sábado, 29 de octubre de 2022

EN LA CIUDAD DE REMBRANDT

 



                                               El yo es un movimiento entre el gentío                                                                                                                                       Henry Michaux


                                                                                                                                                                                            La semana pasada les hablaba del miedo visceral que sentí durante muchos años. Era algo irracional que repetidas veces me despertaba de madrugada. Se me clavaba en el  estómago y recorría todo mi aparato  digestivo, por no hablar  del emocional. No tenía nada  que ver, afortunadamente con un ataque de pánico, tal como lo describe Rosa Montero en  El peligro de estar cuerda. La autora los sufrió entre los veintiún y los veintinueve años. Cuando publicó su primera novela, los ataques desaparecieron.

Lo mío no llegó nunca  a ese punto. Lo asocio a mis emociones de aquellos años. Ese miedo irracional desapareció cuando me separé  y  dio paso  a otras  emociones. En el imperio de  las  emociones, la  ira es la  reina.

Este sábado, yo no  quería estar  en  La Matandeta. Tal  y como me  vaticinó Irela Rojas este verano en  La Habana frente al Malecón, al regresar me encontré con una sorpresa. 

Tenía que hacerles frente. Quizás la tristeza y la decepción andarían haciendo de las suyas. En Argentina se me ocurrió escribir a Rose Prenderville. Nunca he estado en Irlanda y vivir allí Halloween podía ser  una  buena experiencia, puesto que su origen se  fraguó en esa isla. Rose me contestó encantada. Teníamos muchas cosas cosas  que contarnos y me  enseñaría su ciudad, Dublin.

Pero  Rose no recordaba  la fiesta sorpresa de  su  nuera  inglesa que cumple justo  este fin de semana cuarenta años y tenía que viajar a Inglaterra. Bueno, en otra ocasión será.

Ya pensaría otra cosa. Justo, hace dos domingos, vino a comer  mi amiga Diana Cerdá. ¿Y a que no saben qué ocurrió? Diana viajaba a Leiden a visitar  a su hija Kalia y me invitó a  acompañarla, sin saber  nada de mi desasosiego  emocional. ¿Se creen ya lo de las sincronicidades de Jung, la ley del Cosmos y el efecto  mariposa? Aquí estamos, en la ciudad en la  que nació Rembrandt. 


Las emociones son traidoras. Siempre las he conjurado escribiendo. Esta vez no necesito exorcizarlas porque las  he  dominado. No pueden ya conmigo. Ha sido un trabajo muy laborioso en el  que no me ha faltado ni la ayuda profesional ni la  de  mis  amistades más  cercanas. A veces, hay que ir hasta  muy lejos  para ver lo que  tienes  tan cerca. ¿Cómo se que están encerradas  en los cajones de mi pensamiento  lógico? Porque ahora  me  digo  que lo  inteligente no fue  encontrarnos, sino perdernos de vista. Y tengo  ganas de  reírme a  carcajadas y de  decirme que cuatro días en  Leiden bien valen una boda.
Salve  y ustedes  lo pasen bien.
















5 comentarios:

  1. Buenos días, María Dolores, tocaya. ¡Cuánto me gustan tus historias de geografía humana! Dentro de dos semanas, ¿quieres venir a ver La Boheme al Teatro Principal de Requena?

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  2. Ojalá pudiera! Muchas gracias.

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  3. Precioso María Dolores, Sigue así que al que va delante no le faltan cuerdas, No vemos pronto . Un abrazo

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  4. Es impresionante recibir gratis el conocimiento que a ti te ha sido dado, no proviene de la cultura (que tienes y muchísima) te viene de la inteligencia emocional y el carisma que siempre te acompañan.

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