domingo, 17 de marzo de 2013

UNA CENA

A Guylaine Fortin la conocí en septiembre, nada más llegar a la Provenza. Yo esperaba el autobús en la parada de Puyricard para ir a Aix al cine. Llegó ella, cincuenta y ocho años, rubia, simpática y dicharachera. Dió la casualidad de que las dos íbamos a la ciudad  a ver la mísma película, pero a diferentes sesiones, Camille redouble, si la estrenan en España, les recomiendo ir a verla, sobre todo a las mujeres a partir de la cuarentena: se reirán y las reconciliará un poco más consigo mismas.
Como el autobús se retrasaba nos dió tiempo a hacer un resumen abreviado de nuestras vidas. Ya saben, diálogos femeninos a lo Molly Bloom, nos dan dos palabras y nos montamos un soliloquio.
De regreso, volvimos a coincidir y Guylaine me invitó a tomar el apero en su casa el siguiente viernes por la tarde, con esa cordialidad innata que tiene la gente del norte que vive en el sur de este país.
Ella y Phillippe, su marido, son de Nantes, pero él encontró trabajo aquí en la sección de Recursos Humanos de una gran empresa y se trasladaron. Sus dos hijos están en Paris con sus respectivas familias.
El apero se convirtió en una cena fría en la terraza de su acogedora casa en la que pude constatar la afición al aceite de oliva que le tiene toda la gente, sea del norte o del sur, en cuanto llega a la Provenza y por primera vez, el color tan peculiar de los caldos rosados de esta tierra.
Poco a poco fuimos desgranando intereses en común. Phillippe es de la asociación de amigos de la Sainte Victoire, esa montaña emblemática que conforma el paisaje de esta tierra.
En uno de los recientes viajes de mi marido, Guilayne nos invitó a cenar.

Habían preparado como plato principal un tajin d'agneau que junto con el cous-cous y la pastela son de mis platos favoritos de la cocina marroquí. Es curioso y ahora al escribir caigo en la cuenta de que en mi visita relámpago a Valencia a finales de febrero, fuimos a casa de nuestros amigos Yolanda y Francisco al Puerto de Sagunto y cenamos pastela. La gente peculiar, te ofrece manjares peculiares. Para la próxima cena Guyliane nos ha prometido un plato de la cocina India, en el que por supuesto no faltará el curry.
Entre bocado y bocado de jarrete de cordero aderezado con frutos secos, tubérculos y especias y regado con tinto de la zona, fuimos conociendo la singularidad de esta pareja.
Aunque se confiesan ateos, hace muchos años que ayudan con su dinero y su tiempo a una misión católica establecida en el sur de la India con escuelas repartidas por esa zona del subcontinente asiático. Así que tres meses al año los dedican a desplazarse hasta allí para colaborar activamente. Además Guylaine los martes y los jueves por la tarde da clases de repaso en una ONG de Aix, a niños de familias inmigrantes que tienen problemas en  su integración escolar.
Phillippe cumplió cincuenta años subiendo al Montblanc acompañado de un amigo y un guía. Nos enseñaron la foto: un paisaje completamente nevado y un cincuentañero sonriente como un niño la víspera de la Navidad.
No obstante, el regalo que se ha pedido Mme. Fortyn para dentro de dos años no le queda a la zaga. Quiere visitar Mongolia.
Con ellos bebimos  por primera vez el vino Terres de Mistral que se elabora en Rouisset, a veinte kilómetros de Aix.
Y nos recomendaron visitar a las afueras de esta ciudad, la bodega Lacoste, proyectada  por el arquitecto Jean Nouvel, donde entre viñedos han instalado un museo escultórico al aire libre. También nos ofrecieron su casa por si queremos volver a finales de agosto para asistir al festival de música clásica de Aix.

Ya lo ven, gente peculiar hay en todas partes. Gente que te abre su casa y su corazón sin conocerte porque para ellos la humanidad no tiene fronteras.
Quedamos que la próxima visita del sr. Gálvez iremos de randonnée a la Sainte Victoire. A ver cómo me las apaño. Guylaine no se atreve a subir a la montaña con su marido y sus amigos. Dice que ellos caminan en plan profesional. A pesar de los muchos años que llevo casada con un alpinista y lo mucho que me gusta marcher en plain air , por la montaña sigo pareciendo un pato mareado. Y es que no he aprendido mucha técnica consortamente.
Es domingo y las ocho de la mañana. Me imagino Valencia oliendo a pólvora. Es curioso, soy de las personas que cuando llegaban las fallas tenía ganas de salir huyendo. Ahora, sin embargo, me encantaría estar allí mezclada entre el ambiente.
Menos mal que tengo la semana cargada de exámenes y poco tiempo para la nostalgia.
Salve y ustedes lo disfruten bien.

3 comentarios:

  1. mil gràcies per compartir les teues experiències, vivències amb aquest bloc. Es una finestra que sempre convida a reconciliar-me mb el món... quin gust a les 8,15 del matí d'un diumenge amb olor de traca llegir aquestes vitals, refrescants i solidàries lletres... mil gràcies, feliç dia!

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  2. Pura, gràcies a tú per seguir-me. Bones Falles.

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