lunes, 21 de septiembre de 2020

MARCHA NÓRDICA POR LA MARJAL

 


La marcha nórdica se inició en Finlandia, hacia 1930. Los esquiadores de fondo profesionales, durante el verano y el otoño, sin nieve, comenzaron a utilizar en sus entrenamientos bastones. Así intentaban mejorar su condición física y prepararse, con la intensidad adecuada, para el invierno.

El finlandés Mauri Repo, está considerado el fundador de la marcha nórdica. En EE. UU. a finales de los ochenta apareció una técnica con algún parecido.

Este deporte se basa en el uso de unos bastones especiales para caminar, similares a los del esquí, que además de trabajar los músculos de la parte superior del cuerpo, sirven de propulsión para avanzar.

Es un tipo de ejercicio que involucra al cuerpo entero y por tanto puede consumir un 40% de energía más que una caminata convencional. Es suave para las articulaciones y adecuado para todas las edades y niveles de estado físico. Y por si todo esto fuera poco, se practica al aire libre.








 

A mi me inició en este deporte  mi amigo Xavier Marí, que se ha convertido en una especie de filósofo de la marcha nórdica. Aunque él, más bien se define de obrero. La convocatoria fue en el parking de La Matandeta, el pasado domingo a las 9,30. Hubo presentaciones, distribución de bastones y estiramientos. Y emprendimos camino de la Travessa, apenas a doscientos metros de La Matandeta.

Los que se iniciaban en este deporte se quedaron con Xavier Marí, los demás comenzamos ruta con Javier Espinosa. Entre arrozales a punto de segar y patos sorprendidos. Dada la ventaja que llevábamos sobre el otro grupo, Espinosa, de vez en cuando nos indicaba ejercicios a ritmo de charleston, foxtrot, Travolta e incluso Los Rolling Stones. Anduvimos hasta el final del camino, viramos a la izquierda, pasamos las turbinas y nos asomamos al inicio de las matas de la Albufera. Todo ello en un ambiente festivo y distentido. 


Hace tres años que no piso un gimnasio. Prefiero hacer deporte al aire libre. Me relaja, me reequilibra, me baja el cortisol que acumula el cerebro a través del stress. Y tengo la suerte de tener esta ruta circular al lado de la casa. Pero el domingo la disfrutó y descubrió más gente.



 
Fueron doce kilómetros y tres horas de ejercicios en la Marjal, que algunos visitaban por primera vez.



 



Sobre la una regresamos a La Matandeta y la sesión final de estiramientos quedó obviada, de común acuerdo, en aras de estirar de la jarra de cerveza, que bien ganada estaba.

Entonces, empezó lo mejor. Comida en la terraza. Convivialidad. Nuevas amistades, intercambio de experiencias. A las fotos me remito.


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Un día fantástico y una experiencia que  repetiremos el próximo domingo, 8 de noviembre. Habrá terminado la siega del arroz, los campos  estarán inundados y habrán llegado las aves migratorias que aquí tienen su paso.

Las plazas son limitadas. Anímense. No se arrepentirán.




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