lunes, 12 de agosto de 2019

EN LA PLAYA DE LOS PALERMITANOS

Inna Moisseva es  rusa y  vive en Ufa, capital  de la república de Baskortostán, no lo había oído en la vida. Se encuentra situada al oeste de los Urales y es una de las veintiún repúblicas de Rusia. Cuando llegamos el jueves, prácticamente a las doce de la  noche, al apartamento del vicolo Guascone, nos esperaba Laura, nuestra casera. Nos anunció que compartíamos estancia  con una  mujer rusa. No la vimos hasta  el viernes por la noche. Apareció cuando Manuel y yo acabábamos de cenar. Traía una botella de Pinot grigio y mientras la descorchaba me ofreció una copa. Se la rechacé con una sonrisa. Estaba muy cansada. La excursión a Montereale había resultado muy pesada por el calor. Enseguida me abordó preguntándome qué planes teníamos para el día siguiente. Ir a Mondello y añadió si podía acompañarnos. Claro que sí, a las nueve nos vemos en el desayuno. Inna viaja sola desde principios de mes y hasta el veintidós por toda Sicilia.


Inna es economista y trabaja para el Ministerio de Finanzas de Baskortostán. Una  mujer muy bella y educada que chapurrea el inglés igual que yo, así que nos entendemos de  maravilla.
Laura, nuestra común casera, nos indica los autobuses para llegar a Mondello y después de desayunar los tres, nos vamos a vía Roma a por el 101 hasta el Politeama Garibaldi y transbordo al 806. Los autobuses van a reventar. Es sábado y el calor deja la  ciudad desierta y las playas llenas. 


Mondello es un barrio muy turístico de Palermo. Se encuentra  encerrado entre el Monte Peregrino y el Monte Gallo, separado de la  ciudad por el Parco della Favorita. La zona es famosa  por su playa, que es una de las más codiciadas de Sicilia, por sus villas de Art Nouveau. En esta localidad, en 1975 nació el Premio Mondello, vamos como el Formentor en versión italiana. 


La playa está  de gom a gom, que diríamos nosotros. Familias palermitanas con muchos niños. Pasan los socorristas con sus perros, los vendedores de coco, de bebidas frescas, de toallas, de  flotadores y yo me cruzo la bahía de Mondello dos veces. Pero qué rebruta soy. Y eso que hacía un año que no nadaba.

A las cuatro decidimos  regresar. Llega el autobús completo y el revisor nos dice que él no vende billetes, que bajemos. Los billetes se venden  en el estanco. Conseguimos otro autobús y asiento. Transbordo, calor y ganas de  llegar al vicolo y tomar una  ducha, de cenar temprano porque  la  comida ha  consistido  en un bocadillo.
Pasamos por el Lidel, le digo a Inna que la cena la  preparo yo. Qué vas a hacer. Ensalada  y pasta. Con qué. Ya veremos. Compramos espaguettis, rúcola, Inna se encarga  del vino. Dice que en Baskortostán solo se bebe vino búlgaro muy malo, que los  buenos  resultan demasiado caros.
Mientras ellos se duchan yo empiezo con la cena. En la cocina de  Laura hay muchas especias. Después de hervirlos, les pongo curry, harina de pistacho que compré para  Rubén, esencia de tartufo bianco, un buen chorritón de aceite de oliva  virgen extra siciliano y pomodoro. Y apañado Después cada uno  se  ralla pecorino. Y brindamos con pinot grigio rosado por habernos cruzado en el espacio siciliano, por habernos conocido. Estoy reventada, como la  capitana, que diría mi madre. A la otra  antes de querer nadarme el mar Tirreno, me lo pienso. Y aún tengo que llevar a  Manuel al giardino delle stelle. Salve y ustedes  lo pasen bien.








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