sábado, 4 de enero de 2020

UNA CENA EN FEZ



  Puede que la medina de Fez encierre la ciudad medieval más hermosa del mundo, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Llegamos a la Puerta Azul sobre las siete de la tarde, ya oscurecido. El taxista que nos iba a conducir hasta el riad Al Pacha se puso a discutir con el policía que le increpó por haber aparcado delante de la puerta de la mezquita. Tan enzarzados estaban en su controversia que ni  se dieron cuenta que nos llevamos las maletas hasta el carro de un anciano que se ganaba la vida transportando los enseres de los turistas. Cruzamos callejuelas laberínticas en medio de las paradas de verduras, de frutas, de dulces, de pequeñas carnicerías que tienen animales vivos, a punto de ser sacrificados mirando a La Meca por el primero que los compre...  Todas ellas menos concurridas que las de Marrakech.
Cuando llegamos al recibidor del riad, nos despachamos con la noticia de que nos han cambiado la habitación a otro, situado muy cerca y de la misma propiedad. Carmen, al contrario que yo, es muy organizada. Hizo la reserva con dos meses de  antelación.


Pero Mohamed nos dice que el otro, ubicado, apenas a  diez metros en la misma callejuela, es mucho mejor, más tranquilo, aunque el  desayuno y la  cena serán en El Pachà. Han mareado a Carmen durante días con  las tarjetas de crédito. Le rechazaron hasta tres. Total para querer cobrar en metálico. En todas  partes hemos  tenido que pagar con dirhams o, a lo sumo, euros.
El nuevo riad es también muy bonito. Con la decoración árabe. Como el Corán prohíbe la representación de animales y personas, desarrollaron mucho la caligrafía, que aparece en todas la escayolas. Salvo los sufíes, turcos y persas, por eso tenemos en La Alhambra el Patio de los Leones.



Mohamed, que debe tener veintidós o veintitrés años, aguanta estoicamente, toda la retahíla de quejas que le lanza Carmen, añadiendo a sus comentarios Pero si tú eres simpática.... Qué más da que la cama sea de matrimonio, ¿no sois hermanas? Amigas como hermanas. Yo soy más práctica y le sugiero que al menú de  la noche, añadan una ensalada marroquí de regalo, por el cambio. Así será.




Tras la cena a base de la regalada ensalada, la harira y las pastillas, dormimos como reinas. Fez  tiene fama entre los marroquíes por su gastronomía. Doy fe de lo bien que  se come en esta ciudad. Y al día siguiente nos echamos a las callejuelas a comprar especias, a llenarnos de  olores y sabores como si nos hubiéramos metido en un cuento de las Mil y una noches. 












Visitamos la Mezquita Kariuán, que lleva el nombre de la ciudad tunecina porque Fátima, la piadosa y rica mujer que la mandó construir, era de allí. Aquí se ubicó la primera universidad multidisciplinar del mundo y, aunque como en todas las mezquitas árabes no nos dejan entrar, hacemos fotos del patio. Hoy es viernes, día semanal de fiesta en la religión musulmana y numerosos fieles acuden a rezar.





Hace días que le  estoy dando vueltas a un problema que he creado yo misma. Kenza Lamouasni nos llevó a un centro comercial en Marrakech. Compré tal cantidad de  botellas de aceite marroquí para La Matandeta, que va a ser difícil que las pueda llevar en la  maleta. Solo tengo una posibilidad de que alcancen  su destino, sanas y salvas,  y esa posibilidad se llama Boro Borcha.
Él salió de Valencia en coche, rumbo a Marruecos, el pasado veintiséis  de diciembre, con dos amigas. No hemos hecho el mismo recorrido, pero esta noche nos encontraremos en Fez, si ellos consiguen llegar  sin ninguna vicisitud.



Tenemos una cita en el Hotel Batha, donde se hospedan, a las nueve. Mientras tanto, después de comer un bocadillo mixto en un puesto de la medina, yo me voy para el hammam. No un hammam turístico, sino el público, donde acuden las mujeres de esta ciudad. Me acompaña Fátima, la dueña del riad, quien negocia el precio con la anciana que lo regenta. El hammam está lleno porque es día de fiesta. Las mujeres, sus amigas y sus niñas, con el jabón negro, restriegan sus pieles con la manopla típica de estos baños, al que acuden una vez a la semana. No he llevado nada. Una joven me ofrece jabón, una manopla y champú. Al cabo de media hora, decido que  ya he terminado mi limpieza corporal y me preguntan todas por qué me voy tan pronto. Mientras me cambio, otra mujer me regala medio plátano del que está comiendo.


Boro Borcha es la persona más generosa que he conocido en mi vida. Se cruzó en mi espacio en un momento muy difícil para mí y, como es un embaucador nato, me dio la ilusión necesaria para auparme del pozo en el que me había metido. Siempre le estaré agradecida y siempre será mi amigo.
Como un caballero que es, me resuelve el problema de las botellas de aceite. Las llevará en su furgoneta hasta La Matandeta. Y nos invitará a cenar junto a Victoria y Reyes Sancho-Tello, que viajan esta vez con él por Marruecos.
Al día siguiente, nos levantaremos a las cinco y media. Nuestro avión sale a las ocho. Y una vez más tendré pruebas de que Dios no existe, pero sí el Angel de la Guarda. Ya sentadas en el taxi, Carmen me preguntará si tengo el dinero preparado para pagar la carrera. En el último momento, me daré cuenta de que mi cartera ha desaparecido y corriendo, corriendo la encontraré en la cama  del riad, olvidada.
En el aeropuerto coincidimos con Joan Ribó, alcalde de Valencia. Pero esa es otra historia.
Salve y ustedes lo pasen bien. Ah, y feliz rentrée.

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