miércoles, 14 de agosto de 2019

TEATRO MASSIMO



Michael Corleone sale muy satisfecho del debut de su hijo Anthony (Frank D'Ambrosio) en Cavalleria Rusticana y sobre la alfombra roja de la escalinata del Teatro Massimo declara sin ambages:  A partir de ahora, el nombre de los Corleone se asociará a la música. Pero Mary (Sofía Coppola) se acerca a su padre para recriminarle que haya interferido en su relación con Vincent (Andy García). Es el precio que este tiene que pagar para ser nombrado Don, Don Vincenzo Corleone y heredar la jefatura de un Michael cansado y enfermo. No hace falta presentar a Al Pacino.


En ese mismo instante, Mosca (Mario Donatone), disfrazado de sacerdote, asesino contratado por Don Altobello (Pietro Mascagni), intenta asesinar a Michael y dispara dos veces. Un tiro apenas hiere a Michael y el otro  traspasa  el pecho de Mary y la  mata.
La familia llora en una escena desgarradora. Connie Corleone (Talia Shire) se cubre la cabeza en señal de duelo, Kay Adams (Diane Keaton) llora desesperadamente  ante la muerte de su hija. 
Al Pacino grita en silencio, en un llanto angustioso junto al cadáver de su hija. El actor interpreta una  de  las escenas  más conmovedoras de  toda su carrera.


Esta tarde, calurosa y llena de  turistas, yo rememoro la escena frente a la  fachada  del Teatro Massimo. Antes de venir, se la he  mostrado a Manuel en el ordenador. Al menos una vez al año, vuelvo a ver la trilogía del Padrino. Los Corleone y Sicilia.
Aunque en la tercera parte, la  crítica se cebó en Coppola, no deja de ser  menos interesante por cómo analiza los negocios de la  Iglesia Católica, entre otras cuestiones.


El Teatro Massimo de Palermo es el mayor de los teatros de Italia dedicados a la ópera. El tercero más grande de Europa, tras la Opera Garnier de Paris y el Staatsoper de Viena. De estilo neoclásico fue dedicado al rey Victor Manuel II. 



La  guía, que se  dirige a  nosotros en  francés e italiano, nos cuenta que fueron  los arquitectos Basile, padre e hijo, quienes se hicieron cargo de  la construcción, terminada en  1897 e inaugurada con la obra Falstaff de Verdi, en cuya plaza se encuentra ubicado el teatro, en pleno centro histórico de la ciudad.


El interior dispone de tres mil quinientos asientos y la entrada mínima para  la ópera, nos cuenta  la guía, es de  ciento cuarenta euros.  El teatro Massimo reabrió sus puertas en 1997, tras una larga etapa de abandono y en estos momentos en su  escenario  podemos contemplar el decorado que  están  preparando para La Traviata  que se representará en septiembre.




Antes de acompañarnos a la salida, la guía nos advierte de que tengamos cuidado con las escaleras. El Massimo también tiene su fantasma de la ópera. Puesto que el teatro fue construido en los terrenos resultantes de la demolición de la iglesia de Le Stimmate y del monasterio de San Giuliano, el fantasma de una religiosa anda suelto y empuja siempre en el último escalón, sobre todo  a los más incrédulos.
Y ahora nos vamos a tomar un helado. Salve y ustedes lo pasen  bien.



3 comentarios:

  1. Me entusiasma leerte y seguirte. Voy viajando contigo. Que suerte tiene tu nieto! Le estás dando el mejor regalo que le van a dar nunca

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  2. Gelato a la italiana placer de dioses. Aunque no tienen nada que envidiar algunos valencianos que comemos en vuestra ensalada.

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  3. Por cierto yo también veo una vez al al año los padrinos 1,2,3 llena de simbolismos, cuidadito cuando aparecen las naranjas que hay muerte segura. La escena del infarto de Corleone con el nieto jugando alrededor con unos dientes de corteza de naranja es sublime.

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