miércoles, 21 de diciembre de 2016

UNA CENA HOMENAJE EN LA MATANDETA





                                                                             Quien no quiere hacer nada, encuentra una excusa.
                                                                              Quien quiere hacer algo, encuentra un camino.

                                                                                                                 Proverbio árabe.



Jean Piaget, psicólogo y biólogo suizo, destacó por sus aportes al estudio de la infancia y por su teoría constructivista del desarrollo de la inteligencia. Desde esta perspectiva, Piaget señala que el aprendizaje puede situarse en oposición a la instrucción del conocimiento o consciencia, es decir, el aprendizaje puede facilitarse, pero cada persona construye su propia experiencia interna, con lo cual puede decirse que la inteligencia no puede medirse, ya que es única en cada persona, en su propia construcción interna y subjetiva de la realidad.
Piaget se centra en cómo se construye el conocimiento partiendo desde la interacción con el medio. 
Si hay un ejemplo práctico y viviente de la teoría de Jean Piaget acerca de que uno construye su propio conocimiento, ese es Josep Lluis Pérez y Verdú, propietario de la bodega Clos Martinet, en el Priorato, que además fue alumno del psicólogo suizo y más tarde asistente en sus clases.
Pero contemos la historia del Quatretondeta como una forma de ilustrar la teoría acerca de la construcción de la propia inteligencia.
Este valenciano, nacido en 1936 y después de cumplir con su país a través del servicio militar, como muchos otros de El Comtat, decidió emigrar. Quería un porvenir y sobre todo, aprender. Se marchó a Suiza donde entró a trabajar como lavaplatos en el restaurante de  la estación de Zurich. 
Su padre, barbero en Alcoy, le enseñó lo más básico de la profesión, y así él encontró trabajo en una peluquería. De allí a otra en Winterthur y se perfeccionó en la escuela de Zurich.
Tiempo más tarde y con el decreto por el que se abrió la posibilidad de estudiar el bachillerato a distancia, se examinó en Suiza con profesores españoles. En cuatro años aprobó los siete cursos de bachillerato, durmiendo una media de cuatro horas diarias. Poco después se matriculó en la Universidad de Ginebra donde Jean Piaget impartía Biología Humana, una carrera que asociaba Psicología, Biología y Medicina.
Más tarde, Pérez y Verdú trabajó con Piaget y lo que le había fascinado, la didáctica, fue la que le abrió el camino hasta llegar al mundo del vino.
El Opus fue su oportunidad de dejar Suiza para ir a dar clases a un  colegio de esta orden en Sant Cugat. Pero se cansó porque no se sentía ideologicamente identificado con ellos.
Sin embargo, cuando una puerta se cierra, hay otras esperando para ser abiertas y esa puerta fue la oportunidad de ser director técnico del colegio de formación profesional de Falset.
Pero sus ideas chocaron con las del religioso que dirigía la escuela y dimitió. En 1981, aparecía en España la enseñanza reglada de enologia y la asociación de padres, al tratarse de una zona vitivinícola le planteó la demanda y éste fue su primer contacto con el vino. Su mujer, Montse Ovejero es bioquímica, así que buscó un enólogo de viticultura y fomaron equipo.
Y comenzó otra vez a construir su propio conocimiento... 
Viajó mucho a Francia, a Suiza y Alemania: No podía dar clase de enologia si yo no conocía eso y me volqué de lleno. Pérez i Verdú se encontró  en 1986 a René Barbier, un gran conocedor del vino. Los abuelos de este último se establecieron en el Priorato durante  la segunda guerra mundial donde impulsaron Segura Viudas que acabó  en manos de Ruiz Mateos. Conclusión: René Barbier lo había perdido todo y empezó de nuevo  en el Priorato, donde pidió ayuda a Perez i Verdú, entonces asesor del Institut Catalá del Ví. 
Había que cambiar la mentalidad y la forma de hacer de la comarca. El Priorato, según ellos, solo podía ser transformado por cuatro locos sin un duro. El empeño no fue fácil y no fue hasta 1989 que el Priorato empezó a ser considerado como uno de los lugares donde se hacían algunos  de los mejores vinos del mundo. 
Podríamos seguir contando mil y una anécdotas del personaje y su pasión por el conocimiento, pero mejor pasar a decirles que este año que ya termina, La Matandeta ha cumplido veinticinco años. En una empresa de hostelería no es moco de pavo, sobre todo, en una como la nuestra, abierta en mitad de la nada, o  de la Marjal, como mejor prefieran, así que decidimos que la fiesta no iba a consistir en un solo acto, sino todo un año de celebraciones, porque el empeño se lo merecía. Nosotros también hemos tenido que construir nuestra propia inteligencia hostelera, sobre todo, la primera generación, mi padre y la segunda, Rafa Gálvez y yo. Hace veinticinco años, nadie daba una peseta por la apuesta.


Pero uno sigue su empeño y su ilusión. Aunque pase el tiempo y tu esfuerzo no sea reconocido o no les interese para nada a las generaciones siguientes.
Así, que puestos a preparar actos de celebración dels 25 de La Matandeta, le propusimos a Manuel Monzó una cena homenaje a una de las personas que más ha hecho por la renovación de una zona vitivinicola en este país. El reto estaba en marcha, pero tanto Manuel, que pensaba en una cena para quince personas, como el homenajeado, que lo trajeron para cenar con seis amigos, no sabían de lo que somos capaces cuando en casa decímos allá va, tenemos ganas de fiesta.



El mundo del vino, de la sumillería, de la restauración, los buenos clientes, los amigos de siempre, se juntaron en casa para convertir la noche en algo fantástico. Me imagino que Josep Lluis Pérez i Verdú habrá celebrado este año su ochenta aniversario por arriba y por abajo. Pero le faltaba esta parte del mundo, de su terreta, representada por la alcaldesa de Quatretondeta, Silvia Soler, que vino a entregarle un regalo. Y por Ferran Baixauli, que aunque sea mi primo, no deja de ser el alcalde de Sedaví y un enamorado de los vinos de este hombre. Y por los bodegueros: Dani Belda, Rafa Cambra, Pablo Calatayud, Juan Cascant, Toni Sarrión...



Y por los restauradores, la Asociación de Sumillers de Valencia, la Asociación de Enófilos de Sagunt y todos los buenos clientes y amigos que quisieron sumarse a esta fiesta.






Porque, ya saben, quien quiere hacer algo... Encuentra su camino, construye su propio conocimiento.
Salve y ustedes tengan unas felices fiestas.
Nos vemos pronto. Seguro.


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