sábado, 22 de junio de 2013

FINAL DE PARTIDA


Para ir a algún sitio, hay que partir de algún sitio. Es inútil velarnos el rostro, un viaje es siempre una huida, actúa como una droga. Tanto uno, como otra, permiten un trip . Anfetamina del espacio, LSD del paisaje, consentimiento de la heroína para todo lo que llegará. Pero es necesario, al menos, establecer lo que nos obliga a desplazarnos, es necesario que fijemos las antípodas. Díme qué abandonas y te diré quién eres. El conjunto recuerda una versión psicológica del principio de Arquímedes: verificar cómo se comporta tu espíritu sumergido en diversos espacios. O todavía más: cómo tu alma se detiene y convierte todo en  experiencia a partir de un gran vacío.

Andrzej Stasiuk, Journal de Bord.
Traduit du polonais par Maryla Laurent.
Traduit du français par María Dolores Baixauli.






Durante algunos años, la frase favorita de Rafa Gálvez era la siguiente: María Dolores, con lo mucho que te quieren los demás y lo poco que te quieres tú.
¿Por qué una persona deja de quererse, por qué donde todo fue normal y correcto empiezan a aparecer extraños comportamientos y pocas ganas de ver el amanecer? Como dicen los psicólogos y los psiquiatras, no se trata de saber  por qué te muerdes las uñas, sino convencerte para que dejes de hacerlo.
El año ERASMUS fue una oportunidad única para aprender algo que me interesó toda la vida: lengua y literatura francesas, pero sobre todo fue una lotería que me tocó para poder centrarme en mí misma.
Ya sé que en estos momentos estudiar la lengua francesa puede parecer una solemne tontería. Mejor perder el tiempo con el inglés, te guste o no, es como el carnet de conducir, es necesario tenerlo.
Supusimos que la Unión de los Paises Europeos tendería puentes entre nuestras diversas culturas y lenguas, como en tiempos de la emperatriz María Teresa, pero para qué perder el tiempo y el dinero en cosas prácticas, si hay tanto que corromper y derrochar.
Europa se muere y la hemos matado entre todos renunciando a sus orígenes y a su cultura. Lo demás, puro mercantilismo. Lehmon Brothers nos llevó al desastre. Un continente que perdió sus raíces y perdió su identidad. No me hables de cultura, no sirve para nada. Háblame de dinero y cosas prácticas.
Y entre todas estas estaba yo y la oportunidad de vivir un año diferente en mi vida.
Pero perdonen que les cuente desde el principio, como si de un relato se tratara, porque así lo fue.
Siempre se repetía el mismo sueño: Todavía vivo en nuestro piso de Sedaví y estoy  con mi  hija que  es pequeña . Mi amiga del alma cruza la plaza y yo bajo corriendo los siete  pisos que nos separan.
Ella viene de trabajar en el colegio donde las dos estudiamos, es profesora allí. Yo trabajo, tengo una niña pequeña y no doy abasto. Pero ahora, a pesar de que fuimos a la universidad, el bachiller que estudiamos no sirve para nada. Hay que repetirlo, malgré nuestros conocimientos. Mi amiga, tan tranquila, tan sensata, tan razonable, tan opuesta a mí, me informa de los exámenes que vamos a tener para poder "salvar el bachiller". Yo he faltado a muchas clases, no conozco muchas materias. Me entra una ansiedad terrible, me ahogo, me asfixio, me falta el aire... Y me despierto.
El sueño se repitió durante varios años hasta que volví a  matricularme en la  Escuela Oficial de Idiomas y el sueño desapareció.
Tres años después de terminar los cursos de francés en la Escuela, decidí matricularme en la Facultad de Filología, comenzaban los grados.
El día que fuí a realizar la preinscripción, en las escaleras de la facultad, una mujer de mi edad me saludó por mi nombre, yo no la recordaba. Era Rosa Vila, compañera en las clases de francés de M. Moukarzel, ese mismo septiembre ella iniciaba su aventura francesa: Se iba como profesora de español a trabajar en el Instituto Federico García Lorca de Paris. El verano siguiente me cedió su apartamento de la Avenue General Suchet, 23. Pasé cinco semanas en Paris junto con mis jóvenes compañeros, Salomé Vergara y José Vazquez. Paris no se acaba nunca. Un sueño de juventud estaba cumplido.
El año pasado, cuando en la Facultad nos expusieron los programas Erasmus, ante el desánimo y poca inicitativa de mis jóvenes compañeros, decidí apuntarme de manera testimonial. No pensaba marcharme, pero sí motivarlos a que lo hicieran ellos.
¿Por qué la Provenza? Porque conocía la región y me encantaba. Porque había enviado allí a mi hija con Carina, un verano de terca adolescencia, porque si me necesitaban en casa, tenía un Ryanair a mano, o una jornada de tren, o diez horas de coche. Porque me encanta la Provenza.
Estaba claro, que vivir allí no era barato, pero ví el anuncio de Derek Moxon, y como nos enseñó el curso pasado el profesor de Literatura Italiana, Niccolò Messina, el texto literario hay que destrozarlo, y mirar qué esconde dentro, qué quiso en realidad decirnos el autor.  Eso es lo que yo hice con el anuncio de Derek Moxon.
Difícilmente hubiera podido pagarme una estancia en una ciudad tan cara. Pero mi lectura entre líneas sirvió para que pudiera acceder a aquello que no tenía visos económicos de convertirse en realidad.


Me gustaría dar las gracias a muchas personas que me ayudaron a seguir con este proyecto adelante.
En primer lugar, al Caballero de la Melena Plateada, por tantos años de cariño y  comprensión. A los demás caballeros, por los correos y los mensajes, y por lo que me reí con ellos. Por los comentarios que me gustaron y por los que no. Y porque a pesar de los años de comunicación que nos separan, los códigos siguen funcionando.
A mis amigas, tan únicas y singulares, que cuando estoy bizca, siempre me miran de perfil. A Rose Prenderville, ya y para siempre, mi amiga Erasmus.
A toda la gente que me crucé en la bonita ciudad de Aix-en-Provence: A Alfredo y Olimpia, tan amables y acogedores, y a su hijo Gabriel que tendrá un gran futuro como músico.. A Ghylaine y Philippe Fontayne, por esa última copa de vino rosado y por todo lo demás. A Constance Thiery, qué encanto de mujer y de familia. Gracias por invitar a Thomas Coeurduroi a mi cena de despedida. A Rubén y Helena, mis hijos, que maduran unidos y valientes asumiendo responsabilidades hasta el punto de que me pude ir tranquila un año, lejos de La Matandeta.
Y sobre todo, al flemático caballero inglés Derek Moxon, que a pesar de que ya me ha contestado, cabreado, que yo no estoy en sus pensamientos, él siempre lo estará en los mios.


En fin, señoras y señores fue un año importante en mi vida. Un año diferente y peculiar que me atreví a vivir a los cincuenta y dos años.
Quizás dentro de algún tiempo me decida a escribir un libro y comience diciendo:

"Hace unos años, Derek Moxon y yo, en un lugar de la Provenza, veíamos pasar la vida. Mientras... "

                                                              María Dolores Baixauli
                                                              La Matandeta.

 

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