semana había  nuevas  plantas. Cada semana crecía nuestra ilusión por descubrirlas.

    
Con las  flores llegaron  las libélulas, las  abejas, los  saltamontes, las mariposas.... El jardín se  llenó de vida. Vegetal y animal. 
La  mayor  parte de los árboles que hay en La Matandeta, los plantó mi padre. Aunque el sauce de la entrada a la granja murió hace muchos años, algunos chopos sobrevivieron y otros, más jóvenes se unieron. Mi padre solía decir que  alcanzada cierta altura, la chopera  no crecía más porque tocarían las raíces algún sustrato que no era bueno para  ellas.
Cuando los ficus benjamina perdían sus hojas en las macetas, él los sacaba fuera  del comedor y los trasplantaba  al suelo. Allí, en su estado natural, presentan  los tres  esta  hermosura.






La estrella  de esta  arboleda es  el ficus de hojas de magnolio, una plantita que  compré  hace treinta  años  en el mercado  de Sedaví por 150 pesetas, vamos que no llegaba  al  euro, con tres hojas y  cuya sombra  se ha  convertido  en  el lugar  preferido de  nuestros  clientes  cuando llega  el  buen  tiempo.
Ponednos la mesa debajo  del magnolio. Cuando Manuel era pequeño lo llamábamos el  árbol de  los  caballitos porque  se subía  a horcajadas en sus  ramas. Este poderoso  árbol, cuyas raíces buscan  las  cañerías, siempre me  recuerda  a  El barón rampante, la  novela de Ítalo Calvino. En pleno Siglo de  las Luces, en una villa  con el poético nombre de Ombrosa, el barón Arminio Piovasco di Rondó echa de la  mesa a su hijo mayor por  negarse a comer caracoles. El adolescente, llamado Cósimo, presumiendo de  su terca rebeldía, abandona  el comedor y sale al  jardín. Trepa a un árbol y en señal de protesta  declara que jamás volverá  a  pisar el  suelo.




Es curioso cómo hacen su aparición los libros y los  autores en nuestras vidas. Cómo funciona la ley de la  atracción. Estábamos mi  compañera Empar Aleixandre y yo en la  sala  de profesores del  IES El Saler, cuando apareció Juan Armenteros, enseñante de  Filosofía  y se puso a hablar de Emilio Lledó, filósofo al que  admiro. De  ahí pasamos  al coreano Byung-Chul Han y su Loa a la tierra. Y Juan introdujo a Santiago Beruete, antropólogo y doctor en Filosofía, que compagina  su  actividad docente e investigadora con la  creación literaria  y la  jardinería. Un filósofo jardinero. O un jardinero  filósofo. Y así descubro sus ensayos: Jardinosofía. Una historia filosófica de  los  jardines; Verdolaría. La naturaleza  nos  enseña  a  ser  humanos y Aprendívoros. El cultivo  de  la curiosidad. 
Ya me he leído los dos últimos. Les recomiendo su  lectura si son amantes de los jardines y practican el noble  arte de ser curiosos.




Y  siguiendo con la  ley de  la  atracción, quedé a  comer  con mi amiga  Diana  Cerdá para  celebrar  nuestros  aniversarios que se suceden con una  semana  de  diferencia. 
Diana  me  habló de la  novela  que anda leyendo, mientras  yo le  enseñaba  el jardín, tan  orgullosa me siento  de mi trabajo en  él, cuando  nos  detuvimos  ante  las  buganvillas. O buganviglias. Entonces, mi amiga  me  contó  que en  la novela Catedrales de Claudia Piñeiro, en una carta entre padre e hija, éste, desde  Argentina, le habla de las santarritas. Ella no  puede recordar qué planta  es y así se las describe: Púas afiladas, tallo áspero que parece viejo, afán de  enredadera que se encarama sobre otra planta, en una pared o en una columna como lo hacen en nuestra casa, flores blancas, agrupadas de a  tres y  rodeadas de hojas moradas o fucsias según  cómo les  dé  el sol. 
Más adelante, el padre le dedicará otra carta a los múltiples nombres que recibe el  arbusto: en España, buganvilla; en México, Perú, Chile y Guatemala, bugambilla; en el norte de Perú, papelillo; Napoleón en Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá; trinitaria en Cuba, Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela; veranera en Colombia y El Salvador. La misma planta y sus diferentes nombres. Gracias, Diana.



