viernes, 3 de enero de 2020

AMANECER EN EL DESIERTO




                                                                     Camina  en el desierto, entonces notarás el valor  del                                                                             agua.

                                                                                                Desierto
                                                                                 
                                                                                          J.M.G. Le Clézio


     En el desierto de Merzouga, muy cerca de la frontera con Argelia, el campamento en el que  nos hospedamos tiene wifi y calefacción, que no funciona. El desierto ya no es lo que era. Me siento como una guiri invasora de  una realidad edulcorada. La cena es suculenta y después hoguera y tambores. Me imagino el Sacromonte lleno de americanos intentando bailar flamenco. Lo que hay que hacer para seguir adelante. No me gusta este desierto descafeinado y lleno de comodidades. Es más, no conozco otro.
Al día siguiente, nos levantamos a ver el amanecer. Aparece el sol a las ocho y cuarto. Y yo le añado la banda  sonora de Here comes the sun, de los Beatles.
Anoche nos dieron la posibilidad de volver a donde se encuentra nuestro mini-autobús a lomos de  dromedario . El resto del grupo decide que no. Hará mucho frío. Ya montamos ayer en dromedario. Pero yo persisto y a las ocho y media emprendo paseo con Mohamed, nuestro porteador de ayer. Un joven de veintiséis años que nació en una familia nómada, cerca de Ouarzazate.


Como Mohamed habla mal el  inglés y yo también, nos  entendemos a  la  perfección. Me explica que son cuatro hermanas  y cuatro hermanos. Que el trabaja  llevando arriba  y abajo dromedarios desde hace dos años. Pero es un empleo de temporada. En  verano, con temperaturas  de cincuenta  grados durante  el  día, el turismo  que llega hasta el desierto  es  nacional. Los precios son muy bajos.


Encontramos un par de  pozos y me dice que el  agua se encuentra  a  siete metros  de  profundidad. ¿Tan poco? Que las lluvias llegan en septiembre y octubre. Y que la  frontera  con Argelia, marcada  por el desierto, no está  bien delimitada  y es peligrosa. Hay piratas  del lado de Argelia.
Mohamed es un chico de mirada dulce que intercambia número de teléfono con los turistas.
Nos encontramos botellas  de plástico, latas abandonadas. Donde llega  la civilización, también arriba la barbarie.

Ha sido un paseo de una hora, a lomos de  dromedario. Una mañana soleada, sin frío ni viento. Por mucho que nos empeñemos en ser viajeros, no somos más que turistas en busca de rutas ya trilladas. Sin poder renunciar a la comodidad de nuestra  forma de vida.
Se acabó el desierto  de  los románticos. Nos vamos  para Fez.
Salve y ustedes lo pasen bien este  año  que ha acaba de comenzar. Que tengamos salud, paz y mucha  serenidad interior.

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