viernes, 30 de noviembre de 2012

DE CINE Y ALGO MÁS

El profesor de Analyse du film es un hombre guapo, guapo. June, a mi lado, enarquea las cejas. Disculpa, pero a mí solo me interesan las señoras. Tiene el pelo muy oscuro y un corte a lo Alain Delon cuando compartía baños con Romy Schneider en La Piscina. Si sonríe se le hacen chirivitas en los ojos, como Rod Hudson en  las películas con Dorys Day. Un cuerpo proporcionado y bien formado, a lo Charles Heston castigado a remero en  Ben Hur. Si te diriges a él, emplea toda la diplomacia de un David Niven en Cincuenta y cinco días en Pekín. Pero su debilidad, su verdadera vocación es Fred Asteire.  Cuando nos pasa en sus clases extractos de  películas como Escuela de Sirenas, Un día en Nueva York, Un americano en Paris, sus pies no están quietos un momento, llevan el ritmo, también tararea las canciones. Un galán de cine de los que ya no te encuentras. Lástima que antes le daría una cita a mi marido que a mí.
Hoy vamos a analizar el cine de Ernst Lubitsch: To be or not to be, Ninotchka. Con la Garbo, Fred Astaire se emociona casi hasta las lágrimas. En cualquier momento le ocurrirá lo mismo que a Mía Farrow, en La Rosa Púrpura del Cairo, que desde la pantalla lo inviten a entrar en la historia.
La última parte de la clase la dedica a darnos las notas del exámen de la semana pasada, que consistía en decoupage filmique, cèst-à-dire, nos puso un extracto de El crepúsculo de los dioses, con Gloria Swanson y William Holden. Había que anotar todos los planos y secuencias: Plan americain, Joe avant la ville regarde avec curiosité. Travelling avant colises, cortines, Norma regarde avec lunettes noires Max. Plan Moyen, Max ouvre la porte et appelle Joe... Y así todo el rato, a una velocidad de vértigo.
Nos da las notas:  Un diez, nos ha puesto a las cuatro; es decir un cinco, porque aquí puntuan sobre veinte. ¡Será miserable! ¡Un cinco! ¡Será salop! Este hombre es un con. Con esa nota se va a cargar la media de mi expediente académico. D. José Molina, del Colegio Sedaví decía que el seis estaba más cerca del suspenso que del notable. ¡Ni te imaginas dónde está el cinco! A mí eso del decoupage no me sale, si al menos se tratara de hacer un coupage, lo que me echen, igual me da Rioja que Burdeos.
Pero eso de ir diciendo los cortes que se le han ocurrido al director, como si estuviéramos en una carnicería, que no, que no. A mí que me pregunten por la vida de los artistas y citas fílmicas que me se un montón. Si lo llego a saber no vengo.
Cuando termina la clase nos acercamos a él: Oubliez la note monsieur, oubliez, s'il vous plaît. Ah! mesdames, encore on peut arranger les choses, encore!
¿Sabes que te digo, June? Que no era tan guapo.




M. Quefelec el profesor de Lingüístique: Variations du français en francophonie, tiene un dilema.
Necesita hacernos unas fotocopias de su ponencia sobre el francés en l'Afrique noire, pero la Universidad Aix-Marseille tiene un déficit de veintisiete millones de euros y no les queda dinero para hacer fotocopias, según nos cuenta. Bueno, pues que cada alumno pague las fotocopias de la ponencia, le sugiero. Mais non, madame, ça serait un délit. ¿Un delito, por qué, si no se trata de fotocopiar ningún libro, sino la ponencia cuyo autor tenemos delante y está de acuerdo? Sería un delito porque la Universidad no puede cobrar las fotocopias a los alumnos: Se supone que con el pago de la matrícula, los alumnos tienen derecho al material que necesiten, incluidas fotocopias. Pero la Universidad Aix-Marseille tiene un déficit de veintisiete millones de euros, según nos cuenta M. Quefelec, por tanto no tienen dinero para hacer fotocopias. No, nos las pueden cobrar porque sería un delito y no nos las pueden hacer, porque no tienen dinero.
Conclusión: Nos quedamos sin la ponencia sobre l'Afrique noire, de M. Quefelec.





