viernes, 2 de enero de 2015

PARAÍSOS

Una se acerca al papel en blanco como estrena el año: con moderación y respeto, que restan muchos días y muchas líneas por escribir y piensa en lo último que se llevó de lo anterior: el último atardecer entre viñedos en la periferia de Fontanars dels Alforins, junto al más atractivo de los bodegueros, que no solo navega entre vides y veleros, sino que todavía se atreve a cercar el paraíso y es valiente al  anunciar, como quien deja caer un pámpol  en la escarcha, que dentro de cinco años se va a vivir a Costa Rica, que para su gusto, se le acabó el relato a este país y a su entender le sobra policía y le faltan sueños.
Me felicito de la vuelta de Cuba de mi amigo Joan, pero él me responde que llegó hace dos días de La Habana, y ya piensa en el regreso. Y lo hará definitivamente, si dentro de cinco años sigue vivo. Porque en el Malecón encontró su pequeño paraíso.
¿Y el tuyo dónde está? Me espeta Rafa Gálvez, sacándome del laberinto  de mis telarañas interiores. Volver al mío es imposible. Lo perdí a los ocho años.
Ha sido un domingo de mucho trabajo y nos llevamos a Manuel de paseo. Le propongo la feria de Benetússer, pero su abuelo responde que de ni pequeño le gustaron la feria y el circo.
Para animarlo y no dejarlo con esa decepción que le ha supuesto el gusto de su abuelo, le cuento que el día de Navidad a mí siempre me llevaba mi padre por la mañana a la feria y por la tarde al circo, y que a mí sí que me entusiasman. ¡Qué lástima que no nos conociéramos entonces! Me responde el niño, cargándose en una frase la coordenada del tiempo.
Sí, que lástima que no podamos volver a la infancia, la única patria, el primer paraiso terrenal, el último refugio.
Aunque siempre nos quedarán los relatos.
Sí, será necesario un buen relato para seguir viviendo, para creer que aunque no exista la utopía, en la distopia tampoco se está tan mal. Al fin y al cabo, la utopía pertenece solo a su inventor, la distopía, más democrática, nos incumbe a todos.
Mi propuesta, a falta de paraíso terrenal, es que nos construyamos un buen relato para el año que empieza, una historia que nos acompañe, la metáfora de un camino por el que transitar.
Érase una vez, Hi havia una vegada, Es war eimal, C'era una volta, Mata mua...
Un año, el quince, que acababa de comenzar, una sociedad a la fuga, un tiempo en ruinas y un horizonte desnudo.
Ya saben, a falta de paraíso, creamos en el relato.
Yo me comprometo a ello. Salve y mucha suerte para  este año.




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