domingo, 23 de octubre de 2022

¡QUÉ NOCHE LA DE AYER SÁBADO!

                               


                                                  La vida se ríe de las previsiones y pone palabras donde imaginábamos                                                          silencios y súbitos regresos cuando pensábamos que no volveríamos a                                                          encontrarnos.                                                                                                                                                                                        El viaje del elefante                                                                                                                                              José Saramago


                               


      
 Me gusta el cambio. Es lo habitual, que todo fluya. Panta rei. Durante muchos años viví presa  de un temor irracional a que las situaciones, mi zona de confort, cambiara, a salir de ella. No fueron los años de mi juventud. Entonces te envalentonas ante los cambios, te subes a la grupa de cada jornada diferente. Es lo que buscas y deseas. De alguna manera, vuelvo a vivir así, con las paredes de mi salón, de mi zona de confort, expandibles hasta el infinito. Sin miedo a qué ocurrirá mañana. Si no sabes cómo acabará el día, mejor que mejor.

Para ello, es imprescindible  despertarte al amanecer, poner una canción, una música que tenga  a ver con los pensamientos que barruntan mi cabeza, con las personas a quienes dirijo mis primeras intenciones.

El otro día tuve un sueño precioso con mi amiga Carmen Minguet. Paseábamos por un prado, que  en realidad era el paisaje de un cuadro impresionista, en el que predominaban  muchos tonos de verde. La misma noche, apareció en mis sueños un amigo al que, aunque hablo con él  muy a menudo por watshap,  hacía meses que no veía  físicamente. Pues bien, a ninguno de los dos, les comenté nada.

El viernes, al amanecer, me envió un mensaje. Vendría con dos amigas francesas y sería un honor que, por una vez, yo estuviera en mi casa y no anduviera por el mundo a la caza de algún relato.

A mi amigo le gusta la literatura y yo daba por supuesto que comprendería mi mensaje de wat: Un arroz negro para tres o para cuatro. No entendió mi demanda,


Pues bien. Volví pronto de Valencia. Me eché en el sofá y me quedé dormida. Cuando me desperté y bajé, la mesa ya había tomado café. Caroline y Esther son amigas desde hace muchos años. Buscaban hotel para el fin de semana y les recomendamos uno  en El Saler y otro en la playa de la Malvarrosa. Me quedé con el teléfono de Caroline y me despedí.


Al día siguiente, recibí un mensaje de Caroline. Habían dormido en El Saler, pero para la noche del sábado no quedaba ni una plaza de camping. Yo no conocía nada y les ofrecí mi casa. Esperaba a mi hijo putativo ecuatoriano Carlos Chungata, a quien desde antes del verano no había visto. Además me tenía que ayudar con trabajos informáticos que a mí me cuestan días y él resuelve en horas. Por la noche teníamos una cena de participantes en el encuentro de Star Wars, que se celebraba en Valencia y que traía nuestro amigo y compañero del Máster de Planificación en Turismo, Ángel Martínez. Por si fuera poco, la familia Marí vino a comer con dos de sus miembros más viajeros, Sara y Ferran, que en breve emprenderán su periplo por Asia, un viaje de varios meses que se iniciará con el trayecto Venecia-Bangkok.



Pues bien, cerca de las siete, apareció Chungata y nos pusimos manos a la obra, mientras los demás se preparaban para La guerra de las Galaxias. Sobre las ocho me acordé de las chicas francesas y les envié un mensaje. No habían encontrado hospedaje y pasarían la  noche en el coche. De eso, nada, pensé. Y les ofrecí mi cama. Carlos y yo teníamos mucho que hacer. Cuando termináramos, yo tenía el sofá y Carlos la cama nido.


Lo que vino después, fue impagable, las dos me regalaron la historia de sus vidas. Esther Grossman, nacida Guisado y  en Torremolinos, crea joyas a partir de los materiales que encuentra en el mar. Vive en Cagnes-sur-Mer, entre Antibes y Niza. Pero detrás de ella, hay una historia muy fuerte que  tiene  que  ver con sus orígenes, canadiense por parte de madre, andaluza por parte de padre. La historia de su infancia y la de su hermano Julio. Los spaguettis western, el desamor y unos niños que van arriba y abajo entre dos continentes.  Que a veces tiene que encontrar la policía. Que se lleva la madre, que se lleva el padre. La realidad siempre supera a la ficción.


Caroline vive en la  playa  de San Juan, ahora  cuida de su madre que tanto  la ayudó a ella. Después de  veinte años de matrimonio con un astrónomo que  viajaba  por todo el mundo y al que encontraba poco en el hogar, decidió que había llegado el momento de recuperar  su identidad. Se vino a España con su  hijo de diez años, estudió cocina  en el CDT trabajó en la  Baja California, viajó por Guatemala. Se marchó a Israel... Nadie podrá  decir que  no aprovechó el tiempo.


 

Esta mañana, elles ont fait les marmottes. Cuando se han levantando, Chungata y yo ya estábamos a lo nuestro. Solo han querido mi infusión para desayunar. Se han marchado a La fábrica de hielo, donde habían quedado con nuestro común amigo. Carlos  les ha hablado de un camarero, amigo suyo, que trabaja allí y también diseña joyas.

Y pensar que nuestro amigo lee y lee libros y, sin embargo, no sabe para qué sirve compartir un arroz entre cuatro.

Me gustan los días en que veo amanecer y no sé cómo terminarán, ni qué me estará esperando.

Feliz semana

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