martes, 23 de abril de 2013

MISTRAL

Dice mi amiga Yolanda Moreno que con la edad, todos tenemos un aire, pero hay quien tiene un auténtico vendaval. Vivir es enriquecedor, pero también oxida, horada, destruye y hace daño. Vivir nos mata. Las experiencias que hemos tenido, las puñaladas metidas en el alma, el pudo haber sido y no fue, los fracasos concebidos, todo en la espalda y subiendo con la piedra la montaña, tales Sísifos somos, que nuestra gran tragedia, metidos en nuestra condición humana, es llegar a la cumbre, resbalar con la piedra y volver a empezar otra vez.
Yo no resbalé el otro día con la piedra, sino con una botella de licor de endrinas Zoco.
Les cuento. Madame Fridrun Rinner, es nuestra profesora de Littérature comparée: les écrivains de l'Europe centrale à partir de 1970 y se jubila este semestre.
Solo por el hecho de haber conocido a esta mujer, nacida hace sesenta y seis años en Austria, que domina diez lenguas y ha escrito varios libros sobre la Mitteleuropa, ya hubiese merecido la pena el año Erasmus en la Provenza.
El caso es que me inscribí en su asignatura porque no quería tener clases los viernes y de rebote la encontré a ella, a su sabiduría y su forma de entender la vida. Los lunes nos ha dado clase de dos a cinco de la tarde. Son esas cosas que me suceden a mí. Parece que la casualidad domina mi  vida y, sin embargo, no creo en ella. Todo sucede como si hubiera una ley imperiosa que marcara los aconteceres y el camino, ya trazado, que debieran seguir.
Pero dejémonos de digresiones. El caso es que era la última clase de Mme. Rinner y lo íbamos a celebrar. Ella preparó un strudel austríaco y vino de naranja, yo llevaba una botella de ese licor rojo anisado con sabor a bayas del bosque que me quedaba de los productos españoles que siempre trae mi marido en una maleta roja cuando viene a verme y que yo voy repartiendo entre mis amigos y conocidos.
El caso es que eran las ocho de la mañana y yo subía las escaleras de la biblioteca cuando dí un traspiés, resbalé y me caí de espaldas con la mochila a cuestas y la botella se hizo añicos. Eran las ocho de la de la mañana y yo tenía clases seguidas hasta las cinco de la tarde,´por lo que  de volver a casa a cambiarme, nada de nada. Así que me pasé el día oliendo a pacharán vasco.

Los chavales me miraban con una sonrisa cínica, como diciendo, míra la que dice que nunca va de fiesta y de buena mañana, un lunes, nos llega colocada. Hay situaciones en las que mejor no te excuses porque corres el peligro de hacer un ridiculo mayor. Así que puse cara de circunstancias y de efectivamente haber prolongado demasiado la fiesta. Menos mal que era la última semana de clases y parece como si todo el mundo practicara la comprensión y la conmisceración.

 Mme. Rinner se marchó con dieciocho años a la antigua Unión Soviética porque quería aprender literatura y lengua rusas. Lo primero que hicieron los bolcheviques fue ponerle un espía entre los dos compañeros estudiantes con quienes compartió estudio y que se lo dejó claro el primer día: Podemos hacer dos cosas, me cuentas todo lo que haces y te dejo en paz, o te tendré que seguir a todas partes. Habla además de ruso y alemán, su lengua materna, polaco, húngaro, servo-croata, búlgaro, checo, italiano, francés e inglés. Con cuarenta y seis años emprendió la aventura de venirse a Francia como profesora de literatura comparada. Ha conocido a escritores de la talla de Claudio Magris, Milan Kundera, Bohumil Hrabal, Danilo Kis. Ahora se jubila y piensa escribir un libro sobre cocina comparada de la Europa Central. Le encanta cocinar y elabora su propio aceite de oliva. Pero sobre todo es una mujer que habla de la necesidad de comprender al otro, de analizar los desastres históricos a través de la literatura para que no vuelvan a ocurrir.
Ha sido una tarde simpática, después de un día raro. Afuera sopla Mistral. El Mistral es frío y racheado, un viento de brujas. Como lo son el Siroco, el Poniente, la Tramontana. Nos marean, ponen de mal humor y no traen nada bueno. Un viento que se hace sentir sobre todo en la zona de Aviñón. Sobrecarga de iones positivos, sensación de dolor de cabeza y depresión.
Menos mal que por la noche llegó la lluvia...
 

2 comentarios: