sábado, 1 de junio de 2013

LA SIRENA VARADA

Para el caballero que me llevó de la mano por el fondo del mar.



En la isla de Córcega, en su costa oeste, muy cerca de la capital, Ajaccio, existe un pequeño archipiélago de origen volcánico conocido como las Islas Sanguinarias. El nombre del lugar puede resultar tenebroso, pero el sitio es un remanso de paz y de tranquilidad marina donde habitan las gaviotas, los cormoranes y las golondrinas. Y donde también vivió durante una larga temporada el escritor Alphonse Daudet.
 
Mi relación con el escritor Daudet es muy antigua y peculiar. A los nueve años, Don José Molina, director del Colegio Sedaví, me nombró bibliotecaria voluntaria. Debió intuir en mí la pasión por los libros. Entre ellos, mientras discutía con mis compañeros por cómo devolvían los bordes cochambrosos, descubrí una joya: Tartarín de Tarascon.
Ahora, he vivido diez meses muy cerca de la ciudad del héroe de esa novela. Este es mi homenaje a su autor y al personaje que creó.
 
 


La profesora Elodie Barbe-Recade tiene una hermosa cabellera pelirroja y la ilusión de la cuarentena todavía prendida en la mirada. La relación entre el alumnado y el profesorado en Francia es muy diferente a la que tenemos en España.  Quizás haya intuido en mí a una hermana mayor, es por eso que hoy martes de un abril floreciente me propone comer juntas. Aquí se come a las once y media o a midi y yo siempre he sabido adaptarme a las circunstancias.
En la brasserie Les cousins pedimos el plato del día, una ensalada compuesta, francamente buena y Mme. Barbe-Recade empieza a relatarme el verdadero motivo por el cual me ha traído hasta aquí. Hace dos años que terminó su trabajo doctoral sobre los escritores franceses de la Provenza, a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Le encanta hablar de la poesía de Frédéric Mistral y los cuentos y relatos de Alphonse Daudet. Es este último quien más le preocupa.
El autor del célebre Tartarín de Tarascón, bohemio y vividor como todos los de su época, se refugió en un molino de la Provenza para escribir uno de sus libros más celebres Lettres de mon moulin. Pero diez años antes de engendrar a su célebre protagonista, en 1862, vivió una larga temporada en las Islas Sanguinarias y de ello ha dejado testimonio el relato Le phare des Sanguinaires.
En ese relato nos cuenta su vida solitaria y ensimismada, sus conversaciones con el farero, pero no dice para nada, lo que en realidad le sucedió allí....

                                                                                       Continuará....

                                                               

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