La comida es cultura. Por eso, aunque vivamos en un mundo globalizado y nos encante, cada vez más, comer sushi, deleitarnos con postres de soja o prepararnos sopas con fideos de arroz, platos todos ellos que nuestros abuelos seguramente nunca probaron; hay fronteras alimenticias que nunca nos atreveremos a cruzar porque no forman parte de nuestra tradición cultural.
Los hindúes detestan la carne de vacuno, los judíos y musulmanes aborrecen la carne de cerdo y nosotros no podemos reprimir la repugnancia que nos produce pensar en un estofado de perro o de gato y, sin embargo en algunos países asiáticos se trata de auténticas delicias. Nos encontramos en uno de ellos. No volveré a hablar de ello porque sólo imaginármelo me produce arcadas. No me ocurre lo mismo con otros platos o bebidas.
Ayer por la tarde probamos el café con huevo. Mi prima caliente, yo frío. Una auténtica delicia que les recomiendo. Si vienen por aquí, lo piden y si no, les paso la receta. Se prepara un café de calcetín de la variedad Robusta, que es la mayormente cultivada en Vietnam, con un índice de cafeína algo mayor que la Arábiga. Cómo se prepara un café de calcetín? Pues como lo hacían nuestras abuelas: poniendo agua a hervir y pasándola por un colador de tela donde se habrán dispuesto dos cucharadas de café recién molido.
Cojan, además una yema de huevo y bátanla con dos cucharadas de leche condensada, más tarde incorporen dos cucharadas de leche y espolvoreen con canela. Batan hasta conseguir espuma y mezclen con el café.
Y si no se aclaran, esperen a que vuelva a La Matandeta y yo lo prepararé.
Pero, lo que no se pueden perder bajo ningún concepto es la maravilla de un mercado vietnamita lleno de frutas exóticas. A las fotos me remito.
Salve y ustedes lo pasen bien.
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