domingo, 13 de noviembre de 2022

UN VIAJE DE IDA Y VUELTA

 


El viernes  termino mis clases a las once y cuarto. Amaneció lloviendo y llegué al IES Baleares completamente mojada. A muchos alumnos se les pegaron las sábanas y prefirieron acabar la semana sin salir de casa.

Llovía cuando tomé el autobús hasta la estación del Norte. Llovía cuando entré en la librería Paris-Valencia a comprarle a Yolanda, tía de una alumna mía, el libro Sapiens, de Yuval Noah Hariri. Y llovía cuando llegué a Caixa Ontinyent de Guillem de Castro y no encontré a su director, Conrado García Ribera. Seguía lloviendo cuando hablé con mi amigo Joan Roig, a quien estaba dispuesta a ver y pasar en su casa el fin de semana. Pero Joan estaba ingresado en el Hospital Provincial de Castellón. Y yo llevaba mi maleta de findesemanacercadecasa. 

Da igual, le contesté, voy a verte al hospital y me vuelvo a casa. Aplazamos el fin de semana para el siguiente.

Llovía y no salían  trenes por la huelga hasta mucho más tarde. Da igual. Un helado en Los italianos hará más corta la espera. A mi me gustan los helados llueva, haga sol, caigan chozos de punta o nieve.

Vuelvo a la estación y me entretengo en leer los carteles de cerámica que dicen en muchos idiomas Buen viaje. Anuncian mi tren. Me subo. Está lleno, pero encuentro sitio.

Sale el tren y cruzamos la Fuente de San Luis, Puzol, Sagunto, Almenara. Sigue lloviendo, están los cristales empañados y se adivina un cielo muy gris, a veces, los campos completamente embarrados. Nadie habla en este tren. Una joven, frente a mi, repasa su próximo examen. La que está sentada a mi lado, busca un tutorial sobre maquillaje. Yo debería empezar Sapiens, pero prefiero observar a mi alrededor. Mucha gente se refugia en el móvil. Una manera como otra de no tener que entablar una con versación con el vecino. 

Baja mucha gente en Burriana, en Vilarreal, en Almassora y por fin, Castellón. Final de parada. Pregunto a una empleada de chaleco verde fosfo a  qué hora tengo tren de vuelta. A las diez y media de la noche. Salgo de la estación, diluvia. No hay taxis y hay mucha gente esperándolos. Solo faltan diez minutos para que salga el último tren hasta Valencia a falta del de las diez y media.

Me dejo llevar por mi intuición. Me monto en este tren cuyo regreso es seguro. Ya se lo explicaré a Joan. No va tan lleno. Suben unos jóvenes en Almenara. Una chica habla de sus estudios en la Facultad de Medicina, otro comenta del rap, y una chica muy morena, la más joven estudia cocina. Pongo la oreja  en la conversación. Los profesores son duros. No les pasan ni una. Está encantada con ser cocinera. 

Llegamos a Valencia, saco varias tarjetas de La Matandeta. Me acerco a la chica morena, le digo que me he tomado la libertad de escucharla, que tengo un restaurante y que necesitamos personal de sala y de cocina. Le doy tarjetas. Sonríe, se pone contenta.

Nunca el tiempo es perdido. Hoy es domingo y por fin ha salido el sol. Han venido muchos amigos a comer  a La Matandeta. Nunca el tiempo es perdido.

Salve y ustedes lo pasen bien.









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