lunes, 20 de mayo de 2013

EN LA CIUDAD DE LAS MADRES COCINERAS

Tiene Lyon un cielo gris plomizo que amenaza constantemente lluvia, cuando no la deja caer sin previo aviso. Es viernes y esta tarde ha diluviado, Clara, José y yo nos hemos refugiado bajo el toldo de un bistrot en la Place de l'Hôtel de Ville y de pronto una mano vengadora ha recogido la lona y nos ha volcado la lluvia sin clemencia. Mis compañeros se quejan de que habitualmente  la lluvia protagoniza sus días. El cielo de Lyon está siempre cerrado como si hubiera elegido el duelo como traje de diario, mucho más en primavera.
Llueve, sale el sol, vuelve a llover y así acompaña el paseo que vamos dando por la ciudad, atravesada por dos ríos el Ródano y el Saone. En francés los nombres de los ríos son femeninos: la Seine, la Durance, la Loire, La Saône. Pero el Ródano es un hombre, ¿por qué ese cambio de género? Dicen que por el propio nombre del río. No lo entiendo, pero es así.


Lyon fue capital de la Galia y se disputa con Marsella, ser la segunda ciudad de Francia. Una capital industrial y una ciudad llena de estudiantes, en el departamento del Rhône y en la región de Rhône-Alpes.
 

 

 
 
Las ciudades atravesadas por un río tienen una personalidad muy marcada. Mucho más cuando se trata de dos. Les confiere carácter y distinción. Pero Lyon además es la ciudad de las mères cuisinières. En la segunda mitad del siglo XIX, las cocineras al servicio de las grandes familias burguesas, se establecieron por su cuenta y abrieron establecimientos públicos donde ofrecer sus habilidades culinarias a un público que supo apreciar sus dotes y terminaron convirtiendo a Lyon en capital de la cocina regional francesa, con sus célebres bouchon, cuyo nombre viene de la antigua costumbre de poner una figura de paja con forma de boca a la puerta de los establecimientos donde se servía vino. El Vieux Lyon está lleno de ellos, convertidos en atracción turística donde degustar l'andouillete, la triperie, la soupe à l'oignon y otros platos típicos de la cocina lionesa.
Eugène Brazier, quizás la más célebre de las mères cuisinières fue la primera mujer en conseguir tres estrellas Michelin para su restaurante de Lyon, Mère Brazier, en 1933 y la primera persona profesional en conseguir tres estrellas para dos restaurantes suyos, el segundo en Pollionay, en 1968.
El primer hombre en conseguir tal distinción fue Alain Ducasse, en 1997, casi treinta  años después.
Clara Martínez y José Vázquez quieren sorprenderme con la visita a una de las  cuatro brasseries de la firma Bocuse con que cuenta la ciudad, además del célebre restaurante, pero les digo que no se preocupen, que las atracciones turísticas en cuestiones gastronómicas no me van, así que el sábado mientras ellos dedican la mañana a la grasse matinée, yo me doy un largo paseo por la orilla de la Saône alcanzo el hermoso casco antiguo, lleno de bouchons, en los que no me quedo a comer.
Al venir hacia aquí pasé por un pequeño restaurante, todavía cerrado a esa hora, Vieille Canaille y decido volver sobre mis pasos. No me equivocaré en la elección.
 
 Me pido de primero una ensalada de quenelles à la persillade.  La quenelle  tiene un aspecto similar a una croqueta, se hace con una pasta choux o con una pasta de sémola de trigo o harina mezclada con mantequilla, huevos y leche, a mí me recuerda a la royal.
 
 
Pero Lyon también es la ciudad de los hermanos Lumière, Auguste y Louis, que inventaron aquí el célebre cinematógrafo y cuya casa paterna merece la pena visitar, un monumento arquitectónico art nouveau.
En fin, que no defrauda acercarse a esta ciudad por muchas cosas, incluida la interesante oferta gastronómica, aunque mis compañeros prefieren que les cocine yo y ya llevamos un arroz meloso de verduras y un pollo a la cerveza.
Anoche durante la actuación de mi amigo Gabriel Pérez en el pub irlandés Johnny's Kitchen nos regalamos con una jacket potato con pesto y gorgonzola. Pero eso me da para otra crónica.
Hasta mañana y aprovechen la tarde. Como aquí no para de llover, Clara me presta La noche en que Frankenstein leyó el Quijote, de Santiago Postiguillo. Yo estaba leyendo Si una noche de invierno, un viajero... de Italo Calvino, así que entre libros y lectores anda el mismo juego, mientras la lluvia suena de fondo.
Salve y ustedes lo pasen bien.

1 comentario:

  1. Quien se tiro varios años en una cárcel sevillana escribiendo al Rey?; Porque Irlanda es tierra de escritores ?; Al parecer de buena se libro Diego Hurtado de Mendoza con el clero. Menos mal que Zenodoto se dio un descanso con Homero y acepto la propuesta del Faraón. Unos cientos de miles de libras esperan en el King´s College de Canterbury. Los dictadores aguantan mal las críticas, si no qu se lo pregunten a Ivan Denisovich. Bueno no quiero alargarme, al final como dice Sabina ..... y yo con mi ramo de flores como un jilipoooollas. Pero sin flores.
    Por que en 1816 no hubo verano, esto no pasaria.
    Pero te quiero igual. El Caballero de la melena plateada.

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