Mi padre  plantó  muchos árboles en  La Matandeta. Laureles,  dos  olivos, cipreses, varias higueras y la  falsa  pimentera. Pero su  obra  maestra fue la pinada. Dos meses antes  de  su muerte, perdimos a  Willie, su fiel pitcher. La  tarde que lo enterramos bajo un  pino, mi padre aprovechó  la  ocasión para decirnos dónde quería  que reposaran sus  cenizas. Así lo hicimos el veinticuatro de  marzo  siguiente. Debajo del tamarindo que preside el centro. Allí está, en el lugar que  él construyó y en  el que  se  sentaba a meditar. Donde corre en verano el Levante y se  está  fresco. Supongo  que desde  allí contemplará orgulloso cómo seguimos  cuidando  del jardín.
Salve y ustedes lo pasen bien.




 



2 comentarios:

  1. Los jardines te dan felicidad cuando los vas creando pero no te entristecen cuando los dejas en buenas manos.Yo disfruto mucho en tu casa y en tu jardín.

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  2. LA RUDA

    María Dolores,

    Una vegada, fa com a mínim 30 anys, la meua esposa i jo participàrem en un viatge que preparava una empresa turística valenciana, recorrent la Manxa i altres zones castellanes, gaudint de paisatges als que generalment no estem acostumats, i fins i tot visitant ruïnes o interiors d'alguns castells, especialment em va impactar el Corral de Comèdies d'Alcalá de Henares.

    Ara vull destacar el que va tindre més sentit, respecte del que et contaré.

    Entre els components del viatge, hi havia un matrimoni, que per cert malgrat la seua imatge que semblava ser de persones nòrdiques, eren els únics que parlaven en valencià i vam fer molt bona relació.

    Segons ella ens va dir, tenia una certa “Gràcia” per detectar el que fos nociu, podent apartar-ho de si mateixa, i en una de les parades a l'entrada d'un poble que no recorde, la meua dona, enamorada fins al fetge de les plantes, va veure unes mates que li van agradar, arrancant un bon ram emportant-se-les, col·locant-les en l'autobús, davall dels nostres seients.

    Hi havia també entre els components del grup de viatgers, un parell de dones amb les quals, ni la meua dona ni l'amiga, van partir palletes per ser molt independents, amargues i amb respostes desagradables.

    Així va ser com en continuar el viatge, de sobte una d'elles, sorprenentment, es va posar dreta en el corredor de l'autobús, i a plens pulmons, va començar a dir:

    Quina olor més desagradable es nota. Algú ha portat alguna cosa que emeta eixa olor?

    Ningú va respondre, i ella va continuar insistint i elevant més el nivell de la seua veu, fins que finalment, la nostra amiga es va girar i des del seu seient i li va dir:

    Concrete vostè quina és eixa olor tan desagradable, perquè nosaltres no notem res d’especial.

    Aquella dona, s'anava creixent i cada vegada actuava de forma més agressiva, obligant el conductor a parar en un lateral, i tractar d'aclarir el tema per trobar la solució.

    Va ser aleshores quan la nostra amiga va dir en veu bastant alta:

    Pot ser que noten Vostès olor a Ruda i els provoque algun malestar personal?

    Aquella dona es va encendre, i va començar a cridar:

    Això és. Això és. D'eixa olor es tracta, hauran de llançar-la al camp perquè no continue en aquest autobús.

    L'amiga de la meua dona va respondre:

    Si tant de problema els planteja la planta de la Ruda, no cal que m'ho explique, perquè ja els he entès, i comprenc el seu desassossec i malestar, així que agafant les plantes, traient-les de davall dels seients, li va demanar al conductor que obrira la Porta i les va llançar a la meitat del camp.

    Després es va girar cap a aquelles dones i les va dir:

    Ho he entès tot i crec que vostès mateixes s'han manifestat, així que seguim el viatge.

    Les dones van callar i res més van dir, ni en eixe moment ni al llarg de la resta del viatge, i llavors l'amiga dirigint-se “En petit comitè” a la meua esposa, li va xiuxiuejar:

    Alguna cosa m'havia olorat, perquè crec que eixes són el que algunes persones detectem com “Bruixes”, en termes actuals i no els medievals, per això els afectava tant la Ruda. A nosaltres ens té igual, però ens hem lliurat de les seues males vibracions i continuarem el viatge amb una certa tranquil·litat.

    Si era cert o no, algú ho sabrà, però la realitat va ser que a partir deixe moment tot va acabar bé i elles es van apartar dels grups, sense dir res més i mirant sempre de reüll a la nostra amiga.

    Són coses que passen i els qui no sabem, solament observem.

    Víctor Iñúrria

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