sábado, 27 de abril de 2013

TEQUILA



Para S. Vergara, porque siempre nos quedará Paris.



- ¿Qué te habrán puesto en el tequila para que hayas vuelto así?
- Pues que me van a poner, mamá, tequila. Pero ya sabes que no tengo vesícula y me sienta  mal el alcohol.
- Entonces ¿por qué bebes?
- Porque quiero ser como ellos, no diferente, sino como ellos. No quiero que me aparten del grupo y ya me cuesta disimular el acento.
- ¿Y por qué no prefieres ser tú?


Mi madre era capaz de hacerme razonar de vez en cuando. Sin embargo a mí, adolescente extranjera en tierra de acogida, me costaba hacerle caso. Acabábamos de llegar de  Argentina. Mi padre se vino antes, encontró trabajo y la abuela nos acogió durante un tiempo, poco, porque vivir con la abuela es difícil, tanto, que no lo resistió ni el abuelo.
Ahora estábamos bien, todos juntos, mis hermanos gemelos, los mayores, en sus sillas de ruedas, Caterina, la pequeña, y yo. Mamá y papá. Todos juntos.

Ellos se habían conocido en una verbena de verano, en Santa Fé, y a los dos meses ya vivían bajo el mismo techo. A los dos meses porque fue cuando mamá supo que estaba embarazada de los gemelos. Los novios apenas tenían veinte años. Nacieron Pablo y Marcelo, con problemas desde el primer momento. Falta de mielina en el cerebro dijeron los médicos. Papá se amargó desde entonces y se volvió taciturno y retraido. Mamá creció, ensanchó sus límites para seguir viviendo.
 
Después llegué yo y ocho años más tarde Caterina. Venir a España no fue divertido. Pero mucho más fácil para nosotros que para ellos. Pablo y Marcelo acudían a un colegio especial, los recogía un autobús a primera hora de la mañana y mamá tenía tiempo de ir a trabajar. Nunca se le cayeron los anillos. Encontró trabajo en una empresa de limpieza, algo que jamás hubiera hecho en Santa Fé donde era otro su estatus social. Pero nos jodió el corralito.
 
 
Cuando los demás me dicen que debe ser dura la vida con unos hermanos así, yo respondo que no lo sé porque no he conocido otra.
Pero un día Marcelo se fue. Y sí, sí que fue duro. Mamá lloró durante semanas encerrada en su cuarto. Sin consolación. Papá no dijo nada. No lloró, pero no dijo nada.
Ella siempre peleó por ser una buena madre, él se enrocó.
He terminado el máster y me han ofrecido trabajar de lectora en Francia. Ella me ha dicho que me vaya, que crezca y que ame. Héctor se viene conmigo.
No sé si algún día conseguiré ser como ella. Si tendré la mitad de su valor para seguir adelante. Ella no lo sabe, pero ser como ella es mi meta. Lo demás, lo iré sumando y añadiendo.
 

1 comentario:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar