sábado, 5 de septiembre de 2020

NUESTRA AMIGA CARINA





Fue un mes de agosto cargado de visitas y de emociones. Tras el confinamiento, la gente tiene ganas de moverse, de disfrutar de la joie de vivre. Una de esas visitas entrañables e inesperadas fue la de Carina. Por la mañana, había visto en el Facebook un foto suya con su  pareja en Paris. Y a mediodía estaba  entrando por la puerta, sin avisar. ¿Pero tú que haces aquí? ¿No estabas en el Sacré Coeur? Eso fue el fin de semana.
Carina Moya González, aunque nació en Francia, se siente muy española. Así lo atestiguan su  retranca y sentido del humor.
En Estrasburgo, capital de la Alsacia, sus padres, emigrantes de Algemesí, crearon un hogar para sus cinco hijos. Carina, la pequeña, nació en esa ciudad y en ella estudió hostelería. Dio sus primeros pasos profesionales en un restaurante gastronómico de Kronenburg, ciudad cuyo nombre les sonará a cerveza y a película española de los años ochenta (Historias del Kronen). De allí entró a trabajar en el Hotel Hilton de la ville que alberga la sede del Parlamento europeo.
 El Hilton. De su restaurante gastronómico La maison du boeuf, Carina tiene muchas anécdotas que contar.
Cuando ella trabajaba , entre los clientes habituales, se encontraban la cantante Nana Mouskori, la actriz Isabel Adjani, el entonces primer ministro Michel Rocard y políticos de todo el amplio abanico europeo. Carina se acuerda de Jean Marie Le Pen, lider por aquel tiempo del Frente Nacional, ultraderechista, conocido  por sus ideas racistas sobre la inmigración. Al sr. Le Pen le encantaba tomar el desayuno en su habitación y siempre  se lo servía Sami, un joven de raza negra. Al cabo de un tiempo, el sr. Le Pen pidió a la dirección que le cambiaran  al camarero y así lo hicieron, pasando a encargarse de los desayunos Mohamed, un camarero árabe. Le Pen no volvió a protestar. Debió entender la indirecta.
Una noche, con el restaurante gastronómico lleno, el polémico empresario y político Bernard Tapie celebraba con los suyos. En un momento en el que su esposa se levantó para dirigirse a los lavabos, Carina se acercó a preguntarle si tomaría café, al tiempo que oían a voz en grito: ¡Cariño! ¿Follamos esta noche? La señora Tapie, sin inmutarse, respondió a la muchacha: Por favor, doble y muy cargado.


De allí y con dieciocho años, se marchó al Hilton de Londres y pasó por varios gastronómicos.
A través de un conocido común, supimos de la existencia y la profesionalidad de aquella muchacha. Un uno de noviembre, Día de Todos los Santos, con La Matandeta que apenas llegaba al mes de su existencia, cruzó el umbral de nuestra casa. Organizó camareros y servicios. Y nos ayudó mucho a nosotros, unos recién llegados al mundo de la hostelería.
Los clientes, y sin embargo amigos, como Remigio Oltra, que empezaron a venir por aquí hace la friolera cantidad de  veintiocho años, quizás recuerden a aquella chica  luminosa y sonriente, con un suave acento francés.
Pasa el tiempo y nunca lo hace en balde. Carina decidió volver a Estrasburgo y hasta allí fui a buscarla para  que regresara con nosotros. Recuerdo una cena pantagruélica en La maison du boeuf porque a Carina le había tocado en un sorteo como premio por su cumpleaños. Champagne y foie franceses, carro de quesos y licores. La cena costaba tanto como el sueldo de Carina de un mes. 
Esa velada conocí al belga Paul Doyen, que era su jefe y que tiempo después se establecería en Valencia y abriría, junto con otros socios  La Papardella, Il Pomodoro, Vicios Italianos. Hasta un total de trece y un hotel tienen en estos momentos en la ciudad del Turia.
Pero la sorpresa, este  mediodía del mes de agosto, es por partida doble. Carina ha invitado a comer a Paul Doyen, su mujer italiana, Laura y  sus dos hijos que igual  hablan en valenciano, que en castellano, en francés o italiano.


Carina volvió a España, a trabajar en nuestra casa y en otros establecimientos de la ciudad. Y se volvió a marchar  a Francia. Se instaló a los pies del Lubéron, en Apt, Provenza. 
En plena rebeldía adolescente enviamos a Helena un verano a su casa. 
Ahora Carina tiene cuarenta y ocho años, una hija casi con la misma edad que ella tenía cuando llegó aquí, dos tiendas de ropa, una  en  Apt y otra en Orange. Y una nueva pareja.
Es una de las mujeres más decididas y valientes  que he conocido en la vida. Y he tratado con bastantes.
¿Ven ustedes? Hoy sí que tenía ganas de escribir.
Que disfruten del  fin de semana. Que la gota fría  ya casi está  aquí.




4 comentarios:

  1. Bonita historia de superación y savoir fair, y amar una profesión.
    Y un placer leerte.
    Un abrazo.
    Marivi

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  2. Os pasáis las normas a la torera: sin mascarilla, sólo una persona, sin guardar distancias y de diferente núcleo familiar,cogidit@s del brazo y con arrumacos. Vaya, que estáis dando un ejemplo

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  3. No nos pasamos las normas a la torera. No creo que una simple foto pueda hacer justicia. En vez de acusar sin dar tu nombre como si fueras una amargada o amargado, podrías venir a comprobar la realidad. No creo que amargura sea precisamente lo que necesitemos ahora. Sino comprensión y ganas de vivir. No hay mayor cobardía que el anonimato.

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