jueves, 15 de diciembre de 2016

BUIDA LA CAMBRA

El Buida la Cambra comenzó nada más volver de mi año francés. Una de las primeras cosas que me sorprendió  de vivir en La Provenza fueron los anuncios del Vide grenier. Y eso, ¿qué es?
Había una noticia en el periódico local La Provence. Yo me tomaba un cortado en Le Germinal y leía la prensa. Una noticia de portada, al mes de llegar, es que había habido una manifestación delante del ayuntamiento porque el alcalde y la  corporación municipal habían reducido los puestos del Vide grenier de octubre a 350, cuando el año anterior se acercaron a los 750 y colapsaron toda la ciudad.
Los franceses son los reyes del reciclaje, de  hecho, la ropa de  segunda  mano lleva nombre francés en cualquier  parte del mundo... Vintage.
Así que cuando volví a casa propuse hacerlo porque a mí me había entusiasmado la idea y su concreción. Rafa Gálvez lo tradujo por Buida la cambra y en eso estamos...
Teresa llamó para  el primer Buida y le contó a Helena que, aunque nunca había estado en La Matandeta, su hermano había sido un cliente habitual durante muchos años. Ahora ella se estaba separando de su marido después de veinticinco años de  relación. Estoy desmontando la  casa y no quiero nada de nada, ni el más mínimo recuerdo. Teresa llegó al Buida acompañada de su hija. Traían cosas increíbles, a precio de saldo. No me quieras tanto, pero quiéreme bien. Teresa me contó sus traumas conyugales, me habló de su futuro y yo no me separé de ella en todo el día  porque necesitaba un hombro donde descargar.
Vinieron más Buida la cambra y Teresa siguió acudiendo con sus cosas, incluso cuando no le quedaban ya.  ¿Cómo estás? Le preguntaba yo. Bien, ahora estamos de  novios y  nos vemos a escondidas de mi padre y  de nuestros hijos. Pero estamos muy bien.
Hace un par de  Buida, Teresa apareció acompañada de un hombre muy atractivo e interesante. ¿Y este chico tan guapo, quién  es? Le pregunté yo. Es Lucas, mi marido, me contestó. 
Pasamos un día muy agradable y entre  ellos había muy buena relación.
Por la noche, Rafa Gálvez me preguntó: ¿Y el hombre que vino con Teresa, quién era? Su marido, le contesté. ¿El actual? No, el de siempre. ¿ Pero no había desmontado la casa y lo saldaba  todo porque se habían separado y ella no lo aguantaba más? Don't ask me, dear... Don't ask me...!





Clara también es de las  primeras. Siempre acompañada de su niña, Rebeca, clavada a  ella. Pelo azabache y unos  increíbles ojos  verdes como los de  las ondinas de los  lagos medievales. No se separan muchos metros una de la otra. Nunca jamás. Una tarde de primavera y  después de muchos  Buida la Cambra, Clara nos contó su  historia.
He puesto una pica en todos los continentes. Os podría  contar muchas cosas. Pero...
Una  vez tuve un novio holandés, vivíamos a muy pocos kilómetros de  la frontera con Bélgica y una noche me  llevó a un  club de intercambio de  parejas. En la vida os podéis  imaginar la fauna humana que había allí. Recuerdo que se disfrazaban. Que  había una gran cama en la  que  por turnos mujeres desnudas  se dejaban tocar... Y al día siguiente, todo el mundo a las ocho dispuestos  a trabajar. 
Cuando volví a Valencia, se lo conté  a un amigo que  terminaba la carrera  de psicología y... lo quiso convertir en un trabajo de  investigación. Así que  durante un mes nos dedicamos a visitar los  Swingers de  Valencia. Recuerdo una  señora  muy mayor que esperaba y le preguntamos... Y usted, qué hace aquí. Yo, esperar a mi marido que está con una chica. Mis hijos no lo saben. Pero a él le gusta y después en casa está  más contento.





Ricardo apareció como tres Buida la Cambra atrás y se puso a bailar al son de Bob Marley delante de mi paraeta. Es un chico encantador de cincuenta años con el que inmediatamente conecté. Siempre embuido en sus vaqueros y su polo de color turquesa. En realidad, creo que es su uniforme de los  fines de  semana. Ese día él bailaba y a mí me pareció muy simpático, pero no hablamos. Empezó a venir a almorzar a  La Matandeta y a contarme su historia. Si tengo que  decir que he conocido un hombre tierno  en esta  vida, tengo que  decir que es Ricardo. Es como un gran peluche que sonríe, habla y se te  acerca. Y nunca sientes frío a su lado.



El último Buida la Cambra que celebramos apareció mi amigo Pascual. Hemos  tenido una  relación muy íntima durante  muchos años.
 De contarnos  cosas que no nos atreveríamos delante de los  focos. Pero un día  ocurrió una mala circunstancia y yo no se lo perdoné durante años.
Ahora, he llegado al firme compromiso conmigo misma de  enfadarme  muy poco, laisser faire, laisser passer, que dicen los  franceses. Un día, hace un año, nos  cruzamos a la entrada del polideportivo de Alfafar y nos pusimos a  charlar como si el tiempo no contara  para nada. Creo que nos hemos  perdonado mutuamente. Y, además, ¿qué importa todo?
Pascual me  dio la alegría  de volver a  vernos. Nos sentamos a almorzar con Teresa y su marido. Clara y su niña y otra  amiga más.
Pascual no quería almorzar, decía que meterse una copa de  vino a esas horas  lo iba  a dejar  tumbado. Se  pidió un café con leche y unas tostadas. Pero, mientras nosotros almorzábamos, se sirvió una copa de  vino. Yo le dí medio bocadillo. Se fue al lavabo y en la barra le dieron un café con leche que trajo a la  mesa, mientras una camarera le traía otro. Y también las  tostadas. Vas a tener que pagar  el doble, le susurré.
A mí es que me  gusta mucho la ginebra, nos soltó sin venir a cuento. El gin-tonic ¿querrás decir? Le preguntó el marido de Teresa. No, la ginebra a palo seco.
Cuando se marchó lo acompañé hasta la salida. Me voy a EE.UU. Pues escríbeme, como lo has hecho tantas veces desde Paris o Venecia. No sé si te lo mereces, pero te quiero.




El próximo domingo, 18 de diciembre tendremos  en La Matandeta Buida la Cambra. Vendrán los de siempre a compartir sus cosas  y sus  vidas. Se acerca la Navidad, esa  festividad que  parece  que  nos ponga a  todos  ñoños. Seguro que lloverá y lo haremos  dentro, en el comedor verde, como el color de la esperanza. Compartiremos nuestros sueños y nuestras depresiones. De eso se trata, ¿no? De comer el mismo pan. No me digas, que una vez más, te lo vas a perder y te conformarás con que te lo cuenten. Vamos, de ti depende.




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