sábado, 10 de agosto de 2013

LA VIDA SIN UN SMARTPHONE

Otra de las cosas que me ha chocado a mi vuelta de la Francia de los franceses es la necesidad que se nos ha creado a los españoles de estar constantemente conectados a Internet a través del móvil. ¿Por qué escribo Internet con mayúscula? No lo sé, será el inconsciente, que no el subconsciente. Pero todo el  mundo anda con el Smartphone y el que no lo hace es un Gil como yo. 
Me acuerdo que hace diez años le pedías a Rafa Gálvez que se llevara el móvil cuando salía de La Matandeta por si tenías necesidad de un kilo de patatas inesperadas o decílitro de auténtico aceite con aroma a frambuesas y te contestaba que él no consentía que la vida se la controlase un teléfono. Ahora es incapaz de subirse al coche y atraversar la verja si no se lleva su smarthphone. Parece que nos ha alcanzado el síndrome al miedo de perdernos algo.
El Sumum fue cuando preparamos la fiesta sorpresa de su 50 cumpleaños. Esa si que la hicimos grande. A pesar de trabajar en La Matandeta y pasasrse todo el día metido aquí, conseguimos que Chema Delgado, que trabajaba entonces para unas bodegas de Requena, operase de señuelo.
Cuando llegaron a casa, habían más de cien personas esperando a Rafa para festejar con él su cincuenta cumpleaños. Lo primero que se le ocurrió hacer, antes de verlos y ante mis recriminaciones (de mentira) fue estampar su móvil contra una pared. ¿Por qué llegas tan tarde? ¿Y para qué tenía un móvil, no podrías haberme llamado?La fiesta fue impresionante y Rafa Gálvez se llevó la mayor sorpresa de su vida. Lo que ocurrió a las tres de la madrugada en nuestra cama, ni les cuento.
Cualquier día de estos nos radian o televisan nuestra vida a través del Smartphone y yo ni siquiera me entero de que ya me he muerto. Hoy por supuesto que no hay foto. 

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