sábado, 2 de mayo de 2020

CARTAS DE LA HABANA







                                                                                               No es casual que CAOS sea
                                                                                     anagrama de Cosa y Caso.

                                                                                                        Luciano de Creszenzo




                                                                La Habana, a 22 de abril de 2020

Querida María Dolores:


               Leyendo tu blog  viajé como quince años atrás y me dí cuenta de  cuántos capítulos de tu vida me salté. Hoy, en esta cuarentena que no parece acabar; en la isla de Cuba, en La Habana empecé a mirar atrás y quise saber de tu vida, que en un momento fue mi vida, pero por motivos que desconozco o no quiero recordar, se tuvieron que separar. 
Parece que fue ayer cuando entré por primera vez en La Matandeta, siendo un adolescente en una moto recién comprada. Me atendió el Matanda, el señor Manolo quien, desde el minuto uno, empatizó conmigo, aunque en realidad la corriente  de simpatía se estableció con Willy, su perro foxterrier.
Desde ese momento, sin haber conocido a la jefa, supe que ese iba a ser mi lugar de trabajo durante aquel verano de estudiante de hostelería. Si la memoria no me falla, pasé allí tres años hasta que un accidente cambió la historia de mi vida. Helena era  una niña y a ella y a  mí, nos encantaba que nos contaras  historias. Era la  forma que tenías  de tenernos entretenidos durante  las  largas horas de  trabajo que pasábamos  a tu lado.
La verdad que encontrar estas líneas y tener el placer de escribirte fue el mejor regalo que la noche habanera podía hacerme hoy. 
Cuando todo esto pase, voy a ir a La Matandeta para volver a recordar y seguir viviendo.
No dejes de escribir, María Dolores. Naciste para y con ese don. Mi primera maestra de la cocina y más si cabe, de la vida, junto al tío Manolo al que nunca olvidaré porque él sí fue mi maestro arrocero.

                      Hasta pronto.
                            Miguel Angel Jiménez.

La Habana, 500 años de sabor colonial y encanto mestizo

                                                                 
                                                                 La Matandeta, a 2 de mayo de 2020

Querido Miguel Ángel:
Anoche no podía dormir. Entré por casualidad en mi blog a través del móvil y, aparte del destroce que hice eliminando una entrada (Tiempo suspendido), que ahora no sé si podré recuperar, me encontré con tu carta. Hay regalos que uno espera en la vida y, por tanto, no son regalos enteros. Sin embargo, hay otros que aparecen de manera sorpresiva, justo en el momento en que  los necesitábamos. Regalos que quien los ofrece no imagina el efecto  balsámico que van a tener, la  oportunidad de enviarlos y la valentía de ponerse a ello. Todo eso ha supuesto para mí tu carta.
Sí, te has perdido muchos capítulos de mi vida, como yo de la tuya. Pero eso no es lo importante. Lo realmente increíble es que, desde La Habana, en una noche en la que quizás tú tampoco podías dormir, pusiste  mi nombre en el Dios Google, o el de La Matandeta y apareció el relato. La narración de mi vida desde que nuestros caminos se separaron. 
Ya has visto que no he tenido  tiempo para el aburrimiento. Y que al final, uno acaba por llegar  a donde tenía previsto. Yo, a la escritura. He tenido que dar muchas vueltas para ello, pero el mundo es redondo, así que si caminas lo suficiente, vuelves al punto desde donde quisiste comenzar.
Me has hecho un regalo grande, maravilloso, inesperado. Un regalo que precisamente  necesitaba esta semana. 
Por supuesto que nos volveremos a encontrar en La Matandeta, en La Habana o en cualquier parte del mundo. Léete mi blog y así me ahorro parte del trabajo de contarte la historia de lo que me sucedió estos últimos  años. Mi padre murió aquí, en La Matandeta, mirando la Marjal. Murió como había vivido, sin molestar a nadie. Sin sufrir, ni hacernos sufrir. Ese es el  mejor regalo que me hizo en toda su vida, aparte  de quererme mucho.
Gracias, Miguel Angel, por tus palabras. Cuando pasees por el Malecón, acuérdate de mi. Allí o aquí, volveremos a cruzar  nuestros caminos.
                     Un abrazo muy grande,
                                                María Dolores.



2 comentarios:

  1. La xiqueta de la foto sigue viva. Que historia de un encuentro más xula.

    ResponderEliminar
  2. Puedo imaginar a un jovencillo Miguel Ángel fascinado por ti, por tus historias y por la acogida matriarca que le dio envoltura en el tiempo que pasó con vosotras. Has hecho más mágica La Matandeta nutriéndola de ti misma.

    ResponderEliminar