jueves, 13 de junio de 2013

DEREK MOXON Y YO

Para lo último, me dejé lo mejor. Me queda muy poco tiempo de estar en la Provenza y quiero presentarles a ese señor inglés, mi casero, Derek Moxon, a quien tantas veces he mencionado.
Cuando decidí venirme de Erasmus a la Provenza, pedí plaza en una residencia universitaria, pública. Es la estancia más barata, pues con la ayuda a la vivienda (CAF) se quedaba en unos ciento ochenta euros al mes. Pero me la denegaron. Aix-en-Provence es, después de Paris, la ciudad más cara de Francia, resulta más barato vivir en Marsella, solo que entonces yo no lo sabía.
Un tarde de domingo, en el mes de agosto, mi grado de ansiedad y nerviosismo comenzaba a  elevarse demasiado, con riesgo de atosigar a los que estaban a mi alrededor. Me acordé del enlace que una Erasmus francesa me había facilitado y que hablaba de la posibilidad de vivir en collocation, es decir alquilando una habitación en casa de una familia.
Entre los muchos y pintorescos anuncios, encontré uno que me llamó la atención y que venía a decir lo siguiente: Soy un ingeniero inglés, viudo, casado con una mujer francesa durante cuarenta y cuatro años, hasta que enviudé. Mis hijos son mayores, profesores de inglés y viven lejos. Me da la sensación de que me estoy aislando y quedando muy solo. Alquilaría una habitación a una estudiante seria o una mujer más mayor, entre cuarenta y sesenta años. Mi anterior inquilina, que ha partido a Marrakech como profesora de francés, puede hablar de mi seriedad, respeto y sentido del humor.
Aquel anuncio era diferente, tenía algo especial. Me dio la sensación de que ese señor, a quien yo no conocía de nada, no alquilaba una habitación solo por dinero, sino que estaba buscando otra cosa: un poco de compañía, que mitigara su soledad.
Al principio, Derek Moxon no hizo  caso de mi correo, lo ignoró. Cuando conseguí su número de teléfono, me contestó que la habitación ya  estaba alquilada. Yo le repetía a mi marido: no se da cuenta de que la persona que está buscando soy yo.
 
Al cabo de un par de semanas, Derek se fijó en mi anuncio y empezó a contarme un poco más de su vida. Nació el flemático inglés en el norte de Inglaterra hace setenta y nueve años, de una familia humilde, estudió ingeniería y trabajó durante muchos años para la aviación civil inglesa. A su mujer, Paulette la conoció en la universidad de Londres, en un intercambio de estudiantes.
Años después de formar familia en Gran Bretaña, los franceses le ofrecieron trabajar en las centrales nucleares y se trasladó aquí con su familia. Su mujer murió hace ocho años y desde entonces decidió aceptar personas en collocation para mitigar un poco su soledad y tener compañía en casa.
Esta práctica es bastante extendida entre los franceses, dada la elevada  movilidad profesional, muchas personas mayores viven solas y esta es una forma de  evitar la residence de retraite.
El veintisiete de agosto concertamos una cita en su casa de Puyricard. Llegué con Rafa y con Manuel, y nos pareció una buena persona. Pero la sorpresa me la llevé cuando me dijo que nunca había cobrado a ningún inquilino. El alquiler de una collocation con derecho a cocina, ronda en esa zona residencial, a diez kilómetros de Aix los quinientos euros al mes.  En la casa también vivía Lila una chica china que trabaja como auditora.
A cambio de su hospitalidad, y aunque nunca me pidió nada, yo limpiaba la casa, ponía lavadoras y planchaba su ropa. Los domingos también cocinaba para él. Cuando veía mis intenciones de arreglar la casa me decía: Me das miedo María. Si la ley de la gravedad ha dejado veinte años una cosa en un lugar, no vayas tú ahora a cambiarla.
Este verano Derek estará solo porque hasta el dicisiete de septiembre no llega una nueva inquilina, una señora de sesenta años que va a trabajar en Aix.
Me he reido mucho con él y su humor tan british. Cada vez que Rafa ha venido a verme ha traído chevreuil que tanto le gusta, pero no ha consentido en ningún momento que le preparara un arroz.
Derek está lleno de achaques propios de su edad y la artrosis lo consume, pero no se queja, dice que no tiene miedo a la muerte, pero sí al sufrimiento.
Ahora está preparando la casa, como él díce, para la  nueva decena que empezará a cumplir el próximo  veintiséis de agosto. Le han instalado un sillón elevador para subir a la primera planta, pero me ha dicho que hasta que no me vaya con todos mis potingues, no le reforman el cuarto de baño.
Pilar Ortí, mi amiga viajera, también puede dar fe de su flema inglesa.
El día de mi partida mi marido será testigo de que nos fundiremos llorando en un abrazo.
Derek Moxon, mi casero inglés en Francia que me brindó su hospitalidad sin conocerme de nada.

6 comentarios:

  1. Que bueno, que señor tan entrañable, muchos saludos a Derek, su chutney, pickle, Brown sauce & beans :-D
    Nos vemos el mes que viene :-)

    ResponderEliminar
  2. quina experiència de vida més meravellosa, mil gràcies per compartir-la ( jo sense conèixer ja estic plorant) auuu mil gràcies!!

    ResponderEliminar
  3. Sí Pura, la vida està plena d'expèriencies literaries. Es qüestió moltes vegades de parar-se a observar.

    ResponderEliminar
  4. Hola Maria Dolores, soy Marcela...vivi con Derek algun tiempo, quizas te hablo de mi. Yo soy Colombiana y el me hospedó durante mis estudios. Lei tu escrito y la verdad me hizo revivir muchas cosas que vivi con él. hace mucho tiempo no hablo con él, no responde a mis correos, ni el telefono...tu sabes algo de él? tienes forma de comunicarte??
    agradezco la información que puedas brindarme. Gracias

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Olvide dejar mis datos en caso de tener una respuesta. Mi correo es: leimar.acosta@gmail.com.

      Gracias,

      Eliminar