jueves, 27 de agosto de 2020

LA CASITA DE PUYRICARD




                                                   Todo viaje, como bien sabía  Gadda, tiene que ver con la muerte,
                                                   es una carrera contra el tiempo y en el tiempo, un rescate y un
                                                   adiós, un precipitarse en el cambio que desmorona  el  sólido
                                                   paisaje familiar de  la  vida y surca el  rostro de quien lo atra_
                                                   viesa.
                                                                              Alfabetos
                                                                        Claudio Magris

Hoy es el cumpleaños de mi casero inglés en Francia, Derek Moxon. Le escribo un watshap a mi amiga marroquí Kenza Lamouasni para  recordárselo y ella me  saca del error. El cumpleaños fue  ayer. O sea, que si el  cumpleaños  de Derek fue ayer, hoy hace exactamente siete años que llegué a su casa de Puyricard, en la  rue Les Muriers. A ocho kilómetros de Aix-en-Provence.
¿Por qué nos cruzó el tiempo y el espacio? Porque a mí, los de la Universidad Aix-Marseille, no me dieron plaza en una residencia y tuve que buscarme la vida. Encontré un anuncio en appartager.com que publicaba un señor inglés, ingeniero jubilado, casado cuarenta y cuatro años con la misma mujer, francesa para más señas, hasta  que enviudó.  Hablaba de que se estaba  apercibiendo de su soledad. Así que alquilaría  una habitación a una estudiante seria o a  una señora  entre cuarenta y sesenta años. Que su última  inquilina, que había partido a dar clases al extranjero, podía dar fe de su seriedad, buen humor y respeto. Que vivía en una casita  soleada, con jardín...
Dije a mi familia, que yo iba a vivir allí. Que ese anuncio, del que  además  estaba segura, que no había escrito él, sino que se lo habían redactado, era para mi.
¡Anda, pero si no lo has visto en la vida! ¿Por qué tuve aquella certeza? No lo sé. ¿Porque creo en las señales? Y esta se cumplió.



De lo que fue aquel año Erasmus en  la Provenza a los cincuenta y pocos años que yo tenía, dio fe este blog. Que se titulaba Erasmus a los cincuenta.  Nunca le debí cambiar el  nombre, sino cerrarlo y comenzar otro. Errores de  principiante. ¿Por qué lo hice? ¿Por qué dejé mi casa, mi familia, mis amigos y partí hacia lo desconocido a una edad en  la  que la  gente lo que tiene en  la  cabeza es el principio de la  jubilación? También está  descrito en las primeras entradas de mi cuaderno de bitácora. Entradas  en las  que se nota  una pluma reseca y  atrofiada que poco  a poco va adquiriendo  soltura, que desliza la línea azul del bolígrafo con mucha más facilidad.
Ayer Derek Moxon cumplió ochenta y seis  años. Este mes de agosto  pensaba haberlo visitado con Manuel y darle una sorpresa. A él. A Philip y Guylaine Fortyn, a Olimpia y Alfredo Pérez, a Sonia Lefèvre, a Constance Thyery. A todo el  paisaje  provenzal y humano que me encontré  y que  me ayudó a  crecer como persona. No ha podido ser. Maldita pandemia.
Ya  no me queda tanto tiempo, pero por ley de vida, a Derek le queda menos que a  mí. Aunque nunca se sabe.
Hace dos  años que le debo  una larga carta. Y cada  día retraso el momento de ponerme a ello. De contarle  cómo cambiaron las circunstancias en mi vida. Siempre encuentro  excusas. Creo que durante mucho tiempo tuve que elegir. Entre escribirle y narrarle  los últimos  acontecimientos. O no sufrir.
Es  hora de que de un paso al frente  y me  ponga con este  asunto. Mi amigo Derek  se lo merece. Fue  un año muy importante en mi vida. En aquella casita de Puyricard. A ocho kilómetros de Aix-en-Provence. 
Tengo que escribir una larga carta a Derek y no sé por dónde empezar.






                                                       

5 comentarios:

  1. Empieza con un saludo, y poco a poco los sentimientos y las palabras irán saliendo con soltura, ya verás como es más fácil de lo que imaginas.
    Y después hasta te sentirás aliviada. Tu eres fuerte, eres importante, y te mereces que te pase lo mejor.

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  2. Empieza con un saludo, y poco a poco los sentimientos y las palabras irán saliendo con soltura, ya verás como es más fácil de lo que imaginas.
    Y después hasta te sentirás aliviada. Tu eres fuerte, eres importante, y te mereces que te pase lo mejor.

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  3. M.Dolores , me encanta leerte, expresas tantas cosas, que yo siento también, que me meto en tu personaje, y quisiera hacer mía esa experiencia que tuviste a los 50, y que yo me gustaría tener en este momento. Y hace años me ronda la cabeza.....pero tengo muchos años más que tú.
    Pero yo sueño con Italia, y me encantaría poderlo hacer

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  4. Estoy segura de que empieces por donde quieras, le encantará. Besos y a cuidarse mucho. Ñ

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