Hace dos  sábados tuvimos exámen de Littérature classique française. El tema, dos libros del siglo XIII, Lancelot du Lac, primer libro de la literatura francesa escrito en prosa, y Merlin de Robert de Boron. Tendremos que elegir entre hacer un comentaire composé o une dissertation. Tenemos cuatro horas . A mi lado, Gabrielle, una joven alumna francesa de veinte años, se queja de que no le va a dar tiempo, si elige la disertación. Me dice que ella está acostumbrada a redactar las disertaciones con un tiempo de seis horas. ¡Virgen del Perpetuo Socorro! Con seis horas de disertación sobra tiempo para acordarse de la madre de Descartes que inventó el método.
Llega la profesora y nos reparte medio folio con las dos cuestiones, a elegir una. Todo el mundo se pone a escribir le brouillon. Pero... ¿Cuándo reparten aquí los folios para contestar al exámen? ¡No, no reparten folios! Me espeta Gabrielle. Los folios te los traes tú de casa. Voy a la profesora y le digo que desconocía esta costumbre francesa de los folios. Desolée, me contesta, ella tampoco tiene ni un folio ni medio en blanco. Recurre a Ineeke, una Erasmus belga que está sentada en la primera fila. Si ça  ne vous derange pas... Madame n'a pas de papier pour l'examen.
Madame está alucinada. Es la primera vez en mi larga vida estudiantil que me encuentro con una situación como ésta. La quinta potencia económica mundial y los alumnos se traen los folios de casa para los exámenes. Conozco a más de uno en Valencia que sería el rey del mambo dando el cambiazo. Su nota no iba a bajar de matrícula. ¡Serán ingenuos estos franceses!


Los viernes es un día tranquilo en la Fac, muchos alumnos no tienen clase. Las aulas y los laberínticos pasillos están prácticamente vacíos. Yo solo tengo dos horas. Una de Literatura Latinoamericana y hora y media después, otra hora de Literatura española.
Hoy acabamos las clases, pero tenemos que adelantar unos comentarios, así que Ineeke y yo hemos decidido quedarnos en la biblioteca a trabajar un rato.
Pero antes necesito ir al lavabo, así que le digo a mi joven compañera belga que me espere a la salida de la Fac y emprendo la búsqueda de las toilettes.
Elijo el largo pasillo que queda a mi derecha, voy atravesando puertas, aulas vacías cerradas. Ni rastro de los lavabos; otro pasillo, ahora hacia la izquierda, ahora otra vez hacia la derecha del laberinto y yo sin haberme traído el hilo de Ariadna. No me cruzo a nadie, no tengo a quien preguntar. Sigo andando y la cosa empieza a ponerse urgente. ¿Por qué será tan difícil realizar las funciones fisiológicas en este país? Vas al Monoprix, no hay lavabos, entras en el Casino Supermarché, tampoco. Te detienes en FNAC, se les olvidaron. Verter aguas mayores y menores en este país es una auténtica Odisea. Empiezo a sudar. Gotas por arriba y gotas por abajo, doblo las piernas y me tapono con una mano, ¡Dioses del Gineceo! Si  ya me lo dijo el Barbas: "Nena, haz ejercicios pélvicos, que lo tuyo es muy fuerte". Nada, que no hay manera, en cualquier momento voy a reventar. Estoy dejando reguero, menos mal que no viene nadie. De pronto, a mi derecha la puerta abierta de un aula vacía, en la entrada a la izquierda, una papelera con una bolsa de basura negra. Entro y cierro la puerta de un manotazo. Me siento. Ni Peter Sellers en El guateque, tuvo una escena como ésta. ¡Qué a gusto me he quedado!. Pero ahora me da la risa, un auténtico ataque de risa. Voy de parte a parte de los pasillos doblándome de la risa, por la situación que acabo de vivir. ¡Qué irreverente la abuela de Manuel, en los templos de la sabiduría! Me cruzo con un profesor muy circunspecto, pero yo sigo con mi risa. Debe pensar que estoy fumada o algo peor. Llego hasta el hall, al final de la escalera me espera Ineeke. Recompongo el gesto. Hasta luego.












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