domingo, 9 de junio de 2024

LA CLASE DE OCTAVO DE EGB

 Juanjo Alarcón era el chico más listo de la clase. Era menudo, callado, trabajador y buen compañero de los compañeros. O al menos, así lo recuerdo yo.

A veces, don José nos sacaba a la pizarra con el secreto deseo de comprobar quién de los dos era más inteligente. Yo estaba segura de que era él y le tenia mucho respeto.  Alarcón, lo llamábamos por el apellido,  no destacaba físicamente, así que las chicas lo dejábamos en paz. Era el tiempo de enamorarse, más bien de los profesores, sobre todo si habían vivido en Paris.

Juanjo acabó el BUP en el Luis Vives y buscó trabajo.


Lo encontró en la recepción del Hotel Mediterráneo de la avenida del Oeste, en el turno de noche.

Durante très años, el joven observaba las carreras de los travestís delante de la puerta y empezaba a conocer a la gente. Cuando trabajas cara al público se te desarrolla como un sexto sentido. No fue a la universidad hasta más tarde, pero comenzó con los idiomas. Ya estaba invirtiendo en su futuro.


De aquí pasó a la recepción del Expo Hotel e inició la subida. Vendedor, jefe de ventas. Comercial, jefe de Comercial. Y el salto a la cadena NH. Y a abrir hoteles en México, Perú y Chile donde, además, encontró a la mujer de su vida y ha pasado los últimos quince años.

Mucho tiempo y mucha vida después, Juanjo Alarcón, ha vuelto a Sedaví y hoy, día de reflexión en la Unión Europea, compartimos mesa y mantel con nuestra querida maestra de la EGB, doña Isabel Monleón y con Carmen Minguet,  mi amiga del alma a la que conocí en la puerta del colegio a los siete años.


A doña Isabel debe producirle vértigo comprobar que aquellas criaturas a las que alguna vez llamó la atención están hablando del tiempo de su jubilación.

Y es que se nos pasó la vida en un suspiro. Hubiéramos necesitado un par más para llevar adelante todo lo que teníamos pensado.

Sin darnos cuenta, hemos llegado al clasicismo.

Somos unos clásicos que se alegran cuando te anulan una cena. Qué bien, me quedo en casa. Cuando entras en una habitación y no sabes a qué has ido. Cuando vas al supermercado a por leche y sales con diez cosas, menos la que necesitabas,

En fin, que esto no era un ensayo, Iba de verdad. Y dice Juanjo que, en realidad, no hemos cambiado nada. Tal como nos recordaba, cincuenta años después, nos ha encontrado.

Disculpen, pero a mí el viento siempre me pone melancólica. O será que me he hecho mayor sin darme cuenta...

Salve y ustedes lo voten bien. Digo, lo pasen bien.


2 comentarios:

  1. El tiempo nos pasa a todos, pero su velocidad la marca cada cual.
    Yo siempre he estado convencido de que el tiempo no existe, es un invento del "hombre blanco".
    Lo que pasó ayer ya no está, lo que pasará mañana aún no ha venido. Yo siempre me tropiezo con el presente.⏳🕰️⏱️.
    Y es que creo que el aquí y el ahora es simplemente una alucinación de nuestra parte material de la mente. Besos y hasta pronto.

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  2. Muchas gracias, Justo!

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