viernes, 19 de abril de 2019

DE TARIFA A ASILAH

Cuando llegamos al ferry, de bandera malteña y llamado María Dolores  no desentonamos para nada con todos los vehículos de marroquíes que cruzan el estrecho para disfrutar de sus vacaciones con la familia. Nosotros también vamos hasta los topes. No ha dejado de llover en toda la noche y un cielo plomizo nos acompañará toda la travesía, que será accidentada. Hay que pasar el control de pasaportes dentro del barco, que parece una cáscara de nuez en mitad del oleaje. La torre de Tarifa con la historia de Guzmán el Bueno empieza a quedar lejos y el mareo y los vómitos de bastantes pasajeros están muy cerca. Estoy tan blanca, allí en la cola, que un señor se ofrece a traerme una biodramina. Han repartido bolsas de plástico negras y algunos pasajeros han empezado a utilizarlas.
Es una hora hasta llegar a Tánger y se está haciendo eterna. 
En la ciudad de los cafés, de Paul Bowles y de Goytisolo, la lluvia es pertinaz y en la aduana nos da miedo que nos quiten el jamón que nos ha pedido  Mohamed, que nos espera en el desierto. Pero pasamos el control y termina la lluvia. ¡Estamos en Marruecos! Dejamos Tánger para otra ocasión y seguimos hacia Asilah.





En Asilah, antigua  colonia fenicia y después romana, los niños gritan a la salida del colegio. Muchos vuelven a casa solos después de las clases, como hacía yo de pequeña. Hay más españoles en la  medina que marroquíes. Una  mujer tiende la  ropa en la terraza de  su casa, vestida de pies a cabeza con un burka, junto a una antena parabólica. La ciudad junto al  Atlántico recuerda a Andalucía. La medina es pequeña, luminosa, está llena de  artesanos, de pintores. Callejear por ella es la afición de esta  tarde. Cenar pescado en Casa García y descansar  para seguir ruta...


       
               



1 comentario:

  1. ¿¿Es Manuel el de la foto???, todavía no has dicho con quien viajas. Buen viaje y buen retorno

    ResponderEliminar