domingo, 3 de marzo de 2013

SIN EDADISMO EN MARSELLA

¿A qué no saben ustedes qué es el postureo? Yo sí, gracias a que pasé tres noches y cuatro días en Marsella, capital de la cultura europea, con mis compañeros de Valencia, Erasmus en Lyon, Clara Martínez y José Vázquez. Estos compañeros tienen veintipocos, no se vayan Vdes. a pensar que todos son como yo. Aves del paraiso  con las plumas en decadencia.
Le pedí a Derek Moxon que se quedaran con nosotros en la casita de Puyricard, pero ese día anduvo a sus anchas por Aix-en-Provence sin haberse tomado las pastillas para la artrosis y las muchas golosinas que controlan su tensión arterial. Así que me dijo que no, que en Aix hay los suficientes hoteles como para que los hospedaran. Le expliqué que solo vendríamos a dormir, que los jóvenes están cargados de adrenalina y necesitaban marcha de la que fuera. Que no, que después hay que pedir turno para el cuarto de baño.
Mejor dejarlo estar y buscar por otros lares.
Sonia Lefèvre forma parte de la Oficina de Relaciones Internacionales. Vive en Marsella, habla perfectamente el español porque estuvo de Erasmus en Zaragoza y las prácticas de su máster en Cooperación  Internacional las realizó en Ecuador y Argentina. Vive en un barrio alternativo, cuya existencia vertebra la Rue des trois rois. Allí te puedes encontrar, en veinte metros lineales un restaurante antillano, otro ucraniano, senegalés, griego o indio. Siempre hay vida en la calle. También nos ayudaron la encantadora pareja formada por Sandra y Elvira, la primera ingeniera forestal y máster en acuicultura por la Politécnica de Valencia, la segunda estudiante Erasmus de Comercio Internacional.

El viernes nos fuimos a Cassis, la llaman la Sainte-Tropez de Marseille. La conoci hace más de diez años, con una hija adolescente que había pasado un verano castigada en la Provenza. Menudo castigo, me indican ellos. Pues sí, hay madres tan originales en la vida que cuando castigan ofrecen regalos de Navidad y cuando quieren ofrecer regalos, estampan besos como delirios.
Me encanta estar con ellos. Les llevo más de treinta años, pero nunca ejerzo de madre, ni de maestra.
No son mi responsabilidad, sino mi disfrute. Enseñarles lo que pueda sin enfadarme, sin imponerme.
No soy su profesora, ni su madrina, ni siquiera la portera del edificio en el que viven que se chivará a la mamá. Disfruto mostrándoles aquel paisaje que me maravilló, sin esperar que lo comprendan, aquella librería que me  motivó, sin pretender que retengan el nombre. Ese autor que acabo de descubrir, sin enfocarlos hacia su lectura.

Existe un edadismo que  es puro y un edadismo sutil. En la segunda mitad del siglo XX se definieron algunos términos, como estos que han resultado de gran interés para la comprensión de la vida de las mujeres que nos estamos haciendo mayores. La evidencia de que existe un prejuicio cultural hacia las personas que son mayores, por el solo hecho de serlo. A ello se le denominó "edadismo" e incluye todas las conductas, sentimientos y actitudes de rechazo o desagrado que se muestran hacia las personas de cualquier sexo que no son jóvenes. Estos prejuicios suelen estar más acentuados cuando se refieren a las mujeres que hacia los hombres de la misma edad.
Ellos, Jose y Clara, igual que sus compañeros de nuestra promoción, me han dado ese regalo, no ofrecerme su edadismo, es decir, sus prejuicios ante mi edad, sino su camaradería y su mirada ante mi experiencia, buena o mala.  Estar con ellos es como inyectarse vitaminas de alegría. Tienen la vida por estrenar. Nos vemos en Lyon.

1 comentario:

  1. Sin prejuicios ante la edad, cualquiera que sea. Una madre que enseña sin imponer. Una ave del paraíso con las plumas en decadencia. ¿Acaso necesitas definirte con tanta insistencia?

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